Ansiedad

1701 Words
Narra Fernanda —¿Entonces, cómo estuvo? La sonrisa de papá era brillante mientras comía las verduras con el tenedor. Tenía tantas ganas de saber de mi día que me sentí aún más traviesa por sentirme tan alterada por el señor Lenin. Mamá también estaba sonriendo, mirándome al otro lado de la mesa e igualmente interesada en los detalles. Pero no eran los detalles más finos los que tenía tantas ganas de compartir. Fue la punzada de necesidad para el señor Lenin. La punzada de saber que este era el hombre que realmente iba a ser mi primero. Porque el era. Realmente estaba destinado a ser mi primero, incluso si el resto del mundo no lo sabía todavía, especialmente él. Mi estómago todavía estaba revoloteando por los nervios mientras intentaba encontrar la manera correcta de responder la pregunta de papá. No quería decirle que Erika me había empujado a la sala de archivos como si fuera una idiota que no debería estar cerca de allí. —Estuvo bien— dije—.Fue realmente agradable verlos a todos nuevamente. Todos fueron muy amables conmigo. No estaba mintiendo. Las mujeres de la oficina habían sido encantadoras por lo poco que había visto de ellas. —¿Y qué aprendiste?—Papá empujó—¿Maicol te mostró la sala de ventas? Sacudí la cabeza y le di un mordisco al brócoli. —Todavía no—le dije—.Erika me estaba mostrando el administrador hoy, pero el señor Lenin dice que trabajaré con él mañana. Les conté todo lo que pude sobre el día sin que fuera obvio que lo había pasado tratando de ordenar el expediente y poco más, dándome cuenta de que por mucho que intentara mantenerme alejada de los efusivos, seguía siendo el señor Lenin. Mamá dejó escapar un suspiro. —¿Seguramente ella puede llamarlo Maicol? No es que ella no lo haya conocido de toda su vida. Sentí que mis mejillas ardían al pensarlo, y fue extraño, porque ella tenía razón. Lo conocía de toda mi vida, y no estaba muy segura exactamente de cuándo había pasado de Maicol al señor Lenin, el jefe de papá. Papá se encogió de hombros y volvió la cabeza hacia mamá. —Creo que las otras mujeres en la oficina lo llaman señor Lenin. Fernanda no quiere imponerse privilegios injustos. —No me importa llamarlo señor Lenin— dije—. Quiero decir, él es mi jefe ahora. —Y estoy segura de que será un buen jefe—dijo mamá. Sentí esa picardía en lo más profundo de nuevo, imaginándome a Penelope Andrews en el fondo de nuestro jardín con la mano alrededor de su garganta por milmillonésima vez gimiendo. —Maicol es un gran jefe— dijo papá—.Es firme pero justo. Un verdadero experto en la materia. Fernanda será una joven muy afortunada si aprende de él—me lanzó otra de sus sonrisas—.Agradece mucho que estés disfrutando de su tiempo, cariño. Papá siempre había sido muy buen amigo del señor Lenin. Habían estado trabajando juntos desde siempre, hasta donde yo sabía. Sólo había oído decir cosas buenas sobre el hombre que era el jefe tanto del negocio inmobiliario (que manejaba papá) como de las antigüedades y las subastas, que tanto me fascinaban. Supongo que esa es una de las razones por las que fue una sorpresa tan traviesa ver al señor Lenin haciendo de Penelope Andrews una chica tan mala. Un shock que quería. Un shock que había puesto todo patas arriba y me había vuelto loca con pensamientos sucios durante los últimos tres años seguidos. Claro, había muchos chicos bastante amables en la universidad tratando de ser ellos los que reclamaran mi virginidad. Mi mejor amiga, Hanna había estado tratando de convencerme de que renunciara a mi loco amor platónico y derrochara sólidamente en algún chico atractivo al azar. Pero no me sentí tentado ni por un segundo. Ni siquiera cerca. Sólo había un hombre atractivo para mí, y realmente valía la pena esperar por él. Hablando de Hanna sabía que estaría esperando con gran expectación mi actualización del primer día. Tomé un poco más de papa y me puse manos a la obra para terminar mi cena. No pude evitar darme cuenta, mientras mamá y papá sonreían y me miraban fijamente al otro lado de la mesa, que en su mundo yo todavía era la colegiala de siete años que regresaba a casa con una estrella dorada en mi libro de matemáticas. Supongo que eso es lo que pasa con ser hija única. Siempre eres pequeña. Siempre la chica que tiene que portarse bien y comerse las verduras. No había manera de que mis padres me vieran como una mujer que se acercaba rápidamente a sus veinte años en tan sólo unas pocas semanas. —Saldré con Hanna esta noche—les dije a ambos, reiterando que todavía era la niña que necesitaba aprobación para salir unas horas por la noche. —Está bien, cuídate mucho. Mamá y papá casi habían terminado también. Esperé hasta que terminaron y luego alcancé sus platos para apilarlos. —Muchas gracias de nuevo por conseguirme este trabajo increíble— le dije a papá—.Estoy muy emocionada de tenerlos. Me encantó el brillo orgulloso en sus ojos cuando respondió. Hizo que mi corazón se disparara. —De nada, cariño— dijo—. Sé que nos hará sentir muy orgullosos. Sólo asegúrate de hacer lo mejor que puedas por Maicol. Sonreí con mi mejor sonrisa antes de ponerme de pie y llevar los platos a la cocina. Saqué mi teléfono de mi bolsillo mientras encendía el lavavajillas y, efectivamente, había una serie de mensajes con signos de interrogación esperando de Hanna. Le respondí el mensaje y recibí una respuesta de aprobación. Corrí escaleras arriba y me quité la ropa de trabajo y me puse unos jeans y una túnica holgada. Asomé la cabeza a la sala de estar antes de irme, saludando a mamá y papá. —Hasta luego. Ellos asintieron. —No demasiado tarde—dijo mamá. —Tienes trabajo mañana en estos días. No pude contener la sonrisa. Trabajar mañana con el señor Lenin. Mi jefe.Mi verdadero jefe estos días. —No llegaré demasiado tarde—dije, y lo dije en serio. Salí y pronto llega a encontrarme con mi mejor amiga. —¿Entonces?—empujó cuando me uní a ella—.Cuéntame todo sobre eso. ¿Era exactamente como lo recordabas? No pude detener la risa. —Un jefe aún mejor —dije, y me incliné más cerca, con mi cabeza sobre su hombro—. Era un sueño. Un sueño absoluto. Sabía que ella estaba poniendo los ojos en blanco sin siquiera verlos. Su frase lo dijo todo. Pero ella estaba feliz por mí. Realmente feliz por mí. Lo sentí cuando su cabeza se apoyó contra la mía. Ella chilló en todos los lugares correctos mientras le contaba todo, desde su apretón de manos a través del escritorio hasta cómo me había rescatado de la sala de archivos. Ella contuvo el aliento cuando le conté que él me había reclamado como su propia oficinista antes de irnos por el día, al diablo con Erika Tunez. —¿De verdad vas a trabajar directamente para él?— ella empujó—¿De verdad, tú y él? Me giré para mirarla y asentí bastante frenéticamente. —Parece que así es, sí. Eso es lo que él dijo. —Mierda— dijo—¿Qué vas a hacer? ¿Ser la chica sexy descarada con la que siempre has soñado y hacer tu movimiento?—incluso la idea de hacer algo con el señor Lenin fue suficiente para hacer que mi estómago se revolviera. Los nervios serían una locura mucho antes de llegar a esa etapa. Realmente una locura. Hanna leyó mi mente—.En serio, realmente puedes hacer algo— dijo—.Lo viste follándose a una oficinista en tu jardín. Una que se parecía mucho a ti, y lo sabes. Si eso no te da el visto bueno para probártelo con él, no sé qué lo haría. —Pero ella se fue un mes después—dije—.Ella no duró con él. Esta vez vi los ojos de Hanna poner los ojos en blanco. —Dios, fe. ¿En serio todavía te aferras a toda esta mierda del matrimonio y los bebés?— hizo una pausa pero no tuve respuesta a eso—.Si realmente logras que el señor Lenin acepte tu virginidad será un gran ganador. Eso es lo que deberías buscar. Un verano follándote al jefe atractivo además de tu trabajo de verano. —Sí, pero es más que eso…— comencé pero ella negó con la cabeza. —Entonces es la universidad— dijo—.La universidad y todo un mundo de cosas por explorar. No solo el jefe atractivo de tu padre y toda una vida haciendo subastas en la misma ciudad en la que fuiste a la escuela. Incluso la idea de ir a la universidad y renunciar a una vida con el señor Lenin dolía bastante. Miré hacia los árboles al fondo. —Le prometí a papá que regresaría a la universidad. Era su condición para conseguirme el trabajo este verano. —Sí, y es un buen trabajo el que prometiste—dijo—.El infierno sabe qué tipo de locura estarías intentando hacer si no lo hubieras hecho—añadió. Sabía exactamente qué locura estaría intentando hacer si no lo hubiera hecho. Pero eso no fue por ahora. Ahora se trataba de disfrutar viendo al jefe de papá como es debido por primera vez en años. Ahora se trataba de disfrutar mi primer día y que él abriera la puerta de esa sala de archivos y entrara. Cómo me hubiera gustado que hubiera seguido viniendo—.Mañana será el día en que tengas tu primera prueba real— dijo Hanna —Tú y él, merodeando por los elegantes muebles antiguos hablando de golpes de antigüedades. Ahí es cuando realmente verás ese lado de jefe atractivo que tiene. Sentí el calor entre mis piernas y la sonrisa apareció en mi cara de nuevo. No podía esperar.
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