6 | Ámame a mí

2003 Words
Poco más de dieciséis años atrás  —¿Has pensado en tener hijos? —preguntó ella. Ambos estaban tendidos en una toalla de colores bajo un enorme árbol junto al lago. Lane iba sin camisa y Verity llevaba uno de los trajes de baño enterizos que su abuela le compraba. Habían salido de clase temprano, o mejor dicho, Lane le mintió para escaparse e ir a nadar. Llevaban varios años de amistad, y en esos años Lane fue el que la enseñó a nadar. Iban mucho al lago y tras burlarse y empujarla muchas veces, la mandona comenzó a chapotear como perro, hasta que aprendió a ser mejor que él. La conversación después de nadar, siempre era la mejor parte. Cuando no la tenían, se sentía incompleto, como si algo le faltase a su amistad, y con sus cabezas casi pegadas, Lane metió el brazo bajo su cabeza y pensó en la pregunta de Verity. Ellos siempre hablaban de la escuela, de sus casas y también del futuro, y qué harían cuando fuesen grandes. Verity siempre tenía grandes planes como ser maestra. Le gustaba enseñar, por eso no le molestaba ayudar a Lane con sus deberes. Él le dijo que ella tenía el don y que la apoyaría hasta que decidiera ser astronauta. —No quiero —respondió al final—. No quiero tener hijos. Verity miraba el sol filtrarse por las hojas del árbol y unía y separaba los dedos para que el rayo impactara o no sus ojos. —¿Por qué no? —indagó ella como siempre. Lane tragó y colocó una mano en su estómago hundido. —No quiero ser como mi padre —dijo al final, mirando al sol directamente—. No quiero que nadie sea como mi papá. Verity bajó sus manos y cerró los ojos. —Puedes ser diferente. Puedes no ser tu padre si eso quieres. Verity siempre se lo decía. Le decía que podía ser mejor que su padre, que no tenía que ser un golpeador como él, ni un padre o un mal esposo. Lane por su parte pensaba que no quería experimentar el hecho de tener que revivir lo que su padre le hacía, cuando quisiera enseñarle a su hijo. No quería que un pequeño le tuviera miedo, pero le gustaba que lo infundiera. Lane era temido en la escuela porque no le gustaba que le dijeran que su padre le pegaba. Era todo un rebelde que golpeaba para imponer carácter, y a Verity no le gustaba porque sentía que seguía un patrón. Ese Lane no lo sabía. Solo sabía que debía imponer carácter, y sin importar cuantas narices rompiera, lo haría. Lo que le resultaba interesante de la pregunta de Verity en ese momento, era que no tenía edad para pensar en esas cosas. —Eres pequeña. No deberías pensar en bebés. Verity giró el cuello y miró su hombro. —¿Por qué no? Quiero una familia grande —comentó antes de soltar un suspiro—. Mis padres eran buenos, Lane, me amaban, y quiero amar a alguien como me amaron a mí. Lane encontró tierno lo que ella dijo. Era absurdo que quisiera darle amor a un hijo y no a un hombre, y Lane giró y sus narices casi se tocaron. El sol cayó sobre ellos en su máximo esplendor y Verity miró sus ojos justo cuando él dijo una de sus tonterías. —Ámame a mí —soltó. Verity soltó un bufido y le movió el cabello de la frente. —A ti apenas te soporto. Lane rio alto y se enderezó para mirar el cabello oscuro y enredado de Verity mojar la toalla. Sus piernas estaban encogidas y su estómago se confundía con su pecho. Lane le dijo que él era su amigo, que él merecía que lo quisiera, y ella le dijo que la manera en la que le demostraba que lo quería era ayudarlo en sus tareas. —Así no quiero que me quieran —escupió Lane y ella abrió la boca—. Si es así, puedo decir que mis maestros me quieren, pero sé que es mentira porque cuando no estudio y entrego la hoja en blanco me colocan un cero, y eso no es amor, Verity. Verity también se levantó de la toalla y lo miró a los ojos. —Eres tonto y también un bruto —escupió ella. Lane se inclinó un poco hacia ella. —Pero así me adoras —dijo con una sonrisa. De haber podido tocarlo, lo hubiera empujado, pero aun el límite de los toques continuaba firme. Ellos no se habían dado la mano ni una vez, y las pocas veces que hubo un toque fue equivocado o porque ambos querían tomar la misma naranja del huerto de la abuela de Lane. Del resto, distancia de dos metros. —Pensé en que quiero casarme con el padre de mis hijos. Quiero una casa junto a un lago, y quiero que las ventanas sean rosas y que siempre me abrace con amor y que tengamos un picnic con nuestra hija al aire libre los domingos —agregó Verity—. Seré una buena esposa que tienda la cama y haga el estofado de la abuela para que mi hija me ame y también mi esposo. Compraremos una camioneta para sacar el cuerpo por la ventana y abrir los brazos para sentir el aire en la boca. Él abrió una de las tazas que Verity llevaba con sus meriendas para la escuela. Siempre llevaba una o dos en la mochila. —¿Tu sueño es ser un perro? —preguntó Lane. Verity alcanzó una pequeña roca y se la arrojó a la cabeza. —¿Cuántas veces viste un perro haciendo eso? Lane se sobó donde lo golpeó. —Y así quieres que tu esposo te ame —dijo sobándose. Verity se sentó de brazos cruzados sobre la toalla y Lane encontró primero un pequeño muffin de los que hacía con su abuela. Le quitó la envoltura y Verity lo observó comerlo. Lane la miró y preguntó un qué con la boca llena. Verity rodó los ojos y él mordió otro pedazo con todo y envoltura y alcanzó una de las ramas para rozar su pierna y sus brazos. Odiaba cuando se enojaba con él por no ser el buen amigo que ella quería. —Sigue contándome —animó Lane. —Ya no —dijo de brazos cruzados—. Eres un tonto. Lane se sacó un pedazo de muffin de la boca. —Te daré de mi muffin. —¡No quiero de tu muffin escupido! —gritó ella—. Quiero que me escuches. Quiero que me escuches como mi amigo. Lane volvió a meter el muffin ensalivado en la boca y lo tragó. —Puedo serlo —dijo sentándose frente a ella, con la mochila de Verity entre ambos—. Pensaste mucho sobre tu esposo, y no lo entiendo porque no quiero casarme ni tener hijos, y cuando lo haga será con una amiga muy mandona. Ahora, como quieres que te escuche como uno de esos casetes, ¿tienes los nombres? Verity miró a las manos de Lane ocultas dentro de su bolso buscando algo más, y soltó un suspiro. No podía odiarlo por ser Lane. Así era Lane. Tosco como una rama envuelta en púas. —No, pero quiero una niña. Lane llegó a una bolsa donde estaban tres galletas, y le agradeció al cielo que fueran sus favoritas. Cuando sacó una y la masticó fue la gloria. Amó el sabor en su boca, como se derretía como mantequilla en su lengua, y el dulzor cuando la tragaba. —¿Sabes qué deberías ser? Pastelera. Haces excelentes pasteles y galletas. Las Madeleine son mis favoritas —dijo metiendo el resto de su galleta en la boca, y justo en ese momento, una idea brilló en su cabeza de troglodita—. Así deberías llamar a tu hija. Verity arrugó la frente. —¿Galleta? —No, Madeleine. Lane le dijo que era un nombre que alegraría a las personas porque a todos les gustaban las madeleine, y que su hija siempre tendría el nombre de algo que las personas querrían comer. Fue la peor explicación de la vida, pero el nombre le gustó a Verity. —Es lindo —susurró mirándolo comer—. Podría decirle Maddie. Lane le sonrió y sus dientes estaban llenos de galletas. —De nada —dijo cuando alcanzó la tercera y la metió en su boca—. Deberías tenerla conmigo porque te di el nombre. Verity inclinó la cabeza a un lado. —Acabas de decir que no quieres. —No dije que no contigo —dijo él tranquilo—. Creo que si alguna vez quiero tener una hija, quiero que sea contigo. Verity tragó y cruzó más los brazos. —Primero tienes que colocar un anillo en mi dedo. Lane le sonrió y señaló su mano. —Ya lo hice, bobita —dijo metiendo la bolsa vacía en la mochila—. Eres mi… ¿Cómo se llama? ¿Promesa? —Prometida. —¿Ves? Tu misma lo dijiste —dijo él—. Eres mi prometida. Si había algo que Verity odiaba de Lane era que se salía con la suya sin mucha dificultad. El hombre tenía el poder de cambiar la jugada en un segundo, y cuando ella iba ganando, Lane decía dos babosadas sin sentido y ella quedaba como la tonta. —Prométeme algo —dijo cuando se sentó sobre sus piernas y colocó las manos en sus muslos—. Cuando seamos grandes y huyamos de aquí, le pondremos Madeline a nuestra hija. Verity lo miró a los ojos. —Prométemelo —pidió Lane serio. Pocas veces Lane era alguien serio. Se entorchaba cinta adhesiva en el rostro y salía a pedir dulces asustando al resto de los niños. Palmeaba a las vacas de su abuela para que persiguieran a Verity hasta que la empujaban por la espalda. Era malo, y ella no podía tener un hijo con alguien que no la respetaba ni la trataba como una reina, pero cuando veía esos irresistibles ojos azules como el océano, era imposible decirle no. Lane movía algo dentro de ella, y a sus trece años eligió el nombre de su hija. —No tendré un hijo contigo —dijo ella al final. Lane le sonrió y movió los hombros como pavorreal. —Sabes que me amas. —No te amo —corrigió ella. Lane movió la cabeza y el cabello se revoloteó. —Me miras todo el tiempo —dijo con ese toque sexi y absurdo. Verity se rio cuando él continuó moviendo su cabello para que ella lo encontrase lo bastante atractivo como para que tuvieran juntos una hija y que la llamaran Madeline en honor a las galletas. —Te miro porque eres un payaso. Lane se pavoneó y ella soltó una de esas carcajadas que le encantaba escuchar a Lane. Así como ella caía con facilidad en los encantos de Lane, él perdía la cabeza y la vergüenza por ella. No le importaba hacer el ridículo, siempre que estuviera con ella. —Me amas, Verity Lee, y llamarás Madeleine a nuestra hija —dijo cuando miró sus ojos almendra—. Lo sé. Lo predije. Verity sonrió y movió la cabeza. ¿Qué se creía? —Eres un ególatra —dijo ella. Lane se levantó y se inclinó cerca de su oreja. —Y tu la madre de mi hija Madeleine. Ninguno de los dos sabía que esa tarde bajo ese árbol se predijo, se manifestó, se marcó en las estrellas o como quisieran llamarlo, lo que sería su futuro unos años más tarde. Ese Lane de trece años que dijo que su hija con ella sería la hija que estaría encantado de tener, no sabía que esa niña de trece años le colocaría Madeleine seis años después al fruto de una celebración de libertad.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD