Capitulo Tres

998 Words
—¡Ahora vuelvo! — grito a mi amiga. Asiente algo perdida y continúa coqueteando con un muchacho que ha estado detrás de ella todo el rato que llevamos aquí. Camino en dirección al baño de damas, apenas entro lavo mi rostro, algunas de las chicas terminan de salir dejándome sola en el lavabo. Levanto mi rostro y me encuentro con el reflejo de un muchacho, volteo lentamente, allí está, es real, no es mi imaginación. Sus ojos castaños me escudriñan serios, ladea la cabeza y su vista repasa mi cuerpo varias veces, siento el corazón palpitar desbocado, tengo miedo y la imperiosa necesidad de salir corriendo en éste mismo instante. —Es un gusto conocerte al fin, Sarie— esboza una sonrisa que se me antoja falsa y forzada —Me has dado mucho trabajo, casi no he podido encontrarte. —¿Quién eres? — pregunto cautelosa, aterrada. —Tu verdugo— sonríe. —¿De qué hablas? ¿Cómo sabes de mí? — me aparto un poco, necesito salir de aquí, ahora. —No creo que sea algo importante el decirte — se encoge de hombros. Apenas tengo la oportunidad paso por su lado y salgo apresurada, la gente sigue bailando y gritando por lo que nadie me escucha. Avanzo entre la multitud, algunos me empujan y pisotean, pero me concentro en buscar a Cecilia. Siento un peso empujarme y caigo al suelo, mis manos se manchan con lo que queda de una bebida derramada. —¿Estás bien? — la voz femenina me hace elevar el rostro. Frente a mí una muchacha me observa carente de emoción alguna y eso es el primer disparador de mi alarma, no me pregunten cómo lo sé pero ella no es mi amiga en éstos momentos. Me deshago de su tacto, con rapidez me interno entre la multitud y llego hasta la entrada principal del edificio por la que salgo. El aire fresco golpea mi cara, respiro profundamente varias veces y comienzo a caminar, a paso firme y veloz logro alejarme unas dos o tres cuadras del famoso centro bailable. Los pasos tras de mí suenan aún más fuertes que antes y me obligo a aumentar la velocidad, son más de uno, no sé quiénes sean pero estoy en desventaja; sin dudarlo un segundo más empiezo la carrera, corro tanto como los malditos zapatos me lo permiten, corro tanto que mi corazón pide a gritos un descanso, los latidos son como un tamborileo, mis pulmones queman cada vez que inhalo con dificultad y si sigo así probablemente caeré al suelo agotada. Por más esfuerzo que haga no puedo detenerme, el pavor es tan grande que saco energías de dónde no hay para seguir en pie. —¡Ven Sarie! ¡No huyas! — la burlesca voz me produce escalofríos— ¡Hemos venido de muy lejos a verte mocosa desconsiderada! —¡Aléjense de mí! — respondo aumentando el ritmo. Para mí mala suerte he llegado al final de un callejón y uno que no tiene salida alguna, topo con una pared, me desespero al voltear y no encontrar nada que pueda ayudarme, sólo a dos hombres frente a mí; uno de ellos es el mismo que me acorraló en el baño de damas. —¿Qué quieren de mí? — susurro. —Eres una gran piedra en nuestro zapato, queremos eliminarte de una vez por todas antes de que nos perjudiques— habla el rubio. —¡Yo no los conozco! ¡No diré nada a nadie ni me meteré con ustedes! ¡Por favor, déjenme ir! — sollozo, no quiero morir. —Shhh... — está a unos centímetros de mí y acaricia mi mejilla, no sé en qué momento acortó la distancia entre nosotros —Te prometo que no va a dolerte, será algo rápido y ya no sufrirás más pequeña Sarie. No sufriré más. Cierro los ojos dejando caer mis lágrimas, tal vez así tenía que terminar, tal vez estaba escrito que mi vida sería corta y algo tormentosa, pero el problema es, que, a pesar de todo, no quiero dejar éste mundo aún. No aún. —Apártate Rafaelle— otra voz masculina me hace abrir los ojos. —Dumah, ¿Aún sigues siendo idiota? — ríe —¿Qué haces aquí? —He venido a arruinar tu noche — esboza una sonrisa socarrona. ¿Dumah? ¿Quién...? ¡Oh, por Dios! ¡Es el chico que me observaba durante la fila en la discoteca! Antes de que pueda decir o hacer algo soy lanzada por los aires contra la construcción más cercana, mi cuerpo se estrella con suma brusquedad y siento todos y cada uno de los huesos crujir, caigo al suelo como costal de papas y mi cuerpo duele como nunca antes ha dolido, mi nariz sangra y la visión que tengo es borrosa. Frente a mí se lleva a cabo una pelea, no sé quiénes son los buenos y quiénes los malos o si hay un bando que me favorece, no logro concentrarme bien y las sombras se mueven tan rápido que no logro captarlas del todo. "Sarie." "Sarie." Los susurros comienzan de nuevo, están por todos lados, por más que cubro mis oídos siguen ahí como si de alguna manera extraña y sobrenatural estuvieran dentro de mí cabeza. —¡Oye! ¡Levántate! — siento como me ayudan a ponerme de pie. Mis ojos enfocan a una muchacha de cabellos rubios, me observa algo cautelosa, pero me sonríe luego, apoya parte de mi peso en su cuerpo y caminamos alejándonos del caos que hay detrás nuestro. —¡No te metas en esto Laylah! — ese grito me hace voltear a ver. —No lo escuches, ahora sígueme — susurra —Vas a estar bien Sarie. —¿Y tú quién eres? — apenas puedo hablar. —Mi nombre es Laylah, mi hermano y yo vamos a ayudarte — sonríe.  ¿Laylah? ¿Su hermano? ¿Qué...? No puedo más, mis piernas se entumecen y el desvanecimiento se apodera de mí, el mareo me hace sentir extraña y una punzada de dolor me atraviesa el lado derecho de la cabeza, se sienten raro, pero no me opongo. Mi vista se nubla, mi cuerpo se resbala del de la muchacha que se hace llamar Laylah pero no toco el suelo sino que unos brazos me cargan con cuidado y yo caigo en lo que parece ser la inconsciencia. "Vas a estar bien Sarie. " "No te rindas." "Te protegeré, no importa qué, vas a salir de esto."
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD