Los dos hombres se pusieron en pie y la Duquesa se acercó al Duque de Kerncliffe para decir: —Tengo el gusto de presentarle a nuestra hija Millicent, señoría. —Encantado de conocerla, Lady Millicent— saludó el Duque, realizando un verdadero esfuerzo para aparentar alguna sinceridad. Millicent le hizo una reverencia y sus manos apenas sí se rozaron. Fue el padre de la muchacha el que intervino a continuación: —Estoy seguro, Kerncliffe, que usted y Millicent querrán conocerse mejor, así que mi esposa y yo los dejaremos solos. Caminó hacia la puerta. —Ven conmigo, Elizabeth— dijo, con una sonrisa muy significativa, a su esposa—, los jóvenes no podrán hablar como es debido si nosotros estamos escuchando cuanto dicen. Detrás de la cortina, Areta oyó que la puerta se cerraba. Después de