Capítulo 3 Doctor Knight

1580 Words
Britney Ser una nerd trae consigo ciertas cualidades, no tenía que estudiar, para nada, todo se guardaba como en disco de computadora. Me gustaba era algo que tenía mi mundo siempre activo, podía guardar datos de miles de cosas en segundos. Pero, mi coeficiente intelectual en muchas oportunidades alejaba a las personas, ellos no querían a un cerebrito, no era agradable ser el segundo en todo, que alguien que no era tu profesor te corrigiera. Sin embargo, podría solucionarme la vida, tenía menos edad de la que debería tener para entrar en la universidad aun cuando espere un año para hacer mi solicitud. Solo para no entrar tan chica, porque no quería irme de casa. Ya con diecisiete podía intentar vivir el presente. No obstante, eso no cambiaba de que era más chica que varios de los que se encontraban aquí y que seguramente sería odiada por algunos cuando les ganara en algún puesto, porque sí, esto era una competencia. Ahora solamente eran libros y notas, luego un lugar para hacer tus prácticas y había pocos lugares por aquí. Pocos con prestigio. Si nos ponemos en estrictos, quería hacer mis prácticas en el mismo lugar donde las hizo la mujer que fue la causante de que mamá eligiera mi nombre, una persona que dejó un lugar vacío en la vida de mi madre, uno que no permitió que nadie más llenase. Ahora, mientras corro por el departamento de la familia de un lado para el otro y maldigo internamente, no puedo evitar pensar que quizás Marcelo tenía razón. Tal vez aquí encontraría una persona que me entienda. Tal vez solo estaba mal ubicada, porque rogaba que no fuera un bebé, además me negaba rotundamente hacer la única soltera de la familia, algo así como la solterona, pero inteligente tía Bri. Emma ocuparía ese lugar, no yo. Golpearon la puerta y abrí sin mirar mientras volví a correr por la casa. — Señorita ¿Ocurre algo? —miro a mi guardaespaldas. — Alan ¿Por qué no me despertaste? —sus labios se curvaron. — ¿Cómo hacía eso? —volví corriendo —. Señorita —carraspeo —, tiene —señalo y mire hacia abajo. Mis piernas estaban desnudas, me había puesto los zapatos, pero estaba en bragas, mini bragas de encaje que no cubrían exactamente nada. Resople y gire para entrar a mi cuarto sabiendo que me miraría el trasero, pero lo vería en Miami. — Dime algo —grite desde mi cuarto —¿Por qué no pasa nada entre nosotros? —subí mi pantalón —, sería un buen cliché —volví con mi jean y las zapatillas —¿No? —señalé mis piernas. — Vestida, sin rastros de baba en la cara, peinada —me miró —, porque me gustan los hombres Bri, lo hablamos —suspire —, además no estás enamorada de mí —me tendió un café en su taza. Sabía que le gustaban los hombres, papá también lo sabía, quizás por eso estaba tan tranquilo cuando en una oportunidad pasee en bragas frente a él, casi lo mata, hasta que lo vio sacar al resto y me miró molesto. — No, pero seré la solterona —me queje —, Emma terminará con Chase, lo sabes —me miró —, ¿Sabes algo que yo no? —toque el botón del ascensor. — No sé de qué hablas Bri —me queje. — Joder, lo sabes, tienes que decirme —me colgué de su brazo. — No es tu asunto, ni mío —me habló de nuevo de usted. — No pongas ese tono conmigo —la puerta se abrió. — Ahora, las distancias, vamos a aparecer de nuevo en los diarios —bufé. — Dudo, además dijeron que me cambiaste por un hombre —ambos nos reímos —, ese hombre —me acerqué para dejar un beso en la mejilla de Seth. — ¿Otra vez te quedaste dormida? —consulta mientras abre mi puerta. — No pasaría si ustedes me despertaran —entre a mi auto —, ahora lo mismo de siempre, mantengan distancia, que no voy a sufrir un ataque terrorista. Rodaron los ojos para luego irse a su auto, no sabía si mi padre lo hizo a propósito o solo fue una casualidad del destino, porque ambos eran gay y parejas, era como si evitara todo el drama del romance. En definitiva me iba a quedar sola, lo haría, sería la tía friki, sobre todo porque mi hermana no tardaría mucho en estar con Chase, oficialmente. Aunque mi guardia no quería decirme nada y mi hermana se negaba a creerlo. Iba tarde, llegaría tarde, no me gustaba llegar tarde a mis clases, aunque hoy podía quedarme tranquila de que no parecía nada. Tenía mi clase de casos clínicos de medicina interna. Dos horas de puro casos y el profesor Jefferson me adoraba. Yo amaba esa asignatura. El objetivo de la clase es que nosotros desarrollemos habilidades de razonamiento clínico, comunicación, toma de decisiones y manejo de la incertidumbre, a través del análisis de casos reales o simulados de pacientes con diversas patologías. Siempre era lo mismo, el profesor presenta el caso, formula preguntas, orienta la discusión, proporciona retroalimentación y resume los puntos clave. A partir de eso nosotros tenemos que investigar, buscar información, formular hipótesis, proponer soluciones y defender sus argumentos. Amaba esta clase y me negaba a llegar tarde. Baje acelerada viendo como ya habían pasado diez minutos de las diez, me había quedado estudiando para el final de una materia, la sacaría sin cursarla, era pura teoría, cosas que ya sabía, pero que repasaba porque nunca jugaría el papel de confiada. Me apresure por los pasillos hasta llegar a la sala de siempre, tome aire, acomode la taza de café en mi mano y abrí despacio para pasar, mis ojos se centraron en el hombre que se encontraba dando la clase. No era mi profesor, pero eran mis compañeros, todos ellos. Joder, me había equivocado de día y tenía otra materia. Mire el reloj en mi muñeca, no me equivoque, era martes, no estaba mal, esta debía ser la clase que daba el profesor de medicina interna. Camine despacio observando a mi amiga que ahora me miraba, podía sentir los ojos de todos en mí, pero no iba a mirar a nadie en este momento, pero todo estaba extrañamente silencioso. — Señorita —me frené cuando su voz gruesa retumbó electrizando mi piel —. Esta es una clase para estudiantes universitarios —arquee una ceja, lo mire. Su mandíbula cuadrada estaba cubierta de una barba de tres días, llevaba una camisa celeste abotonada casi por completo, solo tenía el primer botón desprendido y las mangas hasta las muñecas. Se notaba que tenía el cuerpo trabajado, porque la tela se le pegaba al cuerpo, esa estructura que formaba un trapecio perfecto, con piernas que estaban bien trabajadas y estaba segura de que tendría un gran trasero. Pero ahora no podía pensar en eso. — ¿Qué? —fue lo único que pude decir. — Es una clase para estudiantes universitarios —sus ojos pasaron por mi cuerpo —, dudo que tenga edad para estar acá —chasquee la lengua. Acababa de juzgarme, ese sujeto candente, era un imbécil. — Entiendo que mi altura pueda hacer que piense que soy muy chica para estar acá —en cierta forma lo era —, bueno, le doy un punto por eso, soy chica, quizás de la edad que se imagina, pero no tanto, espere un año para entrar acá, pero está en teoría es la clase del doctor Jefferson —camine a mi lugar. — Contrólate —Abigail siseo. — Lo era —dijo tranquilo —, una clase que empezó hace quince minutos —miró su muñeca. — Diez, los últimos cinco hemos estado hablando de mi edad y tamaño —sonreí. — Su nombre —camino al estrado para ver la planilla. — Britney Hamilton —hable tranquila. Sus ojos dieron de nuevo conmigo, ahora parecía más molesto que antes, pero no dijo nada, simplemente volvió a caminar. — Entonces, una mujer de treinta y cinco años acude al servicio de urgencias por dolor abdominal intenso, náuseas, vómitos y diarrea —comencé a anotar en mi libreta —. Tiene antecedentes de diabetes tipo I, hipertensión arterial y obesidad —eso ya daba algo —¿Qué les llama la atención de este caso? Ninguno de mis compañeros habló, era como si les hubieran comido la lengua. — Están así desde que entró —mi amiga volvió a hablar —, no sé si intimidados o fantaseando. — Alguno —camino —, Hamilton, ya que llegaste tarde, puedes hacer los honores —me sonrió falso. — ¿Desde cuándo tiene diabetes? —consulté con una sonrisa. — Desde los diez años —afirmó. — ¿Índice de masa corporal? —arrugó su nariz. — Treinta y dos. — ¿La presión? —no lo miraba, solo mis notas donde iba poniendo y tachando posibilidades. — Ciento sesenta, cien. Bien, diabetes tipo I, obesidad grado I, hipertensión arterial grado II. — ¿Dónde está el dolor abdominal? —lo mire —¿Cuánto lleva así? ¿Se calma con analgésicos? — Dolor tipo cólico, cuadrante superior derecho, lleva doce horas así, no se calma con antibióticos —abrí la boca —, y tiene fiebre de treinta y ocho grados.
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