ALANA
De niña siempre había soñado con que un día me iba a casar siendo la mujer más feliz del mundo. Que ese momento de la primera noche juntos como esposos iba a ser una de las mejores noches de mi vida, pero en vez de eso, me casé chantajeada por Erik, un maldito idiota que me estaba reventando el hígado en ese momento.
Si alguien se estaba volviendo experto en hacerme enfurecer, defintivamente esa persona era Erik Voinescu.
Estábamos en su habitación al pie de la cama parados mientras nos veíamos el uno al otro. El muy idiota me había exigido que me desnudara y me metiera a la cama como si me tratara de una mascota a la que le da una orden y salta para ganarse un premio.
Él permaneció en silencio, sin quitarme la vista de mí esperando a que empezara a despojarme de la ropa. Lo único que podía escuchar a lo lejos era el canto de los grillos que adornaban el silencio de la noche desde el jardín. Me acerqué a él unos cuantos pasos plantándome frente a él.
— Creo que hay algo que tu hombría no entiende del todo Erik. Que tú estés acostumbrado a que las mujeres con las que te enredas sean unas prostituta*s no es mi problema. —Di otro paso más para verlo a la cara lo suficiente, para que me viera que hablaba en serio.— A ellas les puedes decir que se encueren y se metan a la cama, y lo van a hacer porque ellas están tras de tu dinero, no por lo que eres realmente. Si fuera así, serías una gran decepción.
— Eres mi esposa —renegó fulminándome con la mirada.
— Y soy una mujer que se vale por sí misma, sumamente inteligente y preparada que no depende de nadie, una empresaria al igual que tú y abogada por pasión. —Lo interrumpí— Estoy más allá de tu altura por eso no soy el tipo de mujer que buscas, porque no sabes cómo ganarte a una mujer como yo. A diferencia de ellas, que les puedes ofrecer dinero, tú a mí no me puedes ofrecer nada.
Me di la media vuelta y salí de la habitación, dejándolo solo con su ego herido. Poco me importaba, él había herido el mío.
Una de las empleadas me preparó la habitación de invitados donde me instalé y la adopté como mi nueva habitación. De ninguna manera dormiría con alguien que da órdenes para acostarse con alguien. Estaba sumamente indignada con él. No sabía que haría en los próximos días o cuando estuviéramos frente a Vicente, fingiendo ser una pareja que no somos.
No entendía porqué tenia un crush en él. Aunque estaba orgullosa de mí misma, una cosa era lo que sentía por él y otra lo que yo sentía por mí misma. Decidí dejarlo ir esa noche y conciliar el sueño, luego de toda la conmoción.
Al día siguiente nos despertamos para tomar el jet que nos llevaría a nuestra luna de miel. Durante el desayuno y el camino al aeropuerto, estábamos sumidos en un silencio sepulcral en el que él no me volteó a ver un solo instante. Yo me había sentado a su lado mientras él simplemente volteó hacia la ventana para evitar verme.
Durante el vuelo a Bélgica, él se dedicó a dormir, mientras yo me dediqué a leer un rato antes de descansar en el trayecto de un vuelo largo. Me molestaba que Erik me evitara, pues estábamos en esa situación por su culpa. Al llegar Brujas e ir al hotel, como era de esperar había una reservación con una sola cama. La recepcionista que nos estaba atendiendo nos había dado una tarjeta para la habitación a cada uno.
— Me gustaría otra habitación, por favor —dijo Erik, en inglés, de inmediato a la recepcionista. Me dio su llave dándome a entender que estaríamos durmiendo de manera separada. Gracias al cielo, había captado el mensaje.
— Por supuesto señor, tengo una habitación que está al lado del de la señorita si gusta señor. —Le sugirió amablemente la chica.
— No. Me gustaría algo que fuera lo más lejano posible —respondió de inmediato.
— Me temo caballero que la última habitación disponible está frente a la habitación de la señorita. —Le respondió apenada la empleada.
Al final de cuentas Erik aceptó la habitación que estaba frente a la mía porque no tuvo opción.
— ¿Nos vemos mañana en el desayuno? —le pregunté en un intento de limar un poco las asperezas que teníamos, pero parecía que había golpeado tanto su ego que simplemente no respondió.
Así que esa era su manera en cómo llevaríamos las cosas. Me di la media vuelta y me fui directo a mi habitación. No me dirigiría la palabra y yo no estaba interesada en hablar con él a menos de que fuera necesario. Llegué a la habitación encontrándome con la sorpresa de que todo estaba lleno de flores, pétalos de rosas sobre la cama y una botella de champagne con un plato de fresas cubiertas de chocolate. Y todo había sido por haberme tomado como una mujer cualquiera.
Esa noche pedí servicio a la habitación para cenar terminando con las fresas con chocolate de postre y una copa de champagne para cerrar mi noche con broche de oro. No supe de Erik hasta la tarde del día siguiente.
Había decidido ir a dar un paseo por Brujas, conocida por ser una de las ciudades más bellas de toda Europa. Hacia años que la había visitado y me estaba preguntando el porqué no lo había hecho de nuevo. Una de las cosas que más me encantaba de Bélgica eran sus cervezas y los lugares pintorescos donde poder caminar.
Había hablado con Mauricio, mi hermano, le había mentido que todo iba de maravilla entre Erik y yo, y si que iba de maravilla, pero lo que no sabía es que me había casado por el bienestar de Vicente y no por amor. Era un hermano que se preocupaba por su pequeña hermana, pero me sabía defender perfectamente.
Estaba por regresar al hotel y contratar un par de tours, cuando al ingresar al lobby vi que Erik estaba en una de las salas de estar platicando con una chica. Lo vi sonriente y relajado por primera vez desde que salimos de casa. Decidí dejarlo pasar y disfrutar mi viaje por mi bienestar mental. Erik y yo podíamos ser esposos solo en papel, pero no en la vida real. No mientras no dejara de ser idiota.
Esa noche decidí cenar en el restaurante del hotel, donde me senté en una mesa con vista al a ciudad. Era un lugar agradable para tomar una copa y una buena plática antes de ir a dormir luego de pasar todo el día caminando en Brujas. Había muchas parejas y amigos que reían mientras tomaban el vino de sus copas.
Estaba en medio de mi filete cuando vi a Erik entrar con la mujer con la que había estado en el lobby. Estaban en un plan más "cercano". Se podía notar a kilómetros que sus risas coquetas y la manera en cómo él la tomaba por la cintura mientras la dirigía a la mesa que la hostess les estaba asignando.
Erik al sentarse quedó viendo en dirección hacia mi mesa. Nuestras miradas se cruzaron por un momento. Él me sonrió, me guiñó un ojo y tomó la manos de la chica depositando un beso en su dorso. Era una clara señal que me estaba dejando saber de que lo estaba pasando genial, y que así lo seguiría haciendo sin importar quién era.
Que se la pasara bien era una cosa, pero que me restregara a sus mujeres era otra muy diferente. Decidí calmarme en ese momento y disfrutar de mi cena, ya habría tiempo de poner todo en su lugar. Terminé mi filete y cuando el mesero regresó le pedí un Crème brûlée y otra copa de vino, con un encargo especial.
Cuando el mesero llegó con mi postre y más vino para mí, me acomodé en mi asiento disfrutando de la explosión de sabores y la noche que tenía por delante.
***
ERIK
No iba pasarla mal en mi viaje.
Algo que no soportaba de Alana es que no tenía filtros para decir las cosas. Era lo que más me enfurecía de ella. La había hecho mi esposa por la última voluntad de mi padre, pero nunca imaginé que no fuéramos a consumar el matrimonio. Había demasiadas mujeres en el mundo como para solo estar pensando en una. No importaba que fuera la favorita de mi padre, lo cierto era que ninguno de los dos la tendría fácil.
Por ahora mi plan era divertirme. Conocí a Alice en el elevador del lobby y había aceptado mi invitación a cenar. Planeaba pasarlo bien si eso significaba conocer nuevas mujeres. No tenía porqué estarle rogando a Alana por s*x*o.
Cuando me senté en la mesa del restaurante, me sorprendí de ver a Alana cenando sola. Todo habría sido más fácil para ella si tan solo hubiera controlado esa lengua viperina que tiene. Le guiñé un ojo haciéndole saber que a comparación de ella, yo estaba acompañado y me la estaba pasando de maravilla.
Ignoré a Alana por el resto de la noche y enfoqué toda mi atención en mi compañía.
— Entonces ¿de dónde eres Alice? —le pregunté a la mujer que tenía frente a mí.
— Soy de Inglaterra, pero vengo muy seguido a Brujas. —Me respondió.— Tengo un negocio aquí que necesito vigilar.
— Así que eres empresaria. —Lo que más me gustaba de Alice, era la facilidad con la que se había interesado en mí.
Continuamos conversando por un largo rato entre risas y copas de vino. Cuando terminamos nuestra cena, el mesero se llevó los platos para dejarnos la mesa despejada. Entre medio de la plática me acerqué a ella y le planté un beso en los labios haciendo una invitación de pasar al segundo nivel.
— Disculpe señor — escuché una voz masculina detrás de mí cuando Alice y yo nos dejamos de besar. Volteé a ver con cara de pocos amigos para encontrarme con un mesero— disculpe que lo interrumpa, pero su esposa acaba de llamar al restaurante para saber si ya va para la habitación y también para saber si ha comprado los pañales. Ella está al teléfono.
No entendía nada de lo que estaba pasando.
— ¿De qué hablas? —le pregunté al mesero con el ceño fruncido.
Vi que Alice tenía el rostro serio y la mano sobre la copa. No sabía qué era lo que estaba pasando, pero esto me estaba costando pasar una vergüenza enorme.
— ¿Es usted el señor Erik Vouinescu? —me preguntó el mesero.
— Sí, pero no tengo ningún bebé...
Sentí que algo frío comenzó a mojar mi pecho.
— No estoy interesada en malditos infieles y poco hombres como tú —me dijo Alice terminando de derramar su copa de vino sobre mí. Tomó su bolsa de mano.— Idiota.
— Alice, lo puedo explicar. —Quise detenerla pero iba ya veinte pasos adelante. Tomé la servilleta y me limpié el pecho— y tú lárgate de aquí, antes de que pierda la paciencia.
El mesero se disculpó una vez más retirándose de la mesa. Cuando fijé mi vista en Alana alzó su copa de vino hacia a mí con una enorme sonrisa en los labios. Era la autora intelectual de lo que me había pasado.
La quería ahorcar.
***
ALANA
Me tomé mi copa de vino con calma mientras vi todo el espectáculo que había presenciado.
Erik no dudó en acercarse luego que brindé con él a la distancia por la noche tan desastroza que había tenido. Se sentó frente a mí furioso por lo que había pasado.
— ¿Se puede saber que madres hiciste? —me preguntó mostrando sus dientes.
Me tomé mi tiempo de relajarme sobre mi silla y responder con calma.
— Veo que la paternidad no te ha sentado nada bien —le respondí con sarcasmo.
— Te estás metiendo con cosas personales mías.
— Te estás metiendo con el respeto que me debes por el simple hecho de haberme casado contigo.
— No quieres cumplir con tus obligaciones maritales, está bien, pero no me joda*s si quiero pasar la noche con alguien más.
Estaba realmente molesto. Yo también lo estaba, y todo lo que él me estaba diciendo, lo estaba diciendo con sinceridad.
— Me obligas a casarme contigo y me pides cogerm*e de buenas a primeras como si fuera una prostitut*a. Si quieres acostarte con alguien más hazlo, lo único que pido es que seas discreto carajo. —Lo barrí con la mirada y tomé mi bolsa de mano dispuesta a irme de ahí.— Y de lo único que quiero que seas consciente es que así como tú te estás tomado esa libertad de tener esos encuentros esporádicos, yo también los voy a tener. Estamos en el mismo derecho después de todo.
Me levanté de mi lugar y antes de poder dar otro paso una de las manos de Erik hizo impidió que siguiera avanzando.
— ¿Qué madres estás diciendo con que te vas a acostar con otros hombres? —Me fulminó con la mirada, tenía la mandíbula tensa y estaba con una actitud de querer romper todo a su paso.