Ethan
Ser padre es una de las tareas más complicadas que hay, en ningún momento alguien viene y te dice que tu vida podría ser un caos, no, ni siquiera cuando planteas la posibilidad de tener familia o casarte te advierten de las cosas que pueden pasar, es que, en cierta forma tiene sentido, digo, nadie quiere que le digan que te van a abandonar, engañar o que las cosas simplemente no funcionaran.
No te avisan que las charlas con tus hijos pueden ser complicadas, muy complejas, hasta un punto donde tú pareces el niño y ellos los padres, exactamente como me está pasando ahora.
— ¿Quieres hablarlo? – observo a mi hija que me mira - Juan tiene a su padres separados – las palabras salen un poco confusas, pero ahí están – Él se quedó con su mamá, creo que debe ser lo mismo, ahora su mamá tiene un novio, dice que es bueno - mira sus manos. – Pero tú no puedes tener novia. – entrecierro mis ojos.
— No puedo – afirmó.
— Claro que no, solo somos los dos, nada de novias – sigo mirándola.
— No quiero novias – respondo tranquilo.
— Bueno, no hay problema, vamos por el helado – mira el camino y suspiro.
— Deni, tenemos que hablar de lo que acaba de pasar – sus ojos celeste vuelven a mí.
— ¿Te duele? – su mano va a mi pecho - ¿Quieres que llame a un médico? – otra vez aquellas palabras.
— ¿A ti no te duele nada? – niega.
— No, mamá no me quería - el nudo en mi garganta aumenta – Creo que ella se cansó de mí, como cuando te da sueño – sonríe – A veces me pasa, tengo sueño, mucho sueño y trato de verte, pero me duermo – mueve las manos. - ¿Crees que a ella le pasó lo mismo? – relamo mis labios y la observo.
— Creo que en ocasiones uno no conoce del todo a las personas – pienso en mis palabras – En otras tal vez simplemente el amor no es suficiente – piensa. – Las cosas simplemente terminan.
— ¿Como cuando no hay más cereal? – las lágrimas vuelven.
— Como cuando no hay más cereal. - piensa en mis palabras un momento.
— Ella dijo que se iba – miro sus manos y jugó con ellas – Dijo que no quería estar en la casa, dijo me cansas – balbuceo – Dijo que nosotros la ago…agotamos - trata de pronunciar mejor – Que me portaba mal y hacía desorden, pero yo limpiaba – me mira con los ojos llenos de lágrimas – Todos los días, lo prometo papi, limpiaba, ordenaba y le hice las comidas que me enseñaste – muerdo mi labio – Fui buena, muy buena. - las lágrimas caen por mi rostro.
— Claro que lo fuiste, eres hermosa hija y no tienes que cocinar, no tenías que hacer ninguna de esas cosas, esto no es tu culpa cariño, no es tu culpa.
Su cuerpo convulsiona un poco y las lágrimas caen por sus mejillas, la tomó entre mis brazos para sentarla en mi regazo mientras ella esconde su cabeza en mi cuello, puede que ella lo supiera antes que yo, que Abby se encargará de decírselo todas las veces que pudo, pero eso no quita que aquellas palabras la dañan como me dañaron a mí, era su hija por todos los santos, ella era su nena y la había dañado sin problema, estaba loca, enferma.
— Todo mejorara cariño, las cosas se pondrán mejor, ella no va a volver - acaricie su espalda - Ahora seremos solo tú y yo - bese su frente y ella me apretó.
— ¿Lo prometes? - afirme.
— Lo prometo hija, nadie volverá a hacerte daño. - suspiro y la bese de nuevo. - ¿Por qué no me dijiste?
— No quería que pelearán, pensé que así se quedaría - negué.
— Esto es mi culpa hija - bese su frente repetidas veces - Solo mi culpa, lo lamento, lo lamento tanto.
— Está bien papi.
Después de nuestra charla fuimos por aquel helado Deni sonreí mientras manchaba su rostro de chocolate y vainilla, yo solo la miraba con su mismo gesto, era nuestro momento de belleza, era la luz entre tanta oscuridad, mi hija era todo lo bueno entre tanta imperfección y problemas, ella era lo que yo peleaba cada día de mi vida, la razón para estar fuerte incluso hoy.
Pasamos el día juntos, no me importo el restaurante, todo se podía estar quemando que nada pasaría, yo quería que mi hija estuviera bien, quería que ella pasara este día de la mejor forma posible, mañana vería cómo actuar y seguir, mañana sería un nuevo día, las cosas mejorarían y todo pasaría de a poco.
Tal vez en unos años esto no sea más que solo un recuerdo, algo que no va importar, será una mancha en nuestra historia y ya, solo un pasado, un pequeño momento en el tiempo.
Al llegar la noche vimos películas en mi cama y nos quedamos dormidos juntos, los dos abrazados mirando la televisión, ella abrazada a su oso de peluche y yo a ella, sintiendo su olor, experimentando como el shampoo de coco llenaba el ambiente y su fragancia desaparecía.
Fue raro no dormir con ella, también lo fue no verla al despertar, cuando la alarma sonó supe las cosas habían cambiado, que todo ahora era de otra manera, una que parecía más vacía y algo grandiosa, no es que me gustara haber terminado mi matrimonio de años, me dolía, pero no de la forma en la que quizás se esperaba que doliera, no, este dolor iba más allá, era como haber despertado de un sueño, donde su bufón principal era yo.
Me acomode en la cama y observe a mi hija dormir, sus pestañas largas descansaban sobre sus pómulos, unos pómulos que tenían ahora un tono rosado, eran como pequeños círculos rosas que brillaban en su piel delicada, acaricié su mejilla con cuidado, pasando mis dedos por ella y dejando un beso.
— Lo siento - susurre mientras la miraba.
Suspire antes de salir a preparar el desayuno, hoy no había escuela, pero yo trabajaba igual, todos los días trabajaba, aunque los sábados y domingos lo hacía medio día, simplemente corroboraba que todo estuviera bien y ya.
Era un acuerdo al que habíamos llegado con Abby.
Supongo que ahora todo tenía más sentido, ella tratando de que trabajara por largas horas, mejorando el restaurante para que más turistas vinieran, controlando las finanzas del lugar, observando cómo iban mejorando, sus cenas en familia, las sonrisas y esas palabras amorosas a nuestra hija, la manera en la que nunca levantaba la voz para hablar y usaba palabras suaves.
Ella obtenía lo que quería, dinero, así se mantenía bien, pelo, uñas, cuerpo, sus horas de gimnasio, la doble escolaridad, niego.
— Imbécil, jodido imbécil - tomo los huevos y escucho un jadeo.
— Dijiste la palabra - me doy vuelta para ver a mi hija con la boca abierta.
— ¿Qué? No - afirma.
— Sí, sí, lo dijiste - se acerca - Dijiste palabra, no se dice palabras feas, es malo - se acerca.
— Nena, no dije nada - eleva una ceja y lleva sus manos a las caderas.
— Dijiste imbécil - pasó las manos por mi rostro.
— Esa palabra te sale perfecto - murmuró.
— Mi maestra dice que es una falta, un compañero dijo otra y lo llevaron con la señora mala - niega - ¿A ti te llevan con la señora mala? - llevarme, viví con ella.
— Con los grandes es distinto - la siento en la banqueta. - Nosotros no vamos con la directora - piensa mis palabras.
— Entonces, puedo decirla de grande - niego.
— No, no tienes que decirlo nunca - cruza sus brazos.
— No es justo - un mohín aparece en sus labios.
— ¿Por qué no me ayudas a preparar el desayuno? - me apoyo en el desayunador con mi antebrazo - ¿Qué quieres comer hoy?
Mi hija lleva su mano al mentón mientras piensa, su pijama de osos está algo arrugado, lleva el cabello desarreglado con mechones apuntando a todos, algunas legañas se encuentran en la comisura de sus ojos.
Bosteza y se baja del banco de un salto, la observo mientras se mueve a la heladera para sacar leche, fruta, tocino y pan. Después va a la despensa y trae cereales de coleres y una enorme sonrisa.
— Yo cocino - niego.
— No, tú no cocinas más, puedes ayudarme, pero hay cosas que son peligrosas - su sonrisa se agranda.
— Te amo - me abrazo por la pierna - Quiero pan, huevos y tocino, con estos - mueve la caja.
— Yo también te amo - la senté de nuevo - Yo te pongo los huevos y los bates.
Busque los utensilios, saque la sartén para el huevo y otra para el tocino, coloque en un bol tres y Deni comenzó a batirlos mientras yo cocinaba lo otro, cuando termino fue por nuestros platos, coloco cereal en ellos y se acomodó a mi lado donde lavo unas fresas, arándanos, frambuesas y pelo un plátano que dejo en la mesa.
— Listo - hablo orgullosa.
— Por aquí también - busque dos platos.
Mis manos repartieron los ingredientes, colocaron pan en los platos y buscaron cubiertos, lo deje sobre el desayunador y volví en busca de jugo de naranja, pasaríamos algunas horas en el restaurante, así que debía asegurarme de que comiera bien.
Comenzamos a comer Deni me comentaba un poco que estaban haciendo en la escuela, como aprendía los números y algunas cosas que le costaban cuando escribía, estaba en primer grado, estábamos entrando en verano y las vacaciones todavía no estaban cerca, eso era bueno, necesitábamos mejorar sus notas o no pasaría al siguiente año.
— ¿Qué te cuesta más? - sigue comiendo mientras piensa.
— Matemáticas - niega - No me gusta las matemáticas papá, además tengo español - suspira.
— ¿Cómo lees? ¿Ya lees? - rueda los ojos.
— Claro que leo, no soy tonta, me gusta mucho leer - se baja de nuevo y sale corriendo.
— Deni, ¿Dónde vas? - escucho las escaleras - No corras por las escaleras hija, te puedes caer.
Levanto las cosas mientras niego, ella no me ha prestado atención, solo ha corrido escaleras arriba y ahora baja más despacio, escucho sus pasos a mi espalda y me volteo mientras ella trae una lista.
— Tengo que leer estos - señala un costado. - Ya leí estos - comencé a contarlos.
— Son siete, vaya - busque los otros nombres - ¿Estos son los libros que te compro mamá? - señale los que ya leyó.
— No, mamá no me compro libros - junto mis cejas.
— Pero me dijo… - suspiro, otra mentira - Bueno, iremos a comprar todos estos antes de ir al restaurante - sus ojos brillaron - Pero antes hay que bañarse. - afirma.
— Vamos anda - sale de nuevo escaleras arriba mientras yo suspiro - Plata para los libros, di plata para los libros ¿Qué hacías con la plata Abby? - suspiro de nuevo.
Termine de lavar los platos y un grito se escuchó desde el piso de arriba, deje todo los platos ahí y subí de dos en dos.
— ¡Papá! - grito de nuevo.
Seguí el ruido del agua y abrí la puerta del baño de golpe, mi corazón galopaba desesperado mientras mis pasos iba directo a la cortina para abrirla. Sus ojos celestes se posaron en mi rostro y los míos en el suyo, estaba con un bañador.
— ¿Qué pasó? - observo sus brazos.
— Tienes que lavarme el pelo - señala la cabeza - No sé cómo hacerlo bien - suspire.
— Está bien - tome uno de los potes. – Pero no grites así, me has asustado
— Ese es tuyo, yo uso aquel - señaló otro y afirme.
— Okay - mire el pote - Aroma a coco - balbucee - ¿Qué haces con el bañador? - me observo.
— No puedes mirarme desnuda, eres un hombre y yo una nena - explica - Mi maestra dice que no tenemos que mostrar nuestras partes privadas a nadie - vaya, me gustaba esa escuela. - ¿Tú le mostrabas tus partes privadas a mamá?
Bien, esto sería un poco incómodo, un poco bastante incómodo.