Sal de mi cabeza

2294 Words
POV Elinor Desperté algo confundida, no sabía cómo había llegado ni qué me había pasado. ¿Por qué no recordaba nada? Las cosas comenzaron a cobrar sentido cuando miré los ojos preocupados de Danna. —Elita —sollozó, con la mirada brillante y llorosa, abrazándome repentinamente mientras restregaba su cabeza en mi pecho. —Danna... —No te imaginas el susto que me diste —dijo entrecortadamente, apoyando su cabeza nuevamente en mi pecho—. Por favor, no vuelvas a hacer eso. Por un momento me asusté y tuve mucho miedo, creí realmente lo peor. Entonces, al hacer memoria, recordé lo que había pasado. Estaba a punto de irme a casa, pero en ese momento apareció Benedict. Discutimos un poco, y yo traté de aclararle las cosas. A pesar de los años, él seguía culpándome de lo que había sucedido con Arnav. Pero lo que terminó por sepultarme fue cuando me miró a los ojos y gritó con gran fuerza que yo lo había matado. Es difícil explicar todo lo que me sucedió; solo sé que el aire empezó a faltarme, mi garganta se cerró, el oxígeno apenas ingresaba a mis pulmones y tuve un déjà vu. Volví a recordar ese día antes de mi boda: ese hermoso prado verde, mis lirios, la brisa en mi cabello... Y entonces, todo se volvió completamente oscuro. Las cosas finalmente habían cobrado sentido. Exactamente hace siete meses había sido la última vez que tuve un ataque como este. Creí que si me mantenía tranquila, no volvería a ocurrir. Al ver la preocupación de mi amiga, acaricié su cabello y ella levantó el rostro, mirándome con un temor genuino. Durante estos años que la conocía, ella había tenido que presenciar estos tres ataques. —Tranquila, ya me encuentro mejor —dije. Entonces, alguien tocó la puerta de mi habitación. Confundida, Danna se apresuró a ponerse de pie y limpió sus mejillas—. ¿Qué está sucediendo? —Lo siento, le pedí a Desmond que me ayudara a traerte a casa. En ese momento no tenía la medicina en mi bolso, así que solo actué porque lo único que me importaba era verte bien. —¿Puedo pasar? —escuché la voz de Desmond. —Le pedí que se fuera, pero insistió en quedarse. Se preocupó cuando te observó en ese estado. Dios mío, yo no quería que nadie supiera de esto, deseaba mantenerlo en silencio, pero ya era tarde, así que sin querer tuve que admitir la verdad. —Déjalo pasar, Danna —suspiré. —¿Estás segura? —Completamente. Entonces Danna se acercó a la puerta y, abriéndola, dejó que Desmond ingresara. Sus ojos se posaron en mí, encontrándome en mi cama. —Ay, pequeña nadadora —suspiró—, realmente nos diste un gran susto. Me alegra verte consciente. —Sí, así es —respondí sonriendo débilmente—. Yo quería agradecerte por lo que hiciste. —No, no tienes nada que agradecer. No fue nada, en realidad, solo actué como debía. Tu amiga estaba desesperada; lo único que me repetía era "la medicina, la medicina", y no entendí la razón. Danna y yo compartimos miradas. —Desmond, ¿podrías guardar un secreto? Sus ojos me miraron con confusión, pero sé que no hay otra opción después de lo que había visto. Sus preguntas no cesarían. —¿Secreto? ¿De qué hablas? ¿Estás enferma? —me preguntó, y yo bajé la mirada, tomando fuerzas para hablar—. Elinor, ¿estás enferma? —volvió a preguntar, y a mí no me quedó otra opción más que admitirlo. —No es exactamente una enfermedad, es más un efecto. —¿Efecto? —preguntó. —Una consecuencia... aquella que terminó con la vida de Arnav —mi revelación dejó a Desmond totalmente desconcertado. —¿De qué estás hablando? Se supone que en su cuerpo no se encontró ningún rastro de que algo haya causado su muerte. —Lo sé perfectamente, y yo tampoco encuentro explicación. Solo sé que aquello que lo consumió también ingresó a mi organismo, pero la diferencia es que yo no morí. Es como si una dosis muy pequeña hubiera ingresado; no me mató, pero tampoco me deja vivir. —Esta es la tercera vez que ocurre —añadió Danna, acercándose hacia mí después de haber servido un poco de agua en un vaso que me entregó para que bebiera. —Gracias —le respondí, bebiendo suavemente el líquido que ingresaba por mi garganta. —La primera vez que apareció fue por culpa de esa bruja del mar. —Aquel día que nos conocimos —agregó. Danna se sentó a un lado de mi cama. —Al principio no teníamos idea de lo que era, pues ocurrió luego de que esa bruja llegara a la graduación de Elinor. Discutieron, yo intervine y logré sacarla del lugar; sin embargo, luego Elinor empezó a mostrar los mismos síntomas que hoy. —Y fue gracias a ti que me salvé —apoyé mi mano en la de ella, compartiendo una sonrisa cálida. Volví a mirar a Desmond—. La situación se pudo controlar gracias a que Danna me llevó al hospital más cercano. Me hicieron muchas pruebas, pero no encontraron nada. Era exactamente igual a lo que le había ocurrido a Arnav. —Pero esto es grave. Eso quiere decir que no fue una muerte natural. ¿Por qué no lo contaste? —¿Crees que alguien me creería sin ningún tipo de prueba o rastro? —Es verdad, tienes razón. —Además, Benedict seguramente me señalaría como la culpable, no me dejaría en paz. —Pero eso no es justo. Eso quiere decir que la persona responsable de esto está afuera, viviendo una vida tranquila y regocijándose por lo que ocasionó, mientras que tú has recibido los ataques de Benedict cuando en realidad fuiste otra víctima. —No me importa que Benedict me diga eso. Mi conciencia está tranquila. —Pero no es justo. —Por favor, Desmond, te pido que no se lo cuentes a nadie, al menos no hasta que logre encontrar una solución a esto y hacer justicia al hombre por el cual tengo una vida. —Mi corazón se retorció solo de recordarlo; quizás Arnav ahora mismo estaría vivo. Apretando mis labios, contuve un sollozo que estuvo a punto de salir de mi garganta. Tomando sus manos, lo miré directamente e insistí en que mantuviera esto en secreto. Él exhaló, pero aceptó hacerlo. —Cuenta conmigo. —Se acabó la última dosis de epinefrina —escuché decir a Danna. —Tienes razón, solo quedaba una. —¿Epinefrina? —pregunta Desmond. —Es lo único que me ayuda. Como ha pasado mucho tiempo desde la última vez que tuve uno de esos ataques, solo tenía una, y es la que Danna acaba de utilizar en mí. —Bueno, es mejor estar prevenidos —dijo ella, acercándose a la puerta—. Ahora mismo iré a conseguir más y seré más precavida; llevaré una siempre en el bolso. Esta vez se me olvidó por completo. —Te acompañaré —intenté levantarme, pero Desmond me detuvo. —Por supuesto que no. A ver, pequeña nadadora, tú no vas a ir a ningún lado. —él voltea a mirar a Danna—. Ve a conseguir esa medicina, que yo me quedaré aquí a cuidarla. —Oigan, tampoco soy una bebé —contesté. —Es por tu bien, Elinor —añadió mi amiga, y al final no me quedó otra opción más que aceptar quedarme en la cama. —Hazle caso a tu amiga —añade Desmond—. Además así tenemos la cita que te pedí, y quizás hasta te enamoras de mí. —Ya te dije que pierdes el tiempo con tu coquetería. —Puedo ser paciente, no tengo prisa —sonríe de lado, mientras me guiña un ojo. --- POV Danna Salí de la casa de Elinor. Las cosas habían sucedido tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de reflexionar. ¿Cómo pude ser tan irresponsable de no haber cargado el medicamento en mi bolso? ¿Qué clase de asistente soy si descuido la salud de mi querida amiga? Sentía la culpa atormentándome solo de pensar que no hubiera podido llegar a tiempo y que esto hubiera terminado en una tragedia. Levantando mis manos hacia el cielo, dije: "Señorcito Arnav, no lo conocí, pero por favor, échele una manito a Elita. Ella es muy noble y ha pasado por tanto, y si no fuera mucha molestia, haga a su hermano menos imbécil. Si logra eso, le juro que le hago un altar". Volviéndome a concentrar en el camino, continué. Por fortuna, no me costó nada conseguir el medicamento, e incluso me daba tiempo de pasar por “Los Panqueques Locos”. —¡Ustedes son mi medicina! —exclamé, sintiendo cómo se me hacía agua la boca. Pero al ver el local, supe que ya estaban a punto de cerrar, y que el lugar estaba cruzando la calle. **¡Rápido, Danna, rápido!**, me dije a mí misma, y sin pensarlo dos veces, corrí con todas mis fuerzas, con la esperanza de conseguir al menos un par. El corazón me latía con fuerza, mi respiración se aceleraba. **¡Debo llegar a tiempo!** Pero cuando estaba a punto de cruzar la calle, vi cómo el empleado cambiaba el letrero de "abierto" a "cerrado". **¡No, no, no!**. Desconcertada, no me di cuenta de que había alguien frente a mí. En mi desesperación, lo choqué con tal fuerza que terminó en el suelo, su traje blanco terminó manchado por completo de agua sucia. —¡Oh, santa mierd@... —pensé, el horror invadiéndome al darme cuenta de lo que acababa de hacer. —¡Esto tiene que ser una jodida broma! —rugió el hombre, su mirada verde clavándose en la mía como dagas—. ¡Maldita sea! ¿Acaso no tienes ojos? El tono de su voz me heló la sangre, pero mi instinto de defensa se activó. —¡Ni que hubiera estado caminando con los ojos cerrados! —repliqué, tratando de sonar segura, aunque mi corazón latía con frenesí. —¿Te estás burlando de mí? —Eh… tengo que retirarme. Disculpe por lo sucedido, adiós —dije, la voz temblándome un poco mientras retrocedía. —¡Oye, tú! ¡Vuelve aquí! ¿A dónde crees que te vas, fea? —gritó, su enojo transformándose en una furia palpable. El miedo me recorrió la columna como un rayo. **¿Quién es este tipo?** No tenía ni idea, pero algo en su mirada verde me daba escalofríos. Sin dudarlo, levanté la mano para detener un taxi, y sin mirar atrás, me subí, dejando todo ese caos detrás de mí. --- POV Benedict La noche es más fría de lo que recordaba. El aire helado se cuela por la ventana, pero es el recuerdo de Elinor lo que realmente me congela por dentro. Mis manos, apoyadas en el marco de la ventana, intentan encontrar estabilidad, pero todo en mi interior es un torbellino. ¿Por qué, Elinor? ¿Por qué sigues atormentándome? Cada vez que cierro los ojos, su rostro aparece, y esa presión en el pecho se vuelve insoportable. La misma presión que sentí cuando me dijeron que Arnav había muerto. —¡Maldita sea! Estoy sobrepensando las cosas —la voz me tiembla al decirlo, antes de llevarme otro sorbo de whisky a la boca. Siento el líquido quemando mi garganta mientras retrocedo hacia la chimenea. El fuego en el hogar parece bailar, burlándose de mí. Las llamas se retuercen, reflejando el caos en mi mente. **¿Cuántas noches he pasado aquí, bebiendo, intentando olvidar?** Pero el fuego no me deja. Sus ojos verdes aparecen entre las llamas, y hasta su voz parece susurrar en mi oído, como un viento helado que entra por la ventana. Mi mano tiembla cuando meto la otra en el bolsillo y saco el celular. Lo observo durante largos segundos. —¡Maldita sea! —grito, apretando el celular con todas mis fuerzas—. ¡No lo haré! ¡Sal de mi cabeza, Elinor! El eco de mi voz retumba en la habitación vacía, pero el peso en mi pecho no se alivia. --- POV Elinor —Puedo guardarlo —me dice Danna cuando bajamos del auto, la preocupación aún marcada en su rostro. —No quiero causarte más molestias, Danna —le respondo, guardando el medicamento en mi bolso. Trato de sonar firme, pero el miedo de parecer débil me invade—. Desde ahora tendré más cuidado. No quiero que piensen que soy una mujer débil. Danna se gira hacia mí, sus ojos brillando con determinación. —Para nada. Tú no eres débil, Elinor. Eres la mujer más fuerte que conozco. Sus palabras me golpean directo en el corazón, llenándome de un calor que casi había olvidado. Justo en ese momento, un comentario llega a nuestros oídos, una voz que me es tan familiar que casi me paraliza. —Ahora todo tiene sentido —dice la voz, con un tono que no puedo descifrar. Doy media vuelta, mis ojos encontrándose con los de él. Verdes, idénticos a los míos. —Randall… —susurro con mi mente en blanco, sin saber cómo reaccionar. Él da un paso hacia mí, sus ojos destilando resentimiento. —Mandaste a tu amiguita para arruinar la noche más importante que tenía. —¿Lo conoces? —me pregunta Danna, sorprendida, mirando de uno a otro. No estaba preparada para verlo, pero de algo estaba segura, no me intimidaba, así aclarando mi voz lo miré con una seguridad que ahora me caracterizaba. —¿Cuánto tiempo sin vernos… Hermano?
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