—Úrsula, vámonos —dice Benedict.
Ella lo mira sorprendida.
—No puedes estar hablando en serio, ¿acaso le vas a dar la razón?
Él sujeta la mano de Úrsula y la mira a los ojos.
—Dije que vámonos.
De este modo, ambos se alejan, permitiendo que pueda por fin ir a mi oficina.
La señora Vera me conduce a la que sería mi oficina desde este día. Me da algunos consejos que acepto gustosamente por su trayectoria, pero antes de irse me dice:
—Me disculpo por el comportamiento de mi hijo. Benedict esperaba recibir este cargo cuando yo me retirara, y sinceramente, también pensaba hacerlo. Creí que él tenía las capacidades suficientes para poder dirigir la Corporación, pero muchas de sus decisiones nos han traído grandes problemas financieros y legales. Tuve que indemnizar a una gran cantidad de ex empleados, y además darles una cantidad extra para retirar las denuncias que habían puesto por sus despidos injustificados. Lo cual me hizo darme cuenta de que mi hijo no tenía las capacidades para poder estar al mando de Bercelli.
—Ay, señora, honestamente creo que le hizo falta mano dura. Seguramente su hijo fue el típico niño que recibía todas las atenciones del mundo, que tenía todo con tan solo chasquear los dedos —opina Danna—. Si él hubiera sido hijo de mi mamita, que en paz descanse, ya le hubiera dado un par de buenas bofetadas.
—Se podría decir que sí —responde Vera—. Benedict fue mi único hijo biológico, su padre nunca lo reconoció, así que no me negué al darle todo lo que quería y podía. Lo mismo hice cuando adopté a Arnav. Luego volví a casarme y parecíamos ser una familia feliz. Ambos eran unos niños preciosos, tan gentiles, nobles, cariñosos y amorosos. Mis padres y mis hermanos los adoraban; jamás hubo distinción entre ellos. Pero la muerte de mi Arnav oscureció el corazón de mi Benedict.
La señora Vera parecía ponerse nostálgica al recordar viejos tiempos, pero luego sacudió su mente, volviendo a la actualidad.
—Mi compromiso es firme, señora Vera —decido afirmar—. Le prometo que entregaré todo de mí por el bien de la Corporación. Puede estar tranquila.
—Lo sé querida, confío mucho en ti. Sé que no me vas a decepcionar.
Antes de despedirse, la señora Vera toma mis mejillas con delicadeza y me da un beso maternal en la frente. Luego se dirige a la puerta para marcharse.
—Es muy buena señora —comenta Danna—. Es difícil creer que su hijo tenga esa personalidad cuando ella es tan linda. Seguro el “bendejo” lo heredó de alguien de la familia.
—Ay, Danna —sonrío—. ¿Qué ocurrencias tienes?
—Claro, esto es como la ley de Newton.
—¿Ley de Newton? —pregunto confundida.
—Esa donde las cualidades que tuvieron los abuelos pueden aparecer en los nietos.
—Oh, ya comprendí. ¿Hablas de la ley de Mendel?
—Esa misma. Seguramente el abuelo fue otro “bendejo”. Dicen que algunas cualidades se saltan una o dos generaciones, y por eso él es así. Quién sabe qué otra cosa pudo haber heredado.
Ante las ocurrencias de Danna, no pude evitar reír.
—No creo que la ley funcione así —le respondo entre risas.
—Es posible. Mi madre siempre me decía que yo tenía los ojos de mi abuelo —señaló su mirada color café.
—Bueno, esos son aspectos físicos.
—Pues entonces no me explico la razón. Por ejemplo, tú debes haber heredado algo de tus abuelos.
—Sabes que no los conocí —le respondo—. Mamá murió cuando yo tenía 6 años y papá nos abandonó.
—Pero algo tuvo que haberte dicho tu hermano.
—Honestamente, no lo sé. Randall nunca me contó algo sobre nuestra familia. De hecho, ya no recuerdo el rostro de mi madre. Randall detestaba las fotografías y, aunque nunca lo entendí, se deshizo de los cuadros que tenían fotos de mi madre y de nosotros.
—Yo sí lo entiendo; era un amargado. Afortunadamente, no lo conocí.
—Créeme que es mejor así. Randall decidió alejarse completamente de mí; no he sabido de él durante estos años. Imagino que debe estar trabajando como médico. Ese fue el sueño por el que tanto se esforzó.
—Por fortuna no tuve hermanos. Dios me libre de personas así. No solo has tenido que lidiar con la bruja del mar y el “bendejo”, sino también con un hermano detestable.
—No pasa nada —le contesto—. Es parte de la vida; lo importante es no estancarse.
Mientras conversábamos, escucho que alguien toca la puerta.
Tan pronto como Danna se acerca para abrirla, esta se abre sin previo aviso, dando paso a Benedict, que mira con evidente incomodidad a Danna.
—Retírate —le ordena.
—¿Perdón? —responde—. Tú no me das órdenes.
—Tengo que hablar con tu jefa, así que retírate.
Danna no era el tipo de persona que se dejaba intimidar fácilmente.
—Mira, a mí tú no me vas a dar órdenes. No me importa que seas el hijo de la dueña; aquí la directora es Elinor, por lo tanto, es la única persona que puede darme órdenes.
—Aunque ella sea la directora, yo soy un Bercelli, y eso me hace estar por encima de todos ustedes. Así que obedece mis órdenes y sal de aquí.
—Un momento, Benedict —me levanté de mi escritorio—. Tu cargo está fuera de esta oficina. Además, creí que te había quedado claro lo que te dije momentos atrás. Si queremos trabajar por el bien de Bercelli, es mejor que empieces a mejorar tu actitud conmigo. No te va a funcionar tu actitud de dictador, y para que lo sepas, Danna no se va.
Sus ojos azules destellan con dureza.
—Perfecto —responde, metiendo sus manos en sus bolsillos—, entonces será como tú quieras.
—Por supuesto que así será.
—No quería humillarte delante de los demás empleados.
—Tengo mucho por hacer, solo dilo y déjame trabajar.
—Bien… —afirma, elevando una ceja—. Solo dime tu precio, ¿cuánto quieres por irte de Bercelli y dejar el cargo de directora?
—¿Cómo te atreves? —interviene Danna—. ¿Quién te crees para hablarle de esa manera?
—No te preocupes, Danna, puedo responderle. El señor cree que puede comprar todo con dinero y piensa que tengo un precio. Honestamente, no me sorprende.
—Al igual que tú, también tengo una agenda cargada. Me molesta respirar el mismo aire que tú, así que dilo, ¿cuánto quieres por alejarte de nosotros?
—¿Alejarme? ¿De qué estás hablando? Hasta el momento, mantengo mi distancia de ti.
—Claro, ahora finge tener amnesia. No creas que voy a dejar pasar por alto la manera en que le hablaste a Úrsula.
—Ahora entiendo todo —sonrío de lado—. Es por ella que estás haciendo esto, ¿porque le incomoda mi presencia? ¿Porque no le gusta que le digan las verdades en la cara?
—La lastimaste, y eso es algo que yo no voy a permitir. Úrsula es la mujer más importante en mi vida, y si alguien la ataca, me estará atacando a mí. Y no creas que yo me quedaré de brazos cruzados, ¿me oíste?
Al darme cuenta de la frialdad con la que me hablaba, me hizo pensar en la falta de amor que había tenido en mi vida para haber amado a un hombre como él en mi pasado.
—Pues, si tanto la amas, ¿por qué no te divorcias de mí? Te mandé el acta del divorcio con mi abogada, pero te negaste en tres ocasiones.
—Las razones son solo mías, no tengo que darte explicaciones. No creas que me hace feliz saber que estoy casado contigo, pues, a pesar de que eres mi esposa, ella es la mujer que amo. Con ella está mi lealtad y fidelidad.
—Felicidades. ¿Qué se supone que debo hacer, aplaudirte? Gloriosa manera de demostrar tu lealtad y fidelidad con la mujer que amas, teniéndola como amante, porque eso es lo que es.
—Ella…
—No he terminado —lo interrumpo—. Creo que ya hablaste suficiente. Sé perfectamente que ella se ha presentado en muchos lugares como tu esposa, usurpando un título por el cual no pienso pelearme. Francamente, no me interesa, pero si realmente quieres darle un lugar, entonces dame el divorcio —lo miré de pies a cabeza—. Y sobre tu propuesta, olvídalo. Yo no soy una cobarde que evade responsabilidades.
—¿Acaso no tienes suficiente con la herencia que te dejó mi hermano? ¿Qué quieres, apoderarte de toda la Corporación?
—Te recuerdo que este lugar lo obtuve porque tu madre confió en mí y por mi amplia capacidad en los negocios. Mírame dos veces antes de hablarme, Benedict, pues frente a ti no tienes a la Elinor que en algún punto de su vida te vio realmente como todo lo que quiso, ante ti tienes a una mujer que estudió, que tiene una especialidad y que es prestigiosa en lo que hace.
—Puedes decir lo que quieras sé que tú no tienes la capacidad para dirigir una corporación como ésta. Lo vas a arruinar.
—Pues esa es tu opinión, tal vez pueda meterla a mi cuenta bancaria y saber si en algunos años me generará algún tipo de interés.
Benedict tensó su mandíbula y apretando los puños, finalmente salió de mi oficina, dejando un ambiente de tensión.
—Dios mío voy a tener que poner ambientador —comenta Danna luego de que él se fuera—.No puedo creer la desfachatez que tuvo para venir hablarte de esa manera, por suerte lo pusiste en su lugar.
—No quiero pensar más en ello —acercándome a la computadora decidí empezar con mis labores, pero nuevamente alguien tocó la puerta.
Danna dió un golpe al piso con su pierna.
—Seguramente es él otra vez, no te preocupes que yo me encargo —con las manos hechas un puño, la veo caminar a la puerta, pero la detengo.
—No hace falta Danna —me pongo de pie y esta vez decido ser yo quien abra, pero cuando veo a la persona, me quedo sorprendida.
—¿Desmond?
———————
POV Benedict
Regresé a mi oficina echando furia por mis poros, ¿Cómo se atrevía a hablarme de esa manera? ¿quién se había creído?
No solo provocó la muerte de mi hermano y se robó su fortuna, sino que ahora quería apoderarse de todo Bercelli, yo no se lo iba a permitir, esto era una guerra declarada.
Pronto observé como Úrsula ingresó a mi oficina, encontrándome con las manos apoyadas en el escritorio, debido a la discusión que había tenido con Elinor.
—Benedict… —me miró con ojos llorosos.
Abrí mis brazos y la recibí.
—Ella realmente me odia… Me lastimaron sus palabras…
—Tranquila yo no voy a permitir que nadie te lastime, ella tendrá que irse y te pedirá perdón de rodillas.
Úrsula era la mujer que ocupaba la prioridad en mi vida, se lo debía y por eso la apreciaba más que a nadie, ella me salvó de morir ahogado en el río cuando yo era solo un muchachito que cayó al agua. No recordaba mucho de como salí, solo que ella estaba frente a mis ojos, y desde entonces juré que la protegería de todo y todos, y eso incluía a la mujer que aún era mi esposa.
Nunca perdonaría a Elinor por humillar a Úrsula y por haber causado la muerte de mi hermano.