15.

856 Words
Narrador Para Diego escuchar el nombre de Dayana es un golpe bajo, inclusive se puede decir que perjudica su estabilidad emocional, hace algunos años, sin planearlo, se pudo ver que rompió el corazón de aquella muchacha, a simple vista jugó con ella, se nota que la ultima vez que se vieron, ella no tenía ya esa mirada cálida de la que seguramente él se había quedado prendado. Solía conversar con uno de sus mejores amigos, quien, sin intensión mala, le había recordado a Dayana, pues Diego era de las personas que cuando tomaba algunas copas, no dejaba de mencionarla, y sus amigos ya se sabían de memoria lo que había pasado, pero esta vez se sentía diferente, la conexión única que había tenido con la pequeñita era algo extraordinario, no podía apartar de su mente esos ojos hermosos, muy parecidos a los suyos. Su madre, estaba muy segura que los niños que estaban con Dayana, eran sus nietos, ella no quizo asustar a la joven con preguntas, pero hay algo que la gente dice: “la sangre llama a la sangre”, en una de las conversaciones con sus hijos, dijo que ella deseaba que cada uno se hiciera cargo de que esos niños tuvieran el apellido de sus padres, evidentemente la reunión termino en una discusión, ya que la esposa de Jonás no sabía nada al respecto, estaba en estado de shock, ella quien era una mujer que amaba a los niños, y que casualmente no podía tener descendencia, y enterarse de lo que su suegra estaba comentando sobre lo que les dijo Dayana, la lleno de furia, por ese motivo tuvieron que dar por culminada la reunión, claro que, la esposa de Jonás se fue de la casa por esa situación, dijo que deseaba estar sola, ya que enterarse de que la persona amada, hace algo terrible como eso es difícil de asimilar rápidamente. […] Diego Mi familia siempre ha sido de las que ha sabido administrar los negocios, en mi caso, tengo mi propia profesión, además de que mi mamá, algunas veces me pide que le ayude con algún tipo de desfile para alguna de sus nuevas colecciones, pero también esta el hecho de que tenemos unos abuelos un poco complicados, a decir verdad, ellos al igual que mi padre, siempre han creído en las familias bien infundadas, donde hay hijos, y así. No he sido de mucha suerte en esos casos, a decir verdad la situación que ahora estoy pasando es porque yo mismo me lo busque, lastimosamente se ve como si jugué con la confianza y la inocencia de alguien, sé que no abuse de ella, pues lo que paso entre nosotros, fue por que ambos lo quisimos, pero eso no me da el crédito para aun sabiendo por la situación que estaba pasando, dejarla sola, sin siquiera preguntar por ella, ni nada, solo sacie mi deseo y fue sin más que me concentre en otras cosas, claro está, la vida no me pondría las cosas sencillas, ella ha sido la mujer que me a acompañado día y noche en mi mente, en mis sueños húmedos, y hasta despierto la pienso y sueño, ahora que la volví a encontrar, se ve diferente, los años no pasaron en vano, se nota más madura, además de muy bien en todo sentido. Me siento culpable en cierta manera, pues sé que se quedó sola, criando a un hijo que no era de ella, viéndoselas como podía, pues no creo que lo que miserablemente mi hermano dio porque no deseaba que lo involucraran con ellas, pero ahora se las verá negra, ya que su esposa esta hecha una furia con todo lo que se enteró. […] Inicio de llamada -Amigo, ¿Cómo estás? – hablo Gerardo -Como podría estar, si tengo mil cosas por resolver, y de remate el abuelo con sus exigencias, y más ahora que se enteró que Jonás tiene un hijo. – hable un poco molesto - ¿Qué son todas esas cosas? – preguntó Gerardo. -Con la idea de que hacer para que Dayana me perdone, y me pueda acercar a ella – digo un poco alterado. -Cálmate Diego, puede que Dayana haya olvidado, según lo que me contaste, es una chica diferente, humilde, no creo que sea de rencores o algo así – expresó Gerardo. -No Gerardo, aunque no la conozco de toda la vida, en su mirada pude ver mucho más que simple rencor – hablé. -Hermano, entonces no se como ayudarte, o que consejo darte, solo ahora puedo decirte que tengas paciencia, lo único - expreso Gerardo, y se despidió. […] La reunión con mi abuelo no fue nada amena, solo fue reclamos, y peticiones, él nos decía a mis hermanos y a mí, lo que debíamos hacer, además de las clausulas que estaba mencionando que tenía su testamento. Decidí dejar la casa de mi abuelo, estaba cansado de todo lo que escuché, lo que me dijo y las imposiciones, como si fuera un niño pequeño. Mamá, me dijo que después hablaríamos de algunas cosas que tenía pendiente conversar conmigo, de algo que se acababa de enterar.
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