ALANA
Tener a Erik tan cerca de esa manera, hacía que mi cuerpo traicionero reaccionara de una manera que no hacía más que desearlo. Seguía sin entender que era lo que me hacía admirarlo, de seguir así sería inevitable sentir algo más profundo por él.
Estábamos los dos en medio del pasillo envueltos en la oscuridad. Sentía la calidez de su respiración sobre mi piel, mientras mi centro reaccionaba a su cercanía. Me estaba pidiendo disculpas, y no sentí que mintiera en ese momento.
— ¿Qué puedo hacer Alana? —me volvió a repetir la pregunta.— Hablo en serio.
— Sé un hombre de verdad y entonces vemos —lo empujé con suavidad con toda mi fuerza de voluntad.
Había pasado un poco de tiempo desde la última vez que tuve algo, y tal vez la abstinencia ya me estaba comenzando a cobrar la factura. Más valía tomar un baño de agua fría y recurrir a mis herramientas nocturnas.
— ¿Mañana estás disponible para ir a cenar? —me preguntó en cuanto abrí la puerta de la habitación— me gustaría comenzar de nuevo contigo.
Lo volví a mirar sobre mi hombro y me di cuenta que seguía hablando en serio. Suspiré.
— De hecho tengo hambre ahora —le confirme. ¿Estaba tan dispuesto a hacer planes de último momento solo porque lo pediría?
— Esta decidido vamos a cenar, déjame invitarte a cenar. ¿Qué se te antoja?
Nos fuimos en su coche hasta Ilios, un restaurante griego con temática de show. Era un lugar que me agradaba frecuentar por el sabor de la comida, el servicio y el entretenimiento. No voy a negar que me la pasé bien. Fue un primera acercamiento por parte de Erik para demostrarme que hablaba en serio en lo de ser un matrimonio de verdad.
— Creo que durante estas semanas me he dado cuenta de que no eres una mujer ordinaria. Muchas veces suelo ser un tipo con cerebro duro de entender lo que está pasando. —Llevábamos apenas dos copas después de la cenas y teníamos toda nuestra atención en nosotros.— Sé que te lo he dicho, pero de verdad espero que me disculpes por mi manera de comportarme. No creo que una mujer tan hermosa e inteligente como tu se merezca ese trato. Eres única Alana y nunca me había sentido tan cautivada con alguien como tú —lo escuchaba atenta, no podía creer lo que este hombre me estaba confesando. Se acercó un poco más a mí— Sé que debí hacer las cosas bien contigo, pero nunca es tarde para remediarlo. Si tú me permites estar a tu lado, prometo hacerte la mujer más feliz del planeta.
Se acercó a mí aún más plantándome un beso en los labios. Era la primera vez que nos besábamos después de la boda, quería oponer resistencia a sus besos, pero no pude.
— Vamos despacio —le susurré.
— Lo haremos a tu manera. —Me dijo sonriendo con ternura.
— ¿Lo estás diciendo en serio?
— Nunca he hablado con tanta seriedad en mi vida
Llegando a la casa me encerré en mi habitación echando seguro al pomo de la puerta tratando de descansar por el resto de la noche. Por alguna razón me inquietaba tener una cita con Erik más allá de lo profesional, pero también quería ver hasta dónde era capaz de llegar.
Nunca lo había conocido en esa faceta, pero podría descubrirlo.
Para mi sorpresa los días pasaron con bastante tranquilidad. Sus atenciones hacia a mí se volvieron bastante frecuentes. Siempre me esperaba en las mañanas para desayunar e irnos juntos a la oficina.
Por las tardes siempre me esperaba para comer, ya sea que pasa por mi lugar o encargaba comida. Despues del trabajo íbamos a visitar a Vicente o simplemente nos dábamos un baño y nos quedábamos en casa viendo tele, claro si no había ningún compromiso de por medio en las noches.
Se nos empezó a hacer costumbre ir a las reuniones sociales para tratar de buscar clientes o simplemente relacionarnos. Erik comenzó a presentarnos como pareja y yo no opuse resistencia.
Habíamos pasado dos meses así, sin que él me volviera a presionar sobre el s*x*o, estaba cumpliendo su palabra de hacerlo todo a manera, y está espera y ese trato me habían estado ganando por completo.
Todo el día se la pasaba pegado a mí en cuanto tenía oportunidad de hacerlo. Realmente la atención estaba completamente en mí y en nadie más. Nos pasábamos la mayor parte del mucho a estar juntos.
Y todo comenzó a cambiar cuando fuimos a un evento social por parte de un cliente, que estaría celebrando su cumpleaños.
— George, feliz cumpleaños. Espero que aceptes el viaje a las Bahamas como regalo de cumpleaños —saludó Erik al cumpleañero.
— Por supuesto que voy a aceptar —dijo George— a mi esposa le encanta las Bahamas. Por cierto ¿quién es tu acompañante?
— Es mi bella esposa, Alana Voinescu. —Me presentó.
— Un gusto y muchas felicidades señor George —lo saludé.
— El placer es mío. Tu esposa es muy hermosa Erik, eres un cabró*n suertudo. —George sonrió con cierta picardía y eso puso a Erik en modo defensivo.
Erik me tomó por la cintura y me sacó de la vista de George, que tenía fama de ser un mujeriego.
— Todos los hombres te están mirando con lujuria, y apuesto que se están imaginando qué tienes debajo de ese vestido. —Me susurró al oído mientras bailábamos al ritmo del piano.
— Oh, y no creo que seas la excepción —le dije mientras me daba uns vuelta.
— No tienes idea de cuánto me pone solo pensar en tocarte y hacerte mía, como mi esposa, pero dije que llevaríamos tu ritmo.
Me quedé pensando un momento. Era una locura lo que iba a hacer, pero en verdad me había demostrado que había cambiado, y siempre que lo analizaba decía la verdad, aunque últimamente mi intuición comenzaba a ser un poco confusa.
— Podemos cambiar el ritmo de nuestro matrimonio si regresamos a casa en este momento —le propuse al oído.
Su respuesta fue automática. Su mirada se volvió oscura mientras me veía a los ojos y me tomaba de la mano para irnos. Nos despedimos de la fiesta y me llevó prácticamente corriendo al coche en medio de risas y besos apasionados que me daba.
— Te voy a hacer la mujer más feliz del mundo Alana —me susurró al oído.— No tienes idea de cuántas ganas tengo de hacerte mía y de nadie más.
— Espero no me decepciones —le dije de broma.
— Cariño, has despertado al diablo —me sonrió con cierta malicia antes de subir al auto.
Llegamos a la casa y tan solo cerrar la puerta del vestíbulo comenzamos a besarnos como locos desesperados por s*x*o y reclamarnos el uno al otro.
Erik los condujo a su habitación en medio de tambaleos y jadeos a mitad de la noche. Tan pronto nos adentramos a su habitación, nos arrancamos la ropa quedando los dos desnudos, parados frente a la cama.
Vi cómo la lujuria asomaba en sus ojos y mientras se tocaba su excitación para controlarla un poco.
— Enséñame tus nalg*as —me pidió con su voz ronca.
Me di la media vuelta adoptando una posición sensual frente a él.
— Estás perfecta —me dijo acercándose a mí— y por pendej*o me he perdido de ti. Eres perfecta Alana, no tengo palabras para expresar lo mucho que me atraes, lo mucho que te deseo —me abrazó por detrás y comenzó a depositar besos en mi cuello mientras una de sus manos se deslizaba con delicadeza hacia mi centro, donde la humedad de la excitación estaba a tope.
Gemí en cuanto sentí sus dedos presionar con ligereza mi clítori*s hasta invadirme con dos de sus dedos. No pude evitar dejar escapar un jadeo por sentir sus dedos dentro de mí.
— Estás lista para mí, mi amor. Vas a ser mía y de nadie más. —Sacó sus dedos de mi interior llevándoselos a la boca para probarme.— Carajo Alana, te vas a volver mi adicción.
Me dio la media vuelta, le di una nalgada antes de aventarme a la cama y sacudir el cul*o quedando a su disposición.
— Hazme tuya —le dije en tono de súplica— hazme tuya y seamos ahora sí un matrimonio de verdad.
— Me voy a cog*er a mi esposa —me dijo tomándome de la cintura y poniéndome boca arriba.
Se puso encima de mí e intercambiamos mirada en medio del silencio que nos otorgaba la noche. Me acarició la mejilla tomando mis labios con una dosis perfecta de lengua, mientras se introducía lentamente en mí.
— Eres mía Alana, solamente mía y de nadie más —me susurraba en medio de besos y caricias que recorrían todo mi cuerpo.— Te voy a hacer el amor todos los días, y nunca me voy a cansar de ti.
Al principio fue suave, mientras nuestros cuerpos se adaptaban, hasta que finalmente parecía que mi cuerpo y el suyo estaban hechos el uno para el otro. Oleadas de placer me comenzaron a invadir mientras mi esposo aumentaba el ritmo de sus caderas, entre jadeos y gemidos llegué a tocar el cielo por primera vez con él.
Así nos quedamos por casi toda la noche peleándonos el control en medio de orgasm*os, jadeos y risas por placer.
Nuestro matrimonio fue perfecto. Después de esa primera vez entregándome a él, nos volvimos más unidos. Comenzamos a hacer reuniones sociales en nuestra casa y Vicente estaba tranquilo porque nos veía más unidos que nunca.
Era una etapa que estábamos viviendo maravillosa, y que ambos estábamos disfrutando. Erik había cambiado, y aunque mi intuición para saber si mentía o decía la verdad, se volvía confusa, lo cierto era que confiaba en él.
Pasaron seis meses desde que decidimos dar un paso más adelante cuando me animé a regresar a los tribunales. Amaba ser abogada por pasión aunque no tenía muchos clientes por mi parte de empresaria, aún así es algo que siempre había querido hacer, por lo que los viernes decidí tomarlos como días de audiencia.
Por su parte, Erik comenzó a ir al club todos los viernes en vista de que trabajaba en las audiencias. No me decía nada al respecto, pues respetaba la decisión que tenía y sabía cuánto amaba ser abogada.
Pasaron seis meses más en lo que todo era calma y alegría entre los dos. Nos habíamos acostumbrado a nuestra rutina diaria y nos habíamos acoplado a nosotros. Llevábamos poco más de un año de casados y todo estaba en su sitio.
Durante todo ese tiempo, Vicente lo había pasado bien con el problema de su corazón. Erik y yo pensábamos que se debía a que nos veía juntos y con una relación estable. Lo visitábamos por lo general los martes y los domingos, aunque alguna veces lo hacíamos con más frecuencia.
Era un viernes por la noche, cuando llegué del palacio de justicia con mi última audiencia de la tarde ganada. Regresé a casa y vi que Erik aún no llegaba a casa. Le había dicho que cenaría con los Smith, por lo que le dije a Juanita que me preparara algo de cenar.
— ¿Cómo ha estado su día señora Voinescu? —me preguntó Juanita mientras me ponía la cena enfrente. Me quité las zapatillas sintiendo un enorme alivio en los pies.
— Me ha ido de maravilla con los casos que llevo, aunque no sé si deba entrenar a alguien para que me ayude con la parte de mi despacho. No me gustaría dejarlo por la empresa.
— Creo que delegar tareas le va a ser la vida más fácil. —Juanita siempre era buena escuchando.
Después de la cena me subí a la habitación, que compartía con mi esposo. Me di un baño, y decidí esperarlo en la cama mientras leía un libro. No supe en qué momento me ganó el sueño, pero al despertar eran las tres de la mañana y Erik aún no llegaba a casa. No tenía mensajes de él, ni llamadas perdidas.
Sentí un vacío en el estómago que me hizo que mi abdomen ardiera. ¿Por qué no había llegado Erik a casa?. La angustia por saber de él, hizo que de inmediato le marcará a su teléfono, pero estaba apagado.
Mi preocupación comenzaba a crecer, hasta que una llamada de un número desconocido entró. Decidí responder.
— ¿Hola? —Respondí.
— ¿Usted es la señora Alana Voinescu? —sonó una voz masculina al otro lado del teléfono.
— Sí, ¿qué se le ofrece? —pregunté con el alma en un hilo. Algo no estaba bien.
— Lamento informarle que su esposo ha sufrido un accidente.
Mi corazón tembló.