—Ah una cosa más, ¿Podría inspeccionar la habitación de Mónica? —preguntó el detective, deteniéndose en la puerta del despacho del señor Miller.
—Por supuesto, puede decirle a la empleada que lo lleve—respondió el señor Miller.
—Gracias, me retiro, feliz día—respondió amablemente el teniente.
Salió de la oficina y buscó a la misma mujer que lo recibió una hora atrás, la encontró limpiando el área del recibidor. Le indicó que lo llevara a la habitación de la joven y ella asintió subiendo por las escaleras. El teniente la siguió por los pasillos hasta una puerta blanca con una M roja grabada.
—Disculpe, ¿Podría hacerle algunas preguntas? —preguntó con cuidado el teniente y ella asintió quedamente—, ¿Era usted cercana a la joven?
—Sí, desde que murió su madre. Me volví como su nana—respondió con una sonrisa triste.
—¿Alguna vez le dijo que estaba en problemas? —preguntó ágilmente el detective.
—De hecho, no, pero una vez si me contó que tenia miedo de lo que fueran capaces de hacerle—respondió analítica.
—¿Quiénes y por qué? —inquirió nuevamente.
—Ellos…—intentó responder, pero la presencia de la señora Miller. La hizo acallarse.
—Brenda, ¿No tienes pendientes? —preguntó la señora, ella asintió cabizbaja y se marchó.
“Que extraño fue eso” pensó el detective, la sola presencia de la señora Miller. La colocó nerviosa, pero sabia que esa mujer ocultaba algo, sus facciones y manera de interrumpir no eran simples casualidades. Y él lo sabía, pero de momento no podía hacer mayor cosa, si al detenía como presunta sospechosa, no tardaría ni una hora en salir por el abogado de su esposo. Tampoco tenia mas prueba que su simple intuición, pero encontraría lo que necesitaba. Entró a la habitación de la víctima, bajo la atenta mirada de la señora Miller.
—¿Qué busca exactamente? —preguntó minuciosa, esa mujer era tan metiche. Pensó el teniente.
—Pistas, así se resuelven los casos—respondió con un poco de sarcasmo el detective, quería ahuyentarla para realizar su trabajo más prolijamente.
Ignorando los gestos desaprobatorios de la mujer, continuo su trabajo. Se colocó sus guantes de látex y sacó bolsas del bolsillo de su chamarra negra, reviso su escritorio, hojas, el librero, la mesita de noche, el armario. No sabia a ciencia exacta que buscaba, pero sabia que las pistas estaban allí. Encontró en su closet una laptop, la confiscaría para ser revisada por un ingeniero en sistemas. Algunos cuadernos de su universidad, apuntes y notas. No eran la gran cosa, pero al tantear por debajo de su cama. Encontró un sobre, lo guardó en la bolsa. Siguió inspeccionando, pero no encontró mayor cosa, tomando el ordenador, se retiró.
—¿Qué es ese sobre que saco debajo de la cama de mi hijastra? —preguntó, la incansable mujer.
—Es confidencial y esta confiscado, feliz tarde—respondió, educadamente el detective.
Ella le dio una mirada con su ceño fruncido, pero el detective la ignoró. Pasando disimuladamente por donde se encontraba la sirvienta, Brenda, escucho llamarla. Le roso su mano dándole su tarjeta. Ella tenia información, seguramente seria importante y muy valiosa para la investigación. Estando lejos de la mansión, podría hablar con libertad. El detective subió en su auto y condujo hasta la estación. Al llegar le entregó la computadora al ingeniero de sistemas y le pidió que obtuviera toda la información posible, ya que la mejor pista podría ser el teléfono móvil de la víctima. Pero este no se encontró, llevó la bolsa que contenía el sobre, a Bianca. La criminóloga de la unidad.
—Hola Bianca, encontré este sobre debajo de la cama de la víctima. —avisó el detective—, Necesito que lo abras, no lo hice por miedo a contaminarlo.
—Owen, ¿Has notado que este caso es bastante extraño? Digo no hemos encontrado nada, ni una pista. —respondió Bianca, dándole una mirada al detective.
—Bien, veamos qué es esto—respondió recibiendo la bolsa.
Bianca se colocó guantes de látex y con mucho cuidado abrió la bolsa, puso el sobre encima de la placa del microscopio y se sorprendió al notar que tampoco había nada, ni un cabello. Ni una fibra, nada. Lo abrió y sacó una hoja de papel bond, la paso por el microscopio nuevamente, pero tampoco había nada. La hoja al igual que la nota que estaba junto al cuerpo de la víctima, contenía un mensaje, escrito con letras recortadas de una revista.
—¡Nada, Owen! ¡Ni una sola pista! —se quejó la mujer frustrada.
—¿Ni una pisca de ningún ADN? —preguntó exasperado y ella negó—, ¡j***r!
—Es muy extraño, pero lo es mucho más esto, mira—respondió sorprendida al leer las palabras que contenía la hoja.
“Mónica, Mónica, ¿Cuántas veces me harás recordártelo? ¿Por qué no puedes entender que solo estorbas? ¡No me quitaras lo que es mío, lo que me pertenece!
—Es una especie de amenaza, pero la pregunta es. ¿Por qué es un estorbo para el asesino? —preguntó Bianca, confundida.
—¿Quizá para los planes de su madrastra? —respondí, podría tener sentido. Pero mi intuición me decía que no, que era algo más. Y que ella solo era una distracción.
—¿Notaste sospechosa a la madrastra? —preguntó Bianca.
—Estaba nerviosa y muy atenta a mi interrogatorio y acciones. Su hijo salió del país, luego de que la victima apareciera muerta—respondió Owen, analizando sus declaraciones.
—¿Y si fuera culpable por que dejar la nota de llamar a Belén? —respondió confundida la criminóloga—¸ No tendría sentido.
—Es un buen punto, siento que si consigo el porque incriminaron a Belén Smith. Sabre quien es su asesino—respondió el teniente, asintiendo.
—¿Y si todo este tiempo ella ha sido la asesina? —respondió Bianca, mirando al detective.
—¿Por qué dejaría una nota con su nombre? Era más fácil declararse culpable, cuando la interrogue se veía afectada. No creo que sea tan fácil, hay algo oscuro detrás de este caso, Bianca—respondió el teniente analítico.
El teniente se encontraba analizando cada interrogatorio, entonces quiso abofetearse así mismo. Tuvo que haber inspeccionado el casillero de la victima en su universidad. No tenia ni una pista valida, debía recurrir a cualquier medida. Robert el ingeniero en sistemas, entró a la oficina con su rostro pálido.
—Teniente, encontré algo—avisó acelerado, desde el umbral de la puerta.
—¿De que trata? —preguntó esperanzado.
—De la madrastra y hermanastro de la víctima—respondió el joven ingeniero.
El teniente dio un brinco, no era posible, el sentía que no era un caso simple. Como cualquiera de los que ya había resuelto antes, su intuición jamás le había fallado. Y por eso confiaba ciegamente en ella, ese caso ocultaba grandes cosas y no estaba nada lejos de la verdad…