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1165 Words
 El teniente caminó a la oficina de Robert, el ingeniero en sistemas. Al llegar notó que tenia el ordenador de la chica conectado a su computadora de mesa, había muchos códigos en la pantalla. Lo cual mareó al detective ya que no entendía mayor cosa. El detective se sentó en frente de la mesa y el ingeniero procedió a tomar asiento y exponerle lo que había encontrado. —¿Qué tienes, Robert? —preguntó el teniente, esperanzado de tener una pista. —Primero fue difícil desbloquear su ordenador, lo tenía muy protegido—respondió—, Segundo, no había mayor información que archivos de su carrera y fotografías con sus amigas, pero logre acceder al almacenamiento y recupere la última conversación de su red social. —¿Y? ¿Qué dice? —preguntó exasperado el detective. —Véalo usted mismo—respondió Robert, girando el monitor hacia el teniente. Se trataba de una conversación de la víctima con su mejor amiga, Belén. Le contaba que no soportaba a su madrastra, que era una pesada y una hipócrita. Y que lo único bueno que tenía, era a su hijo. Su hermanastro Cristopher, con el cual mantenía cierta relación secreta. El detective se sorprendió bastante, pues según recordaba había hablado con el novio de la víctima, Luke Wilbur. Siguió leyendo, mencionaba que seguía recibiendo esas extrañas amenazas, pero que no podía imaginarse de quien podría ser. También mencionaba que su madrastra era muy malintencionada y había logrado convencer a su padre de transferirla a una universidad fuera de la ciudad. su mejor amiga repetía una y otra vez que su padre no seria capaz de hacerle caso. Pero la victima insistía en que su padre estaba tan tragado y cegado por ella, que le cumpliría cada capricho. ¿Acaso esa era una razón para asesinarla? Pensó el detective, quizá el solo estaba viendo más allá de lo que tenia en sus narices. La madrastra podría ser la culpable o su hijo, pero había una nueva interrogante. ¿Y si el novio de la víctima había descubierto su aventura con el hermanastro? Podría tratarse de un homicidio pasional. La conversación acababa en el día viernes, donde ambas se citaban a la misma hora en uno de los bares de la ciudad. Luke afirmó que la victima le notifico que iría a una fiesta con Belén, pero esta ultima menciono que no la había visto desde hace tres días, lo cual no concuerda porque fue interrogada el lunes. Había gato encerrado y de eso estaba cien por ciento seguro el detective. Imprimió la conversación y la doblo guardándola en su saco. —Gracias, Robert. Tenemos algo, por fin—respondió el detective. Robert le dio un asentimiento y el teniente salió de la oficina, volviendo a la suya. Y junto la conversación con su libreta de apuntes, todos parecían tener razones para matar a la víctima.  Su madrastra por ambición y quizá se enteró del romance entre su hijo y Mónica. Su novio Luke, por celos al enterarse de la aventura con su hermanastro. Solo nos quedaba Belén, ¿Qué razones podía tener? Quizá ¿El que la obligara a hacer cosas que no quería? Aunque sentía que fue una artimaña para salirse con la suya. Por otra parte, Belén investigaba por su lado la muerte de su mejor amiga. No podía creer que estuviera muerta, no después de tantos años de amistad. De tantas aventuras, fiestas, experiencias y vivencias, simplemente no podía pasar por alto que su otra mitad, como solía llamar a Mónica. Estuviese muerta, era algo que no la dejaba dormir por las noches. Sabia cada secreto de la difunta, cada paso, horario, amistad, noviazgo. Todo, pero, ¿Estaba segura de que Mónica no le ocultaba nada? Quizá era muy cuidadosa y minuciosa. No lo sabría nunca, no hasta que el detective encontrara las pistas que lo llevarían a descubrir el gran enigma que era Mónica Miller. Una llamada sacó de sus pensamientos al detective, quien se debatía en ir a buscar a Belén Smith y pedirle ciertas explicaciones. Pero sabia que si su abogado se encontraba cerca haría que ella no respondiese, así que debía interceptarla en un lugar donde el no estuviese alcance. Suspirando atendió su teléfono móvil. —¿Buenas tardes? —respondió el detective a través de la bocina. —Buenas tardes, detective. Soy Brenda, el ama de llaves de la mansión Miller—respondió la mujer que el teniente recordaba muy bien, se acomodo en su asiento por la sorpresa que eso le causaba. —Brenda, que alegría escucharla—respondió el teniente—, Dígame, ¿En que la puedo ayudar? —Creo que esta vez, soy yo quien puede ayudarlo a usted—respondió por el otro altavoz—, Tengo algunos eventos que contarle, le parece si me recoge a unas cuadras de la mansión. Mi turno acaba en treinta minutos—pidió. —Pero claro que sí, la esperare por los contenedores de basura de la residencia—aceptó el detective. —Perfecto, no se demore—despidió la mujer, colgando. El detective le pidió a Gómez una novata, investigar sobre las andanzas de Belén Smith y su familia. El cuerpo de la víctima se sometió a múltiples estudios, pero finalmente fue entregado a la morgue para hacer los actos fúnebres pertinentes. Bajó al estacionamiento y diviso que su auto tenía las llantas desinfladas y una nota pegada en el vidrio del conductor. La tomó en manos y luego de maldijo en voz baja. “Deje de meter sus narices donde no le incumbe, archive el caso por falta de evidencias y garantice su vida” recitaba aquella nota, tal como las anteriores, estaba hecha con recortes de revistas. ¿Acaso seguían algún patrón? Saco unos guantes de látex de su chaqueta junto con una bolsa sellada, la guardo y subió nuevamente al departamento policial y fue enseguida al laboratorio de Bianca. —Bianca, han dejado esta nota pegada en mi auto—saludó a la criminóloga, entregándole la bolsa —, Necesito que me prestes tu auto, voy detrás de una pista. Me han pinchado las llantas, necesito que le pidas a un novato que investigué quien lo hizo. Quizá fue el asesino. —Entiendo, suerte—respondió Bianca, suspirando entregándole las llaves de su coche. En secreto ella estaba perdidamente enamorada del detective, pero no tenía la valentía necesaria para hacérselo saber. Por lo que aprovechaba cada caso llevado a su mando, para pasar tiempo de calidad con él. El detective volvió al estacionamiento subterráneo y subió al auto de Bianca, olía a vainilla y canela. Vio una foto tamaño carnet de ella y su gatita pegada en el tablero y le causo extremada ternura, en el fondo. Él tenía sentimientos encontrados por Bianca, pero no se atrevía a decírselo. Porque no era ético ni profesional, menos si el deseaba postularse para jefe de unidad. Condujo hasta el punto de encuentro que quedó con Brenda.  
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