Una voluntad impuesta

1481 Words
Después de que Damon e Ivy se entregaron en su oficina, el ambiente quedó cargado de una sensación incómoda. Damon, con su típica indiferencia, se apartó de ella casi al instante, queriendo poner distancia. Nunca había sido el tipo de hombre que se quedara para arrumacos o muestras de afecto después del sexo. Para él, todo era muy simple: tomaba lo que quería cuando lo quería, y luego continuaba con su vida como si nada hubiera pasado. Ivy, sin embargo, parecía querer algo más. No era la primera vez que notaba eso en ella, pero Damon no estaba interesado en las conexiones emocionales. Ella se quedó observándolo con una sonrisa insinuante mientras se acomodaba sobre el respaldo del escritorio. Damon, ya sentado en su silla y con una expresión seria, la miró de reojo, sabiendo que había una razón oculta tras su visita. —¿Cuál es la verdadera razón por la que viniste, Ivy? —preguntó Damon con tono casual, aunque su mirada ya estaba calculando. No creía por un segundo que ella hubiera ido solo por sexo. Ivy sonrió juguetonamente mientras jugueteaba con su cabello. Se inclinó ligeramente hacia él, dejando ver su escote de manera intencionada, como si pensara que eso ayudaría a convencerlo de lo que fuera que tuviera en mente. —Hay un gran evento que se llevará a cabo en la casa de mis padres —dijo ella, con la voz suave pero persuasiva—. Quería invitarte personalmente. Damon frunció el ceño. Odiaba esos eventos sociales vacíos, llenos de gente que pretendía tener interés en su vida o en sus negocios. No había nada que disfrutara menos que estar rodeado de la alta sociedad, especialmente después de lo que había ocurrido en su pasado. Los recuerdos de ese evento oscuro, el que había cambiado su vida para siempre, aún lo perseguían. —Sabes que no soy fan de esas cosas —respondió Damon con una voz firme, rechazando la idea antes de que ella pudiera seguir insistiendo. Ivy, sin desanimarse, se inclinó aún más hacia él, casi tocando su rostro con el suyo. Con una voz seductora, intentó de nuevo: —Vamos, Damon. Será diferente esta vez. Estaré contigo todo el tiempo. Damon mantuvo la mirada fría, sin dejarse influenciar por sus palabras o su cercanía. Justo cuando iba a responder con otro rechazo, la puerta de su oficina se abrió bruscamente, interrumpiendo la conversación. Ambos giraron la cabeza hacia la entrada, sorprendidos al ver a la señora Isabel, la abuela de Damon, de pie en el umbral. La anciana, de estatura pequeña pero con una presencia imponente, los observó con una ceja arqueada, claramente consciente de la tensión en la habitación. —¿Interrumpo algo? —preguntó Isabel, con su tono habitual de ironía. Damon se enderezó en su asiento, claramente incómodo por la llegada de su abuela. Siempre había tenido una relación complicada con ella, quien, a pesar de su avanzada edad, seguía siendo una mujer astuta y perspicaz. Ivy, por otro lado, no parecía intimidada en lo más mínimo. Se levantó del escritorio y se dirigió a Isabel con una sonrisa calculada. Ivy saludó a la señora Isabel Cross con una sonrisa llena de confianza, y la anciana le devolvió el gesto con una calidez poco común. Isabel tenía una debilidad por Ivy, no solo porque provenía de una familia de renombre, sino también porque era el tipo de mujer que siempre había imaginado al lado de su nieto: educada, sofisticada y, sobre todo, hermosa. Isabel veía en Ivy la oportunidad de sellar una alianza poderosa, una unión que beneficiaría tanto a la familia Cross como a los King, una de las familias más influyentes del país. —Estaba intentando convencer a Damon para que asistiera a la fiesta que darán mis padres este fin de semana —comenzó Ivy, con un tono casual mientras se acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja—. Pero ya sabes cómo es, siempre tan testarudo. Se está negando a ir. Ivy dejó escapar una pequeña risa, pero debajo de su expresión juguetona había una clara determinación. Isabel frunció el ceño ligeramente, pero su rostro aún conservaba la amabilidad. Sabía que Ivy estaba jugando sus cartas con astucia, algo que admiraba profundamente. —Espero que puedas hablar con él, señora Cross. Tal vez tú tengas más influencia sobre su decisión. —Ivy guiñó un ojo a Isabel, una acción que hablaba mucho más de lo que las palabras podrían expresar. Ambas mujeres entendían perfectamente lo que la otra deseaba: que Damon y Ivy se unieran, no solo en la vida, sino también en los negocios. La sonrisa de Isabel se ensanchó. Era consciente de lo mucho que significaría esa unión para la familia. Ivy era una mujer inteligente, y su inclinación por los negocios la hacía aún más atractiva. Había demostrado un interés genuino por la empresa de los King, y eso solo sumaba puntos a su favor ante Isabel. —No te preocupes, querida. Haré todo lo que pueda para convencerlo. —respondió Isabel con un tono firme, asegurando a Ivy que contaba con su total apoyo. Ivy sonrió complacida, satisfecha con la respuesta de la anciana. Sabía que con Isabel de su lado, las posibilidades de que Damon cediera aumentaban considerablemente. A pesar de su reticencia, Damon siempre había mostrado respeto por su abuela, y si alguien podía influir en sus decisiones, era ella. —Bueno, me tengo que ir ahora. Mi padre me está esperando en la oficina para una junta. —Ivy se despidió con elegancia, ajustando su abrigo mientras Isabel la observaba con una mezcla de orgullo y admiración. Isabel asintió, encantada con la dedicación de Ivy a los negocios. No solo era una mujer hermosa, sino también una joven que se tomaba en serio su futuro y el de su familia. Sabía que con ella al lado de Damon, los Cross y los King formarían una alianza poderosa que consolidaría su posición en la élite. Cuando Ivy salió de la habitación, Isabel se quedó en su lugar, reflexionando. Todo parecía encajar perfectamente en su mente. Damon podría resistirse todo lo que quisiera, pero tarde o temprano, sería arrastrado por la lógica y la conveniencia. Isabel estaba convencida de que su nieto finalmente vería lo que ella y Ivy ya sabían: que esa unión era lo mejor para todos. Sin embargo, había una pequeña sombra en sus pensamientos, algo que la hacía fruncir el ceño por un breve momento. Recordó la conversación que había interrumpido en la oficina de Damon antes. Había visto la forma en que Damon había estado mirando a la joven coja, esa sirvienta insignificante. Aunque no le daba demasiada importancia, no pudo evitar sentir una ligera inquietud. Isabel se levantó lentamente de su silla, decidiendo que hablaría con Damon cuanto antes. No permitiría que una simple sirvienta arruinara los planes cuidadosamente trazados para su familia. Damon tenía un destino mucho más grande que cualquier capricho pasajero. Ivy King era la mujer que debía estar a su lado, y haría todo lo necesario para que así fuera. Cuando Ivy salió, el ambiente en la oficina se volvió más tenso. Isabel, con su elegante porte, se quedó de pie frente a su nieto, lista para abordar el tema que tanto le preocupaba. Sin embargo, antes de que pudiera decir una palabra, Damon levantó una mano, deteniéndola. —No te molestes, abuela —dijo Damon con voz firme, sin desviar la mirada de los documentos sobre su escritorio—. No vas a convencerme para que vaya a ese evento sin importancia. No me interesa. Isabel lo observó con una mezcla de exasperación y paciencia. Sabía que Damon podía ser tan obstinado como su padre, pero no iba a permitir que su nieto tirara por la borda todo lo que su familia había construido. Se acercó con pasos suaves pero decididos, su mirada severa. —No es el evento lo que importa, Damon —replicó Isabel, sus ojos fríos pero cargados de determinación—. Es la familia King quien lo organiza. Esto no es un simple evento social, es una oportunidad estratégica, y tú lo sabes tan bien como yo. Damon dejó escapar un suspiro pesado, finalmente apartando la vista de los papeles para mirar a su abuela. Sabía hacia dónde se dirigía la conversación, pero no estaba de humor para enfrentarse a ella. Sin embargo, Isabel no iba a dejar el tema así. —Tu padre tenía una última voluntad, y era que te casaras, Damon. —La voz de Isabel se endureció—. No solo por tradición, sino porque entendía la importancia de las alianzas. Ivy King es la candidata perfecta. Ella tiene todo lo que necesitas: belleza, inteligencia, y poder. Ya es hora de que dejes de hacer lo que te venga en gana y honres la voluntad de tu padre.
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