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1344 Words
 El caso de la chica del metro se volvió el titular de todos los periódicos y revistas de New york, el teniente Owen no había conseguido ninguna pista del asesino hasta los momentos. Seguía en la incansable búsqueda de resolver el delito, había llegado a su destino. Aparcó su coche en frente de la gran mansión Miller, bajó del auto y caminó hasta el pórtico tocando la puerta. Tres toques más tarde, abrió la puerta una mujer vestida con uniforme de cabello n***o, blanca y ojos azules. —Buenos días, ¿Qué se le ofrece? —preguntó la mujer. —Buenos días, soy el detective a cargo del caso de la señorita Mónica. Necesito hablar con los señores Miller—respondió el teniente. —Pase por favor, le esperan en el despacho del señor Mark—respondió amablemente la mujer. El teniente la siguió por gran parte de la mansión, era tan lujosa y elegante que no podía imaginarse a que se dedicaban para poder mantenerla. Se detuvieron frente a una puerta de caoba, la mujer golpeó unos segundos y luego anunció la visita del agente policial. Luego de autorizarlo a entrar, la mujer se despidió. —Buenos días, señor Miller—saludó el teniente, entrando a la oficina. El hombre de cabello canoso, tez blanca y traje de diseñador le hizo una venia y lo invitó a sentarse. —Buen día, detective. ¿Qué información ha encontrado del responsable de la muerte de mi hija? —interrogó. —Estoy trabajando en ello, me temo que de momento no tengo mayor información relevante—respondió el teniente con pesar—, ¿Desde cuándo no veía usted a su hija? —Desde hace dos semanas, detective. Me case hace poco y estaba de luna de miel y como se imaginará no tuve mucho contacto con ella—respondió el hombre, mirándolo con pesar. Se veía afectado, pero no tanto como debería, era su hija la que murió no una simple empleada. ¿A que se debía su frialdad? —¿Y quien se quedaba a cargo de la señorita Mónica? —preguntó paciente, el teniente tenía un mal presentimiento. —¡Tenia diecinueve años! Podía cuidarse perfectamente sola—respondió el hombre un poco alterado, lo cual desconcertó al teniente—, Ella… no volvió a ser la misma desde la muerte de su madre, detective. Quizá no me di cuenta de cuanto me necesitaba, me preocupe en retomar mi vida y no perder el tren—respondió derrumbándose. —Me ha dicho que se encontraba de viaje por luna de miel, es decir que se volvió a casar—respondió el teniente atento—, ¿Dónde se encuentra su esposa? —Si, me case con una preciosa mujer. ¿Desea hablar con ella, detective? —preguntó en repuesta. —Si, puede servirme cualquier información, señor Miller—respondió el teniente—, ¿Su hija alguna vez le manifestó que sentía que la vigilaban? ¿Qué la seguían? —De hecho, ahora que lo pregunta, sí—respondió preocupado—, Mónica se sentía acechada por un chico, solía saltarse la seguridad de mi casa y subía por la enredadera de la pared hasta la ventana de su habitación. Se quejó de escuchar el “click” de una cámara, por supuesto que coloque una denuncia. Además de duplicar la seguridad, ¿Cree que tiene algo que ver con su muerte? —Aun no hay ninguna teoría, señor Miller. El cuerpo de su hija fue dejado en una estación del metro—respondió el teniente—, pero lo que me ha dicho, puede ser de ayuda. ¿Tiene cámaras de seguridad? —Si, le diré a mi jefe de seguridad que le de una copia del almacenamiento—respondió y el teniente asintió satisfecho—, Necesito que encuentre al responsable, porque si no…—no pudo continuar porque fue interrumpido, la puerta se abrió y por ella entró una mujer de unos treinta años probablemente, rubia, tez blanca y excelente figura. —¿Amor? —preguntó—, Disculpen si los interrumpo, usted debe ser el detective. Mucho gusto Micaela de Miller—saludó la mujer al teniente, extendiendo su mano, el teniente la estrecho. —Un gusto, soy el teniente Owen—respondió simple—, ¿Puedo hacerle algunas preguntas? —Por supuesto, estamos destrozados por la muerte de Mónica—respondió con tono fingido. —¿Cómo era su relación de madrastra e hijastra? —preguntó hábilmente el detective, la hermosa mujer hizo un gesto desaprobatorio que el teniente en toda su experiencia no pasaría por alto. —Muy buena, nos llevábamos excelente. Ella era como una amiga, me contaba mucho de su vida—respondió atenta. —¿Ella le dijo algo de un acosador que parecía tener? —preguntó de regreso el policía. —¿Qué acosador? —preguntó nerviosa, mirando a su marido. —Entonces no eran tan cercanas—argumentó el teniente—, ¿Cómo tomó Mónica la noticia de su matrimonio? —preguntó. —¿Qué tiene que ver eso con la muerte de mi hijastra? —refutó la rubia mujer.  —Todo detalle es válido, le pido que sean francos—respondió el teniente, apuntando en su libreta. —¿Acaso cree que seriamos capaces de mentir? ¡Queremos más que nadie encontrar al responsable de tan vil hecho! —repasó nuevamente la mujer, mientras que su esposo mantenía el silencio. Era claro para el teniente que aquella mujer rubia, podía estar involucrada. Ya había visto casos similares, donde las madrastras ambicionan todo el dinero y posiciones en empresas de sus maridos y llegan al limite de la locura, por lo que serian capaces de asesinar a cualquiera que se interponga en sus caminos, claramente hijos de por medio. —¿Tiene usted hijos, señora Micaela? —preguntó entonces el teniente, la mujer estaba desconcertada. Pero asintió. —Si, uno. Cristopher, se llevaba muy bien con Mónica—respondió, pero esa pregunta no se la había hecho el teniente. —¿Cuántos años tiene su hijo? —preguntó el teniente, tomando nota de todo detalle que creía pertinente. —Cumplirá veinte el mes siguiente—respondió—, ¿Qué tiene que ver mi hijo en todo esto? —Ya le he dicho que todo detalle cuenta, señora Miller—respondió tenaz el teniente. El teniente analizaba sus apuntes, podía tratarse de otro caso donde la madrastra quiere apoderarse de la fortuna de su marido. Mónica era hija única, probablemente seria la heredera de todo el dinero y empresas de su padre. Pero si ella no existía, todo pasaría a ser de Micaela y su hijo. ¿Y que la detenía? La existencia de la entonces víctima. —¿Dónde se encontraba su hijo mientras ustedes estaban en su luna de miel? —preguntó el teniente, ya que, si no habían llevado a la víctima, tampoco lo habrían llevado a él. —Con mi madre en Brooklyn—respondió la mujer rubia muy segura. —¿Su madre podría confirmarlo? —preguntó el teniente y ella se indignó. —¿Qué pretende? ¿Qué mi hijo es sospechoso? —preguntó con molestia, el señor Miller había quedado en total silencio. ¿Por qué no opinaba? ¿Acaso su mujer era tan dominante como para dejarlo en mute? —Ya le he dicho, que cualquier detalle cuenta para la investigación—respondió el teniente seguro. —No puedo creerlo, ¡Mark di algo! —se quejó la caprichosa mujer. —Necesitó hablar con su hijo, señora Miller—respondió el teniente, ya que el señor Miller no objeto nada al respecto. —No es posible, no se encuentra en el país—respondió la mujer triunfal. —¿Por qué razón? —preguntó atento el detective, tomando apuntes. —Se fue a un intercambio estudiantil en Rusia—respondió la mujer, mientras miraba sus uñas. —Comprendo, eso seria todo. Muchas gracias por su colaboración—despidió el teniente.  
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