Fruncí el ceño y le miré detenidamente. ¿Qué intentaba demostrar con esa actitud? ¿Qué era un idiota? Eso lo había conseguido el primer día. Un pensamiento raro me iluminó la cabeza como un rayo en mitad de una tormenta. ¿Y si...? No. Sacudí la cabeza descartando la idea antes de analizarla. ¿Pero y si eso fuese un mecanismo de defensa? ¿Y si realmente tuviese miedo a ser dañado? Me levanté de la cama, intentando no caerme en el intento. Lo conseguí y además hice que G pensase que era un bicho raro.2 - Puedes confiar en mí.- me quedé frente a él. Eso era lo único que podía ofrecerle.- Siempre que quieras, claro está. - No tengo nada de qué hablar.- Bufó sin mirarme, cruzando los brazos en una actitud defensiva. Salté antes de que él pudiese pararme. Le plaquee a lo rugby y lo abracé lo