Capítulo 3, Parte 1

2390 Words
Frekul, Karis. Galaxia Andrómeda.    Jelena caminaba por todo el salón, mirando los ejercicios que sus alumnas de la clase de ballet de niñas de 10 a 13 años hacían en la barra. Corregía las posturas de algunas y felicitaba a las que atendían correctamente sus indicaciones.  Desde que ella y Alec llegaran hace cinco años a Frekul, al rey de dicho territorio, Blerion, le causó curiosidad cuando los dos jóvenes le contaron el tipo de danza de la que vivían en la tierra. Por supuesto que en Karis y en los demás planetas existía la danza, pero no una tan bella como el ballet, y el rey entonces quiso que se implementara aquella disciplina, y dio los fondos necesarios para que el ministerio de cultura abriera la primera escuela de ballet en Frekul, de la que Jelena por supuesto era la directora, y junto a Alec se encargaba de instruir a los primeros jóvenes de la especie pleyadiana en ese hermoso arte, y los recitales eran todo un éxito; siendo Karis el planeta que recibía a las diferentes especies del universo, en las funciones se veía a un público de lo más variado y todos quedaban encantados con tan hermosa danza.  Finalizada su jornada de la tarde, Jelena se pasó por el salón en donde Alec les daba las clases a los varoncitos de entre 3 y 5 años. Se aguantó una risotada al ver que Alec lidiaba con Myrddion. El niño es obediente, pero no cuando se trata del ballet. Por más que sus padres le trataran de inculcar la bella danza que ambos habían practicado desde pequeños, la mini versión de Alec parecía no mostrar ningún interés, y se quedaba sentado en una esquina del salón, impaciente por regresar a casa. Prefería estar en su habitación leyendo y adelantando lo que tenía que hacer de la escuela. Aunque solo tenía cuatro años, desde el primer año de vida dio signos de ser un niño prodigio al haber aprendido a hablar, leer y escribir a la perfección, y hace no más unos meses ya había dado signos de estar superando las matemáticas que daban a los niños de quinto primaria, lo cual lo hizo merecedor de que lo adelantaran varios años en la escuela y ya se encontrara cursando tercero primaria.  —Myrddion ¿Entonces qué quieres hacer? No puedes quedarte ahí sentado —le dijo Alec, y el pequeño apenas lo miró e hizo un puchero que al ruso simplemente lo desarmó.  —Quiero ir a casa y terminar mi proyecto para la feria de ciencias —dijo el niño con algo de pena.  Alec muy bien podría hacer sido un padre exigente y obligar a su hijo a que regresara a la barra a hacer los ejercicios. Pero Alec no quería ser como su padre, que nunca lo apoyó en lo que realmente le gustaba, y si su hijo no quería ser un bailarín y deseaba dedicarse a la ciencia, él lo apoyaría.   —Está bien, ve y despídete de tu mamá y vete en la nave —dijo Alec, y el niño sonrió y le dio un fuerte abrazo.  —La feria es el viernes de la próxima semana ¿Mamá y tú me acompañarán? —preguntó el pequeño con los ojos brillosos de la emoción.  —Por supuesto que sí, cariño, lo tengo apuntado en mi agenda apenas llegaste a casa hace un mes diciendo que participarías en la feria —respondió, dándole un beso en la frente —. Anda, vete, ese reactor no se va a terminar de construir solo.  El niño le dio un beso a su padre y salió del salón directo a su casillero. Se quitó toda su indumentaria de danza, se vistió con el chándal deportivo y tenis, y organizó todo perfectamente en su bolsa deportiva mientras Jelena lo miraba con ese amor entrañable que solo una madre puede sentir. Su hijo era perfecto en todos los sentidos, no le había dado guerra como se supone que todos los niños en su primera infancia la dan a sus padres con berrinches, caso que sí era el de Sariel con su pequeñita ninfa, y es que cada vez que la rusa visitaba a su amiga en el mundo mágico la rubia parecía estar a punto de entrar en la locura persiguiendo a su hija por todo el palacio para que no cometiera diabluras, y le tenía que hacer siempre la mirada asesina que le hacen todos los padres a sus hijos siempre que se portaban mal. Jelena y Alec no habían tenido ese problema con Myrddion. Prácticamente la única vez que había hecho un berrinche fue el día en que nació, pero de ahí para adelante nunca lo habían escuchado llorar, nunca lo habían visto tener una rabieta, hasta el momento no había sido grosero con ellos, les hacía caso en todo y en general es un niño muy calmado.   “Salió parecido al tío Miguel” solía decirle Vlad siempre que cenaban donde Lucifer, y aunque lo decía más que todo para molestar a su padre, la verdad era que en serio algo de parecido le encontraba Jelena a su hijo con el arcángel más respetado de todos. Miguel era de pocas palabras, Myrddion también lo era, hasta casi pasar por introvertido. Miguel siempre está sereno, Myrddion también, no se deja amargar ni alterar por nada, ni siquiera porque los niños de su escuela digan que es un monstruo por tener sangre humana y angelical. Miguel podría matar con la mirada, siendo ese el único parecido que tenía con Lucifer, y Myrddion aunque tenía cara tierna, podía llegar a atemorizar a los niños que lo molestaban solo con los zafiros que tenía por ojos.  Apenas el pequeño rubio vio a su madre parada junto al marco de la puerta, corrió a abrazarla. Si bien hace dos horas la había visto apenas la ruta escolar (una aeronave que de hecho solo lo transportaba a él) lo dejó en la escuela de ballet, anhelaba siempre la presencia de su madre, ya que la luz que ella tenía le daba paz.  —¿Entonces ya te vas? —le preguntó ella, acariciándole una mejilla.  —Lo siento mamá, pero esto...—señala todo el lugar, refiriéndose a la escuela como tal y a lo que enseñaban ahí —, siento que no es lo mío, y lo siento —hace un gesto melancólico que a Jelena la llenó de mucho sentimiento —. Lamento si los decepciono a ti y a papá.  —Por supuesto que no nos decepcionas, cariño —le aseguró ella, dándole un fuerte abrazo —. Eres el niño más inteligente de todas las galaxias, tienes una mente mucho más prodigiosa que la de un humano común y aun que la de un nefilim como tus tíos y yo —le acaricia las mejillas y él cierra los ojos para disfrutar del toque. Sentía la energía angelical de su madre saliendo de sus delicados dedos —. Papá y yo te apoyaremos en todo lo que quieras hacer, y si es tu deseo ser un científico en vez de un bailarín ¡Pues mucho mejor! La ciencia ha podido cambiar más a los mundos que la danza.  El pequeño sonrió, dichoso por sentirse apoyado por sus padres y volvió a abrazar a Jelena.  —Aun así, me gustaría aprender a luchar como un ángel, el abuelo Dmitry dice que es mi deber como príncipe celestial —dijo el rubito, y Jelena rodó los ojos.  —No le hagas caso a tu abuelo, es orgulloso desde tiempos inmemoriales y quiere que toda su descendencia sea como él, perfecta —le acomoda un rebelde mechón de pelo dorado que se le había colado en la frente —. Tu solo sé lo que quieres ser.  —Pues el abuelo dijo que si aprendo a manejar la espada, me dará el dinero para montar mi propio laboratorio de investigación —reveló el niño, y ella enarcó una ceja.  —Con que así te está manipulando...—murmuró ella, y bufó —, la verdad no me sorprende eso de él.  —El tío Vlad me dice que en el Tercer Cielo hay ángeles científicos, y que ellos saben luchar, yo podría ser como ellos —siguió hablando el niño para tratar de convencerla —, ser un hombre de ciencia, pero también un ángel, como tú y los tíos Vlad, Raquiel y Sariel.  —Ya, ya. Hablaremos de eso luego —dijo Jelena, incorporando su metro ochenta de estatura para después teclear unos comandos en su reloj de muñeca inteligente —, la nave ya viene en camino, te escuché hablando con papá y quieres estar pronto en casa para terminar tu experimento.  —¡Si! Mi reactor modelo de energía autogenerada ya casi está listo, solo me falta comprar algunas cosas —dijo el niño, ya hablando como un científico, y Jelena solo pudo suspirar, orgullosa de la pequeña mente prodigiosa a la que había dado a luz.  —¿Energía autogenerada? Suena interesante —dijo ella.  —Sí, un reactor capaz de dotar de energía eléctrica a una casa con luz solar, sin necesidad de tener como tal contacto con los rayos del sol —explicó el niño, con ese brillo en los ojos que siempre tenía cada vez que hablaba de algo científico —, es solo un pequeño modelo, pero quisiera en unos años construir uno que dote de energía a una gran ciudad, y si funciona pues construir muchos más, y así dotar de energía autogenerada a todo un planeta, en especial los que no son de tecnología tan avanzada, como del que son papá y tú, pero que teniendo al sol más joven de todas las galaxias, podría incluso dotar de energía a los demás planetas que tienen un sol a punto de morir, o como las que ya no lo tienen, como la galaxia M32.  Jelena ensanchó aún más su sonrisa al darse cuenta una vez más de la mente tan brillante de su hijo, pero que además pensaba en hacer algo no solo por él, sino por los demás. Sí, es un digno príncipe del Tercer Cielo. No dudaba en que Dios lo había enviado con un gran propósito al universo, y algo así le había dicho Merlín, aunque no le había querido revelar mucho sobre la visión que tuvo del futuro de su hijo.  —Aunque para mis estudios tendré que pasar muchos años en la tierra ¡Podría hacerle compañía al abuelo Alexei! —dijo el niño, que extraña a su abuelo paterno, solo lo veía una vez al año, y eso era cuando Alec viajaba a la tierra para rendir los informes de sus reuniones con el Concejo Intergaláctico —, y también visitar con frecuencia a mi padrino Merlín.  Sí, Merlín es el padrino a Myrddion. Aunque Jelena había pensado en Raquiel, quería una razón para seguir unida a Merlín, y eso era que él fuera el padrino de su hijo, y eso a Alec no lo había molestado. Alec es tal vez el esposo menos celoso de todo el universo, y de hecho no le molestaba que cuando Merlín venía a visitarlos (teletransportado por Vlad) salía con Jelena a tomar algo. Pero esas visitas solo habían sido cinco en total. En los cumpleaños de Myrddion, porque de resto, el mago prefería seguir comunicándose por cartas. Jelena sabía que la razón de eso es que Merlín se entristecía siempre que veía la bonita familia que ella había formado...sin él.   —Sí, cariño, ayudarás mucho a mi planeta y a todos los que lo necesiten —dijo la nefilim, dándole un beso en la frente a su pequeño —, anda, la nave ya está en la azotea.  El niño salió corriendo para subirse a la nave que era conducida por la IA, mientras Jelena lo observaba con algo de melancolía. Ella quería que fuese un niño normal, que solo se preocupara por jugar y que le fuera medianamente bien en la escuela, pero su mente prodigiosa ya indicaba que no sería normal. Incluso por el hecho de ser un gran científico en el futuro ya tendría las miradas sobre él, y si quería entrenarse como ángel (como al parecer le estaban dando ganas por los ánimos de Lucifer) pues aún peor, tendría también la mirada encima del Tercer Cielo, y que de por sí ya la tenía por ir después de ella en la línea de sucesión al principado de la Casa Real de Jehová, porque aunque fuera 80% humano y solo 20% ángel, ese 20% ya lo obligaba a seguir las reglas que tenían que seguir todos los ángeles, y a tener el derecho a la ciudadanía del reino celestial.  —¿Ya se fue el pequeño Einstein? —le preguntó Alec a su mujer, sorprendiéndola con un abrazo por detrás y un beso en la nuca.  —Sí. Creo que ya no deberíamos traerlo aquí, debemos aceptar de una vez por todas que la danza no es lo de él —se voltea y le da un pico en los labios —, yo también hubiera querido que saliera todo un bailarín como nosotros, pero no se puede hacer mucho si lo de él es la ciencia.  —Creo que eso pasó por llamarlo con la variante del nombre de tu ex esposo —comentó él, y ella lo fulminó con la mirada —. Ya, ya. Sabes que es broma, él me cae genial. Considerando que asesoró al rey más legendario de todos, Reino Unido no habría podido ser lo que es hoy en día por él, tal vez nuestro hijo también llegue a ser reconocido por milenios.  —Pues yo quisiera que no. Que manejara un bajo perfil y fuera un hombre normal, común y corriente —dijo ella, y el rubio solo suspiró.  —Solo el futuro lo dirá —le da otro beso, esta vez más largo, más pasional — ¿Iremos al club esta noche?   —Claro —dijo ella, mordiéndole traviesamente el labio inferior.  Podían ser padres, pero no dejaban de ser jóvenes. Tenían 28 años y querían disfrutar la vida al máximo, así que dejarían a Myrddion con su nana y se irían de farra en esa noche de viernes.   
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