La amante

2092 Words
Tres años después Tras un arduo trabajo y muchos sacrificios, logré culminar mis estudios con calificaciones sobresalientes. Me enfoqué en mí y di todo lo que tenía para ser la mejor versión de mí misma, y lo logré. Aún recuerdo la carta de felicitación de la señora Vera por haberme graduado. Parece mentira, pero nadie asistió a mi graduación, ni siquiera mi hermano, al cual no he vuelto a ver desde ese día que me dio alojamiento en su casa. Ahora, el tiempo ha transcurrido, y tras haber hecho una especialidad, soy una mujer aclamada en negocios. Logré comprar una hermosa vivienda con un jardín precioso que lleva al bosque, tal y como me gustaba de niña. —Ding Dong. ¿Puedo pasar? —escucho decir a una voz que se ha hecho familiar durante todo este tiempo. —Claro que sí, Danna —respondo, y ella ingresa a mi despacho con una pila de documentos en los brazos y varios ramos de rosas. —Oh, permíteme ayudarte —me apresuro a levantarme para ayudarla. Una vez que acomodamos todo en mi escritorio, ella estira su cuello y frota sus brazos. —Un día de estos, tus pretendientes me van a provocar una hernia —bromea—. Mira la cantidad de rosas que te han enviado. Y eso que aún estás casada. Imagínate cómo será cuando te divorcies; en lugar de rosas, llegarán anillos de matrimonio. Uy, no, pobre de mí. —Eso no sucederá —le respondo entre risas. —Bueno, como sea. Lo lamento por ellos, pues a pesar de pretenderte, ninguno sabe realmente tus gustos. Danna era una joven que trabajaba para mí, era mi mano derecha y principal apoyo emocional. Nos conocimos de una manera bastante particular, y desde entonces nos volvimos inseparables. —¿Sabes algo? Los llamaré personalmente; no está bien que continúen mandándome rosas. —Por supuesto que no. En lugar de eso, deberían mandarte abrigos, joyas, hasta chocolates. ¡Qué poco original es solo mandar rosas! —comenta ella—. Son unos tacaños. —No, no me refiero a eso —le respondo—. Si deseo flores, chocolates o abrigos, puedo comprármelos yo misma. Lo que sucede es que al dejar que estas rosas lleguen, es como darles esperanza, y no pretendo provocar eso. —Si gustas, puedo llamarlos y decirles con mucho cariño que se metan sus rosas por donde no les llega el sol —Danna sonríe con malicia, y sabía que ella sí sería capaz de hacerlo. —No te preocupes, lo haré yo. Te prometo que no te saldrá una hernia. Más bien, coméntame, ¿qué son todos estos documentos? Dejamos a un lado las rosas y nos concentramos en el trabajo. —Oh, por supuesto. Mira, esto llegó de la inversión que hiciste en la fábrica textil. Parece que está yendo muy bien, pero para evitar cualquier tipo de malentendido, ya sabes que cada mes mandan un resumen para que puedas leerlo y revisarlo. Si gustas, puedo hacerlo yo. Y este otro documento es de la inversión que hiciste en la bolsa de valores. Y este otro es un recibo con un recordatorio para pagar los 300 muffins que consumiste en “Los Panqueques Locos” en un mes. ¡Ay no, este es mío! —dijo avergonzada, tomando el recibo para esconderlo en su bolsillo, pero cuando vio mi expresión de sorpresa, dijo—:¿Qué? Me gustan los muffins. —Yo no dije nada —respondí. Continuamos revisando los documentos hasta que una carta se mezcló entre todos los documentos que estaban en mi escritorio. Al ver el nombre del emisor, Danna y yo intercambiamos miradas. —¿Crees que sea grave? —me pregunta ella. —Solo lo sabremos cuando la leamos —tomé la carta y la abrí sin dudar, sacando el documento que tenía el sello oficial de la Corporación Bercelli. —¿Y qué dice? —me pregunta Danna, ansiosa. —Es la directora de la corporación, la señora Vera Bercelli —murmuré, aún concentrada en la carta. —La mamá del “bendejo” —contesta Danna, haciendo un juego de palabras con el nombre de Benedict. —Danna… Cada vez que su nombre venía a nuestra conversación, ella lo llamaba así. —Dice que se retirará del cargo. —¿Cómo? —Danna no lo creía. Así que asomando su rostro leyó la carta y luego retrocedió, sorprendida, cubriéndose los labios con ambas manos—. ¡Quiere que tú ocupes su cargo! ¡Quiere que seas la directora de Bercelli! ¡No lo puedo creer! —grita emocionada, pero mi rostro no muestra emoción; por el contrario, estoy confundida. —Esto no puede ser —digo entre dientes. —Por supuesto que puede ser. Recuerda que, a pesar de todo, aún eres parte de los Bercelli. Ciertamente Danna tenía razón, pues a pesar de que le había mandado mi acta de divorcio a Benedict, este se había negado a firmarla sin darme ninguna razón. —Pero hay algo que no entiendo: ¿por qué se está retirando la señora Vera? La corporación ha tenido muy buenos resultados durante los últimos años. —Tú lo has dicho, Elinor, pero recuerda que la competencia es cada vez mayor y la industria de la moda ha tenido muchos cambios. Si la madre del “bendejo” ha tomado esta decisión, es porque confía en tu potencial, en tu capacidad como negociante y en tus nuevas ideas. Guardé silencio durante unos segundos, con la mirada enfocada en el papel. Arnav me dejó la herencia que a él le correspondía; con ello, logré cumplir muchos de mis sueños y mejorar como persona. Le debo este favor a la señora Vera y al hombre que confió en mí más que nadie. —Por la bruja del mar ni te preocupes, déjamela a mí —añade Danna. —La presencia de Úrsula no me interesa; me enfocaré en hacer mi trabajo. Solo lo hago por Arnav y la señora Vera. ... Tras haber recibido la carta, pocas horas después recibí la llamada de la señora Vera. Escuchar su voz después de mucho tiempo fue conmovedor. La junta se realizaría en dos días, donde ella me presentaría como la nueva directora de Bercelli. Quería preguntarle tantas cosas, como por qué no había elegido a su propio hijo, ya que él tenía más experiencia que yo dentro de la corporación, pero imaginé que tendría sus motivos. Así que no cuestioné más. Pasados los días, Danna, que siempre iba conmigo a cualquier reunión y junta, no hizo la excepción. —No ha cambiado mucho —comentó tras bajar del auto y mirar el imponente edificio de la corporación, sintiendo la brisa del viento mover mi cabellera. —Y ahora tú serás quien dirija —me dice Danna, y yo asiento. Juntas ingresamos al edificio y me di cuenta de que había más personas nuevas que de las antiguas. Al parecer, la persona que había estado a cargo de las contrataciones había hecho muchos cambios. No los reconocía, pero ellos al parecer sí. O quizás solo estaban sorprendidos de ver una cara nueva en las instalaciones de Bercelli. Mientras observaba todo, Danna recibió un mensaje que luego me comunicó. —Es la señal de la mamá del “bendejo”… perdón, digo la señora Vera. Dice que ya inició la junta y quiere presentarte. Asentí a su comentario, dirigiéndome al ascensor que nos llevaría al piso donde se estaba realizando la junta. —La indicación de la señora Vera señala este lugar —me comenta Danna para luego voltearse hacia mí—. Bueno, Elinor, ha llegado el momento. Haz tu entrada. Un nuevo comienzo estaba frente a mis ojos, un desafío que enfrentaría con seguridad. Entonces, la puerta se abrió e ingresé, manteniéndome firme frente a las miradas que se sorprendían al verme. Pero ninguna de esas miradas se comparó con la de aquella persona que estaba de pie a un lado de la puerta. No fue el único que al parecer estaba incómodo con mi presencia, pues solo tuve que girar un poco a la derecha para ver el rostro desencajado de Úrsula. —Damas y caballeros, quiero presentar a quien será la nueva directora de Bercelli, Elinor Lancaster. —Mi nombre resonó a lo largo y ancho de toda la sala de juntas, mientras los demás integrantes de la directiva asentían satisfechos. —Estoy completamente segura de que han oído de ella —agrega la señora Vera—, por lo que me siento tranquila de dejar el cargo en manos de alguien cuya experiencia nos garantizará tener nuevamente el liderazgo en la industria de la moda. Tras mi presentación y el agradable recibimiento, estaba a punto de dar mis primeras palabras como agradecimiento, sin embargo, hubo una persona que mostró su total desacuerdo levantando su voz al mismo tiempo que golpeaba el escritorio con su puño. —¡Eso no puede ser verdad! —objetó Úrsula, golpeando la mesa—. Ese puesto es de Benedict. ¡Es una usurpadora! —me señaló. La señora Vera estuvo a punto de responder, pero fueron mis palabras las que dieron respuesta. —Curiosa manera de llamarme, cuando usted se ha presentado en múltiples eventos como esposa de quien aún no me ha firmado los papeles del divorcio, pero no se preocupe, no tengo pensado reclamarlo, solo vengo a hacer mi trabajo. El rostro de Úrsula se enrojeció y su mandíbula se tensó, pero guardó silencio, lo cual para mí era suficiente. Podía lidiar con personas desagradables siempre y cuando no interfirieran en mi trabajo. —¿Puedo continuar? —pregunté dirigiéndome a Úrsula y ella gira su rostro evitando a mirarme—. Perfecto —respondí y continúe hablando, pero esta vez dirigiéndome a los demás integrantes de la junta directiva, quiénes me escuchaban atentos dando mis primeras palabras como directora de la Corporación Bercelli, con la que me comprometía a entregar mi 100%. Los aplausos no se hicieron esperar y al término de esta reunión la señora Vera planeaba acompañarme a la que sería mi oficina, no sin antes presentarle a Danna con quien simpatizó de inmediato. —¡Un momento! — escuché la misma voz que minutos antes me había interrumpido en la sala de juntas las tres volteamos y encontremos a Úrsula quien se acerca completamente furiosa seguida de Benedict—. Señora Vera, lo que usted ha hecho no tiene nombre, ¿cómo pudo haber nombrado a esta mujer en lugar de su propio hijo? —No tengo que consultar con nadie las decisiones que tomo —responde la señora Vera—, y te recuerdo que aquí tú no eres nadie para cuestionarme, no estás aquí porque yo te haya contratado. —Madre… —Benedict interviene—. Durante años esperé este momento sabes qué yo estoy mejor capacitado. —Por supuesto, tan capacitado que te dejé a cargo de las contrataciones del personal, ¿y qué hiciste? despediste a la mayoría, contratando a personas sin experiencia. —Lo hice para que Bercelli tomara nuevos aires y formara un nuevo rostro. —Por supuesto y no tomaste en cuenta que esas personas nos demandarían por despidos injustificados, lo que provocó toda esta crisis, ¿pero sabes qué? No te echaré la culpa de eso, sé perfectamente quién influyó en tus decisiones. —¡Ya estarás feliz! ¿verdad? —Úrsula me mira sin ocultar el odio en sus ojos—. ¿Pero sabes qué? No te va a funcionar, Benedict me ama y el título de su mujer me pertenece. Ante su afirmación sonreí de lado. —Aquí hay una verdad y aunque no quieras aceptarlo, tú eres solo la amante, y yo soy la directora de Bercelli ¿aún estás orgullosa de ese título? Úrsula volvió a guardar silencio, y fue entonces que me dirigí a Benedict. —Solo te diré esto una vez Benedict, no quiero que mezcles tus temas personales con el trabajo tu vida personal no me interesa, y si realmente te importa la Corporación, espero que te esfuerces en ello. —Tú no eres nadie para hablar con él —Úrsula volvió a interrumpir. —Por supuesto que puedo hablar con él y con cualquier persona de este lugar, te recuerdo que soy la directora, cargo que asumí por mis logros, mis estudios, mi esfuerzo y no por ser la amante del hijo de la dueña. Aprende a dirigirte a mí con respeto.
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