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Narrador…
-Diego… hablo la joven con una tenue voz, con mucho temblor en su cuerpo, incluso sus piernas pugnaban por doblarse.
-Creíste que no me daría cuenta ¿verdad?, tenías mucho interés en lo que te daría. Aunque estuvo estupendo, pues nunca lo habíamos hecho sin protección, y sentirte piel con piel estuvo perfecto – dijo el.
[…]
Ella con mucho miedo, solo podía aferrarse a sus brazos, él en cambio sentía que ella tenía todo planeado, no era ninguna mojigata o tonta.
La noche no termino allí, era algo que se repitió por algunas ocasiones más, durante las siguientes horas, él sabía cómo tocarla, como hacer que su cuerpo se encienda, a tal grado de llevarla a la locura.
¿Cómo pudo ceder? ¿Cómo pudo ir a sus brazos con tanta facilidad? Su mente le decía que las cosas no estaban bien, pero entre sus preocupaciones y lo que sentía por él, no sé había dejado llevar por esos pensamientos.
Ahora comprendía a su querida hermana, y su amor desmedido por Jonás, era capaz hasta de dar la vida por ese ser, algo que realmente nunca creyó sentir.
[…]
Narrador…
Thais y Dayana Duarte eran hermanas, vivían en una zona humilde la ciudad, Thais había hecho malabares para terminar de criar a su hermana, pues sus padres habían muerto en su intento por huir de su país de origen, dejándolas a ellas solas y sin protección.
Ella había realizado un sinnúmero de trabajos, desde los más humildes, hasta los que de solo recordar le causaba vergüenza, pero era algo que, de verdad, aunque no deseaba, fue lo único que pudo hacer para poder darle un bocado de comida a su hermanita.
Ahora Dayana Duarte, tenía dieciocho años de edad, apenas había podido estudiar la secundaria, pues su querida hermana había enfermado, y pues para poder comer algo en el día les toco reducir gastos, entre esos los de ir a la universidad.
Thais gozaba de una buena figura, a sus 25 años de edad, era como si siempre había sido una chica de alta sociedad, a diferencia de Dayana quien, aunque era una dulce y hermosa jovencita, no era refinada como Thais.
Un día de esos en los que solía pasear un momento por el parque, de vuelta a casa del supermercado en donde laboraba de cajera, se quedó observando a un hombre muy hermoso, su nombre lo supo después Jonás, él era artista, dibujaba hermoso, y que decir de los cuadros que pintaba, todos realmente unas obras de arte, lo que más confundió a la enamoradiza Thais, fue ver que en uno de los bocetos que se encontraban en una de las banquetas del parque estaba su rostro, de inmediato se sonrojo, pues nunca creyó que pudiese alguien fijarse en ella, después de la vida que le ha tocado tener.
Así comenzó su relación, una que con el paso de los días fue cambiando, pero lastimosamente, no era lo mejor para Thais, él pronto mostraría su verdadero rostro.
[…]
Dayana amaba ver feliz a su hermana, era todo lo que le pedía a la vida, pues sabía que a causa de la enfermedad que padecía, no sabía cuándo pueda ser la última vez que ría. De inicio no le cayó bien Jonás, ella sentía que aquel individuo no era del todo sincero, que algo ocultaba, pero que en ese caso su hermana no lo vería, pues estaba muy enamorada del tipo, no tenía caso alguno hablarle de sus sospechas, pues no las creería. Se podía decir que Thais Duarte miraba por los ojos de Jonás Brown.
Aunque no lo quisiera, con solo ver a su hermana sonreír ella, se conformaba, su alegría era la de ella, y pues si le tocaba soportar al “falso”, como ella le llamaba en su interior pues lo haría.
A diferencia de Thais que era una mujer de 1.75, Dayana media apenas 1.60, pero sus curvas eran muy generosas, todo puesto en el lugar adecuado, y en las proporciones requeridas, Thais también tenía curvas, pero las de Dayana eran más llamativas, aunque a esta última, le daba rabia cuando en la calle les gritaban algo al verlas pasar, haciendo alusión a su cuerpo.
[…]
Uno de esos días que Dayana llegó a odiar, fue lo que ocurrió una tarde en la que se encontraba en casa, pues el “novio” de su hermana la había ido a visitar, y pues había pedido comida para cenar allí los tres juntos, aunque a ella no le gustaba compartir con él, siempre lo hacía por su hermana.
Esa tarde a Thais le dio una crisis, una que la llevó al hospital y la dejó internada por algunos días allí, sus pulmones estaban llenos de líquido, tenía un edema pulmonar, aparentemente, ella la viene sufriendo desde muy niña, y algunas cosas la han acrecentado.
Para buena suerte de ellas Jonás cubrió los gastos de la hospitalización, algo que le quitaba una preocupación de encima a Dayana, pero no sabía si el sería capaz de quedarse junto a su enamoradiza hermana, que se notaba a leguas cuanto lo quería, algo que de verdad fue como un puñal para el corazón de Dayana, pues si Jonás la abandonaba, quizá Thais cayera en depresión, algo que empeoraría su salud, de pronto llevándola hasta su fatal desenlace.
Dayana lloraba, sentía que lo que su hermana estaba sintiendo ahora mismo debía ser compartido, pues ella también sufría al verla allí, y el solo hecho de pensar que la pobre Thais podría sufrir una decepción amorosa, le carcomía los huesos.
Como era de esperarse, Jonás se fue y no volvió a dar la cara a Thais, quien ansiosa preguntaba por él a su hermana, pero pronto se dio cuenta que el no volvería más, que su enfermedad lo había espantado, que realmente solo fue un pasatiempo para él, y que ahora debía concertarse en mejorar, para poder trabajar y ayudar a su hermana.
Por otro lado, Dayana estaba en la cafetería donde trabajaba limpiando mesas y sirviendo cafés, ella ahora estaba empeñada en conseguir otro trabajo, pues con lo que ganaba allí no le iba a alcanzar para ayudar a Thais con las cosas de la casa y sus medicinas, que esta vez eran más, pues si deseaba seguir viva, tenía que tomarlas.