Capitulo Cuatro

1199 Words
Recuerdo aquella mañana de Abril, mi padre estaba contento ya que al fin había logrado comprar los muebles necesarios para mí habitación, yo ya tenía siete años y según él ya no debía seguir durmiendo con ellos en la misma cama asique eligió una de las habitaciones de la planta alta, pintó sus paredes de color rosa y la decoró con pegatinas de flores, rosas, claveles, tulipanes...  La cama que había comprado para mí traía un dosel a juego con la habitación – a esa edad yo amaba todo lo relacionado con las princesas y en las películas que veía ellas tenían dosel en sus camas –, un bonito tocador, un armario y un juego de sillones pequeños para poder jugar con mis peluches o amigos. —¿Te gusta? — me preguntó sonriendo. —Me encanta papá, es precioso — lo abracé y me estrechó con fuerza. A esa edad no sabía lo mucho que él se había esforzado en su trabajo para poder tener un dinero extra y comprar lo necesario para mí, tampoco entendí porqué mi madre no entró en la habitación, sólo se quedó viéndola desde el umbral de la puerta, con suma desconfianza y me sonrió de manera forzosa para perderse en el pasillo. Ese día la noche llegó pronto, luego de ir a la escuela mamá me recogió y me ayudó con las tareas para el día siguiente, cenamos juntas, lo recuerdo bien, pastas. Yo amaba las pastas. —El ángel Gabrielle se encarga de llevar los mensajes de Dios a los seres humanos, su nombre significa "Fortaleza de Dios"... — leyó mi mamá, llevaba un libro grande y pesado, algo viejo para mí, pero sus historias me encantaban. —¿Ese ángel nos cuida mamá? — pregunté. —Así es... — sonríe— Pero debes tener cuidado, no hay que confiar Sarie. La observé confundida, ¿Acaso no era alguien bueno? ¿No iba a cuidarme? Si Dios había creado a los ángeles para cuidar a las personas, entonces, ¿Por qué no confiar en ellos? Era extraño para mí, no entendía mucho sobre el tema. —¿Sarie? ¿Magdalena? — la voz de papá me sorprendió. Mamá y yo estábamos en pijama en su cama matrimonial, listas para dormir lo cual dejó algo confundido a mi padre. —Hola papá, mamá está leyendo un libro muy lindo — le sonrío. —¿De nuevo estás leyéndole eso? Magdalena, ya hemos hablado de éste asunto — aprieta con sus dedos el puente de su nariz. —No tiene nada de malo hablar de deidades — se encoge de hombros. —Sabes que lo digo por... Tu problema— suspira. Mamá lo observa seria, pero no dice nada más. —Cariño, es hora de ir a tu cama— mi progenitor besa mi cabeza. —Dormirá aquí — mamá sentencia sin siquiera verlo. —No— él me tomó en sus brazos y camino hacia la salida de su cuarto. —¡No puede estar sola! ¡Van a hacerle daño! — se puso de pie — ¡Joshua, debo protegerla! —¡Estás hablando cosas sin sentido! ¡De nuevo! ¿Has dejado tu medicación? — él la observó. —¡No tiene que ver con la medicación! — gritó mientras papá me llevaba a mi nueva habitación. (~) Esa noche dormí por primera vez sola, alejada de mi mamá, fue la primera vez que escuché mi nombre entre las sombras, fue cuando todo comenzó y no lo noté, hasta ahora. Abro los ojos lentamente, me encuentro en mi cama, no entiendo cómo llegué aquí, ¿Fue un sueño? ¿Acaso me quedé dormida y esa pesadilla me atormentó? ¿Quién era Laylah? ¿O Dumah? ¿Y esos tipos que me siguieron? Me pongo de pie, llevo el pijama puesto y aún más desconcertada me encuentro, salgo de la habitación, estoy descalza y con el cabello suelto y en estos momentos me alegro de tenerlo corto – llegando a la clavícula– y medianamente dominable. Ruidos en la cocina me paralizan de pronto, la luz está encendida y algunos cuchicheos llegan a mis oídos. Me armo de valor y me acerco, sentados en la isla se encuentran Laylah y el que supongo es Dumah, bebiendo algo y hablando entre susurros.  El muchacho se gira de pronto hacia mí, sus ojos azules se clavan en los míos y retrocedo unos pasos. —No te asustes... — la chica se pone de pie —Soy Laylah, te ayudé anoche. —Sé cuál es tu nombre...— susurro, recelosa —¿Quién eres? ¿Qué hacen en mi casa? —Te hemos protegido, al menos ten algo de consideración y agradécenos— el chico habla molesto. —¿Consideración? — elevo una ceja —Bien, gracias, ahora váyanse. —No podemos, tenemos que cuidarte — sigue la rubia. —¿De qué? ¿Cómo me conocen? ¿Qué pasó anoche y quiénes eran esos tipos? — suelto, colérica, aterrada hasta la médula, mejor no quiero saber nada de ellos —¡Quiero que se vayan! ¡Ahora! De repente el mareo me aqueja y me veo cayendo de espaldas al suelo, esperando un impacto que nunca llega ya que Dumah logra atraparme. —Tranquila, vas a estar bien Sarie— me sonríe. Esa voz. Su voz. Yo la conozco, la he escuchado antes... ... En alguna parte. "Van a matarte." "Vienen por tí." "Debes huir, lejos, ¡Huye!" "¡Huye Sarie! ¡Huye!" Eso es, la voz de Dumah es la misma que escuché en mis pesadillas, es esa voz la que me pide siempre que huya lejos, la que me advierte y previene... ¿Qué es lo que está ocurriendo? ¿Ya he enloquecido al punto de imaginar personas? ¿Estoy loca? ¿Necesito ayuda profesional? Tengo miedo. —Cálmate, estoy aquí para ayudarte, no voy a hacerte daño — me deja sobre el sofá más cercano. —"Estamos" y "No vamos"— añade Laylah riendo. —¿Por qué...? — alcanzo a murmurar. —Soy Dumah y ella es mi hermana, ya la conoces, pertenecemos al clan Sinclair y hemos venido a protegerte. — habla. —¿Qué es el clan Sinclair? ¿Y ellos quiénes son? — esto no puede ser cierto. —Hace tiempo, Dios creó un sin fin de ángeles y cada uno de ellos tenía una misión en particular y dones especiales y únicos — Laylah toma asiento frente a mí —Ellos se hacían llamar Los Bennemonth, ya que la mayor parte del tiempo las misiones se hacían en la Tierra, entre los humanos y debían adoptar apariencia humana. Ellos, son quienes te buscan, Rafaelle y Gabrielle, vienen por tí. —¿¡Qué!? ¡Estás loca! — niego —¿¡Por qué dos arcángeles vendrían por mí!? —Veo que no te sorprende del todo— Dumah ladea la cabeza. —Mi madre solía leerme historias sobre los ángeles, sobre Dios y sobre un mundo sobrenatural lejos de ésta Tierra— desvío la mirada — Siempre creí que eran una fantasía, pero... Me equivoqué. —Sarie, eres más que consciente de que puedes ver, escuchar y sentir cosas que nadie más puede, es por eso que los Bennemonth están detrás de ti, en parte — Dumah me observa pensativo. —¿Ustedes quiénes son? Si no pertenecen al clan de Dios, ¿De dónde provienen? — lo último lo digo en un mísero susurro, sé que van a decir algo que no me agrada, sé que me voy a arrepentir de haber hecho la pregunta y también sé, muy en el fondo, cuál es la respuesta. —Pertenecemos al clan Sinclair, formado por Lucifer y la orden de los ángeles caídos, los que cayeron al revelarse a Dios — Laylah habla con suma parsimonia, como si tuviera miedo de mi reacción. Observo a ambos de hito en hito, trato de ver algún atisbo de burla en sus rostros, algo que me diga que no es cierto, que estoy soñando o que ellos están jugándome una broma pesada y de mal gusto.
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