—Se hará exactamente como usted desea— acordó madame Bertin. Durante el resto de la semana y la semana siguiente, Areta se probó vestido tras vestido. Fue también con Millicent a escoger sombreros, zapatos y ropa interior muy elegante, adornada con encaje. Todo lo que eligió para ella misma lo envió a madame Bertin, que prometió ponerlo en su factura. Cuando el Duque de Kerncliffe volvió de Newmarket, el compromiso fue anunciado. Millicent recibió un verdadero diluvio de cartas de felicitación e invitaciones. Era imposible que aceptara todas, y, por lo tanto, dejó a su madre y al Duque la tarea de decidir al respecto. Para entonces, y debido a que los planes de Areta tan con soladores, no sintió tanto miedo del Duque como al principio. Pero le seguía pareciendo muy antipático. —¿C