Hernán
Estoy entrenando en nuestra guarida, estos años me he mantenido practicando el deporte del Judo, desde pequeño me apasionaba. He tonificado mi cuerpo, para que sea un arma letal. No confío ni en mi propia sombra, desde que me fui con la chica misteriosa he comprobado que fue la mejor decisión. Me limpio el sudor de mi frente con una toalla que tengo colgada en el cuello y tomo agua de mi botella. Soy golpeado por el impacto de una patada por la espalda, logrando que el agua se derramara, los chicos empiezan a abuchear y con el rostro empapado en sudor y agua, me giro para saludar el que me usó de saco de boxeo. No podía ser otra persona, en mi interior sabía que solo la chica misteriosa; podría ser la única valiente para darse de bravucona. Por cierto, les presento a Joanne Brown y es mi mano derecha desde hace ocho años.
***
La chica misteriosa se quitó la capucha, su cabello cayó en cascada sobre sus hombros llamando mi atención, es de color n***o y sus ojos grisáceos, además, sus labios son carnosos al estilo de Angelina Jolie y se ha volteado a ver hacia atrás, varias veces.
—¿Nos persiguen? —había preguntado para entablar conversación y desaparecer el silencio incómodo.
—Por ahora no, manténte alerta, pronto llegarán —sacó una pistola y revisó que estuviera cargada.
—¿Quién eres? ¿Por qué tienes el medallón?
—Basta con saber que soy aliada, es suficiente. Tu madre me guió hacía ti.
Me urgió la necesidad de apretar el cuello de Mohammed O’Sullivan, al no ser posible me conformé con el volante, había sentido su mirada y había agradecido su escasez de palabras y que no se hubiera lamentado, era mejor su silencio. Seguimos el camino, cuando estábamos entrando a Meadows, me interceptó una camioneta negra tintada, enseguida había retrocedido y la esquivaba, sin perder tiempo había metido el acelerador.
—¡Te lo dije! —bramó desesperada, sacó de su abrigo un silenciador y lo enroscó en el revólver —, ¡no te detengas! —oprimió el botón de la ventanilla, consiguiendo bajarla y sacó la cabeza por fuera; y apuntó con el arma, soltando varios disparos, mientras observaba por el retrovisor consiguió darle al parachoques.
Había vuelto a mirar el camino, menos mal que al ser de noche estaba tranquila la carretera. La camioneta nos chocó por detrás fuerte, logrando sacudirnos. La chica misteriosa se tambaleó y por instinto había sostenido sus piernas, se sentó, recargó el arma y soltó otros disparos. El vehículo detrás zigzagueaba evitando las balas, en eso entró la chica agitada y envió un texto con dedos temblorosos. Pude percibir que no era buena en este enfrentamiento y su rostro se mostró angustiado.
—Confía en nosotros, pase lo que pase, siguenos —barboteó y eso no consiguió tranquilizarme, pero había asentido.
No había entendido sus palabras, recuerdo haber girado mi rostro hacia ella y pensar esta chica realmente es misteriosa y cuando había cambiado la vista al frente, en ese instante fuimos golpeados por otra camioneta que salió de una intercepción. Mi corazón en ese momento se saltó un latido y mi cerebro se frisó, el auto rodaba y rodaba. Escuchaba a distancia sirenas, recordaba una mano y me dejaba ir con el sueño.
Se encontraba en medio del agua mi mamá, pareciera que flotaba, su vestido largo de color blanco y el viento haciendo bailar su melena rubia castaña, su sonrisa me calmó. Intenté caminar en el agua, sin embargo, era imposible, mi cuerpo se hundió con cada esfuerzo que daba por moverme y había extendido mi mano para alcanzarla, cada vez mi mamá se alejaba, sus ojos verdes no me soltaron y al mover sus labios había susurrado: ¡despierta!
Entre la confusión de dormido o despierto, real o falso, mis ojos se abren, se sentían pesados, al entreabrir puedo vislumbrar dos siluetas a lo lejos y escuchaba un ruido de máquina pitando.
—¡Se ha despertado! —se acercó la chica misteriosa con heridas leves en el rostro.
Detrás de ella había un hombre bastante alto y fornido.
—Hay que sacarlo ahora, está todo preparado, pero no debemos equivocarnos —el hombre oprime el botón de la cama y soy levantado.
Me dolía todo el cuerpo, había logrado enfocar la vista y al examinarme me había percatado del brazo izquierdo enyesado. La chica misteriosa me quitó los cables del cuerpo, los tiró a la vez y había aguantado la molestia, sin pensar me quitó la aguja del suero, colocó una venda con cinta adhesiva. Cada movimiento fue apresurado y alarmado, es curioso que siempre estaba huyendo, «bienvenido a este mundo, Hernán», bromeaba. Ahora recuerdo que las camionetas nos seguían y rodamos. El hombre rompió mi bata de hospital, me había causado sentirme acorralado y molestado, con la mano buena lo impedía. Nos medimos, sus ojos oscuros y peligrosos me habían amenazado y apostaba que los míos habían dado la talla con los suyos.
—Puedo solo —mi voz se encontraba seca.
La chica misteriosa me lanzó ropa a la cara, el tipo se alejó hacia la puerta y dio vistazos hacia fuera.
—Imbécil, más te vale que avances y dejes de mirarnos, que te aseguro que si tengo que dejarte lo haré —me amenazó y definitivamente este tipo era insoportable.
Me fui arrastrando hasta el borde de la cama, había sentido el puto dolor y en ese momento había puesto toda la fuerza para no quejarme, no le daría el gusto a ese idiota. La chica misteriosa agarró el pantalón deportivo y al darme cuenta era mi ropa, me había fijado y mi mochila estaba en la butaca de la habitación. Me había dado un leve golpe en la pierna para que la introdujera en el hueco y había hecho lo mismo con la otra, me ayudó a ponerme de pie. Estábamos de frente, me había dado cuenta de su estatura, me llegaba a la quijada y agarró el abrigo poniéndolo rudamente por el brazo bueno y cuando iba al enyesado la había detenido, sus ojos grises exasperados me enfrentaron, sin palabras me ayudó suavemente y por último la cabeza.
—¡Gracias! —mi voz salió ronca.
Sin hablarme asintió con la cabeza, agarró de la mesita una botella de agua y me la abrió, sin pensarlo la había vaciado, recuerdo que supo a gloria. Me ayudó con mis tenis, el mismo procedimiento, fue menos tosca y luego de vestido había botado la botella al zafacón.
—¡Listo, James! —me había puesto en el pecho mi mochila y odiaba no saber que planeaban.
Sin embargo, debía confíar, me lo pidió antes de rodar el vehículo. Me colocaba la mochila del lado bueno, James, sacó la cabeza y nos había hecho señal de salir. Íbamos por el pasillo, curiosamente se encontraba despejado y llegamos a una puerta, asumí que eran las escaleras. Exactamente, fuimos bajando lo más rápido que mi cuerpo me permitió y ellos disimularon su impaciencia, siguiendo mi paso de tortuga. Cuando estuvimos en el primer piso, me había sentido como si hubiera corrido un maratón y jadeaba. Ubicados en el lobby del hospital apareció un enfermero, se acercó con una silla de ruedas, me dio nervios y me había detenido en seco. Ellos continuaron tranquilos, la chica misteriosa se dió cuenta y volvió por mí.
—Tranquilo, estás cansado, ¿cierto?—puso su brazo en mi hombro y susurró al oído, él es de los nuestros.
—¡Estamos listos para ir a casa! —comentó el enfermero, había sido demasiado amable y me ayudó a sentarme en la silla de ruedas.
En eso James, me subió la capucha y me empujaba el enfermero, di un recorrido al área con la vista, habían pocas personas en los asientos y no creía que fuera tan fácil irme. Pasamos por la salida, el enfermero saludó al guardia de seguridad y no pasó nada. Me esperaba una camioneta en la entrada, me ayudaron a subir y la chica misteriosa se subió al otro lado, el conductor se giró y me saludó como capitán. Era un hombre con pelo rapado, tenía unas gafas oscuras, las deslizó por su tabique y sus ojos eran miel e intimidantes, había sonreído y más bien era siniestro, debía de estar en los cuarenta años. Salimos sin ningún problema, me había acomodado en el asiento, me hallaba muy cansado y cerraba los ojos. Cualquiera pensaría que estaba mal en dormirme con extraños, eran personas peligrosas, no obstante, confiaba en la chica misteriosa; con el señor Mohammed O’Sullivan estaba más alerta y eso que era un hombre de familia y reconocido.
Soy despertado por un ruido, abriendo los ojos inmediatamente, me hallaba somnoliento y lo primero que había visto era a la chica misteriosa. ¡Demonios!, debía saber su nombre, estaba cansado de no saberlo. Me había percatado que era el único en la camioneta, aún no había oscurecido, el atardecer nos alcanzaba y al mirar me hallaba con muchos hombres con tatuajes y de malas caras, todos al acecho. Rápido me había bajado de la camioneta, los tipos abrieron paso a su líder y él se detuvo a unos pocos pasos de mí. Enseguida había percibido su arrogancia y las ganas de hacerme un perro a su merced. Su apariencia de rey malo la lucía a la perfección, con su cabello suelto rubio le llegaba por la espalda, ojos verde monte, delgado y lleno de tatuajes, su edad debe de rondar por los veintipico. Mis ojos calculaban todo alrededor, a primera vista estaba seguro que eran viviendas alquiladas principalmente sociales, construidas en un diseño de estilo Radburn para barrios marginados, estábamos en un callejón de las viviendas.
—¡Mi invitado ha llegado! —alzó la voz y se giró como artista—. Sabes que hice mucho y gasté para traerte a mi mundo.
Me había dado cuenta que si no actuaba desde ahora, sería uno más de estos incompetentes y eso no sucedería.
—Callum, espera que descanse, apenas salió del hospital —pidió la chica misteriosa.
No pensaba estar a la sombra de nadie y era hora de actuar, Hernán. Para poder vengar a tu familia, necesitas el control.
—No sé, muchas cosas —me había puesto la mano buena en la mandíbula, pensativo—. Recuerdo que me seguían dos camionetas y luego rodamos —burlonamente había puesto mi dedo en la sien—. Luego despierto en una camilla de hospital con dos personas desvistiéndome y salimos de lujo por la puerta grande. Me he quedado dormido en tu cómoda camioneta y me faltan muchos detalles en este resumen. Por supuesto, con todo el gusto deseo escuchar. Por cierto, todo lo que has gastado en mí te lo pagaré, no me gusta deber. Ten en cuenta que no seré tu perrito. En esta ecuación seremos dos cabezas y solo necesito tiempo para recuperar mi movimiento de brazo y entrenaré a tus secuaces, los convertiré en armas letales —los señalaba a todos dando vuelta a su círculo.
—Eres un niño mimado y crees que vendrás como rey a mi territorio —sus ojos me muestran la furia que han causado mis palabras—. No creo que seas bueno, tal vez, en huir.
No le había dado tiempo, enseguida separando mis piernas, estaba listo para luchar o morir y lo pateaba con mi pierna derecha; dandole en su quijada, él se cayó hacia atrás, con sus ojos abiertos de par en par y tenía a todos con sus armas apuntándome. Me lanzaba encima de Callum, sabiendo que tenías las de perder, pero llevándolo conmigo a la muerte, si era necesario. Lo apretaba con mi mano en su garganta y él soltó una sonora carcajada, era falsa, pero consiguió su punto y todos se quedaron expectantes.
—¿Lo acabamos jefe? —preguntaron varios y se encontraban ansiosos por ver al nuevo caer.
—No, había... olvidado estos momentos... —habló con dificultad debido a la presión que le hacía y fui soltando su agarre—. Con toda mano jodida me ha tumbado y es capaz de romperme el cuello, debe ser un igual —escupió sus palabras, pero sus ojos me hablaron de muchas maneras que me haría pagar esta humillación y por ahora no habrán represalias.
—Era la única manera de mostrar mi talento —le había echado sal a la herida y lo había soltado arriesgando mi vida.
Estaba seguro que todos me creían un niño inmaduro que se jactaba de matón y tal vez, tuvieran razón, jamás había tenido que pisar este barrio y menos atacar, hasta que me arrebataron lo que más atesoraba en la vida, mi familia. Deberían prepararse porque este chico inexperto había venido a devorar todo a su paso y con los próximos movimientos en claro. Todos los que participaron se acordarán de los Honnor. Mis ojos no lo soltaban, trataba de que él viera en primera fila que no le tenía miedo y estaría esperando su ataque para combatirlo hasta la muerte. Me levantaba con dificultad, me dolía todo el cuerpo y me daba igual, solo me importaba entrar por la puerta grande. La chica misteriosa se acercó nerviosa, sus ojos me confunden, me hacían dudar si quería matarme o aliviarse de que aún estaba de pie. Le había ofrecido la mano a Callum y la sostuvo, estábamos midiéndonos, soy por un poco más alto que él. Es un joven que vive de la venganza, lo puedo notar y éramos dos.
—Trato hecho, delante de mi gente te perdonaré tu valentía al mostrarme tu talento. Tienes solo una condición, tendrás que ser uno de los nuestros y eso implica lealtad ante todo. La traición se paga con muerte y debes matar a sangre fría sin miramientos.
Si Hernán, el enamorado hubiera escuchado estás palabras se hubiera ido corriendo, sin embargo, se encuentra el que hará justicia a su familia, y este chico será un hijo de puta para llegar a la cima.
—Tranquilo, odio la deslealtad. Quiero que entiendas que voy tras de Mohammed O'Sullivan, y no descansaré hasta llegar a su cabeza.
Se tensó Callum, sin haberme contado, sé que él lo detesta al igual que yo y que por eso me aceptó en la jugada.
—¡Escucharon! —ordenó—, nadie toca a nuestro nuevo integrante —bajaron las armas unos cuantos y algunos siguieron apuntándome.
—¡Callum, gracias! —habló azorada la chica misteriosa.
—Llévalo a tu apartamento y que se tome el tiempo necesario, luego lo llevas a mí —se marchó y sus seguidores detrás.
En una esquina me escudriñaba el chofer, tenía puesta sus gafas y estaba seguro que tendríamos un enfrentamiento por llegar. Me habían tocado en el hombro y a la defensiva me había apartado y asustado a la chica misteriosa.
—¡Imbécil, vamos! —gruñó sobresaltada y se alejó enojada.
Había mirado a la esquina de nuevo y se encontraba vacía, se había marchado el chofer y me había sonreído sabiendo que el juego empezó y con varios enemigos a costa. Me encaminaba alcanzando a la chica y habíamos pasado por un estrecho pasillo, al frente hay otro edificio quedando las entradas frente con frente, un gran césped verdoso dividiendo y pasamos dos apartamentos hasta llegar a mi nuevo hogar. Habíamos entrado, me había percatado que solo tenía una habitación, en la sala de estar había un colchón que había cogido mucho sereno y la chica misteriosa se fue directo a la cocina, empezó a abrir y tirar las puertas del gabinete. Al parecer estaba poseída, ni siquiera sabía qué le sucedía. Cuando veníamos hacia acá venía callada y había decidido averiguar, me ponía de mal humor ese ruido y para colmo me estaba dando hambre.
—¿Se puede saber que buscas o qué te pasa?
Me regaló una mirada asesina, qué carácter tiene.
—¿Qué me pasa? —rugió y me lanzó un plato, conseguí esquivarlo, me pasó rozando mi cabeza, me había volteado y había comprobado que era de plástico—. Se supone que llegarás mansito y pagaras todo lo que hizo por ti. El niño orgulloso no podía, nooo —enfatizó el no—, tuviste que llegar con el pecho de paloma y querer ser alfa.
Con pasos largos la había alcanzado, ella retrocedió, quedando frente al fregadero y sin escapatoria.
—No vine a ser un simple peón, escúchame atentamente, Hernán Honnor, será el que acabe con todos esos malnacidos. Los haré caer uno por uno, esto tomará tiempo, incluso años, pero cuando subamos espero que estes sentada a mi lado; con el de pecho de paloma y el alfa, para que puedas saborear nuestra victoria.
Me intentó empujar, sus ojos furiosos y recordé que no conocía su nombre.
—¡Te escuché imbécil, apártate!
—¿Cómo te llamas? Estoy cansado de llamarte la chica misteriosa en mi mente.
—¡¿En serio?!, ja, ja, ja, ja, eres un chiflado.
—¿Nombre? —rodó los ojos y la había apretado más, pecho contra pecho, captaba sus ojos de tormenta eléctrica a la perfección y sus carnosos labios que son una jodida tentación.
—Ya, soy Joanne —se escabulló poniendo distancia y se le veía agitada, no es inmune a mí.
—¡Joa, me gusta! —caminaba por su lado, me había ido a su mugroso sillón de dos, por cierto, el único mueble, sin contar el colchón.
—Quiero ver cómo harás para salir de la venganza de Callum —su voz denotaba preocupación, había logrado entenderla un poco, cuando estaba ansiosa su reacción era estar a la defensiva—. Si crees que te perdonó tu desplante, estás mal.
—Lo sé, por ahora estaré alerta.
Se acercó y se sentó a mi lado, nuestras rodillas se tocaron y enseguida la alejó.
—Él en realidad gastó mucho en ti, porque se lo pedí, me has metido en muchos líos, todo porque se lo prometí a tu mamá —cada palabra soltada es con voz nerviosa.
Al mencionar a mi madre, me dolió y había recordado el medallón.
—¿Cuáles fueron sus últimas palabras? —sé que ella estuvo con mi madre.
Sacó del bolsillo el medallón, lo agarré y tenerlo en mis manos me hizo estar más cerca de mamá y lo había acercado a mi pecho.
—¡Los amo! —susurró Joa y cierro mis ojos fuertes y se me había escapado una lágrima.
Hasta en su último aliento, se preocupó por nosotros.
—¡Gracias, por buscarme! —mi voz salió ronca.
—Lo hice por ella, aunque no te miento que al ir por ti, pensaba más en la unión para poder acabarlo.
—Lo haremos, piensa en grande, Joanne.
Nos quedamos mirándonos, sentía una inmensa curiosidad por adentrarme en su historia, el porqué de sus ojos batallando una tormenta y a la vez un miedo paralizante.
—Nadie sabe que eres trillizo, eso significa nadie de la banda, Paths Meadows. Pienso que es lo mejor, debes saber que Callum, pagó para que te dieran por muerto y eso cree el distinguido, O'sullivan —habló con resentimiento.
Con cada información mi mente había formado estrategias y asentía con la cabeza callado.
—No piensas preguntar nada, sobre tus hermanos, por ejemplo —cuestionó exasperada.
—Es lógico, es un as que tengo que usar de sorpresa, imagina si al estar con gemelos es una confusión, peor es tres.
—Fue idea de tus padres, hablé con ella por celular, poco, pero me dió ese dato y en el medallón hay un chip. Pruebas del cliente que nos metió en esto.
—¿Nunca la viste en persona hasta el accidente?
Asintió tensa, sabiendo el esfuerzo que era hablar de mi mamá, aunque debía admitir que hablarlo con ella era llevadero.
—Todo sucedió en un borrón, agarré el medallón, sus palabras fueron los amo y un poco retirado se encontraba el móvil e indiqué dónde la llevarían, creo que hablé contigo y me tuve que ir… —se trabó nerviosa—, me buscaban.
—Hablaste con mi hermano, entiendo que no estaba en tus manos —agarré su mano inquieta y ella entrelazó sus dedos con los míos, quizás, fue por instinto, no importa—. Debes ponerme al tanto de todo, empezando porque llegaste a la banda y cómo fue el contacto con mis padres. Necesito cada detalle, por más mínimo que sea, si voy a confíar y vivir bajo el mismo techo tuyo, quiero confianza y sobre todo lealtad.
—¡Claro, idiota! Espero que no se te suba el humo a la cabeza —soltó mi mano y se levantó haciéndome burla—. Antes debemos comer algo, aún estás débil y debes recuperarte para lo que se aproxima.
—No te presionaré, sin embargo, espero que esa comida sea gourmet.
—Solo te envenaré, tranquilo. Antes de que se me olvide —sacó de su bolsillo trasero una cédula y me la lanzó.
Me había percatado que se acarició la costilla frunciendo el ceño y examinaba la tarjeta preocupado por ella.
—¿Soy Jack Smith?
Caminó hacia la cocina y asintió echando la melena a un lado.
—¡Nueva identidad, mucho gusto, Jack! —se giró con un sartén en la mano y por primera vez mostró una sonrisa en su rostro y la sabía lucir.
Me levantaba del sofá, corté nuestra distancia y había levantado su abrigo, intentó apartarme en vano, su costilla estaba envuelta en vendaje.
—Estas jodida, mejor pedir comida —se bajó de mala manera el abrigo y me empujó furiosa.
«Adiós, sonrisa», había pensado.
—Apártate, Jack, puedo hacer lo que me de la real gana.
En eso estaba de acuerdo y pues le había seguido la corriente.
—Quiero que me conozcan por Jujitsu, Jack Smith, alías Jujitsu, el arma letal de los Paths Meadows —me crucé de brazos y sonreí a su rostro con muecas.
—Definitivamente, estas mal.
***
De vuelta al presente, Joa está toda sudada, tiene el cabello corto al estilo hombre y pintado de blanco, no dura más de un mes sin un look nuevo, es una camaleónica. Me deslizo hacia ella, coloco mi brazo por su espalda y con la otra mano la tiro de su mano y la arrojo al suelo, quedándome encima de su cuerpo.
—No se vale, mi patada no te hizo ni cosquillas —refunfuña, su pecho sube baja agitado y acaricio su ceño fruncido.
—Hay muchas cosas que no son justas —continuo con mi dedo rozando su piel suave embarrada de sudor y se muerde el labio carnoso.
Últimamente me ha dado con tocarla, tener un contacto de piel contra piel. La mierda que ella odia que la mimen, me estoy aprovechando por su nerviosismo. Hoy su día está cargado emocionalmente y no será fácil.
—Me tengo que ir, no te atrevas aparecer, Jujitsu —intenta ser ruda conmigo y segura.
Joanne, es la chica más fuerte que conozco, ha luchado con su dolor estos años y a la vez vive paralizada al recordar. Sin darse cuenta que puede engañar al mundo entero, menos a mí. En este momento ella está muerta de miedo, está desestabilizada y no me engaña.
—Déjame ir contigo —niega.
En eso llega James y se sienta en el suelo como niño y nos mira curioso.
—Sigan ustedes, solo me faltan palomitas de maíz y sería una película americana —se mofa, James y realmente sus lóbulos estirados con esos túneles, son acorde a su personalidad.
Me levanto y la ayudo a ponerse de pie. Le da su mirada asesina a James y se limpia con una toalla la frente.
—Llévate a James —lo señalo y vuelve niega.
—Lo intenté, escoge una compañía o un micro-chip.
—¿Qué? —viene como tromba y me da golpes furiosa, la dejo desahogarse en mi pecho.
Espero que se agote, sostengo sus brazos y se zafó con fuerza, apartándose de mi lado.
—Estoy con Jujitsu —me apoya James y sé que él la protege siempre.
—¿No confían en mí, en mi autocontrol? —sus ojos decepcionados y se gira para irse.
Joanne es perfecta en sacarme de quicio, voy directo hacia su encuentro y sostengo su brazo girándola y rodeo su cintura, levanté su mandíbula haciendo que nuestros ojos se conecten.
—Cuando se trata de venganza nos cegamos, te comprendo y estoy de tu lado —susurro para que nadie nos escuche, esto es entre nosotros—. Muchas cosas desagradables pueden suceder, no correré ese riesgo, no puedo —mis ojos le ruegan, no puedo perderla.
—De acuerdo, encenderé el GPS del celular.
—No, el microchip será introducido en tu piel.
—¡Maldito! Siempre he sabido que eres un demente y no me equivoqué.
—Te conozco, al salir lo apagarás y te inventarás una mierda. No estaré tranquilo, si pasara algo le llegaré tenlo por seguro.
Asintió molesta, en eso James, trae el equipo para ponérselo.
—Lo tenían todo planeado, son increíbles.
Acerco una silla y trajo su adorable culo. Alrededor algunos nos miran curiosos, nada más con toparse con mi mirada disimulan.
—Siempre hay que tener plan b, c y d.
—¿Y si decía que no?
—Pues iría contigo, bueno aún podemos ahorrarnos esta mierda y me baño —le ofrecí mi mano y me sacó el dedo malo.
Hemos localizado al que disparó a su madre, eran dos y liquidé a uno, porque ella se bloqueó y terminó en crisis. El problema es que ella se pierde en el dolor y la otra vez, si no hubiera acudido podría haberle sucedido algo.
Enseguida James, saca de su maletín un micro-chip del tamaño de un grano de arroz y lo coloca en una aguja especial, el émbolo dispone de una cuña para empujar la cápsula. Es un procedimiento rápido e indoloro, al terminar se pone de pie de mal humor.
—Me voy a bañar, par de idiotas.
James, me proporcionó el geolocalizador y funciona al instante, indicando la ubicación.
—¡Todo está listo, Joanne! —vocifero por la guarida, consiguiendo que todos me vean extraño, menos la susodicha, al menos me regaló de nuevo su dedo malo, no se conformó con uno fue dadivosa levantando las dos manos.
Continuará...