Jelena salió del vestidor mientras que Alec se miraba al espejo de cuerpo completo, ya ambos listos para salir. El rubio volteó a mirar a su esposa y silbó. Ella se había puesto un vestido rojo vino, peligrosamente corto, con un escote en el pecho que dejaba poco a la imaginación, y un escote aún más atrevido en la espalda. Eso, combinado con un exquisito maquillaje en donde sobresalían sus labios rojos, y los altos tacones que estilizaban aún más sus piernas, la hacían ver como lo que es: la mujer más despampanante del universo, y la más fatal.
—Wow, señora Ivanov, robará muchas miradas esta noche —le dijo Alec, acercándose y dándole un beso en el cuello.
—No adopté tu apellido —le recordó ella, rodeando el cuello de su esposo con los brazos.
—Pero aun así los demás te dicen “señora Ivanov” y no parece molestarte —le da un pico, y ella se lo devuelve en una sonrisa.
Cuando se casaron en una oficina del registro civil de ese reino ya estando por la mitad del embarazo de Myrddion, Jelena había decidido quedarse con su apellido de soltera, así como hizo cuando se casó con Merlín. Ella podría amar mucho a su hombre, pero seguía siendo una feminista con principios bien claros, y sabía que esa vieja costumbre de ponerse el apellido del marido tenía sus orígenes machistas, de aquellas épocas cuando a la mujer se le veía como una propiedad y no como a una persona.
La joven pareja se pasó por la habitación de su hijo antes de salir. Ya lo habían acostado hace una hora, pero querían asegurarse de que en serio estaba dormido, puesto que las noches anteriores lo pillaron despierto a altas horas haciendo los arreglos a su proyecto para la feria de ciencias.
El niño dormía tranquilo en su camita, mientras el techo inteligente proyectaba una imagen del espacio exterior con sus brillantes estrellas y algunas galaxias. Por el lento ritmo de su respiración confirmaron que estaba dormido y que no estaba fingiendo estarlo.
—Regresaremos en la madrugada —le dijo Jelena a la niñera, una confiable arcturiana que habían contratado desde los primeros meses de vida de Myrddion para que lo cuidase cuando ellos no estaban —. No dudes en llamarme si cualquier cosa.
La pareja rusa no tardó en llegar en su auto volador al club “Edén”, un complejo de varios pisos en donde había una gran discoteca, bares, restaurantes, jacuzzis e incluso un lugar que era llamado “el fruto prohibido”, que eran varias habitaciones para que los amantes que iban a aquel lugar a pasar una noche de fiesta y alcohol, terminaran dando rienda a suelta a sus deseos sexuales.
Lucifer había montado dicho club poco después de que se instaló en Karis para estar cerca de su hija. Si bien ya tenía varios negocios en distintos planetas, y en este en específico tenía una empresa que recolectaba uno de los metales más preciados del universo con el que se construían las plataformas de teletransportación, había montado este club por puro capricho. Porque necesitaba seguir sintiéndose como el diablo sin hacer mucho daño, y qué mejor que construir un lugar en donde la gente pudiera disfrutar y dar rienda suelta a los deseos pecaminosos.
Y aunque Lucifer disfrutaba sentirse el señor del pecado mientras veía cómo la gente se perdía en el alcohol, las drogas y el sexo, por supuesto que no le hacía gracia que su hija fuera a ese lugar, por más exclusivo que fuera y que solo se le permitiera la entrada a la clase alta de ese reino.
Fue así que el demonio apenas vio desde su balcón VIP en donde solía estar siempre con sus duques aquellas noches de perdición, que Jelena entró a la discoteca tomada de la mano con Alec, robándose todas las miradas lujuriosas de los varones de diferentes especies alienígenas, sintió como si se le revolviera todo. No soportaba que miraran a su hija así, y cuando leyó la mente de varios, en donde deseaban hacerle cosas obscenas a la chica, quiso matarlos a todos. Si, bueno...él es el que había puesto esos pensamientos pecaminosos en las mentes de todas las especies de la creación hace eones, pero que ahora los tuvieran con su hija lo sentía como un ataque doloroso. Sí, tal vez Jehová lo estaba haciendo pagar, recibiendo de su propia medicina.
—Belial, creí haber dado la orden hace mucho de que no dejaran entrar a Jelena a este lugar —le dijo Lucifer a su subordinado, que estaba entretenido con una pleyadiana en su regazo —¡Belial!
Ni Belial ni ninguno de sus duques le estaba prestando atención. Todos estaban sentados en sus sillas entretenidos con mujeres hermosas, y alguno que otro hombre. Rodó los ojos y le dio un sorbo a su whisky, mientras veía cómo su hija se apoderaba de la pista de baile.
—Si la vieran en el Tercer Cielo...—murmuró él, bebiéndose el fuerte liquido como si fuera agua.
En efecto, Jelena se había robado todas las miradas en el club. Alec no era ajeno a eso, pero lejos de molestarle, le excitaba. Sí, le excitaba que otros hombres miraran a su esposa con un hambriento deseo...porque solo él era dueño todo eso, y le subía el ego varonil.
Se podría decir que Jelena estaba semidesnuda, apenas se había puesto una diminuta tanga, y no se había puesto sostén alguno, pareciendo así sus senos tener vida propia mientras bailaban, y sus pezones se marcaban a través de la delgada tela. Alec ya estaba duro para cuando empezaron a bailar la tercera canción.
Aprovecharon que las luces de la disco se volvieron intermitentes para tocarse con menos pena mientras se besaban pasionalmente en la boca y en el cuello. Alec le acarició la espalda, hasta bajar sus manos y rozar el principio de sus nalgas. Jelena tembló por la excitación, y es que aparte de los manoseos, Alec no paraba de decirle al oído lo hermosa que se veía y de cómo muchos varones la estaban mirando con deseo, y también alguna que otra hembra. El aliento de Alec la hacía vibrar como si aun fuera una puberta y esta fuera su primera vez con su chico. Le encantaba lo que Alec le hacía sentir. Algo que Merlín no había podido.
Bailaron varias veces y bebieron muchos tragos, pero no los suficientes como para emborracharse. Querían estar plenamente conscientes de lo que hicieran esa noche.
—Ese de allá no para de mirarte —le susurró Alec, señalando a un pleyadiano que estaba en la barra del bar. Alto, blanco, rubio y muy atractivo, como cualquiera de los de esa especie —Baila con él y deja que te toque —le ronroneó al oído, lamiendo el lóbulo de su oreja —, pero no te dejes besar. Tus labios solo son míos - le muerde ligeramente el cuello —, y si te gusta...llévalo al fruto prohibido, nos encontraremos ahí.
Jelena sonrió lobunamente y le dio un último beso a su esposo para ir a por el pleyadiano. Sí, Alec tenía la fantasía s****l que aún es considerada la más tabú de todas, y esa es el “Cuckold”, que es cuando a alguien le excita ver a su pareja teniendo sexo con otra persona. Para algunos podía ser algo reprochable, el peor de todos los pecados, pero para muchas parejas era un afrodisiaco. No supo en qué momento había desarrollado esa fantasía s****l; la primera vez que ocurrió fue en la noche de inauguración de ese club, y al darse cuenta de que los varones miraban con deseo a su esposa eso le excitó, y cuando él se fue al baño y regresó, encontró a un anunnaki coqueteándole a Jelena en la barra del bar, y aunque ella se negaba a seguirle el juego por obvio respeto hacia su esposo, él gozó al ver cómo el alienígena rozaba el muslo de su chica. Aunque esa noche no pasó nada más, al día siguiente Alec le contó a Jelena cómo se había sentido ante eso, y Jelena aunque al principio tuvo que tomarse su tiempo para procesarlo, puesto que ella aun sabía muy poco de fantasías sexuales y toda esa cuestión, y además había salido hace poco de un matrimonio que se podía considerar muy santurrón y aburrido para algunos. Pero ambos terminaron cediendo a esa fantasía s****l, y al viernes siguiente volvieron al club, encontraron al mismo anunnaki y le hicieron la atrevida propuesta de que tuviera sexo con ella mientras Alec los observaba.
De ahí para allá, ese era el plan de ellos cada vez que iban al club. Bailaban, bebían, la pasaban bien, y escogían de entre toda esa gente en la disco a alguien que se acomodara a los gustos de Jelena, que por lo general eran pleyadianos, los únicos de todas las especies extraterrestres que Jelena encontraba atractivos por ser los más parecidos a los humanos (y a los ángeles), aunque los anunnaki le encantaban por ser los más barbaros en la cama. Y por supuesto, Jelena les borraba la mente a sus víctimas después del acto s****l, porque ante todo tenía una reputación que mantener, es una princesa celestial.
Su víctima de esa noche, un pleyadiano que como todos en esa especie son de dos metros de alto, blanco como un papel, rubio y con cara de ángel, cedió ante los encantos de Jelena y la acompañó a la pista de baile tras varios tragos, mientras que Alec los observaba a una distancia prudencial desde la barra del bar.
Jelena no se alejó mucho del bar, nunca lo hacía. Alec solo admitía que ella se dejara tocar de otros si podía ver.
Jelena y el pleyadiano bailaron muy pegados, y en la segunda canción la empezó a toquetear. Cintura, caderas, senos, nalgas y muslos. Todo eso tocó el pleyadiano y no disimulaba siquiera el condenado. No le importaba que algunos ojos curiosos de pronto los vieran.
Para cuando el hombre se atrevió a bajar su mano aún más y la deslizó bajo la tanga de Jelena para masturbarla, Alec ya sentía dolorosa su erección. Ese alienígena había resultado ser el más atrevido de todos con los que habían estado.
Bailaron tres piezas más, en donde ya parecían estar teniendo sexo con la ropa puesta. El pleyadiano le había arrancado la tanga a Jelena hacía rato, y con cada movimiento de caderas mientras bailaban hacía que sus entrepiernas se rozaran deliciosamente y que ella se estremeciera. Jelena de a ratos volteaba a mirar a Alec, y él sonreía y asentía. Jelena ya lo notaba con cara de sufrimiento por estar aguantándose la erección. Ella por su parte sintió la erección del pleyadiano, caliente y muy grande, y eso la mojó aún más, sintiéndolo en toda su extensión, más largo y grueso que el de Alec.
—Qué riquísima estás —le susurró el pleyadiano, chupándole el cuello —. Quiero follarte.
Jelena decidió no hacer esperar más a Alec y tomó de la mano al pleyadiano y lo dirigió a la sección del fruto prohibido. El ruso se terminó de beber la copa que tenía en la mano y siguió a su esposa.
El que atendía en la entrada del complejo de habitaciones para amantes no se atrevió a cobrarle a Jelena, sabe que es la hija del dueño. El pleyadiano se dio cuenta de que Alec los estaba siguiendo, y sonrió. Por supuesto que conocía al famoso matrimonio Ivanov, pero lo que no sabía es que fuesen tan...pecaminosos.
Las habitaciones eran distintas para cada especie alienígena. Por supuesto que tratándose de pleyadianos debía ser una habitación con una gran cama en la que cupiera una pareja de más de dos metros de estatura, o más personas...
—Espero que no te moleste que mi esposo nos observe —le dijo Jelena al pleyadiano mientras ingresaban a la habitación.
—No hay problema, supongo que puede haber diversión para los tres —dijo el hermoso hombre, observando también con lujuria al ruso.
Jelena no perdió el tiempo, irían al grano, puesto que el juego previo había sido en la pista de baile. Fue así que mientras Alec se sentaba en un sillón que estaba cerca a la cama circular, Jelena corrió las tiras de su diminuto vestido y lo hizo caer al suelo, deslizándose por su curvilínea figura. Los ojos del pleyadiano brillaron al ver aquel cuerpo perfecto, completamente depilado y listo para la acción.
—Follala, pero no la beses. Sus labios son míos —dijo Alec, bajando el cierre de su pantalón.
El alienígena no tardó en desvestirse, y mientras Jelena se acomodaba en cuatro patas, él se ponía uno de los tantos condones que había en una cajita en la mesa que estaba cerca de la cama junto con otros implementos sexuales como lubricantes, consoladores, entre otros.
El pleyadiano la penetró de golpe, sin ser nada cordial, y ella gimió, encantándole esa fiereza. Minutos después lo único que se escuchaba en la habitación eran los sonidos secos de carne contra carne, los gemidos de Jelena, y los jadeos de Alec masturbándose mientras veía cómo jodían a su esposa.
El pleyadiano la tiraba del cabello mientras la bombeaba, y ella gemía pidiendo más, más profundo hasta sentirlo hasta su útero. Se derramó en varios orgasmos seguidos, y el alienígena gemía gustoso al sentir las contracciones de ella con cada explosión de éxtasis, hasta que él también se corrió, segundos después de que Alec también lo hiciera, con el semen derramado en su mano derecha.
Y así, el pleyadiano aguantó tres rondas más de un intenso sexo, en donde puso a Jelena en las poses que para una princesa como lo es ella podría resultar a ojos de los demás terriblemente degradantes, pero que a ella le gustaban. Tenía el fetiche de que le gustaba sentirse dominada en el sexo, que fue otra de las cosas en que Merlín no la había complacido. Él la respetaba bastante, así que en la cama trataba de ser el digno hombre que siempre se había empeñado en ser. Mientras que Alec...demonios. Él permitía que la follasen como bestias mientras lo observaba todo, y a Jelena le encantaba. ¿Que el Tercer Cielo se escandalizaría terriblemente si la vieran en esas? Sí ¿Que el Concejo Celestial la despojaría de su título y solicitaría ante Jehová en el Juicio Final que fuera condenada a pasar el resto de la eternidad en el lago de fuego? Tal vez, pero ella confiaba en que nadie se enteraría de lo que estaba haciendo en su intimidad.
Jelena y el pleyadiano terminaron exhaustos, sudorosos y acostados en la cama, manteniendo una distancia prudencial. Las piernas de ella temblaban por lo intenso que había sido todo.
Mientras que el pleyadiano botaba a la caneca de basura los condones usados, Alec se acercó a su esposa y con dulzura le acarició la frente sudada mientras que con un paño húmedo limpiaba su entrepierna.
—Estuviste increíble, cariño —le dijo él, dándole un dulce beso en los labios, al cual ella por supuesto correspondió —. Te amo.
—Yo también te amo —murmuró ella en una tierna sonrisa.
Sí, tal vez para algunos podría resultar muy raro, loco y hasta enfermo que ellos se dedicaran tiernas palabras después de algo como lo que acaba de pasar, pero así era para muchas parejas. El cumplimiento de esa fantasía s****l los hacía incluso más unidos.
Después de que se vistieran y que Jelena le borrara de la mente al pleyadiano ese pecaminoso momento, la pareja rusa regresó a casa, y ya estando en la intimidad de su habitación, hicieron el amor con suavidad, con calma, diciéndose palabras bonitas y dándose tiernas caricias, para después quedarse profundamente dormidos en los brazos del otro.
Al día siguiente, Lucifer buscó en el registro de las cámaras de seguridad el vídeo que había captado a Jelena entrar con los dos hombres a la zona del fruto prohibido y lo borró. Siempre que su hija se ponía en esas debía borrar los vídeos. No podía permitir que los espías de Astaroth lograran tener acceso a lo que fuera que demostrara que Jelena era una pecadora. No podía permitir que su hija cayera en desgracia, no cuando sabía cómo la castigarían en el Tercer Cielo por estar dejando a la r**a angelical en ridículo. No podía permitir que por la naturaleza demoniaca que ella tenía en las venas, recibiera un castigo aún peor que el de él.