El mismo día
New York
Williams
Ha mi corta vida he aprendido a enfrentar las peores situaciones inusuales, claro que otra cosa es tratar con una mujer, ellas todavía son un enigma hasta para mí, pero en este instante me muestro confiado, así me siento al lado de la baronesa para adelantarme a sus pasos.
–Adriana no solo es confianza lo que tengo, lo acabo de palpar, gritabas de placer y eso no hay forma de malinterpretarlo.
–Williams no voy a negar que sabes usar tus dotes, pero eres un muchachito impulsivo y yo lo que necesito es un hombre a mi lado.
–Lo de muchachito no te lo cuestiono, soy un poco más joven que tú, pero lo de impulsivo, creo que te equivocas, más bien tengo necesidades como todo hombre, quiero divertirme sin ataduras, ¿Me explico?
–Williams para tu información no me interesa mezclarme con un Mckeson, prefiero seguir con mi prometido, un hombre de mundo, no un muchacho como tú.
–¡¿Perdón?! Aclaremos un par de cosas, ¿Qué tienes en contra de mi apellido? ¿Por qué piensas que no tengo experiencia?
–Williams permíteme despejar tus dudas, en el circulo social que frecuento se habla que la familia Mckeson está llena de problemas financieros a la falta de alguien que dirija las empresas, incluso se escuchaba de tu llegada, pero creo que no tienes la capacidad para salir de esas dificultades, a la larga tendrás que liquidar todos sus bienes, porque no tienes experiencia ni conoces a la gente adecuada, te convertirás en un pobretón más a la larga.
–Adriana no tengo idea hasta qué punto son veraces los chismes que tienes sobre mi familia, pero te garantizo que si hay alguna dificultad con las empresas saldré adelante, porque yo soy capaz de salir victorioso, si hay que volver a levantar el imperio de mi familia lo haré.
–¡Lo veremos!, Te aseguro que sabré noticias de ti, pero para mí no cambia nada lo que te he dicho, dejemos aquí las cosas, agarra tu ropa y vete.
–¡No lo haré! Porque el imbécil que tienes de prometido no sabe complacerte, no sabe hacerte sentir mujer, ¡Niégalo! –le repito mirándola a los ojos mientras la pego a mí.
Unas horas después
No tengo idea del tiempo que ha transcurrido, solo que el cansancio me venció después de tener sexo desenfrenado con la baronesa, en fin, ahora escucho su voz que me despierta.
–Williams debes marcharte, porque no quiero tener problemas con mi prometido– me repite moviéndome.
–Adriana tranquila ahora me levanto, pero no entiendo algo, ¿Qué haces con ese hombre sino lo amas? ¿Qué tipo de acuerdo tienen? –le repito mientras voy sentándome en la cama.
–Williams no tengo porque darte explicaciones sobre mi vida, vístete y vete de mi casa, te recuerdo que no tenemos una relación, solo fue sexo lo que tuvimos.
–Me voy por esta vez, pero cuando te canses del imbécil de tu prometido, me buscas– le repito mientras voy vistiéndome.
Por más intrigado que pueda estar sobre la baronesa, no tengo tiempo de quedarme a descubrir que oculta, además que a estás alturas Vivian debe estar furiosa porque no llegue a la lectura del testamento de mi abuela, pero ahora lo que necesito es estirar las piernas, caminar por la ciudad sin estresarme, mañana no habrá forma de escaparme de ese calvario.
Un rato después
Adriana
Cuando me vi obligada a aceptar este acuerdo con Robert, no pensé que mi relación con él me llevaría a tener aventuras para sentirme deseada, creí por un tiempo que sería más que una prometida trofeo, el único consuelo es que vivo con lujos, como lo que soy, una baronesa.
En fin, otro amante más de turno a mi lista, pero esta vez Williams fue diferente a todos los demás, desde la manera de hacerme suya hasta esa forma ruda de tratarme, claro que lo mejor es mantener la distancia, basta con los problemas que tengo, y parece que acaba de llegar el más grande de ellos, me repite mi interior cuando escucho el sonido de la llave en la puerta, haciéndola abrirse mientras espero el saludo de Robert.
–¡Vístete! Tenemos un compromiso, apúrate.
–Robert al menos merezco un saludo tuyo, ¡Hola Adriana! No es tan difícil de repetir, además no puedes llegar y esperar que esté dispuesta a salir contigo.
–Adriana no te estoy preguntando si quieres salir conmigo, ¡Lo harás!, Cumple con tu parte del trato– me repite sujetándome por el rostro con su mano.
–¡Me lastimas Robert! ¡Suéltame! Eres un animal, un ser despreciable.
–Pues este animal que tienes, paga tus lujos, tus joyas, este departamento en el que recibes a tus amantes, así que tengo todo el derecho de tratarte como se me dé la gana, cumple con tu parte, ¡Vístete! –me grita furioso.
–Todavía sigo sin entender, ¿Cómo pude ser capaz de aceptar esté disparate? ¿En qué diablos estaba pensando? –le repito frustrada.
–Baronesa te recuerdo que tu familia estaba en la quiebra, lo único que les quedaba era el título de nobleza, y yo los ayude a salir de sus problemas financieros a cambio de que te conviertas en mi prometida, no voy a negar que me ha servido para limpiar mi imagen, pero te has vuelto mucho problema para mí, tienes que ser más discreta con tus aventuras, ¡¿Entendiste Adriana?! –me explica para terminar gritándome.
–¡Robert! ¿No te importa que me acueste con otros hombres? ¿No sientes nada? –le repito indignada.
–Creo que sabes la respuesta Adriana, me da igual con quien te revuelques, entre nosotros no hay amor, solo una relación de negocios.
Margaret
Tras un día agotador en el trabajo sorteando a cada cliente fuera de su sitio y unas cuantas miradas inapropiadas, voy saliendo para reunirme con mis amigas en una cafetería que está a unas cuantas cuadras de la casa de huéspedes, así voy recorriendo con calma las calles de la ciudad, hasta que me detengo un minuto a mirar unas vitrinas con unos modelos nuevos de vestidos, pero en un momento me giro para continuar caminando, y sin esperármelo me tropiezo con el galán del otro día quedándome sin palabras, mientras estoy en sus brazos sin esperármelo.
–¡Disculpa! No te vi– me repite mirándome a los ojos haciéndome poner nerviosa mientras nos separamos.
–No te preocupes, fue mi culpa, por distraerme viendo los vestidos– le explico desviando mi mirada.
–¡¿Nos conocemos?! Ahora lo recuerdo, eres la chica de la tienda, ¡¿Verdad…?! –me repite con una gran sonrisa haciendo verlo con timidez.
¡Diablos! Siento como me quemaba su mirada, hasta me puse nerviosa por la cercanía de su aliento, pero todo es culpa de Beatriz por poner ideas en mi cabeza, esto no significa nada, él solo es un cliente más para mí me quiero convencer mientras él sigue sonriéndome esperando algo.