Capítulo 1 Matrimonio en problemas
Ethan
Desde que fui chico supe lo que quería, siempre fui muy decidido en mis cosas, meticuloso con cada paso que daba, mis padres no tenían que hacer grandes esfuerzos conmigo, era sencillo, ordenada, responsable y sobre toda las cosas compañero.
Pase gran parte de mi infancia con mi madre, papá estaba lo más que podía con nosotros, sin embargo, sus turnos en el hospital no lo dejaban estar tanto como quería, era enfermero, algo que significaba largas horas de trabajo, dobles turnos y poco tiempo de descanso para un salario que no era adecuado para tanto esfuerzo.
No éramos pobres, no, entrabamos dentro de la categoría de clase media, a veces íbamos para la baja, pero siempre nos manteníamos en un mismo límite, no pobres, no ricos, sobrevivientes, simplemente sobrevivientes.
Mamá trabajaba en las mañana en una de las cafeterías de la zona, solo en el horario que yo me encontraba en la escuela, luego pasaba toda la tarde conmigo, dedicándola a mí, salíamos a pasear al parque, cocinábamos, siempre cocinábamos.
Ella es la razón de mi pasión por la cocina.
Mamá era la mejor en la cocina, sus tartas, tortas y postres eran conocido por todo colorado Springs, siempre le encargaban tortas para los cumpleaños, algunos postres o sus famosos muffins de colores, era buena, dedicada, apasionada y yo su fiel ayudante.
Crecí en la cocina, envuelto en harina, con mis manos extremadamente limpias, el pelo corto y gorros para evitar algún cabello rebelde, crecí, me apasioné, me convertí en chef, el mejor que pude, con mis toques, con aquellos pequeños tips que mi madre dejo.
Me convertí en lo que quería.
En lo que a mí respecta tenía todo lo que podía pedir, había montado mi propio restaurante en el medio de la ciudad, algo que conseguí hacer gracias al último regalo de mis padres, un presente que me dejaron el día que partieron, los ahorros de sus vidas para que cumpliera mis sueños, sueños que ellos no llegaron a ver, pero que sabía con certeza que amarían, ya que este lugar hacía honor a ellos, a aquella palabra que papá le decía a mamá a diario “Wabi-Sabi”.
Una pequeña palabra que nos acompañaba en cada momento de nuestra vida, su significado era lo importante, “encontrar las belleza en las imperfecciones”, una palabra que aprendió de un médico en el hospital en el que trabajaba. El doctor Suzuki era gran amigo de mi padre y un mentor para todos en el hospital, cada vez que algo pasaba, decía aquello, era su lema, un lema que papá implemento cuando las cosas iban mal.
Ahora yo lo tenía incorporado, lo llevaba en mi local, en mi rutina diaria con mi familia.
- Papi ¿Qué piensas? – parpadeo mientras observo a mi hija.
- Lo siento cariño, me he distraído – acaricio su cabello - ¿En dónde nos quedamos? – sus ojos me observan.
- Me contabas como volaron hasta nunca jamás – sonreí y volví mi vista ella.
- Bueno, Campanita, una pequeña hada de vestido verde y alas doradas…
Comencé de nuevo con mi relato, moviendo mis manos mientras sus ojos azules se clavaban en mi rostro, sus labios tiraban en una sonrisa y luchaba con sus parpados para mantenerse despierta, siempre lo hacía, intentaba mantenerse para el final de la historia, pero nunca lo lograba.
Sus ojos se cerraron por completo y un suspiro abandono su boca, me quede mirándola por un rato más, la forma en que su mano descansaba debajo de mejilla haciendo que su boca saliera un poco y sus labios se entreabrieran. Su cabello rubio estaba perfectamente arreglado y su pijama blanca de conejos la cubría.
Acomode las mantas y bese su frente antes de salir y caminar a mi cuarto para encontrarme con mi esposa.
Amaba mi vida, cada parte de ella.
Había conocido a Aby en mi adolescencia, ella era una de las chicas más populares del colegio, yo aquel chico que era un nerd, me pasaba horas estudiando, tenía buenas notas, pero también era bueno en los deportes, jugaba en el equipo de la escuela, lo que hacía que las burlas y los golpes no estuvieran en mi radar.
En fin, Aby y yo no tardamos mucho tiempo en estar juntos, nuestro noviazgo fue de esos que solo se ve en las películas, ella y yo hacíamos la pareja perfecta, nuestros padres estaban felices con nuestra unión. Todo era amor, siempre fue amor, pasamos todas las etapas juntos, acá en la ciudad que nos vio nacer, pues ambos decidimos quedarnos aquí y casarnos.
Más de la mitad de la ciudad estuvo en nuestra boda, una boda que se hizo en el rancho de mi suegro, Aby tenía más dinero que nosotros, no mucho más, pero si mejor situación. Su padre después de nuestra boda consiguió un trabajo en una empresa turística, era uno de sus gerentes, ellos se fueron y quisieron llevarnos, pero yo no quería irme a la gran ciudad.
- Ya se durmió – su cabellera rubia se movió y sus ojos me observaron.
- Gracias a dios – su tonó fue seco – No sé que hacer con ella, está insoportable, quizás necesité un psicólogo, psiquiatra o una niñera – entrecerré mis ojos.
- Yo no la vi rebelde – me acerco a mi lado de la cama.
- Tú no la cuidas – sisea – Deberías estar más tiempo en la casa – me detengo para mirarla.
- Quedamos en que yo trabajaría para que tú pudieras estar con ella y encargarte de su cuidado, lo hablamos al menos unas tres veces a este tema, sobre todo cuando las cuentas del restáurate no daban bien – me siento dándole la espalda.
- Sí, lo hablamos y ahora lo estamos hablando de nuevo, no puedo hacerme cargo de ella, es mucho trabajo y no quiero hacerlo, estoy cansada – me saco mis zapatos.
- ¿Cansada? – suspiro - ¿Necesitas ayuda?
- Necesito alguien que limpie la casa o la cuide, claramente no puedo hacer las dos cosas, tú estás todo el día ahí en esa cosa – me saco la ropa y la observó.
- ¿Hablas del restaurante? – cruzo mis brazos y ella hace lo mismo – Porque esa cosa les da de comer, las mantiene caliente en invierno, te da a ti tu ropa, salidas, uñas y auto – suspiro – No quiero tener está charla de nuevo – niego - ¿Qué necesitas para ser feliz? ¿Qué más quieres de mí? Porque no te entiendo, no entiendo que necesitas.
Lo decía en serio, llevábamos al menos unos tres días con el mismo problema, yo llegaba de trabajar y Denisse estaba abajo, en el sillón, esperándome porque no había comido nada, esperando a las casi diez de la noche por un plato de comida, no sé desde cuando pasa esto, solo puedo asegurar que aquella noche viene por casualidad, porque por lo general tenía que quedarme hasta que cerrábamos.
Esa fue nuestra primera discusión en años, nosotros no discutíamos, no peleábamos, teníamos un matrimonio amoroso, pero parecía que en un abrir y cerrar de ojos todo se fue por la borda.
Aby estaba en el cuarto, hablando por teléfono con alguien, se molestó porque la interrumpí y me dijo que no podía hacer más la cena, estaba cansada para cocinar todos los días, así que volvía, hacía la cena, dormía a Denisse y me volvía al trabajo los días que eran necesario, los que no, me quedaba en casa.
- No quiero estar más encerrada en esta casa, no me gusta pasar mi tiempo aquí con una niña – subí mis cejas – Ni siquiera vivimos en un buen lugar – niega.
- Es una casa grande, es lo que pude comprar para los dos – paso las manos por mi rostro.
- No me gusta, nada de esta vida que llevamos me gusta – se levanta – La semana que viene tendrás que hacerte cargo de esa niña – señala la puerta.
- Esa niña es nuestra hija, puedes tan siquiera hablar con amor, es tu hija, la llevaste durante meses en tu vientre y la tratas como si fuera un trapo – niego. – No quieres hacer nada la semana que viene, está bien, no lo hagas, yo me encargo de ella, me encargo de todo – levante los brazos y sonrió.
- Gracias amor – su cuerpo se movió por la cama mientras mostraba sus pechos.
- No Aby – negué – No tengo ánimos – suspire antes de tomar mis cosas.
- Estamos en una crisis y no lo ves, no ves nada – se vuelve a sentar en la cama molesta.
- No sé que te pasa Aby, no entiendo que es lo que tienes, no eres mi mujer, tú no eras así – suelta una carcajada.
- Quizás no me has conocido nunca – me quedo observándola un rato más.
- Puede que tengas razón, tal vez nunca te conocí – moví mi mano – Me iré a dormir con Denisse – una sonrisa cargada de satisfacción se planto en su rostro.
- Bien – se acomodo en la cama. – Mañana la llevas a la escuela por favor.
No dije más nada, simplemente salí del cuarto, estaba frustrado, enojado y no comprendía en que momento mi mujer había desaparecido para dar paso a esta persona que no conocía, no comprendía como hablaba de está manera de nuestra hija, no podía comprender nada de nada, pero lo averiguaría, mañana después de llevar a Deni a clases volvería para hablar con ella.
La mañana llego y levante a nuestra hija, era viernes, lo que significaba horario extendido en el trabajo, Denisse se estaba cepillando los dientes mientras yo preparaba su desayuno, Aby no había bajado y después de que entrara por mi ropa se encerró con llave en el cuarto.
- ¿Hice enojar a mamá? – su cuchara se mueve en el cereal.
- No has hecho nada mi cielo, ella no se siente bien – hace una mueca. - ¿Qué pasa?
- Creo que le molesto – sus ojos se aguan un poco – Siempre dice que lo hago.
Cerré mis ojos y respire al menos unas tres veces, tenía que pensar bien lo que diría, porque no me gustaba nada a donde iba esto, no me gustaba nada su actitud y estaba pensando que quizás necesitaba un control con algún médico, claramente había perdido la razón, se había vuelto completamente loca.
- No cariño, eso no es así – bese su frente – Vamos a la escuela que se hace tarde. – suspiro para bajarse de su silla. - ¿Puedo ir a tu trabajo esta tarde? No quiero estar acá – la miré y sonreí.
- Claro, serás mi ayudante.
Sus ojos se iluminaron, pero los míos estaba seguro que no, estaba enojado, muy enojado y solo quería venir para hablar con ella.
Dejé a nuestra hija en la escuela y volví a la casa, no vivíamos lejos del centro de la ciudad, solo era un poco en carretera, había que pasar algunos ranchos y luego estaba nuestra casa, dos cuadras más allá había una plaza donde siempre llevaba a Denisse cuando estaba con horas libres.
Estacione el auto en casa y baje con un solo objetivo, hacer que Aby abriera la puerta y hablara, algo que no fue necesario cuando la encontré con una maleta, su ropa puesta, lentes de sol y un sobre en la mano.
- ¿Qué es esto? – la recorrí con la mirada - ¿Qué haces con una valija? – tomo aire y dejo el equipaje en el suelo.
- Lo iba a dejar en la mesa, pero ya que estas aquí – me paso el sobre – Firma eso y me lo mandas. – junte mis cejas.
Mis manos fueron al sobre para abrirlo y sacar los papeles que había dentro, solo tres palabras aparecieron en el marguen superior.
“ACUERDO DE DIVORCIO”