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1135 Words
Y la puerta de mi apartamento se abrió. Mierda. No alcé ni la mirada, por miedo de que creyese que eso era un acto de rebeldía o algo así. No quería ser torturada, me gustaban todos mis dedos y mi piel se marcaba muy fácilmente. No quería moratones de recuerdo, gracias. En contra de todos mis principios, me quedé quieta y con la cabeza gacha. Sumisa, casi temblaba, porque el único sonido que me había advertido de su presencia era el de sus botas de soldado que retumbaban en mis oídos como la detonación de una bomba. Me preparé para lo peor, para una patada o un golpe. Sin darme cuenta comencé a llorar en silencio, tanta espera estaba acabando con los pocos nervios que me quedaban. Sin hablar siquiera, me estaba matando. Escuché otro sonido, tela deslizándose, arrugándose. Una mano me tocó la cara y me alzó la barbilla. — Hola— Me dijo una voz grave y amable. Su aliento era suave y cálido. Era agradable. Abrí los ojos casi por inercia. — Oh— Fue lo único que pude murmurar antes de verme atrapada por unos ojos más azules que el mar antártico. Me sonrió casi con ternura, con simpatía. Supongo que le debía de parecer patética, sentada en el suelo y cubierta de lágrimas, casi con total seguridad estaría también moqueando. Siempre fina y sexy. — Soy Hunter y vengo a ayudarte — Suspiré aliviada y cuando iba a hablar me acordé de la mordaza. Hice varios sonidos estúpidos y en vez de reírse de mí, frunció el ceño — ¿Por qué la has amordazado, G? — Hablaba demasiado y me daba dolor de cabeza — Respondió G airado. Será hijo de puta este imbécil. — Me da igual, es una mujer y así no se debe tratar a ninguna. Me pregunto qué diría tu madre sobre esto. — No metas a mi madre en esto. No conoces a esta chica, así que no la defiendas, ella supera con creces mi barrera de tolerancia. Es insoportable. No estaba segura de si sus palabras me enfurecían o me hacían daño. Quizás ambas. Lo que sí se fue que me estaba sonrojando y no de placer exactamente. — A veces eres idiota— Sacudió la cabeza Hunter. Punto para él. Era mi favorito por el momento. Arrodillado frente a mí y de mi parte me hacía querer bailar alrededor suyo — Bueno señorita, creo que es hora de que recuperes tu voz y movimientos. Se inclinó y me rodeó con sus brazos. Un olor masculino me hizo cosquillas en la nariz. Normalmente la colonia masculina me daba asco. La de Rob  y la de mi padre me mareaba pero la de Hunter era como un día de primavera (pero en versión masculina y no cursi). Con sus dejos aflojó el pañuelo que cayó en mi regazo cubierto de saliva. Qué asco. Se echó hacia atrás y me sonrió. Me pasó el pulgar por el labio inferior y me quitó los restos de humedad. Ok… Combustión espontánea en 3… 2… 1... — Hunter, deja de jugar con caperucita— Alcé la mirada con odio hacia el idiota— Lo siento lindura pero no me apetece que nos quedemos aquí para siempre. Seguiremos discutiendo en casa de Hunter— Antes de que pudiese contestar dijo— “Sígueme” y Hunter y él desaparecieron en mi dormitorio. Me quedé allí, porque ante todo no quería tener la imagen de Hunter con mis bragas en mi cabeza. Dios, solo a mí me podía pasar esto un 15 de febrero con un mes de plazo para entregar un libro que aun no tiene final. ¡Maldición! Entretenida en mi mundo de insultos, no me di cuenta de una presencia hasta que no saltó sobre mí. — ¡Salem!- Él me chupó la mejilla con su pequeña lengua— Hola mi amor. Hoy no he podido darte de comer porque un señor muy malo me ha atacado. — Los ojos verdes de Salem eran inexpresivos. Era un buen oyente — Sabes que te quiero, ¿Verdad cosita linda? Ahora te dejaré algo de comida porque no estaré— Se me formó un nudo en la garganta—Te voy a echar de menos, Salem. — Que emotivo.- Dijo G desde la puerta— Lo meteré en la jaula y le dejaré comida suficiente para un mes. Ya veremos si después de eso alguien viene a alimentarlo. Hice un gran puchero. Me iban a quitar a mi único amor y consuelo (que era solo un gato). No quería que me lo arrancasen cuando era casi lo único que tenía. — Tengo que llevarme el portátil. Tengo que acabar un libro— Le pedí a G intentando sonar lo más digna posible. — ¿Trabajas? — Abrió mucho los ojos como si estuviese asombrado. — Escribo libros— Mi evasiva no funcionó demasiado bien. — ¿De qué? — Alzó las cejas apoyándose en el quicio de la puerta. Cerdo cretino. — Romance — Le miré con desafío— No de esas cursis empalagosas, solo las cursis para mayores de edad— Sonreí con suficiencia. — Pues alguien que no los tiene no debería escribir cochinadas de ese tipo— comentó con desdén.10 Espera, espera, espera... ¿Alguien que no los tiene? ¿Insinuaba que yo no los tenía? ¿Pero qué se creía ese cretino? — Tengo 22, idiota— Me intenté levantar, pero sin punto de apoyo y con las manos en la espalda no podía hacer demasiado. Maldito sea él y su estirpe. — Estás muy guapa ahí en el suelo, caperucita— Se rió— La verdad es que no aparentas 22 ni en broma. Pareces más joven. Eres bajita y no usas maquillaje. Eres una cría. — ¿Perdona? — Bramé incrédula— ¿Quieres dejar de meterte conmigo? Mi altura está dentro de la media y no uso maquillaje porque estoy en mi casa, por si no te has dado cuenta. Eres un maleducado y eres muy inmaduro. Déjame en paz. — ¡Eres una insolente! — Me respondió gritando— ERES INSOPORTABLE Y SIEMPRE ESTÁS A LA DEFENSIVA, NO TE PUEDO DECIR NUNCA NADA BUENO PORQUE NO ME DEJAS. SIEMPRE ME ATACAS Y NO ME INTIMIDAS LO MÁS MÍNIMO. ERES MUY FASTIDIOSA Y ME SACAS DE MIS CASILLAS. PARA SER TAN PEQUEÑA ERES LO MÁS ISOPORTABLE DEL UNIVERSO. — MIRA QUIEN HABLA — respondí en el mismo tono— ERES DE LO QUE NO HAY. NO TE AGUANTO. HACES QUE SAQUE TODO LO MALO QUE HAY EN MÍ. SUELO SER PACÍFICA PERO QUIERO PATEARTE LA CARA HASTA QUE NO TE PUEDAN RECONOCER EN LA AUTOPSIA... — Me callé cuando Hunter se volvió a arrodillar a mi lado.
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