Toda su piel estaba erizada por la manera como su esposo la miraba. Se habían subido a una bonita limusina y el príncipe la hizo sentarse delante de él, para poder mirarla durante el trayecto. Rania había visto el deseo reflejado en los ojos azules de Karim muchas veces, pero no como en aquella ocasión. Había lascivia en su mirada, una sombra de perversión que la mantenía más sombría que de costumbre, algo que la asustaba, pero también la excitaba. El vestido que Karim había elegido para ella era un pequeño trozo de tela brillante, que no cubría ni la mitad de su cuerpo. Tenía la espalda desnuda y un escote delantero bastante pronunciado, resaltando sus senos. Rania apretó los muslos cuando la mirada de Karim paseó por sus piernas y luego subió hasta su boca. El vestido era muy cor