ERIK En todo el maldito día no supe nada de Alana. Se suponía que vendría a la empresa, porque como todos los años ella debía estar vigilando lo de la cena de beneficencia que todos los años damos en nuestra empresa, invitando a personas de alto perfil en el mundo empresarial. Ahora tenía que ser yo quien estaba haciendo todo su trabajo porque había decidido jugar a las escondidas. Estaba en mi oficina. Le había marcado veinte veces desde que había llegado y no había tenido contestación alguna. Ninguno de mis mensajes preguntándole donde demonios estaba le habían llegado. Me enfurecía no saber de ella. Verónica entró a mi oficina con un té en la mano. Me lo dejó frente a mí rodeó el escritorio para darme un masaje en los hombros. — No deberías estresarte tanto bebé, te puedes enf