Capitulo Cinco

1135 Words
—¿Lucifer? ¿Caídos? — me pongo de pie —¿Qué quieren ustedes? Si los ángeles de Dios me quieren muerta, ¿Por qué ustedes me ayudan? —Básicamente porque nos gusta llevarle la contraria al Creador — Dumah se encoge de hombros. —Es estúpido— musito. —Pero eso que dices ser estúpido te mantiene con vida, te ha mantenido con vida durante toda tu mísera vida — responde molesto. Ambos nos sostenemos la mirada, siento la imperiosa necesidad de golpearlo, de quitarle del rostro esa asquerosa sonrisa que pone cuando se cree mejor que yo, mugroso demonio, porque eso es.  —Hablaron de dos clanes, Bennemonth y Sinclair, ¿Qué hay de los Grigori? — elevo una ceja caminando por la sala. —No se te escapa nada — sonríe Dumah —No nos compares con ellos. —Los Grigori del griego egrḗgoroi, que significa observadores o vigilantes, también conocidos como hijos de Elohim son un grupo de ángeles caídos de la mitología judía mencionados en algunos textos apócrifos judíos y Bíblicos y en el Libro del Génesis — Laylah me sonríe. —No me digas cosas que encontraré en internet— suelto. —En los textos de los que hablas se menciona que los Grigori fueron seres que se enamoraron y se aparearon con las "hijas del hombre" naciendo de ésta unión una r**a de semidioses conocida como los Nephilim. —Así es, ellos son un bando en el que nadie reina, ni Dios ni Lucifer, no siguen a nadie en particular, pero se inclinan a quienes los favorezcan — Laylah suspira —Son peligrosos. Me mantengo en silencio, mi corazón late a toda velocidad, ¿Es esto real? ¿Dónde termina la cordura y comienza el delirio? ¿Cómo sé que no estoy divagando en cosas sin sentido como mi mamá solía hacerlo? ¿Y si ella no estaba loca? ¿Si todo el tiempo tuvo razón?  Entonces, ella me protegía como lo hacen Dumah y Laylah, las preguntas son, ¿De quién? Y, ¿Por qué? —¿Por qué me buscan? — pregunto. —No sabemos — Dumah es el primero en responder. La rubia voltea a verlo, no sé qué es lo que se están diciendo, pero estoy segura que acaba de mentirme, lo sé, lo siento y no soy estúpida. Ella reaccionó demasiado para no saber el motivo, no quieren decirme y eso me dice que no puedo confiar en ellos tampoco.  Me dirijo a la cocina diciéndoles que voy a buscar algo para comer, ambos se quedan hablando en una lengua que no entiendo y tampoco le presto mucha atención, tengo la mente en otra idea. Me aseguro de que están ocupados y lejos de estar poniéndome atención, dejo el agua del grifo correr y hago algunos ruidos con los cacharros de la cocina, de puntillas abro la puerta que da al patio lateral y me escabullo por allí, salto el alambrado y me dispongo a correr como loca desenfrenada por las calles de la ciudad. El frío se cuela por mis huesos, la noche helada me provoca escalofríos, pero trato de no prestarle atención. Tengo la mente en un objetivo, llegar a casa de mi padre y su nueva esposa, necesito ayuda, necesito que alguien tome la iniciativa y me haga ver la realidad, no importa cómo ni porqué medio. Necesito ayuda. No me importa que me vean como una lunática, quiero alejarme de mi casa, alejarme de Dumah y su hermana si es que existen realmente, quiero sentirme segura una vez más, aunque sea una vez. "Sarie." "No puedes ocultarte." "Te voy a encontrar." "Te vamos a encontrar." —¡Déjenme en paz! — grito corriendo por la acera. Antes de que pueda darme cuenta me encuentro cruzando la calle, estoy segura de que no había ningún vehículo circulando, pero ese viejo Chevy apareció de la nada, el chirrido de sus ruedas me sacó de balance, me paralicé a mitad de camino, las luces me cegaron y yo no pude hacer más que intentar cubrir mi cuerpo del impacto. Dios mío. Extiendo mi mano por puro reflejo, como si ello detuviese el automóvil y me salvara la vida, lo más extraño es que funcionó, el auto voló por los aires y se desintegró para revelar que dentro no había conductor alguno, sorprendida y shockeada caí al suelo y me quedé allí, con la boca abierta. —¡Niña, debes tener más cuidado! — me gritó una mujer desde la acera. —Ven— escuché a mi lado, acto seguido fui jalada lejos de la autopista. —¡Suéltame! — me desesperé. —¡Ey! — siento como me zarandean— ¡Ya cálmate, mocosa! — observo a quién está frente a mí. —¿Quién eres? — me retuerzo en el lugar —¡Auxilio! Cubre mi boca con su mano y con una facilidad inhumana me levanta del suelo, me lleva con él como si llevara un papel en la mano, a mi alrededor la gente nos ve extrañada y algunos le gritan cosas para que me suelte, eso me deja en claro que no es una alucinación, que es real. Pataleo y lo golpeo con mi cabeza en un intento por verme libre, se queja y suelta mi cuerpo, aprovecho y salgo despavorida lejos de él. "No confíes en él." "Si no confías en Dumah, ¿Cómo confiar en éste extraño?" Los susurros se intensifican, están por todos lados y me están volviendo loca, no logro concentrarme, no sé dónde estoy, tengo miedo, mucho miedo.  Frente a mí algunas figuras escalofriantes me observan, sus ojos ambarinos no pierden ningún detalle de mi cuerpo, me sonríen mostrando sus colmillos y se mueven de una manera tan especial que pareciera una cámara lenta moviéndose. —Te tengo — susurran en mi oído. Dumah. Sólo puedo pensar en él... —No me hagas daño por favor, Exael— suplico, pero... ¿Cómo sé su nombre? —Los rumores no mienten, en verdad nos reconoces a todos — me observa serio. —Es una lástima que tengas un destino tan miserable y efímero. —¿Qué rumores? ¿Qué destino? — susurro, voy a desmayarme en cualquier momento. —¿Dumah no te lo dijo? — sonríe —No importa, ya no vas a vivir para preguntarle. Su aliento choca contra mi rostro, sus ojos verdes son intensos y me llenan de terror, ¿Qué puedo hacer? ¿Qué está pasando con mi vida?  Su mano se enrolla en mi garganta, me atrae a él y me siento liviana como una pluma, mi respiración se acelera cuando mis pies ya no tocan el suelo, comienzo a toser, tengo la sensación de que mi cabeza va a reventar si Exael sigue así. —No cambias los hábitos Exael— la voz de Dumah llega a mis oídos —Déjala, ahora. —No me digas, ¿Lucifer ya te ascendió a secretario? — se carcajea —¿Por qué crees que voy a hacerte caso? —Y tú sigues procreando con humanas — sonríe de lado el pelinegro. Entonces caigo en la cuenta de que el ángel caído que intenta estrangularme es un Grigori, por eso sé su nombre, aunque tengo mis dudas. —¿No le has dicho la verdad a la niñata? — la presión en mi cuello disminuye. —No le dijiste que van a matarla de la peor manera que existe, para que jamás vuelva a vivir o resucitar siquiera. 
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