Capítulo 1: Heridas Inesperadas
Ocho años atrás
Desperté decidido, hoy es el día en que me declare con Margaret. Cuando estoy con ella no veo a ninguna chica, nadie me atrae. Cada vez que hablamos me pierdo en sus ojos azules. Estamos en los últimos días de los exámenes de nivel “A-Levels” y habíamos estado estudiando juntos. La he apoyado en estos momentos fuertes para ella, su mamá está internada con problemas de alcoholismo y los exámenes encima, está sobrecargada. El agua caliente corriendo por mi cuerpo, en eso escucho que tocan la puerta y me imagino que es uno de mis hermanos.
—No molestar temprano —alzo mi voz y se abre la puerta, se asoma un rostro idéntico al mío, bueno somos trillizos.
—¿Me puedes llevar al colegio? Mi carro fue llevado al taller mecánico, me acaba de decir papá y de una vez tenemos una charla de hermanos —habla Henrik, el hermano del medio por minutos.
Henrik, es quién tiene la voz gruesa de los tres, es nuestro hermano perezoso y su encanto es su gentileza. No sé explicar nuestra conexión, es como tener una antena radar de hermanos y cada uno emite ondas particulares.
—Sí, ahora déjame bañar y cierra la puerta.
Se asoma en la puerta de cristal de la ducha y bate sus pestañas con ojos verdosos, le salpico agua y se va corriendo, cerrando de un portazo.
Vamos de camino en mi Aston Martin rojo y Henrik va cambiando la música contantemente, no le gusta nada.
—Puedes quitar tus manos de mi radio —golpeo su mano y me saca la lengua, de los tres es el más relajado.
La canción que suena es de «Dua Lipa, “Swan Song”» y mi hermano empieza a corearla mientras mueve sus manos al ritmo de la música.
This is not a, this is not a
Swan, swan song
This is not a, this is not a
Swan, swan song…
—Esa chica es buena, me gusta —muevo la cabeza y siento el ritmo.
—Te recuerda a tu querida Margaret —se burla—. Estás que babeas por ella, se acaba el tiempo hermano y nada que salen.
—Lo sé, hoy se acaba el miedo.
El día es hermoso, un sol veraniego nos acompaña, el camino de nuestra casa a Westminster School es corto.
—Por cierto, está mañana vi a Heriberto raro, se fue mucho antes de lo normal, ¿qué se traerá entre manos?
—Eso sí que preocupa, para ir al colegio siempre se despierta tarde —nos quedamos en silencio escuchando la radio y de momento siento un escalofrío, y me acaricio el brazo por encima de la chaqueta.
Nosotros sentimos cuando uno esta afectado, por ejemplo: si sufre, cuando esta demasiado feliz y por más extraño que parezca, hasta cuando el otro está teniendo sexo, es algo que nos une y somos mejores amigos.
Al estacionarnos, Henrik se marcha con urgencia para desayunar antes de entrar, no tengo hambre, estoy nervioso. Me arreglo la corbata del colegio, tiene rayas inclinadas de color amarillo y n***o, el pantalón es gris, camisa blanca de manga larga, en todo momento debemos usar la chaqueta negra con insignia de Westminster School, hasta la mochila debe ser lisa o con el diseño del colegio. Ya saben toda esa mierda del código de vestimenta elegante que promueve la comunidad y enfoque en aprendizaje, en fin, todo eso me da igual, si fuera por mí vengo en boxers.
En ese momento aparece mi hermano mayor por minutos, Heriberto, viene con la corbata aflojada y su pelo parece que hubiera pasado un ciclón en él, solamente sucede cuando está en problemas o asustado, es manía pasarse la mano por el pelo y hasta se lo jala fuerte si es mucho el estrés, nos conocemos bien. Me recuesto de mi carro y espero por él.
—Hernán, llegaste... —mira para todos lados desesperado y sé que me esconde algo. Intuyo que no me gustará, aprieto mis manos y estoy alerta—, ¿Has visto a Mar...ga..ret? —su nombre le sale entrecortado.
No pierdo tiempo con él, salgo apresurado a buscarla, miro el reloj sabiendo que falta poco para entrar a clases y debe estar sentada con su amiga en la biblioteca. Al entrar corriendo me regaña el bibliotecario e intento caminar con la respiración alterada. Camino con pasos grandes, recorriendo con la vista las mesas, sin embargo, no aparece. Continúo la búsqueda y me detengo en seco al encontrar en una esquina retirada a su mejor amiga, y la mochila de Margaret está tirada en la silla al lado. Debe estar en los pasillos de estantería, con cada paso mis nervios aumentan. En las primeras dos filas nada, me detengo en la tercera fila y trago fuerte al verla leyendo un libro, y agarro valor dando grandes zancadas hacia ella, consigo asustarla al llegar de repente.
—¡Oh! —suelta un leve chillido y por instinto se tapa la boca sonriendo—, me has dado un susto, Hernán —se acerca el libro a su pecho, escondiendo la portada, mientras intento calmar mis respiración. No me importa lo que lee, para ser sincero.
—No te encontraba… —pronuncio, intentando calmar mi respiración.
—¿Me extrañaste?, tanto te gusto lo de ayer —se acerca hacia mi cuerpo, sus mejillas se tornan rosadas y acaricia mi mejilla. Sin darme cuenta retrocedo un paso y su mano queda suspendida en el aire, sus ojos se abren llenos de duda—. ¿Qué pasa Hernán, ayer estuviste conmigo?
Sus palabras me cortan como cuchillas, siento una herida letal atravesando mi corazón. Se entremezcla el dolor con la traición, de pronto se me dificulta respirar, mis manos nerviosas pelean con el nudo de la corbata. Ella intenta acercarse y, retrocedo tambaleante, se detiene con sus ojos enormes consternados. Niego con la cabeza, logrando que me de espacio, con violencia aflojo la corbata, me consume la rabia, se distorsiona su silueta, de pronto aparecen unos puntos rojos en mi visión y por instinto cubro mi rostro con las manos.
—¡Por Dios!, ¿te sientes mal? —sin darme cuenta me incliné adelante, siento una presión en el pecho, me duele el corazón y más sabiendo que es mi sangre, mi puto hermano.
Sumido en el dolor no me percato cuando puso su mano en mi espalda, al sentirla me retuerzo, y me destapo el rostro. Ella se le cae el libro y en ese justo momento llega su amiga. Al vernos en este estado se queda pasmada y su mirada cambia a asustada. Sus ojos me juzgan, lo que no sabe es que me traicionó, ella aseguró que nunca me confundiría y me falló, al igual que mi hermano.
—Margaret, ¿qué sucede? —camina su amiga hacia ella y la abraza.
Logro ver sus lágrimas derramadas en su perfecto rostro, su piel suave que ahora no veré, sin imaginar los labios de mi hermano rozando sus mejillas.
—Dijiste que nunca me confundirías —mi voz ahogada en llanto, no me di cuenta de cuando empecé y mis palabras son amortiguadas.
Me paso la mano bruscamente por mis lágrimas, no quiero que me vean débil, cierro los puños haciendo fuerza. Ella se cubre el rostro mientras cae al suelo con su amiga y desconsoladamente solloza. Necesito irme, los libros se cierran a mi alrededor, siento que me aplastan y me doy la vuelta para huir de este encierro.
—No sabía que era uno de tus hermanos —gritó desesperada.
Se aglomeraron unos alumnos para averiguar el espectáculo y vaya que gran obra es, titulada "el día que un iluso enamorado fue traicionado por uno de sus hermanos trillizos".
—Habla con Heriberto, no puedo, no... —Cada vez vienen más alumnos y me siento acorralado.
Escuchaba a todos en mi cabeza y me fui corriendo, tropecé con el bibliotecario y me llamó la atención, pero no me detuve.
Al llegar al estacionamiento respiro profundo, quedan pocos alumnos, una chica se queda atontada al verme y sin darle importancia sigo caminando. Recostado en mi auto me espera Heriberto, apresuro mis pasos, cortando la poca distancia y lo agarro de su chaqueta. Sus ojos verdes llenos de culpa me reciben, no hay dudas, erróneamente tenía la esperanza que fuera una pesadilla, tan solo iba a tomar una siesta y al despertar nada sería real, solo un horrible sueño.
—¿Por qué? —le reclamo llorando, solo se queda callado y sus ojos se humedecen—, habla maldito, sabías todo, lo hablamos los tres —soy apartado de Heriberto y a la defensiva busco para golpear a la persona y me detengo al distinguir a Henrik.
—Sabía que sucedía algo, lo intuí y en el pasillo me entero por los cuchicheos de esto, somos hermanos, ¡maldita sea! Estamos por terminar, sólo queda nada para nuestro futuro y ustedes peleando —nos sermonea sin saber el motivo.
—Heriberto —lo señalo con el dedo índice—, se acostó con mi chica. Ustedes saben que Margaret me gusta y que la quería de novia. Sin embargo, se la llevó a la cama, mi sangre, compartimos la misma placenta. Uno de mis mejores amigos, ¿no somos familia? —cuestiono, me tengo que ir, no puedo pensar con claridad.
Ellos se quedan callados, necesito apartarme y estar a solas. Saco la llave de mi bolsillo y rápido me subo al auto. Intento calmarme, es en vano, lanzo mi mochila en el asiento del pasajero y golpeo el volante varias veces. Nunca me sentí tan traicionado como hoy, me duele y me llena de odio que sea mi hermano y jamás deseé no ser trillizo, pero si me preguntas mi respuesta sería sí. Odio tener el mismo rostro que mis hermanos, por culpa de eso mi chica me traicionó. No creo que pueda pasar algo peor en mi vida, era mi mejor amigo y hermano. El inmenso dolor me carcome y no quiero sentirlo, es una maldita herida letal. Enciendo el motor, por el rabillo del ojo mis hermanos discuten y sin mirar retrocedo el coche. Vuelvo a darle una última mirada, los ojos atormentados de Heriberto se conectan con los míos envueltos en llamas y le regalo una sonrisa malévola. Henrik trota hasta la ventanilla del pasajero y golpea el cristal preocupado.
—Abre la puerta Hernán, ¡demonios, abre! —me ordena preocupado y niego con el semblante tenso.
Acelero, siento la adrenalina y me voy volando del colegio, directo a mi casa. No quiero compañía en este instante, cómo cambió todo. Apenas una semana atrás estábamos hablando de mi chica, qué dices, jamás fue tuya. Golpeo el volante de nuevo, afuera se ve un borrón el camino, tengo que bajar la velocidad si no quiero terminar siendo detenido por los policías y mi mente vuelve a ese momento.
***
Al llegar del colegio decidimos bañarnos en la piscina de casa, nuestra madre hermosa estaba emocionada de poder compartir ese día con nosotros. Ella siempre estaba ocupada con sus labores de beneficencia y pasaríamos una agradable tarde en familia. Estaba con los pies metidos en el agua, sentado en el borde de la piscina, Heriberto nadando y Henrik estaba poniendo la radio.
—Hernán, te hemos visto muy apegado a la chica rubia con ojos azules —intentaba averiguar Henrik sonriendo y en eso entraba nuestra madre con una bandeja de comida.
—¿Qué es lo escuché? Cuenta, Hernán —insistió mamá, ella es hermosa, nosotros somos una copia multiplicada por tres.
—Hasta dejó de comer con nosotros en el break, mamá —se quejaba Heriberto y continuó nadando.
Nuestra madre nos cocinaba Fish and Chips, es una comida típica británica. Sus ingredientes principales son el pescado y las papas fritas. Mi mamá utilizaba preferiblemente el bacalao, aunque se pueden utilizar otros pescados en la receta. Era la mejor haciendo la masa. Henrik, enseguida agarraba el bacalao y le daba una mordida grande.
—Necesito que me cuentes Hernán, ¿quién es la hermosa chica que conquistó a uno de mis tesoros? —Su sonrisa es lo más hermoso de Inglaterra, cuando ella me sonríe es como si me diera su corazón.
Nuestra mamá se llama Amelia, rubia castaña, de ojos verdes, nariz perfilada, tez blanca y el pilar de esta familia. En eso me sacaba de mis pensamientos Heriberto, salpicando en el rostro agua y estuvimos en guerra.Todos nos reíamos y volvía a mirarla, estaba sonriendo mientras Henrik la abrazaba por detrás, él siempre es su mono. Ella tiene debilidad por Henrik, nos ama por igual, pero al ser él más perezoso, ella siempre está encima buscando como mantenerlo activo. Una vez los tres nos portamos mal, al correr en su oficina se cayó la laptop de papá, enojado nos castigó a los tres porque se confundió en identificarnos. Henrik se echó la culpa para que no nos castigaran a todos, pero en realidad fue Heriberto. Nuestro padre nos dejó solos al no saber quién fue, se marchó enojado y mamá se acercó con su sonrisa y nos dijo: «sé quién fue a mi no me pudieron engañar». No sé cómo lo hizo, pero siempre nos agarraba cuando mentíamos. En el colegio nos intercambiamos en clases y no se dieron cuenta, pero con mamá no funcionó.
—No te hagas de rogar, Hernán —hacía pucheros toda adorable.
—Bueno les contaré; se llama Margaret, es la chica más guapa del colegio con su cabello rubio y sus ojos azules, es como mirar el cielo.
—Lo perdimos mamá —exclamó Henrik y me avergoncé.
—No lo molesten, cuando sientan que su corazón se desboca y quiere salir por la boca, no lo dejen ir, sean los mejores cazadores. El amor es lo más aterrador que vivirán, sin embargo, vivir el amor es la mejor emoción que existe —nos aconsejó mamá.
—¿Mamá, eso lo sientes por papá? —preguntaba Heriberto, todos esperamos curiosos.
—Ujum, lo vivo aún y no importa las adversidades es lo más grande que tengo y sumándolos a ustedes —de pronto su mirada se perdió y me asustaba que tuvieran problemas y no nos contaron.
—¿Qué pasa mamá, tienen problemas papá y tú? —preguntaba preocupado y mi madre volvía en sí y negaba.
Todos nos quedamos mirándola, con ella somos muy celosos.
—Tranquilos, mis revoltosos —acariciaba el rostro de Henrik—, estamos bien y no tienen que preocuparse aún así hubieran problemas, es asunto de nosotros.
—Nos importa sí y mucho —reclamaba y Heriberto me jalaba por los pies consiguiendo que cayera en la piscina.
Lo agarraba del cuello y venía corriendo Henrik se lanzaba al agua, me agarraba y hundía mi cabeza; y cuando lograba salir a la superficie nos quedamos riendo a carcajadas. Por el rabillo del ojo vimos a mamá sonreír al vernos y me calmó, nada más verla feliz con nosotros.
***
Recordar ese momento me hace querer estar en los brazos de mamá, entro por el portón de mi casa, vivimos en Kensington Palace Garden, donde todos son adinerados y no se hablan los vecinos. Hay varios camiones de mudanza, me da mala espina, enseguida busco el celular en la mochila, en el colegio no es permitido, pero siempre lo llevo. Al ver la pantalla tengo varias llamadas perdidas, entre ellas el jefe de papá, mamá, Henrik y me bajo preocupado. ¿Qué pasará ahora? En eso velozmente llega el coche de Heriberto, produciendo ruido con los neumáticos, un Aston Martín azul, nuestro padre nos regaló el mismo con distinto color. Abre la puerta de cantazo, al bajarse me alcanza corriendo hacia mí, Heriberto me empuja contra la puerta y me quedo mirándolo con odio.
—¡Idiota!, ¿querías matarte? Saliste del colegio y ese auto por poco colisiona contigo, sé que estuve mal, pero eso no te da el derecho de ser suicida —su rostro enojado, Henrik está entre medio de nosotros nervioso.
Ni siquiera me di cuenta que iba a tener un accidente, tal vez, hubiera sido lo mejor.
—No me importa, suéltame —hablo cortante, su semblante se frunce mostrando su tic nervioso en el ojo derecho, le pasa al estar alterado y lo empujo, zafando de su agarre.
No se rinde, es el más orgulloso de los tres y sostiene mi hombro. No lo tolero más, cierro el puño conectando un golpe en su boca, no se queda dado y me devuelve el cantazo dándome en la naríz. Henrik nos intenta separar metiéndose y por accidente impacto en su ojo.
—¡Malditos, paren ya! —nos alza la voz Henrik, mientras aprieta su mano en su ojo golpeado, Heriberto le sangra la boca y me limpio la sangre de la nariz.
Se escuchan unos aplausos, los tres nos giramos y vemos al jefe de papá, su nombre es Mohammed O’Sullivan. Se va acercando como buitre, nunca me ha caído bien, menos ahora que se cree Dios, aplaudiendo en nuestra casa.
—Se puede saber, ¿cuál es la ocasión para aplaudir, idiota? —insulto a Mohammed y veo que a pesar de esa figura de tranquilidad, sus ojos cargan rencor, percibo que quiere hacerme tragar mis palabras.
—Es el jefe de papá, Hernán —me reprende—. No seas grosero —intenta remediar Henrik y cuando voy hacia el payaso de jefe, Heriberto sostiene fuerte mi hombro.
Me giro por encima de mi hombro furioso, alza su mano de mi hombro y con su mirada entiendo, no te tocaré, pero escuchemos, asiento.
—¿Qué pasa señor Mohammed O’Sullivan? Escucharemos, pedimos disculpas, hemos tenido un mal día —irónico que las disculpas sean de mi hermano traidor.
Estoy tan desconcertado de su falta de vergüenza, bufo e intento no darle otro golpe. En eso veo que salen unos hombres de la casa sacando los muebles, por el rabillo del ojo me doy cuenta que el señor Mohammed O'Sullivan sonríe. Cuando lo encaro disimula seriedad, lo acabo de atrapar y no me trago su inocencia.
—Como pueden observar su casa está siendo embargada, su padre… —lo corta Henrik.
—¡¿Embargada?! ¿Dónde se encuentran nuestros padres? —interroga angustiado.
En eso recuerdo las llamadas perdidas y el señor Mohammed O'Sullivan comienza su falsa actuación.
—Como iba diciendo; antes de ser interrumpido su padre ha sido arrestado por fraude y su mamá viene de camino, lo siento.
Su lamento se lo puede meter por donde no le da el sol. Cuando pienso preguntar el porqué, suena mi celular y al mirar la pantalla es de ella.
—Mamá, ¿dónde estás? ¿Qué ha pasado? —escuchar su voz me calma y añoro abrazarla.
—Hijo, voy en camino, tengan cuida… —se escucha agitada, de pronto a través de la línea se escucha una bocina y un estruendo.
Mis piernas se debilitan cayendo al suelo y por un breve segundo mi corazón se detiene, con mi mano libre hago presión al corazón y me sube un golpe por el pecho y garganta, logrando soltar un grito desconsolado.
—Mamá, mamá, ¿qué sucede? —bañado en lágrimas ruego por escuchar su voz y mis latidos aletean.