Habían pasado nueve meses desde que decidieron irse a vivir a Nueva York; Emma se encontraba en ese momento observando su pancita grande y redonda, mientras lágrimas caían de sus ojos. Sabía que era una niña, así que decidió colocarle Marisol, ya que Cristian le había comentado en un momento de su relación que tuvo una pequeña hermanita llamada así, pero murió por una convulsión a sus tres meses de nacida prematura. Así que, lo haría en honor a su amado; su niña iba a ser bella y sabría que su padre era un gran profesional, se haría responsable si le reprochaba cuando fuera grande por haberla separado de su padre, pero sabía que había hecho lo correcto, porque estaba cumpliendo sus sueños.
Salió de la habitación para hablar con su madre, quien se encontraba orgullosa de su hija a pesar de todo; no había podido ponerse a estudiar así que decidió innovar se estaba dedicación a la creación y elaboración de objetos a partir de materiales reciclables y artesanales. Realizó dos cursos en medio de su gestación y esperaba después de tener a su pequeña, acceder a una universidad. Inicio a sentir las contracciones, llamadas dolores de parto donde su padre se apuró para llevarla al hospital; allí realizó su trabajo empujando cuando el médico le indicaba, pensando en ese momento en Cristian cuando atendiera a sus pacientes también hasta que escuche el sollozo de un bebe, su grito de lágrimas para descansar y sentir que no le había fallado a la vida.
Su pequeña niña había nacido, reflejándose la misma mirada tierna y llena de nostalgia color gris como su padre, pero lo que más la identificaba era el lunar en el hombro derecho; símbolo de ser hija de Cristian Miller. Su piel morena, con su cabello castaño clarito y su carita reflejaba en Emma una alegría y un orgullo, porque sabía que Marisol era producto del amor verdadero que podía existir entre dos personas, al punto de sacrificarse por la felicidad del otro. Sus padres lloraron al ver a la pequeña entre sus brazos, después de haber sido limpiada, registrada y entregada en la cobija.
— Es hermosa, ¿cómo la llamarás al final? — preguntó su padre abrazando a su mujer —, Tenía miedo, porque eres muy joven para ser madre, pero al mismo tiempo eres muy madura para tu edad.
— Marisol Villanueva — Manifesté en voz alta, pero en mi interior se llamaba Marisol Miller Villanueva, porque nunca iba a negar su paternidad, pero tampoco podía llamarlo y decirle que era padre, nueve meses después y peor al enterarme que estaba iniciando una relación con una joven.
— ¿Estás segura que la familia Miller’s siga sin saber de ella? — Interrogó su madre, sabía que Emma pensaba en esa pregunta una y otra vez —, Ellos también tienen derecho.
— Por ahora no mami, les mentí y decirles es ocasionar un problema entre todos — Afirmó cogiendo de la mano a su madre, mientras su pequeña Marisol reposaba en su regazo durmiendo como toda una princesa.
Llegaron a su pequeño hogar, cargado de mucho amor con la pequeña princesa de la familia. Habían decorado la habitación con mucho amor, las paredes fueron pintadas entre rosado pastel y morado, se encontraba la cuna, el armario, la pañalera, juguetes y ropa necesaria para el cuidado de Marisol; era su ángel, el motivo de vida de Emma desde que perdió al amor de su vida, a pesar de que había pasado el tiempo no dejaba de recordar y tener presente a Cristian, porque al ser el primer hombre de su vida iba a ser un recuerdo para siempre.
— Desde el día de hoy, tenemos un nuevo motivo de vida Emma — Manifestó su madre, mientras colocaban a la pequeña Marisol en la cuna —, Por eso mismo, debes dejar el pasado atrás y concentrarte en el presente, siempre que estés triste solo mira esos bellos ojos y recordarás por quién estás luchando — Aconsejo, dándole un fuerte abrazo donde Emma sabía que sin ellos no hubiera podido salir adelante.
— Gracias mamá, los amo — Susurro colocando su mentón en su hombro como cuando era pequeña, decidiendo rehacer su vida y dejar atrás todo su pasado, guardado en el cofre de los mejores recuerdos de su vida.
Por otro lado, los primeros cuatro meses fueron muy duros para Cristian al no entender el cambio de actitud de su pequeña Emma, se sentía traicionado y que había jugado con sus sentimientos. Le costó bastante concentrarse en sus estudios, sacándola de su cabeza debido a que cada ejemplo pensaba en ella, intentó con sus padres lograr obtener información, pero lo único que supo era que se había cambiado de ciudad. No solo eso, si no que intentó llamar a sus suegros, pero le rechazaban las llamadas o sacaban excusas para no pasarla. Se sentía bastante mal, porque no podía creer como un amor tan bonito había pasado a ser dos desconocidos con recuerdos en común.
Finalmente pasaron tres meses más, donde logró culminar el semestre con satisfacción siendo un gran orgullo, además que estaba dentro de las posibilidades de ser el próximo becado, todo gracias a su esfuerzo a pesar de que su corazón se encontraba muerto. En medio del intercambio de semestres, su amigo Samuel Thom de 26 años, que llevaba unos semestres más adelantado le había ayudado a superar su tusa, haciéndole entender la importancia de la medicina y como tenía que ser ella el amor de su vida, para poder ayudar a todos sus pacientes. Así mismo, fue que conoció a Natalia Winter una joven de 24 años mayor que él, viéndola como una asaltacunas se fijó en Cristian, porque veía su gran potencial, pero al mismo tiempo sentía que no podía caer tan bajo, al ser una gran reconocida modelo.
— ¿Qué haremos hoy? — Pregunto Samuel a su gran amigo, mientras este miraba al cielo recordando sus dos hermanos fallecidos, la vida nunca había querido dejarle tener una compañía —, Debemos salir, antes de entrar de nuevo a nuestra tortura.
— Iremos de fiesta — Manifestó encogiendo los hombros, sentía que debía terminar de olvidar a Emma —, De Pronto allí este, Natalia.
— Esa mujer sí que es bella y la envidia de todas — Dijo Samuel recordando sus ojos color gris, acompañado de su cabello rojizo y largo que lucía en medio de su gran cuerpo, por algo era modelo —, Se que ella está interesada en ti, así lo niegue.
— De pronto, igual vine a estudiar — Afirmó colocándose de pie, colocando su morral en la espalda —, Vámonos antes de que me arrepienta.
Se dirigieron hacia una de las discotecas más reconocidas de Argentina, llamada BrukBar para despejar su mente en medio de la música y del alcohol. Tal como se imaginaron, Natalia se encontraba allí siendo el gran centro de atención entre todos, era una mujer hermosa, segura de sí misma, aunque ocultaba un pasado terrorífico que ni al mismo Cristian había querido contarle. Se sentaron, pidieron dos cervezas e iniciaron a disfrutar de la música, cuando Natalia se acercó recostándose en sus hombros.
— Vinieron, no pensé verte bizcocho — Manifestó dándole un beso en la mejilla a Cristian mientras le guiñaba el ojo a Samuel —, La fiesta sin ustedes, no es lo mismo.
— Estás exagerando — dijo Cristian siendo interrumpido por Natalia al coger su mano para colocarlo de pie dirigiéndose a la pista de baile —, Me encanta la bachata.
— Lo sé, por eso no puedo negarme a bailarla — Respondió con burla, esta mujer podía negar cualquier género, menos la bachata —, Igual, me has enseñado bastante.
— Porque eres especial — Susurro moviendo sus caderas, sintiendo que era el momento adecuado para actuar —, Es hora de dejar miedos y tomar decisiones.
— ¿De qué hablas, Nata? — preguntó Cristian, pero al finalizar, sintió los brazos de Natalia sobre su cuello, conectando sus miradas para terminar de acortar la distancia uniendo sus dos labios. Al principio, se sorprendió porque desde que había terminado con Emma no había tenido nada con nadie, a pesar de ser pretendido por todo tipo de mujer.
Se dejó llevar, colocando sus manos sobre su cintura sintiendo la suavidad y ternura en el beso; no pensaba que ella besara así si no más bruscamente. Pero le encantó la sensación que tenía a su lado, el beso se intensificó cada vez más olvidándose donde estaban, la música pasó a ser de fondo y sintieron que se habían conectado. Se separaron, agitados volviendo a la realidad con una bella sonrisa ambos; > se dijo a sí mismo, Cristian para iniciar a olvidar a su amor verdadero.
Después de eso, pasó dos meses más donde salían cada vez más seguido; conociendo diferentes zonas de Argentina, aprovechando que Natalia se encontraba allí unos meses antes porque era Colombiana realmente. Todo iba floreciendo muy bien, se evidenciaba el amor entre los dos a pesar de los rumores y los chismes por haberse metido con una mujer mayor; además dudaban que los sentimientos de ella fueran sinceros por Cristian; ya que con él ganaba prestigio por ser uno de los mejores estudiantes de la universidad.
Se había decidido, era momento de dar un paso más al lado de Natalia, le propuso ser su novia delante de toda la universidad; después de haber recibido la medalla por su excelencia académica. Siendo la envidia de todos, Natalia no sabía si dar o no el paso, pero finalmente accedió aceptando ser su novia, no le iban a ganar los chismes si no la candela que estaba sintiendo dentro suyo; Cristian sintió que había tomado la mejor decisión al rehacer nuevamente su vida y más cuando se enteró que Emma había tenido un hijo, supuso que estaba rehaciendo su vida con alguien más y esa persona desconocida sería el causante de que ellos dos hubieran terminado.
— ¿En qué piensas, cielo? — preguntó Natalia mientras le acariciaba la oreja, después de haber hecho el amor —, Quedaste con ganas de más, ¿acaso? — Susurro seductoramente pasando sus uñas por su torso desnudo.
— No, sabes que contigo quedo más que satisfecho — Manifestó sonriéndole para morderle la mejilla —, Solo pensaba en mis padres, me han hecho falta.
— Puedes ir a verlos, pero por alguna razón que desconozco no te animas a viajar a tu ciudad —, Dijo colocándose encima de su amado recogiendo su cabello —, Mejor ven, te entretengo — Mencionó iniciando a darle suaves besos por su cuello, mientras Cristian solo cerraba los ojos dejándose llevar del momento, a pesar que en su mente se encontraba la imagen de Emma.