Me organicé establecí horarios, mamá me asigno los desayunos para todos de lunes a sábado, el domingo me podía levantar tarde porque ella se encargaba ese día del desayuno. Debía colaborar con los almuerzos y en la noche ayudar con la cena. Eran sencillas las tareas asignadas, me fascinaba tener la cocina impecable y eso le encantaba a mamá. Sabía cocinar lo básico así que nadie se quejaba de nada. Poco a poco empecé a adaptarme y también salía a contar más reses, fumigar los lugares donde siempre se echaban, suministrarles la sal y la melaza. Eso me agradaba. De pronto papi se fue por unos días para la casa de mis abuelos paternos. Bueno tenía tiempo sin visitarlos así que no me pareció extraño. Como a los ocho días llegó y me dio dinero y me dijo: —Hija, a usted cómo que le hace