El problema no era confiar, era pasar por tal humillación y no salir completamente rota de aquel momento tan degradante.
Rania siempre se había considerado una romántica que soñaba con su primera vez de ensueño. Ella no había guardado su virginidad por las creencias de su familia, sino que lo había hecho porque creía de verdad que algo tan especial debería ser vivido al lado de alguien a quien amas, abrir su intimidad para otra persona por primera vez tenía que ser algo memorable. Como otras chicas con sus mismas ideas, ella esperaba a su príncipe encantado… pero allí estaba sintiendo como las manos de un príncipe bajaban despacio el albornoz hasta que cayó a sus pies y el calor del hombre a su espalda. El escalofrío que había sentido cuando Karim lavó sus pies no era nada comparado a todo lo que estaba sintiendo en ese momento.
El príncipe la giró muy despacio para mirarla de frente, pero Rania cerró los ojos, ella no quería guardar absolutamente nada de aquella experiencia en su memoria, ya tenía demasiado con las sensaciones, con el miedo y la vergüenza que sentía.
Karim sintió un agujero abriéndose en su pecho por lo que iba a hacer. Él sabía que ella no quería verlo y la entendía, podía imaginar lo duro sería todo aquello para Rania y su alma cayó al suelo por saber que sería el hombre que la haría pasar por el peor momento de su vida, por más que estuviera dispuesto a hacerlo con toda la delicadeza del mundo y para salvarla de la maldad de Fátima de Al Thani.
Karim echó un vistazo a su madre que seguía plantada en la puerta sin inmutarse. Fátima tenía la vista fija en la pared que estaba en frente, pero por su vista panorámica podía ver lo que sucedía en el dormitorio.
El príncipe apretó los puños con indignación e impotencia antes de levantar a Rania en sus brazos para acostarla en la cama.
La chica ahogó un gemido cuando notó los brazos fuertes de Karim alrededor de su cuerpo y dejó de respirar en el instante que su perfume invadió sus cosas nasales. Olía a hombre, su olor era embriagante, tan varonil y al mismo tiempo tan dulce. Ella pensó que otra mujer en su lugar a lo mejor estaría encantada por estar con un hombre como él, pero ella solo deseaba escapar.
El dosel con cortinas transparentes de la cama daba a los recién casados algo de intimidad, pero no hacía aquel momento menos incómodo.
Rania mantuvo los ojos cerrados, pero podía percibir todo lo que ocurría a su alrededor. Ella no vio el momento en el que Karim se quitó la camisa desnudando la obra de arte que era su cuerpo, cada músculo bien marcado, la piel bronceada y la V que bajaba por su abdomen que dejaría hipnotizada a cualquier mujer, pero se estremeció al notar el aire recorrer su piel desnuda cuando el príncipe desató la bata, que era lo único que llevaba puesto, descubriendo su piel.
Karim se maldijo una y otra vez al sentir otra vez ese latigazo de deseo en su entrepierna, hasta más fuerte que la vez en que la vio bailar. Sus senos eran perfectos, sus curvas una verdadera perdición y su piel era aterciopelada, algo que en otra situación ciertamente lo volvería loco. Él tuvo que apartar los ojos de su hermosa esposa y la sintió tensarse cuando se acostó sobre su cuerpo, acomodándose encima de ella.
Rania tragó en seco al notar su erección, una que él mismo no había podido controlar.
—Te dolerá un poco, pero te prometo que haré todo lo posible para amenizar el dolor. – Susurró Karim en su oído y fue cuando Rania abrió los ojos para mirarlo, había tanto dolor y tristeza en él como en ella.
Rania jadeó inconscientemente cuando Karim le abrió las piernas colocándose entre ellas y calló un gemido al notar como se bajaba el pantalón que llevaba puesto hasta los muslos para liberar su m*****o erecto.
La chica clavó las uñas en sus antebrazos cuando el calor de su pene y el peso de aquel gran trozo de carne rozó la entrada de su sexo, preparándose para romperla, para robar su bien más preciado.
—Karim… –Murmuró asustada.
—Estamos juntos en esto…abrázame, cierra los ojos y confía en mí nena. –Karim humedeció la punta de su m*****o, y aunque Rania se resistió al principio él intentó prepararla.
Ella lloraba sintiéndose como si fuera un animal que necesitaba hacer algo en contra de su voluntad para ser valorada por personas que solo la despreciaban y estaban a punto de entregar su virginidad a un hombre que no la amaba.
Karim apoyó la frente en la suya y se le rompió el corazón al escucharla llorar, pero su polla ya estaba lista para consumar el maldito matrimonio y Rania gritó cuando aquel cuerpo febril abrió pasó dentro del suyo haciéndose uno con ella con tanta fuerza, hundiéndose en su interior de una sola vez.
Él quería ser delicado, pero no podía retrasar el momento e incluso pensó que sería peor hacerlo. Karim gruñó al sentir su estrecho agujero estirándose, el calor y la humedad de aquellas paredes que estrujaban su m*****o dándole esa sensación de placer. La resistencia de la mujer bajo su cuerpo, le hacía odiarse a sí mismo por estar tan excitado. Él sabía que era doloroso para ella y más por su tamaño. Karim era consciente de sus dimensiones y de como la estaba rompiendo.
Rania sintió una fuerte ola de dolor atravesarla mientras que el se empujaba contra ella. La chica quería escapar, sacar aquella bestia de su interior. Karim alargaba su sexo, lo llenaba creando una presión desconocida para ella.
Karim se había enterrado en su v****a, hasta perderse por completo en ella rompiendo ese pequeña piel que la hacía pura para la sociedad y “digna” de él.
Él le dio unos minutos para adaptarse a su tamaño y mientras tanto Fátima clavó las uñas en la palma de su mano con rabia. Aquel grito y la resistencia de Rania solo demostraba que la chica sí era virgen y eso le causó una profunda ira. La mujer estaba segura de que aquella misma noche iba a deshacerse de la esposa de su hijo, pero las cosas no habían salido como ella se esperaba y encima Karim había consumado su matrimonio.
A pesar de la presencia de su madre en la habitación, invadiendo un momento tan íntimo, a Karim solo le importaba Rania.
—Estoy contigo, estoy aquí contigo nena.
—Me duele. —Susurró Rania con la respiración entrecortada.
—Lo sé nena, lo sé. –Contestó con el corazón encogido, pero su cuerpo sentía otra cosa. Estaba avergonzado de la excitación que tenía todos sus músculos tensados, de lo duro que estaba y de la ganas que tenía de embestirla como un animal en celo, pero se controló por ella y empezó a mover sus caderas muy despacio. Infelizmente no bastaba con quitarle la virginidad, Karim también tenía que consumar su matrimonio ante la fe y eso significaba ir hasta el final.
Rania hundió las uñas en su espalda más de una vez y se mordió los labios escondiendo el rostro en la curva de su cuello mientras que Karim se movía dentro de ella, estirándola, provocando un hormigueo en su vientre con cada golpe de su m*****o que se deslizaba entre sus pliegues.
Los dos se abrazaron pasando por aquella experiencia juntos, y sin poder resistirse más a lo bien que sentía estando metido dentro de su esposa, Karim comenzó a empujarse con más fuerza y urgencia hasta que sus cuerpos comenzaron a chocarse. Ella ahogaba cada uno de sus gritos por las embestidas que Karim le daba, por como sentía su torso caliente se pegaba a sus senos por el sudor y notó el preciso momento en que el cuerpo de Karim se tensó, escuchó la vibración en su garganta callando los gemidos de placer que no quería soltar y los chorros de su liberación derramándose en su interior. El príncipe había alcanzado aquel clímax cargado de culpa y vergüenza, pero también de un inmenso placer que él jamás había experimentado.
Cuando su respiración se acompasó y su cuerpo se calmó después del orgasmo, Karim sacó su m*****o de dentro de ella y miró dentro de sus ojos que estaban rojos de tanto llorar.
—Espero que algún día puedas perdonarme. –Murmuró avergonzado dejando un beso en su frente, después se vistió levantándose y tomó una manta para cubrir la desnudez de su esposa.
Con total delicadeza él príncipe sacó la sábana blanca manchada con la virtud de Rania y sintió un pesar por ella, se veía avergonzada.
Karim volvió a vestir su camisa y caminó hasta su madre con firmeza lanzando la sábana en sus manos.
—¡Ya tienes lo que querías, ahora lárgate de aquí y no olvides que jamás te voy a perdonar por lo que acabas de obligarme a hacer! –Rugió Karim furioso y Fátima miró las manchas de sangre que ensuciaban la pulcra sábana.
—¡Para mí siempre serás una ramera, independiente de lo que estas manchas signifiquen! – Escupió Fátima mirando a Rania que abrazaba su cuerpo devolviéndole la mirada de asco que le estaba echando su suegra y Karim tomó a su madre del brazo con brusquedad arrastrándola hasta la puerta. –No me toques de esa manera Karim, soy tu madre y ante Alá me debes respeto.
—Lo único que siento por ti es asco y desprecio Fátima. –Declaró Karim apretando el puño intentando controlar su ira. –¡Lárgate de mi puta habitación y nunca más vuelvas a acusar a mi esposa o mucho menos intentar manchar su reputación porque no sabes de lo que soy capaz! Puedes estar segura de que si hay una mujer entre estas cuatro paredes que se merece todo mi respeto esa es Rania. ¡Ahora fuera de mis aposentos! –Ordenó y Fátima levantó la barbilla con altanería antes de salir, ella encontraría la manera de deshacerse de Rania o por lo menos de hacer su vida imposible.
Cuando se quedó solo con su esposa Karim se metió al cuarto de baño donde tomó una toalla humedecida con agua, después regresó a la cama para cuidar de Rania, pero al tocarla ella retrocedió.
—¡No me toques!
—Rania por favor, sabes que yo no quería hacerte eso. –Dijo Karim con la voz rota mientras que ella lloraba abrazando la manta a su cuerpo. –Déjame cuidar de ti, ¿te duele mucho?
—No quiero que vuelvas a tocarme Karim, por favor aléjate de mí. –Suplicó Rania sin poder controlar sus sentimientos, se sentía humillada, sucia y una traidora por haberse acostado con otro hombre cuando su corazón pertenecía a Brian. –Por favor no te acerques.
—Está bien, no lo haré… pero, necesitas darte un baño.
—Necesito desaparecer, es lo único que quiero ahora. Siento que esa mujer me rompió de distintas maneras lentamente, tu madre es un monstruo. –Declaró apretando sus ojos con fuerza al sentir aquella viscosidad bajando hasta manchar sus muslos. –No todas las mujeres sangran en su primera vez, si yo no… ¿si yo no hubiera sangrado ahora estaría muerta? ¡¿Pero qué mundo es este? !
—Lo sé, por eso algunos hombres que siguen las viejas costumbres en su noche de bodas buscan hacer daño a sus esposas para que así puedan manchar la sábana con su virtud. – Explicó Karim y Rania notó la tensión en sus músculos, su mandíbula cuadrada tensada por la indignación que le provocaba aquella horrible tradición.– Ahora le pediré a Aisha que te traiga un analgésico, un té o lo que sea que necesites.
Karim miró su mano sobre la cama y puso la suya sobre ella, pero Rania se apartó.
Ella envolvió la manta en su cuerpo, pero al levantarse para ir al baño se tambaleó, sus piernas estaban temblando. Karim prontamente la sujetó en sus brazos, aunque ella no quería sentir su toque.
—Puedo sola…
—No, no puedes y no voy dejarte sola.–Afirmó el príncipe con decisión y ella jadeó cuando él la levantó en sus brazos para llevarla al baño.
Karim le preparó un baño con todo lo que ella iba a necesitar, aunque le pesaba el alma saber que Rania seguramente se sentía sucia después de ser poseída por él. Eso le hacía sentirse como un verdadero miserable, el peor de los hombres.
Karim cerró los ojos para ayudarla a meterse en la bañera, para evitar verla desnuda otra vez y después se sentó en el suelo para estar cerca en caso de que su esposa lo necesitará.
Los dos no dijeron nada, apenas lloraron en silencio. Había tantos sentimientos encontrados entre los recién casados, pero el mayor y más profundo de todos ellos era la vergüenza.
Aisha estaba en el pasillo sujetando la sábana que Fátima le había entregado con la prueba de la virtud de Rania. Las demás mujeres de la familia Al Thani querían celebrar la bendición que había recibido el príncipe con una mujer virtuosa, pero la Emira no lo permitió.
Fátima les había prohibido alabar a Rania y dejó claro que la chica jamás sería bienvenida en la familia.
Aisha estaba perdida en sus pensamientos recordando las palabras de la Emira y el odio que había en ellas con relación a Rania cuando la puerta de la habitación se abrió de repente y ella casi cayó de rodillas delante del príncipe.
—Majestad, ¿en qué le puedo servir?–Preguntó con ansiedad y se quedó sin aire cuando el príncipe tomó su mano.
—Aisha, dice Rania que puede confiar en ti, ¿Eso es cierto, podemos confiar en ti para lo que sea? –Preguntó Karim mirando hacia los lados para ver si no había ningún otro empleado cerca.
—Por supuesto majestad, estoy a vuestro servicio para lo que sea.
—Bien.–Asintió Karim. –Aisha necesito que vayas a la cocina, pero no a la cocina real, sino que debes ir a la de los empleados donde habrá menos probabilidades de que te vean. –Murmuró Karim y Aisha lo miró con incomprensión. –Necesito que prepares un té “especial” para mi esposa.
Los ojos de la chica se abrieron y ella retrocedió un poco, Aisha no tardó en entender su pedido y el motivo de tanto secreto.
—¿Sabes a qué tipo de té me refiero verdad? –Indagó y ella confirmó mirando al suelo.
—Se refiere a las hierbas que matan la semilla del esposo que está en el vientre de la mujer. –Susurró y Karim tragó en seco. –Ahora mismo lo traeré majestad.
—Que nadie te vea Aisha, debes ser muy sigilosa con esto. –Pidió amablemente.
—Puede estar tranquilo alteza, nadie se enterará.
Cuando Rania terminó su baño, vio que Karim le había dejado uno de sus pijamas, le quedaba enorme, pero era cómodo y suave, lo único que ella necesitaba en aquel instante. La chica se apoyó en las paredes para salir de baño y cuando abrió la puerta Karim fue rápidamente hasta ella.
Rania no protestó cuando el príncipe volvió a sostenerla en sus brazos, ella sabía que era una pérdida de tiempo decirle que no necesitaba hacerlo. Karim estaba decidido a cuidar de ella toda la noche si fuera necesario.
En la cama el príncipe le entregó la taza con el té que Aisha había preparado para ella. Karim le explicó un par de cosas sobre cómo debería tomarlo y los tipos de hierbas o comidas con los que no podría mezclarse ya que si lo hacía terminaría devolviendo la bebida y no le surtiría el efecto necesario, pero no, ella no escuchó nada. Rania solo miraba la taza fijamente.
—¿Y no podrías traerme una pastilla? Ya lo sabes, esas del día después. –Preguntó con expectación.
—No estamos en Estados Unidos, Rania.- Contestó Karim con impotencia. –Aquí ese tipo de pastillas o métodos es haram, es uno de los mayores pecados que existen para la fe. No es fácil conseguirlas, ni por contrabando las encuentras. –Explicó. –Tienes que tomar todo el té de un solo trago, y aguantar para no vomitar o por lo menos eso es lo que me ha dicho Aisha.
Rania lo miró intrigada, había algo que ella quería saber.
—¿Por qué has terminado? –Preguntó y Karim la miró con tristeza. –¿Por qué has alargado ese momento tan horrible, solo tenía que manchar la sábana y tú…?
—Porque si no terminaba eso significaría que te estaría repudiando, y eso tampoco hubiera sido bueno para ti. –Contestó Karim y Rania se dio cuenta de que todas las decisiones que el príncipe había tomado aquella noche fueron pensando en ella.
Karim pasó toda la noche a su lado, tomó su mano y se acomodó en la cama con ella. Rania lloró hasta quedarse dormida y mientras velaba su sueño el príncipe estaba seguro que jamás llegaría olvidarla, y que aquel matrimonio les dejaría marcas para toda la vida.