Al despertar después de apagar la alarma varias veces, me sonrío bobalicón, he dormido como bebé, necesito tener más contacto con el pequeño demonio y tendré sueños reparadores. Les haré un resumen de mi vida después que se fue Hernán, odiándome. Henrik quedó destruido y sus ojos me culpaban por perder a su hermano, no me lo echó en cara, él no es de esa manera, Henrik aguanta todo, le gusta complacer a todos y eso es su perdición. La única vez que explotó fue con papá, pero fue debido al inmenso dolor de perder a nuestra madre. Nos quedamos en casa del señor O'Sullivan, después de cuatro días recibimos las cenizas, las tiene Henrik en su habitación. Nuestro duelo tuvo que ser interrumpido enseguida, el señor O'Sullivan nos ordenó estudiar, no quería perdedores. Nos dijo: cuando terminen sus estudios empezarán a pagarme. En realidad no le vi nada malo en eso, ese era el curso que íbamos a tomar antes de todo, estudié Licenciado en Ciencias de la Computación y Henrik, me sorprendió con contable, él jamás había dicho que quería esa carrera, él quería ser doctor. Eso me pareció extraño, pero él estaba trancado, no hablaba. Terminamos unas cortas carreras, porque no fuimos a las mejores universidades, no, él nos pagó profesores, luego exámenes online y estábamos en su castillo encerrados. La esposa del señor es muy amable, Henrik la adora, en ella consiguió refugiarse. En cambio, no me cuadraba esa falsa, cada vez que preguntaba por mi papá, el señor se enojaba y Henrik se apartaba. Hasta que nos llevó a trabajar a la oficina, nos dio trabajo en unos casos bobos, pero me atreví a indagar y lo que encontré del caso de papá y la ex empleada muerta me olía a podrido, ese mismo día aparece el señor furioso, me sostiene de la chaqueta y me dice has traicionado a tu amo, la pagarás. Me llevó a fuerzas a una casa retirada en zona de campo y me dieron una paliza. Pase varios días sin comer, confirmando que todo era su culpa y odiando ser un idiota y no creer a papá.
***
Me encontraba en el suelo, sin fuerzas, todo golpeado y ni siquiera sabía porque continuaba respirando. El sótano estaba asqueroso, el hedor era intolerable y sentía mucho frío. En eso la puerta se abrió crujiendo, y esperaba que me trajeran al menos agua, la garganta me dolía de lo seca que la tenía y se detuvieron unos zapatos negros frente de mi cabeza.
—Te sacaré, tienes unas sencillas condiciones —su odiosa voz me hacía rabiar y levantaba la cabeza del asqueroso piso—, no indagar en asuntos que no te conciernen, trabajarás de chofer de mi hija ilegítima, nadie puede enterarse que existe y te mudarás a un apartamento en Isla de Perro. Si no, mataré a tu queridísimo hermano, él único que te queda y verás cómo se derrama la última gota de sangre de su cuerpo.
Me arrodillaba con las piernas temblorosas, estaban sin fuerzas, pero no me rendí, me sujeté de la pared y al lograr ponerme de pie inestable, agarré fuerzas para mirarlo, enfoque mi vista borrosa en él. Al ver su cara, juré que este día se lo haría comer. Contengo mi odio, retengo las ganas de matarlo con mis propias manos. Me concentraba en mi hermano, no soportaba perderlo y asentí. Desde ese día había entendido que debía andar por las ramas, me tendría vigilado y controlado a Henrik.
***
Suena el celular, sacándome de mis recuerdos oscuros, me acomodo la corbata y contesto al maldito, O'Sullivan.
—¿Qué? —cortante y directo.
—¿Qué demonios haces? Deberías estar pendiente de mi hija, me acaban de llamar de una tienda, acaba de robar una bufanda, es increíble esa niña me matará —sonrío gustoso que se le reviente la bilis—. Te transferí el dinero y acaba… —interrumpo cansado de su mierda.
—Manda los datos por mensaje —cuelgo la llamada y recibo enseguida la ubicación.
Además, me envía las instrucciones para que solo pague y la lleve a la casa, que él se encargó de todo por llamada. No había tenido prisa, porque esta chiquilla siempre está encerrada en su habitación. Apenas son las once de mañana, y siempre he sido puntual, hoy duermo un poco y ella la caga en grande. He terminado de vestirme, mi uniforme es traje elegante n***o, moño alto y me apresuro a salir. Me subo a la moto, pagada con el sucio dinero del señor y me dirigo a buscar la camioneta, ni modo que suba a la niña en esta arma mortal, como les llama el viejo.
La chiquilla ha escogido para hacer su travesura el centro comercial más concurrido de Europa, he llegado a Oxford Street, es una calle principal de la ciudad Westminster y ni siquiera la congestión del tráfico me ha importado. Estoy aparcando la camioneta, al bajarme me aliso el uniforme, al caminar voy con pasos firmes, después de oír al viejo rabiar, nadie puede arruinar mi día. Observo a las personas hablando, en parejas o solos disfrutando de su paseo. Este momento debe ser grabado para la eternidad en mi retina. Me detuve frente de la imponente sucursal con sus tres pisos, al entrar, se acerca una empleada con falda y chaqueta de color crema y me sonríe coqueta.
—¡Bienvenido a Mango!, ¿en qué puedo ayudarle?
—He venido a resolver el error de la chica, debía estar muy distraída —con voz persuasiva y mostrándole una sonrisa radiante.
—¡Oh, sígame! —su mirada cambió a indiferencia.
Me acomodo la chaqueta, camino seguro y serio detrás de la joven. Me lleva hacia la caja registradora y p**o la bufanda, me disculpo por los inconvenientes que causó. Realmente la chica perdió la mente, una bufanda. Sin mediar palabra, soy llevado a un cuarto en el primer piso, se encuentra sentada, Isla O’Sullivan, mirándose las uñas casualmente y al sentir que tiene visita nos mira con indiferencia.
—Te puedes ir jovencita, espero que no te vuelvas a equivocar —la regañó la empleada.
Se levanta de la silla como si no hubiera sucedido nada y sale con su bufanda puesta. Al llegar al marco de la puerta se gira sobre su hombro, estoy detrás de esta chiquilla.
—Me queda divina la bufanda, ¡gracias por entender! Jamás, quería robarla, olvidé pagarla.
La empleada nos fulmina con la mirada y pisotea el piso con su tacón. Empujo a la chica antes de que se agrave esto y me termine de matar O’Sullivan. Estamos vivos y fuera de la tienda, camino rápido y detrás viene la chiquilla quejándose.
—¿Eso es todo? —grita y viene deprisa, me detiene de la chaqueta—. Guardaespaldas con chongo, espera —le devuelvo una mirada arrogante.
Exactamente, no le importa y me ha sorprendido esta chiquilla. Siempre pensé que era tímida y por eso no tenía amistades, mucho menos salidas.
—No me mires de esa manera —me imita con la mirada y se cruza de brazos—. No vendrá rabioso O’Sullivan, no iré presa, solo líquidas y solución —se queja.
—Esas fueron las órdenes y se encuentra… —me deja a mitad de palabra.
—Él siempre está de mal humor, pero me alegra contribuir un poquito, hice mi gran labor del día —muestra su sonrisa.
La vida me está devolviendo las ganas de reír, esta chica me hace recordar al yo de dieciocho años.
—¡Vamos, muévete! —la dejo atrás y escucho cómo murmura.
—Puedes caminar lento —me detengo de momento y ella choca contra mi espalda—. ¡Rayos, eres todo una barrera de músculos! —se acaricia la frente, echando su melena azul fuera del rostro alegre.
No parpadeo y la observo intimidante.
—Si no sabias tus piernas son de jirafa —apunta mis piernas, sin importarle mi mirada—. ¿Se puede saber a dónde vamos?
—No tengo culpa que tengas piernas cortas y seas lenta para hacer dos cosas —hablo casual y camino sonriendo, obvio que no se da cuenta.
Las personas nos miran, bueno a ella, que no para de parlotear y me detuve frente a un restaurante Indio, he venido varias veces se llama The Kati Roll Company, tengo hambre. El sitio es callejero, no sé si le incomode.
—Siempre he querido comer comida de la India —su voz emocionada y se adelantó al local dando brinquitos.
Al entrar hay varias personas haciendo cola, dos grupos de jóvenes comiendo rollos y charlando amenamente. Espero que se asuste Isla, al ver las paredes pintadas con carteles de películas de Bollywood de última generación, el local da la sensación que estuviéramos en las calles de Mumbai. Se escucha a la empleada llamando al estar preparada la comida de los clientes y ellos la recogen. Hago la fila, mientras Isla se come con la vista el menú que está ubicado en la pared al entrar.
—Pediré el Masala Chai y cuatro Kati Roll —dice al alcanzarme.
Me he quedado bobo, al darme cuenta de su emoción porque probará por primera vez comida de India, este viejo no la saca a comer.
—De acuerdo, ve siéntate —el sitio es pequeño y señalo una mesa de madera al lado derecho.
Sin objetar se sienta, saca su celular y saca foto del sitio. Al llegar mi turno ordeno lo de ella y para mí un Egg Chicken Roll, panes Paratha, papas fritas picantes y para tomar dos botellas de agua y un batido de yogur, Alfonso Mango Lassi, la empleada se me queda viendo y le regalo una sonrisa. Luego de pagar me siento en la silla al frente, ella se sentó en el banco de madera que va pegado a la pared de largo, conectando con las otras mesas, al ser chiquito el local no hay mucha distancia entre mesas.
—¿Por qué agarraste esa bufanda y saliste sin mí?
—Perdón, por el sermón del señor Mohammed O’’Sullivan —sus ojos me miran y son sinceros—. Si te esperaba no hubiera surtido el mismo efecto, por eso actué sola, llamé un taxi y decidí seguir lo planeado. Hoy es mi cumpleaños número diecinueve y tal vez, al hacer un lío fuera un buen regalo para mis padres, por traerme a este mundo y abandonarme a mi suerte. Tranquilo, no me mires con lástima, estoy bien.
En eso llaman el número de nuestra orden y me levanto callado. Pobrecita es su día de cumpleaños y sus padres ni siquiera se han recordado, solo piensa el viejo en los problemas que le causó. Agarro la bandeja, la empleada me desea buen provecho y sumido en mis pensamientos asiento. Isla me alcanza mostrando su enorme sonrisa, levanta sus manos llenas de los cubiertos, los tienen ubicados al lado del menú y nos sentamos.
—¿Todo eso te comerás? —aligera el momento Isla—. Si que tienes apetito.
—Es para ambos, te gustara —sostengo un pan y se lo dejo en su plato.
—Confiaré en ti —su efusividad me descoloca.
Empezamos a comer, ella se relame los labios y hasta cierra los ojos.
—Cuidado con la baba —le doy varias servilletas e ignorando se limpia la boca.
—Está delicioso —habla con el bocado—. No fue todo mal, fíjate, O’sullivan rabió, además, estoy comiendo por primera vez estos suculentos platos y en buena compañía de mi chofer con chongo.
Se me escapa una sonrisa, ella saca de su bolsillo su teléfono y me retrata.
—Espera no te cubras el rostro —saca una foto tras de otra—, esa sonrisa vale oro, te imaginas en mi cuenta de Twitter, la haré viral.
—¡Estás chiflada! —niego con la cabeza y sigo comiendo mi rollo.
—¿Qué podría poner de pie de foto? —se coloca el cubierto en la boca pensando—. ¡Saludos, mundo! Es mi cumpleaños y por tal motivo les regalo la hermosa sonrisa de mi chofer. ¿Cuántos chocolates me dan?
—No exageres —empiezo a comer de todo a la vez y el picante de las papas me hace toser y tomar agua a la vez.
—¡Tienen picante, me encanta! —se come varias papas y sonríe.
Hemos probado de todo, le compartí mi batido de yogurt y ella me dio a probar su té, cualquiera que nos viera pensaría que teníamos años de confianza y a pesar de no ser de esa manera, se sentía cómodo estar a su lado.
—Sabes sé cómo te trata O’Sullivan y porque te envió a mi cuidado. No soy fácil y él quiere que falles para tener una excusa de liquidarte. Por eso ese día que nos presentó, me mantuve callada, indiferente y evite darte problemas, no te has preguntado cuántos choferes he tenido.
—Te hacía una chica retraída y por eso me envió, para no tener nada que hacer.
—Soy la hija ilegítima de un contador famoso en Inglaterra, soy producto de un desliz con mi madre zorra y adicta a todo. O sea, jamás he ido a un colegio, todo me lo han enseñado profesores en el hogar. Soy muy inteligente, sé que no me aman, mi padre me ve como la niña que puede dañar su estatus social y mi madre como la niña que no le sirvió para mantenerlo a su lado, pero al menos dinero no le ha faltado para sus adicciones.
Si antes odiaba a ese hombre, ahora se intensifica y sé que debo acabar con ese cretino. A su propia sangre ha lastimado, ese hombre no tiene corazón. Los ingleses se caracterizan por su hospitalidad y dan mucha importancia a la familia y este cerdo nos desacredita.
—Trabajo con él por mi hermano, sino… —por segunda vez me interrumpe esta chiquilla.
—Lo sé, puedo darme cuenta que no eres un simple ejecutante y en tus ojos muestras el inmenso rencor —da otro bocado a su rollo y se ve encantada con la comida.
Me recuesto del espaldar de la silla y la observo detenidamente. Esta chica no es lo que parece, es un arma de doble filo.
—He pensando que si nos casamos le da un infarto a mi adorable papi —sonríe de oreja a oreja y estaba tragando y se me atoró, tosí y destapo el agua y doy un gran buche.
—Tienes ganas de morir niña, no lo vuelvas a mencionar.
—Casi te mueres ahogado —bromea y me quedo serio—. Él me quiere casar con un cliente, me lo ha dicho. Tranquilo, no espero tu ayuda, jugaré su juego y en el momento indicado moveré las piezas del ajedrez.
—Dentro de lo que esté a mi alcance… —interrumpe por tercera vez y bufo desesperado.
—No necesito promesas, sé tu situación, solo gracias por hacer mi día especial.
—Te gusta interrumpir, maleducada.
—¡Bah! —me regala una mueca.
Nos quedamos callados terminando la exquisita comida. Se me ocurre que debe pasar un agradable día fuera.
—Discúlpame, regreso enseguida —ella asiente con la cabeza y se queda gustosa bebiendo el batido.
Salgo de la tienda, la chica sigue comiendo y busco en Google Map para saber de una pastelería cerca. Enseguida sale Lola's Cupcakes Selfridges, a pie serían unos catorce minutos y a ligero el paso, si corro terminaré vomitando todo. Esquivo a las personas, doblo donde el GPS me indica y al llegar me recibe el aroma dulce. El sitio es elegante, hay muchas vidrieras con gran variedad de cupcakes, magdalenas, tortas y batidas. Los empleados tienen el uniforme de chef de color blanco. Enseguida voy hacia la parte de cupcakes y la empleada me saluda.
—Por favor, cuatro pedazos de cupcakes de chocolate puede variar a su gusto, para llevar y una vela de cumpleaños.
—Caballero, puede escoger entre un café o un mini pastel de queso gratis.
Me tienta el mini pastel de queso y sin perder tiempo saco la tarjeta y p**o. En una esquina del mostrador me como el pedazo y su sabor es exquisito, luego vendré a comprar en otra ocasión. Bueno tengo que regresar me he tardado lo suficiente y me encamino, me siento pesado. Al doblar la esquina está el restaurante, afuera visualizo a Isla hablando con una señora y se le ve adorable. Me quedo de pie a unos cuantos pasos de ella, veo su cabello azul que le llega a su espalda suelto, se ha puesto unas gafas grandes adornando su delicado rostro, su ropa es negra, tiene una chaqueta y leggins, la bufanda es crema y es una chica muy linda. «Despierta Heriberto, es una niña», pienso. Me detengo detrás de la señora y ella al verme me regala su sonrisa, consiguiendo que la señora se voltee a verme.
—¡Oye, niña qué guapo es tu novio! —la señora mayor me sonríe y me quedo pasmado—. Debes estar orgullosa de que te consienta —la doña señala el paquete.
—Por supuesto que lo estoy, verdad que es adorable mi novio —se mueve hacia mi lado y entrelaza nuestros brazos con su sonrisa traviesa.
En eso sale el esposo de la señora con la comida para llevar, a buen tiempo y se despiden.
—Eres un caos —es lo único que se me ocurre.
—Fue divertido, no te has muerto y sigues en pie con tu hermoso cuerpo. Estoy lista para volver al castillo. Por cierto, eres un comelón, fuiste a comprar postre y sin mí —intenta mirar en el paquete y lo oculto en mi espalda.
Seguimos con los brazos unidos y carraspeo, logrando que me suelte con su sonrisa. No le diré que son postres para ella y cambio el tema.
—¿Qué quieres hacer para tu día?
Su emoción es palpable y contagiosa.
—Llévame a la rueda del milenio, a La London Eye, la cuarta noria más grande del mundo —da brincos y nos miran las personas.
—Por supuesto, pero nada de novios —ella asiente y me lleva del brazo casi corriendo.
Tras un viaje caótico con ella de pasajera, cambió la emisora cada cinco minutos y me acordó a Henrik. La chica es enérgica, señalaba todo en el camino y siempre tenía un tema nuevo que hablar o mejor dicho que contar de la historia de la rueda. Nos encontramos en la fila de Fast Track (cola rápida) son más costosas, pero nos ahorran menos tiempo para subir a la noria. Sus ojos registran todo, me gusta verla vivir cada pequeño detalle. En estos momentos es cuando anhelo a mi familia, con ellos visité la noria y bloqueo ese recuerdo.
—¿Por qué no dejaste el paquete en la camioneta? No te lo robaran —me regaña y da brincos con chillidos al saber que nos subiremos.
—No te preocupes, no lo cargas tú —no me replica porque justamente nos toca subir y me tomó de la mano como niña pequeña.
Estamos en la cabina, están perfectamente climatizadas y contándonos, somos unas diez personas dentro. Para evitar la sensación de devaneo, están provistas de un sistema de estabilización para mantener la cápsula nivelada. Además, la velocidad es extremadamente lenta, se tarda alrededor de media hora en dar la vuelta completa, tiempo suficiente para ver la hermosa vista de Londres que alcanza hasta cuarenta kilómetros a la redonda. Es increíble que aun siendo la tercera vez que subo, siento la emoción y me enamoro un poco más de mi país. Isla se encuentra eufórica señalando todo y sacando fotos, no ha dejado su risa, ella es genuina y aprovecho su distracción, me siento en el banco que hay en el medio de la cápsula, saco la caja de cupcakes, consigo unas curiosas miradas y solo pienso en darle el toque especial de su día. Tal vez, me den un regaño por hacer este detalle y me aseguraré de llevarme todo. Me levanto con un cupcake en la mano, escucho su chillido y al levantar la vista soy alcanzado por una histérica, Isla.
—¡Omg, qué detalle! —se tapa la boca y las personas se han aglomerado alrededor de nosotros—. ¡Gracias! Nunca lo olvidaré.
—No esperes una canción, pide un deseo —enciendo con el encendedor la vela.
—¡Estudiar en Oxford, arquitectura, quiero libertad!
—No puedes pedir en voz alta.
—No importa, los cumpliré, ¡ah! Es importante acabar con la tiranía del señor O'Sullivan y no descansaré hasta verlo caer —susurra para que sólo escuchemos nosotros.
Sus palabras son decididas, su mirada es determinada y creo que esta chiquilla lo logrará de una forma u otra.
Las personas nos sorprenden cantando y decido unirme, sin tener más opción.
Happy Birthday to You
Happy Birthday to You
Happy Birthday Dear Isla
Happy Birthday to You.
Los ayudamos con el nombre y la felicitaron. Ella une sus manos en sus labios y cierra los ojos, tal vez, pidiendo un último deseo o viendo una visión, al abrir sus ojos gris tormenta heredados de su progenitor sopla con fuerza la vela y todos aplauden.
—¡Gracias por este día, el mejor cumpleaños de mi vida!
—¡Feliz cumpleaños!
Intuyo que seremos una gran mancuerna en la caída del señor O'Sullivan. La mejor prueba son los edificios de más de trescientos años de pie y siguen día a día, años tras años erguidos, eso me da fuerzas de seguir con la ardua tarea de vivir.