Pero entonces se dijo que no le importaba en absoluto como se veía ni lo que él pensara. Debía él ser un personaje tan despreciable como Sir Harvey, o más aún, quizá, si se tomaba en cuenta que había actuado de manera tan vergonzosa y que, al emborracharse, había perdido todo sentido de decencia. Romara había escuchado, desde luego, la historia que corría acerca de la forma desordenada como jugaban y bebían los Bucks y los Beaus*, alentados por la conducta del propio Príncipe de Gales. Toda Inglaterra sabía que el Príncipe estaba tan borracho la noche de su boda, que se cayó en la chimenea. El país entero estaba informado, no sólo gracias a los chismosos sino, especialmente, por los caricaturistas, de que los amigos más queridos del Príncipe de Gales bebían en exceso y se comportaban d