Estoy de pie en la entrada de la pequeña cafetería, rápido mis ojos encontraron a Tracy y estaba sirviendo un café, esta chica desentona en este lugar, se le viro la taza y la regañó una señora mayor, asumo su jefa. No se ha fijado en mí. Es increíble que sea tan torpe y a la vez tan linda. Al caminar con la bandeja hacia la mesa, sus ojos me detectan y tropieza, sin pensarlo me deslizo y la sostengo. Fue imposible que el café no se derramara, en eso viene la señora mayor furiosa hacia nosotros.
—Tracy, si no mejoras pronto, tendré que despedirte —la encargada la reprende.
—Prometo mejorar, deme otra oportunidad —se inclina pidiendo disculpas varias veces y se marchó hacia la cafetera.
—Joven, le pido disculpas, es nueva. Apenas lleva una semana, aunque no mejora nada —negó con la cabeza.
—Señora, confíe en ella y verá que mejorará pronto.
No creo que sea posible, sin embargo, le doy un voto de confianza. Al menos logró servir el café y llevarlo completo a la mesa. La persona no se ha quejado aún, asumo que no le ha causado efecto negativos. En el mostrador hay selección de tartas, cupcakes y varias delicias.
—Tracy atiende al mozo, confiaré en tí —la encargada le palmea la espalda y se va hacia la cocina dejándonos solos, la cafetería está vacía, solo está la señora del café leyendo un libro.
—Disculpa, has presenciado mis torpezas, tengo un problema de coordinación, lo mío no es ser delicada —sentí que sus palabras tenían algo oculto, al parecer notó mi curiosidad—. No creas que soy un monstruo o asesina a sueldo, simplemente me cuesta agarrar el pie rápido, en cambio, cuando obtengo el ritmo no hay quien me detenga de mi propósito.
Esta chica es un enigma, puedo ver que oculta algo, sin embargo, cuando sonríe es genuina y no me da mala espina como Margaret.
—Puedes ser lo que sea, pero te aconsejo —susurro y le hago señas con la mano para que se acerque al mostrador y ella con esos ojos marrones adornados por sus hermosas pestañas, se acercó intrigada—, que practiques mucho y veas videos de baristas para que no te despida la doña, abogué por ti y no debes dejarme mal parado.
Me golpeó con su mano el brazo, lo sostengo sonriendo y ella me devuelve una sonrisa tentadora con ese lunar provocador. Tus manos son toscas, es extraño, acaricio su mano y enseguida la apartó pasmada.
—Hago mucho trabajo manual, no me gusta que toquen mis manos, ¿que deseas probar?
Sus ojos me evaden y se ha puesto nerviosa, no quiero incomodarla.
—Una tarta de chocolate y un café, para que vayas practicando, como no hay nadie sírvete a mi nombre y come conmigo.
—No puedo, me despiden.
—No lo haré aún chiquilla, ve siéntate con mi cliente apuesto y les serviré a ambos.
Ninguno de los dos la había sentido volver, nos sorprendió la doña. Por el rabillo del ojo vi un rubor en sus mejillas, adornado por sus pecas y se quitó el delantal dejándolo en el perchero.
—¡Muchas gracias!
—Ya vete antes de que me arrepienta —la empujó y me alcanzó, Tracy.
Fuimos a la esquina donde había una mesa de dos, le muevo la silla y se sienta callada. Al sentarme nos sirve la doña, dos tartas de chocolate y dos cafés, nos deja azúcar en un frasco.
—¿Cuántas cucharadas? —abro el frasco.
—¡Dos cucharadas, gracias!
Le sirvo las dos cucharadas, lo muevo y se lo ofrezco, ella lo sopla.
—Eres adorable toda ruborizada —no soy de los aduladores, esta chica me hace soltar mis pensamientos.
—No estoy ruborizada, son mis pecas —se mira su reflejo en la vitrina.
Por instinto le suelto su moño y su cabello cae en sus hombros, ella se gira a verme, y subo mis hombros sonriendo.
—Quería ver tu cabello suelto, es castaño, lacio con las puntas onduladas, te ves bien.
—Eres un niño de antojado, solo se te antojó y lo hiciste.
—No estoy así de relajado desde… —siento que se cierra mi tráquea.
—¿Desde?
No puedo hablar de algo tan triste, no ahora.
—Olvidalo, fui un niño, disculpa.
—No me molesta, tranquilo —coloca su mano encima de la mía.
—¿Cuándo iremos a remar? El sábado y domingo estoy libre.
—Espero que mejore algo en la cafetería y pido un sábado para ir contigo.
—Me parece que debo pedir el día por ti, no podemos esperar milagros.
—Eres malo.
—Te apoyaré —saco una pluma de mi abrigo y escribo en una servilleta mi número, además de un mensaje.
Ella se inclina curiosa, me he dado cuenta que es parte de ella, algo natural.
—Con esa sonrisa y pecas puedes lograr lo que te propongas —leyó en voz alta y guardó la servilleta en su pantalón—. Lo mantendré como amuleto, quien sabe me des poderes.
—Espero que sea lo más pronto posible.
—Debo seguir trabajando —se puso de pie y la ayudé a botar los vasos.
Ella se coloca el delantal mientras p**o con la doña y se marchó a la cocina. Me despido de la señora, sin querer irme, sin verla de nuevo, ni modo. Estoy afuera de la cafetería y suena mi celular, es un número desconocido.
—¡Hola!
—¿Qué opinas de una película en la noche? —Su voz en la línea me hace sonreír.
—Acepto, enviame la ubicación y te aseguro que llegaré.
—¡Listo, Henrik, gracias por el café y la torta!
Al caminar hacia la casa, no podía dejar de repasar su sonrisa y pecas. Estaba jodido, apenas la conocí y quería saber todo de ella. Por ahora me aferraba a este momento y vivía sin pensar tanto.