Una sonrisa, eso fue lo primero que se dibujó en el rostro de Rania aquella mañana al despertar en aquel paraíso en medio del desierto. Ella sabía que debía ser muy pronto, que todavía no había amanecido, pero se desveló cuando su cuerpo echó en falta el calor de Karim. Abrió los ojos y percibió que después de otra noche apasionada al lado de su esposo volvía a despertar sola en la cama. Entonces se incorporó, tomó la camisa de Karim que estaba tirada en suelo y salió a buscarlo. Rania deslizó a un lado la cortina de la tienda y lo vio meterse bajo la ducha que estaba en el exterior. Era muy bonita, daba la sensación de tener cerca una cascada natural y debajo de ella bañando todo su cuerpo había un dios… un dios árabe. Karim era tan hermoso que no parecía ser un simple mortal y desn