Capítulo 1: No sabes la suerte que tienes.
—Dame otro beso… solo uno más y te dejo ir. —Suplicó Brian con carita de perro abandonado.
—Dale otro beso Rania, sino luego se pone insoportable. —Pidió Kate, la mejor amiga de Rania viendo como Brian miraba a su amiga embobado.
—No Brian, déjame ir y deja de apoyarlo Kate, eres mi mejor amiga y no suya. Si vuelvo a llegar tarde mi tío me mata y con razón. —Contestó Rania esquivando los besos de su novio.
Rania Hassan tenía veinte años, era una bella chica de rasgos árabes, larga melena negra y ojos color miel, la obsesión de su novio Brian Harrisburg, un joven que pertenecía a una familia acaudalada. Era el mejor partido de la Universidad donde estudiaban Ingeniería Petrolera y era el deseo de todas sus compañeras, pero sólo tenía ojos para su reina del desierto… como la llamaba.
—¿No estás cansada de trabajar en la tienda de alfombras de tu tío? —Preguntó insistiendo en lo mismo, aunque Rania le daba siempre la misma respuesta.
—Para nada Brian, adoro trabajar con mis tíos en la tienda y hacer crecer el negocio. Me siento útil y algún día quiero ayudarlos a ampliar el negocio.
—Pero sabes que podría darte una vida de reina cuando te cases conmigo, no tendrás que trabajar ni hacer ningún esfuerzo, solo nos dedicaremos a vivir la vida. —Aseguró.
—Yo en tu lugar ya hubiera aceptado Rania, no sabes la suerte que tienes. –Opinó Kate y Rania giró los ojos.
—Yo no quiero ser una mantenida Kate, ni de Brian ni de nadie. Solo quiero llegar a ser algún día una gran profesional y construir grandes cosas, abrirme paso en la industria del petróleo. —Habló Rania con firmeza. —Ahora déjenme ir, no quiero que mis tíos me vuelvan a llenar de preguntas por llegar tarde.
—No tendrías que pasar por eso si asumieras nuestra relación. —Se quejó Brian cansado de tanto secreto.
—Cariño sabes que mi tío quiere que me case con un buen hombre musulmán. Me apoya en mis estudios, pero sigue siendo muy aferrado a sus viejas tradiciones y a nuestra religión. —Le recordó Rania apenada. –Debo esperar a terminar la Universidad para asumir nuestro noviazgo públicamente, después de eso seré totalmente libre.
Brian la agarró con fuerza para acercarla a él y Kate se apartó para darles algo de intimidad.
—¿También tendré que esperar a que eso suceda para tenerte de verdad? —Preguntó ansioso, llevaban un año saliendo y aún no se habían acostado. —¿Me rechazas también por tu religión?
—No Brian, es solo que quiero que sea algo especial y no quiero sentirme presionada. —Rania dejó un beso en su rostro y se alejó incómoda de estar de aquella manera tan pegados públicamente. — Dame un poco más de tiempo, sabes que te amo y eso debería ser suficiente para darte seguridad en esta relación, si necesitas sexo para saberlo es porque el amor no significa mucho para ti.
—Yo también te amo… solo tengo miedo a perderte. —Suspiró Brian con frustración y ella lo besó.
—Eso no sucederá, jamás me vas a perder. Eso te lo aseguro.
Después de despedirse de su novio y su mejor amiga, Rania tomó el autobús con destino al barrio donde vivía con su familia, ya que por suerte iba a una Universidad que estaba cerca de su casa, de lo contrario no hubiera podido seguir con sus estudios.
Al llegar a la tienda de su tío que estaba justo debajo de la casa, Rania intentó entrar sin hacer ruido, pero alguien ya esperaba por ella.
—Eres como una rata escurridiza. —Espetó su tío Hamza asustándola.
—¡Tío por Alá, casi me matas de un susto! —Habló ella con los latidos de sus corazón acelerados. –Si sigues haciendo esto arderás en el fuego del infierno por ser tan malo. —Se rio la chica.
—El que no debe no teme Rania Hassan y llevas unos meses que siempre llegas tarde. ¿Dónde andabas pequeña llama del fuego del infierno?
—¿Nunca dejarás de llamarme de esa manera? –Preguntó riéndose mientras dejaba su mochila detrás del mostrador de la tienda.
—No, ahora contesta a la pregunta de tu mayor. ¿Dónde estabas Rania Yasmina Hassan? — Demandó y ella se puso el delantal suspirando con cansancio.
—Estaba en un bar de carretera prostituyéndome tío, ya lo sabes…para mantener a mis cuatro maridos narcotraficantes. —Bromeó y Hamza se llevó la mano al pecho haciendo un gesto dramático.
—¡Alá te castigará algún día por hacerme estas bromas niña, como sigas así me matarás de un disgusto y por no haberte educado bien …
—Seguramente arderás en las llamas del infierno como penitencia por no haber sabido guiarme por el camino correcto. —Continuó Rania por su tío, pues escuchaba aquellas palabras constantemente. —Sabes que solo te he dado alegrías viejo, así que deja de quejarte tanto. — Dijo y después dejó un beso cariñoso en la frente de su tío.
—Yo solo quiero lo mejor para ti, Rania. Estoy soñando con que te cases con un buen hombre.
Hace unos días el sobrino de Mohamed…
—Por favor tío, ya lo hemos hablado. —Lo interrumpió Rania molesta. —Mi único pensamiento ahora es terminar mis estudios, nada de matrimonio. —Habló con seriedad y su tío rezongó.
—Pues deberías de comenzar a pensarlo, cada vez estás más mayor y así nadie te querrá. — Aseguró Hamza y Rania lo tomó del brazo para llevarlo delante del espejo.
—El único viejo que veo ahí eres tú. Por lo tanto, no hay motivo de desesperación. —Hamza se giró para verla y la tomó de los brazos con cariño.
—Este país está lleno de personas que van por el mal camino Rania y no quiero que termines como algunas de nuestras vecinas. —Dijo Hamza preocupado.
—Tío en cuanto a eso puedes estar tranquilo, tú y la tía Fariha siempre me han enseñado que mi cuerpo es un templo y que no debo dejar entrar a cualquiera. Aunque no esté de acuerdo con ciertas cosas como bien sabes, en eso pienso lo mismo. Así que por favor olvidemos el asunto por ahora. —Pidió y Hamza la abrazó.
—Está bien, pero de todas formas te traeré fotos del sobrino de Mohamed. —Avisó y Rania puso los ojos en blanco.
Rania tenía muy claro el camino que quería labrar en la vida para su futuro, pero aquella noche una llamada cambió su destino para siempre.
—Rania, Rania cariño… ¡Despierta! –La llamó su tía Fariha.
—Tía es muy tarde, ¿qué ocurre? —Habló con la voz cansada soltando el libro con el que se había quedado dormida leyendo.
—Es de Marruecos… de la casa de tu padre. —Habló y Rania se desveló rápidamente.
Ella llevaba años sin saber nada de su padre, desde que él la había enviado a Estados Unidos para vivir con sus tíos después de que su madre murió de una manera horrible.
Rania y Fariha escuchaban atentamente todo lo que Hamza hablaba por teléfono con otro tío de Rania, Idris Hassan. Después que el hombre colgó la llamada ella preguntó nerviosa.
—¿Qué está pasando tío?
—Es tu padre Rania. Ibrahim está muy enfermo, se está muriendo. —Contó Hamza dejándola aturdida.
—¿Mi padre se va a morir? —Preguntó Rania angustiada y su tío asintió. —¡Alá!
—Uno de tus tíos ha llamado para avisarte que Ibrahim quiere verte antes de dejar este mundo para unirse al profeta. —Habló Hamza con tristeza y Rania lo miró asombrada. —¿Ir a Marruecos? —Inquirió con ansiedad.
—Así es mi niña, quieren que viajes a Marruecos para despedirte de tu padre. Yo no puedo ir contigo y ya sabes que tu tía no es bien recibida en su casa por ser saharaui. —Habló Hamza apenado porque no quería dejar a su sobrina sola, pero ¿Qué podría suceder de malo? Supuestamente ella estaría a salvo con su familia o eso pensaban.
A la mañana siguiente en la Universidad, Rania no pudo prestar atención a nada. Ella solo pensaba en el pedido de su padre que estaba en su lecho de muerte.
Rania llevaba doce años de su vida separada de su progenitor y sin pisar su tierra natal. Tanto que ya no tenía muchos recuerdos de Casablanca, la ciudad donde había nacido. Brian a su vez se dio cuenta que la mente de su novia estaba muy lejos de la clase.
Cuando hubo un intervalo Brian prácticamente la secuestró y se la llevó a un parque que estaba cerca, donde ellos se sentaron en el césped para hablar.
—Brian no podemos faltar a clase, sabes que el profesor de Geología es muy exigente. — Reclamó Rania, pero Brian se negó a marchase de allí con ella y tomó su mano con delicadeza.
—No tienes cabeza para estar en clase y se te nota. —Habló Brian cono tono firme y autoritario. —Sé que hay algo que te preocupa. —Ella bajó la cabeza y él supo que estaba en lo cierto. —Soy tu novio Rania, sabes que puedes contarme cualquier cosa. ¿Dime por favor qué tienes?
Rania no podía seguir ocultando lo que estaba sucediendo con su padre y menos cuando ella debía tomar una decisión sobre si iba a atender a su pedido o no. Así que le contó toda la verdad a su novio.
—¿Entonces quieren qué vuelvas a Marruecos? —Preguntó Brian preocupado y ella confirmó con un gesto.
—Así es Brian, pero todavía no sé qué hacer. —Confesó y él la miró intrigado.
—Nunca me habías hablado de tu padre, ¿por qué amor?
Rania suspiró y en su cabeza revivió por unos instantes los últimos días que pasó en Marruecos.
—Mi padre me envió aquí para vivir con mis tíos después de la muerte de mi madre.
—Eso ya me lo habías contado, bebé. —Contestó Brian con incomprensión recordando lo poco que Rania le había revelado de su pasado.
—Lo que no te conté es como murió mi madre. —Habló con la voz rota y Brian la miró fijamente. — A mi madre la asesinaron Brian.
—¡¿Qué?! —Cuestionó impactado. —¿Cómo?... ¿Por qué?
Brian no sabía que decir, aquello le había pillado por sorpresa.
—Mi madre se enamoró de otro hombre y vivió su amor a escondidas con él hasta que la familia de mi padre descubrió todo.
—¿Ellos la mataron? – Preguntó indignado.
—La denunciaron y mi madre fue sentenciada a morir lapidada por ser una adúltera. —Reveló llorando, porque era una cicatriz en su corazón que jamás había llegado a cerrarse del todo.
—¿Tu padre permitió que le hicieran eso?
—Él no pudo hacer nada, incluso llegó a negar la traición, pero habían demasiadas pruebas.— Explicó con ese sentimiento de impotencia que jamás se iba de su pecho.
—¡Malditos desgraciados!—Gruñó Brian. —¿Por eso te ha enviado tu padre aquí… por lo que le hicieron a tu madre?
—Porque no quería que las decisiones de mi madre recayeran sobre mí. —Habló Rania apoyando la cabeza en el pecho de Brian que la refugió en sus brazos. —Todos empezaron a mirarme con malos ojos, decían que sería igual que ella y por eso mi padre me mandó aquí con el único hermano de mi madre. Desde entonces mi tío Hamza y su esposa Fariha han estado cuidando de mí como si fuera su hija.
—¿Entonces qué vas a hacer? —Se interesó Brian. —¿Vas a ir a Marruecos donde está esa gente…esos putos asesinos? —Inquirió molestó.
—Los odio a todos, pero mi padre no tuvo la culpa de lo que sucedió. Entonces supongo que sí, que haré lo correcto. —Declaró limpiándose las lágrimas.
—No sé si puedo permitir que te vayas sola. —Habló Brian que seguía enervado por lo que Rania le había contado.
—Estaré bien, solo iré por unos días para verlo y después regresaré aquí… a mi casa, con mi familia y contigo. —Prometió Rania, pero Brian no estaba muy convencido de que aquella decisión fuera la más acertada.