Julieta.
Eventos, vestidos, copas, mozos, plata.
Todos los meses es la misma rutina, todos los meses el mismo juego, todo el tiempo una sonrisa en mi rostro, tacones altos y algún vestido de alta costura.
Amaba mi trabajo, cada parte de lo que hacía me gustaba, pero estaba agotada de todo lo demás y hasta donde sabía no podía vivir en mí trabajo, al menos no estando en New York, es que, aunque me fuera de aquí, me encontrarán.
Papá sobreprotectores, un muñeco de torta como novio y mucha falsedad, eso era lo que tenía en todo esto.
Era la única hija de un matrimonio de más de treinta años, la heredera de la gran cadena de complejos turísticos que contaban con todo lo que las personas necesitaban.
Estabas en el caribe, nosotros te dábamos hoteles, transporte, excursiones, abarcamos todos porque teníamos todo lo necesario para hacer de tu viaje el mejor de tu vida, ese era nuestro lema y así nos manejábamos siempre.
Con el paso de los años fuimos agrandando nuestro imperio, lo que empezó con una simple agencia turísticas, pasó a ser algo extraordinario, increíble y único.
Éramos la única agencia turística que contaba con hoteles propios, servicios de excursión, renta de vehículos y cada pequeña cosa que uno quisiera. Ustedes se iban de vacaciones a Punta Cana, nosotros nos encargaremos de que aquello fuera algo que recordará toda su vida, querías nadar con tortugas, nadamos con tortugas, quería recorrer el océano y parar simplemente en islas paradisíacas, te llevábamos por el océano para que tuvieras tu experiencia Titanic, claramente sin el iceberg y las muertes.
- Julieta, hija - parpadeo y observo a mi madre.
Sus ojos marrones me observan con dulzura, lleva puesto un vestido relajado, estilo campestre, su cabello castaño está semirecogido y cae con ondas suaves por sus hombres, Jennifer Jones, era una de las mujeres más hermosas de todo el mundo, claramente en mi opinión como hija. Amorosa, comprensiva, educada, sin aires de grandeza, la mujer frente a mis ojos nos había enseñado que la plata era un adorno cuando la persona no valía la pena.
Hija de personas humildes, de un pueblito llamado Colorado Springs, mis padres me concibieron bien jóvenes, ella había venido a estudiar danza a New York, una importante academia de baile la quería, ahí conoció a un hombre, Christian Jones, le llevaba unos cinco años más, había ido a ver una de las funciones para hacer un show en uno de sus eventos, en ese momento estaba empezando un emprendimiento y quería atraer socios, así que necesitaba dos bailarines para una fiesta.
Consiguió sus bailarines y al amor de su vida, mamá lo ayudó a mejorar su negocio y una noche alocada y cargada de pasión me concibieron. Mis abuelos eran felices y siempre íbamos a pasar algunas vacaciones con ellos, hasta que un día lo dejamos de hacer.
- ¡Julieta! - me sobresalto.
- Mamá casi me da un infarto - llevo mi mano al pecho.
- ¿Qué tanto piensas? - ladea su rostro.
- No hemos ido más a Colorado - tomo mi taza - Extraño a los abuelos. - entrecerró sus ojos.
- Vinieron el mes pasado - eso era verdad - ¿Qué pasa? - tome aire.
- No creo que quiera casarme - mire las carpetas sobre la mesa - Mamá yo no quiero hacer eso - niego y deja las cosas.
- Bien - observa las muestras de tela y luego a mi amiga - ¿Tú sabías? - niega.
- No, pensé que si aceptó es porque quería - suspiró, tomó aire y vuelvo a suspirar.
- Eso no suena bien - Janet me observa. - ¿Qué ocurre? - relamí mis labios.
- No funciona, nada funciona, estoy cansada, agotada, no quiero hacer esto, no puedo, necesito aire, no sienten que falta el aire - comienzo a hiperventilar.
- Hija, por dios hija, cálmate - suspiro - ¿Cómo que nada funciona?
- No funciona mamá, no funciona - la observó de forma sugerente.
- ¿No funciona? - piensa - Oh… - se acomoda - Eso es un problema, existe una pastilla, tu papá la usa, es buena y… - hago una mueca de asco.
- Por favor, imágenes mentales - sacudo la cabeza - No, no quiero esa imagen - Janet se ríe.
- Esa señora Jones - baila - Es mi ídolo - levanta la mano y ambas chocan los cinco.
- Este motor todavía se mueve chica - niego - Además no soy tan grande, son cincuenta y tres años, todavía tengo lo que se necesita chicas - chasquea los dedos.
- Y el cuerpo - la observa de arriba abajo - ¿Qué toma? - mamá mueve su cabello.
- Nada cariño, los genes - ruedo los ojos.
- Y ahí se fue toda la modestia - vuelve a mirarme.
- ¿Por qué no le das algo para tomar? - Janet habla tranquila.
- Es lo mejor, además de ver un médico, es muy joven para tener problemas de erección - mamá da su opinión.
- No es eso, tiene erecciones, creo que el problema soy yo - tapo mi rostro - No me produce nada hace meses - niego.
- ¿Meses? - mamá habla confusa - ¿Cuántos meses? - hago una mueca.
- Doce - susurro.
- ¡No tienes un orgasmo desde hace doce meses! - Janet grita.
- Shhh, hay personas, por todos los santos - tapo mi rostro.
- ¿Cómo es posible? - mamá balbucea.
- Pensé que era mi estrés, la apertura del nuevo complejo, pero después de hacerlo las cosas siguieron igual, él la pasa bien, yo no - suspiro - Ya no sé si lo amo, no tengo idea de que me pasa - las ganas de llorar se apoderan de mí.
- Aceptaste casarte - dicen las dos al mismo tiempo.
- Me lo pidió delante de todo el mundo, había cámaras - sopesan mis palabras - ¿Qué quería que hiciera? - muevo mis manos - Le digo, “mira, el sexo es pésimo, no sé si te amo, gracias, pero no” - mamá muestra los dientes.
- Y es un poco complicado cuando lo hacen delante de tanta gente - muevo la mano.
- Ves, ahí es donde está el problema - niego - No quería tanta atención, ni salir en diarios, no quería nada de eso, a él le gusta a mí no. - suspire - Ahora tengo que salir como la mujer mala que lo deja después de decirle que sí - quiero gritar.
- Quizás deberías poner un poco de fuego a la relación, no sé, hacerlo en el evento de esta noche, en el baño, algún armario - abro la boca.
- ¿Qué?
- Tiene razón hija - miro a mi madre - Quizás les falta chispa, busca la chispa, si no funciona, vete unos días a Colorado, despéjate y vuelve para ver si todo está igual - termina.
- O ve a Colorado, conoce un sexy vaquero y ten hijos con él sin todo el protocolo de las bodas y eso - Janet habla entre risas y ambas la miramos - ¿Qué? ¿No hay vaqueros? - parpadeo.
- Sí, alguno que tenga una finca, pero… - niego - La vida no es así de fácil - tome aire.
- Por ahora vamos con el sexo en el baño - mi madre observa las muestras - Atrasaremos la boda - tira las cosas a un costado - Gracias a dios - mi amiga y yo ladeamos el rostro para mirarla.
- Se la nota extrañamente aliviada - la castaña me roba las palabras de la boca
- Bueno - se remueve - Perdón hija, pero es un tonto, la verdad me sorprendió que duraras tanto, sobre todo que te casaras, pensé que quizás tenía sus encantos - abro mi boca grande - Ahora veo que ni eso tiene - suspira - Tú papá lo adora, pero porque te ve feliz, solo tienes que ver que quieres tú.
- Dijeron que fortalecía la empresa nuestra unión - le recuerdo.
- Porque es lo único que tiene, pero no los necesitamos para ser mejores, somos los mejores sin ayuda de ellos, podemos hacerlo, tú puedes, eres inteligente, brillante, puedes manejar esto sin ese mequetrefe - parpadee.
- Bien, hablaremos de esto - miré mi reloj - Pero ahora tengo que arreglarme para el evento de esta noche - me levante.
- Vamos, necesito pasar por la peluquería - Janet se levanta - Señora Jones, nos vemos esta noche.
- Nos vemos mis niñas.
Salí de la casa de mis padres para subirme en mi coche, mi amiga se sentó en el asiento del copiloto observándome con cautela mientras manejaba de regreso al centro de New York, ambas vivíamos aquí, yo en mi pent-house, un lugar ubicado a media cuadra de la quinta avenida, dos pisos de paz, mi paz mental, una donde Joel pocas veces se quedaba, no lo quería en mi espacio, seguramente no eso no era normal.
- ¿Cómo sigo con él? - las palabras salen de mi boca así sin más.
- Me pregunto lo mismo, un año sin placer, es un poco mucho - hace una mueca - Yo hubiera buscado otros rumbos, pero bueno, tú tienes eso de la palabra - mueve las manos.
- Se llama lealtad y fidelidad, no es muy loco ser así - suspiro - ¿Qué pasa si el problema soy yo? - la observo cuando freno en el semáforo.
- Bien, eres una mujer de treinta y cinco años, linda sexy, te he visto coquetear y calientas a cualquiera, no creo que seas el problema, quizás ya no sientes nada por él, el amor también se acaba Juli y eso no es el fin del mundo - nos tocan bocina y arrancó.
- ¿Qué propones que haga? - era una realidad, no sabía qué hacer.
- Prueba esta noche, si eso no te da nada, pues vete a Colorado, visita a tu abuela, relájate y haz lo que tengas que hacer - muevo mi rostro - Es hora de que pienses en vivir, no solo en trabajar.
- Me gusta mi trabajo - cruza los brazos.
- ¿No quieres tener hijos? - hago una mueca.
- No creo, los niños lloran, demandan atención y… - Joel viene a mi mente - Son como Joel - hago una mueca - Salgo con un niño.
- Lo dijiste tú - me señala.
- ¿A ninguno le cae bien? - hizo unas muecas con las cara y las manos.
- Y… eh… - movió la mano - Es físicamente lindo - eleve una ceja.
- Esto no puede ser - suspiro.
- Son tus decisiones de vida, nadie puede decirte que hacer, solo puedo aconsejarte como tu amiga, si prometes que no te vas a enojar - la mire confusa.
- Puedes decir lo que quieras - tomó aire.
- Te conozco hace al menos siete años, desde que nos vimos fuimos inseparables, te ayudo con la contratación de tu personal y tengo mis capacidades para oler a los idiotas y tú novio es un idiota, todo lo hemos visto, simplemente tú no, no creo que te deje, aunque no dudo que te engañe - abro la boca y la observo - No lo he visto, cuando lo haga te mandare las pruebas, porque no tengo dudas de ello. - estaciono en donde se baja - Si esto no funciona, vete, aclara tus ideas y termina con esto.
- Está bien.
Tome el camino a casa, llegue sin ánimos, no tenía idea de que iba salir de todo esto, quizás simplemente nos faltaba chispa y esto era la solución, sexo en algún lugar prohibido, poner un poco de adrenalina a todo lo nuestro, darle ese toque que faltaba.
Me bañe tranquila, tomándome todo el tiempo que necesitaba, lave mi cuerpo y salí en busca de un body rojo y mi traje de dos piezas blanco, una falda de tubo y saco entallado, me coloque mis tacones rojos a juego y recogí mi cabello un poco, el encaje de mi body debería llamar lo suficiente su atención para que quisiera acompañarme al baño.
Llegamos al evento, la gente me saludaba mientras los mozos iban y venían, hoy le damos la bienvenida a un nuevo socio, era algo tranquilo, protocolar y rápido, coctelería, comida ligera, aplausos y luego la casa.
- Estas hermosa nena - su voz resonó en mi oído causando un poco de molestia.
- Hola Joel, ¿Cómo estás? - mire a todos lados - Te he pedido que no me llames nena en estos eventos - suspiro.
- Vamos, nadie escucha - sonreí sin ganas - Estás divina, aunque llamas mucho la atención - miro a todos lados - No dejan de mirarte. - paseo el lugar con mi mirada y observo a mi amiga levantar sus dedos.
- Solo me interesa llamar la atención de una persona - le sonreí con coquetería.
- Eso me gusta - sus dientes asomaron.
- Porque no vamos a un lugar más privado - mi mano va a su pecho - El baño quizás - jugué con mi dedo - Podemos jugar un rato - mordí despacio mi labio y lo solté.
- Me gusta esa idea - dejo un beso en mis labios - Te espero ahí, no tardes.
Desapareció entre medio de las personas, iba tranquilo, como si nada, por mi parte pare a uno de los mozos y le saque una copa de champagne que me bebí de un solo tirón, era la hora de descubrir si las cosas estaban o no muertas.