Te daré el divorcio.

2473 Words
Por la noche, cuando bajo a la cena me siento en el lugar de siempre, en aquel que me senté la primera vez que llegué a esta casa. Él está en frente de mí, con la mirada conectada a la mía, sus dos manos reposan en la fina madera, humedece sus labios y esto es significado de que va hablar —Estuve pensando en lo del divorcio—, me remuevo en la silla, el tema que va a tocar es muy importante para mí —Llegué a la conclusión de que no tiene sentido seguir casado con alguien que no me ama—, lo que dice me pone feliz, intento no mostrar alegría para que no se sienta ofendido y cambie de parecer —Te daré el divorcio—, una sonrisa se dibuja en mis labios, la cual se borra una vez que pone su condición —Pero antes de eso me darás un hijo, caso contrario seguiremos viviendo en este infierno. Y debe ser por contacto, está descartada la inseminación. —¡Eres un desgraciado! —, sonríe y levanta la copa en mi dirección. —Salud por eso—, suspiro con desilusión —Te estoy dando una salida. Ya cumplí con mi promesa de cuidarte hasta que fueras una adulta, ahora tienes veinte años, aunque falta dos años para que termines la universidad, pero con el estudio que tienes hasta ahora creo que podrás defenderte en la vida. Invertí mucho dinero en ti, fueron millones los que tuve que pagarle a ese hombre para que te dejara libre aún después de haberte ganado en esa apuesta, al menos debo recuperar una parte de eso, y no encuentro otra manera de cómo puedas pagarme si no es, con un hijo. —Jamás—, digo firme. —Bueno, entonces vete despidiendo de ese tipo, porque no le permitiré que se acerque a ti ni a un kilómetro ¿Entendido? —No podrás separarme de él, lo amo. —¿Segura? Mira que ya perdoné que se haya atrevido a tocarte en el pasado, y eso fue porque estaba lejos y aún no eras mi esposa, pero ahora que estamos casados que no se atreva a ponerte un dedo encima porque lo quiebro. —No conseguirás nada con tus amenazas. —No son amenazas, son advertencia y en guerra avisada no muere soldado. De ahora en adelante, dos de mis hombres te escoltarán a cualquier parte, ellos te vigilarán hasta dentro del baño—, colocan la comida y empieza a comer, yo me levanto y él me detiene —No te he dicho que puedes irte. —No quiero comer. —Lo haces, sabes que no me gusta comer solo. —Me importa un carajo si no te gusta comer solo, porque no vas y te buscas una amante con la cual compartir y a mí me dejas en paz. —Siéntate, y deja de amargarme la cena—, vuelvo a sentarme, se que este tipo no me dejará en paz hasta que termine de comer. Una vez que lo hago, me levanto. —Piénsalo, después de que Nazca mi hijo podrás irte, serás libre y podrás estar con quién te de la gana—, ignoro lo que dice, abandono el comedor, llego hasta mi habitación, después de colocar seguro agarro mi celular y le marco a Milo. —¿Todo bien, amor? —, pregunta y niego, siento que las lágrimas caen sin poder detenerlas —¿Te lastimó? —No, pero me amenazó que va a lastimarte. —Miserable. Buscaré la forma de sacarte de ese lugar Ana, te juro que en esta vez no me marcharé, me quedaré a pelear por ti. —Dijo que había una solución—, digo bajando la mirada. —¿Cuál? —, me cuesta decirle la petición que me hizo Ignacio para dejarme libre. —Quiere que le dé un hijo—, sollozo. Milo se queda en silencio —Después de que nazca me dejará libre—, Milo sigue en silencio observándome fijamente tras esa pantalla —No pienso hacerlo—, digo tras sonar la nariz. —Hazlo—, dice y me deja anonada —Si con darle un hijo obtienes tu libertad, dáselo. —Milo, cómo puedes decirme eso, yo no podría traicionarte. —No me sentiré traicionado, Ana Paula. Haré de cuenta que nunca pasó. Si eso te deja libre de ese mafioso y podemos estar juntos sin miedo a que nos siga y nos asesine, no dudes en hacerlo—, me quedo pensando en lo que dice y no puedo creer que me esté pidiendo que lo haga, que le dé un hijo a otro hombre que no sea él —Hermosa escucha, si no quieres hacerlo no lo hagas, pero te hago saber que no tengo problema si tomas la decisión de hacerlo. De todos modos, buscaré otra manera para liberarte de él—, no hay otra manera de liberarme de Ignacio, menos quiero que Milo se vea involucrado. Ignacio dejó claro que lo asesinaría si se acercaba a mí, no se ni cómo voy hacer para verlo, si estaré vigilada por sus guaridas durante las clases. Las semanas pasaron, y después de escuchar la petición que Ignacio me hizo las cenas se volvieron más incómodas. Mientras él revisaba su móvil lo contemplaba y pensaba en si podría meterme a su cama y hacer el sexo con él. Era un hombre muy guapo, su cuerpo estaba en buena forma, sentir repugnancia de estar entre sus brazos no me daba, pero sentía que le sería infiel al hombre de mi vida. Tampoco me imaginaba pariendo un hijo y dejándolo abandonado. —¿Qué tanto miras? —, dice sin desconectar la mirada del móvil. No sé si ese hombre tiene ojos alrededor de su cuerpo, pero siempre que lo observo logra cacharme —¿Acaso quieres decirme algo? —Si, necesito que quites la vigilancia. —No—, dice y vuelve la mirada al móvil —Ya te dije que estarás vigilada mientras ese tipo siga aquí. —¿Y si acepto tu petición? ¿Me dejarás verlo? —, mueve la cabeza mientras ríe. —¿Tan poco lo amas para meterte a la cama de otro? —Por lo que lo amo es que estoy dispuesta a realizar lo que me pediste. No me importa sacrificarme con tal de estar lejos de ti y junto a él—, enarca una ceja —Acepto el trato, acepto darte ese hijo, pero cuando esté contigo pensaré en él, eso que te quede claro—, quisiera que fuera por inseminación, pero el muy desgraciado no quiere, además, tardaría mucho más tiempo en concretarse el embarazo. Y lo que más quiero es largarme de aquí. —Bien, la puerta de mi habitación estará sin seguro, puedes ingresar a la hora que quieras—, se levanta y se va, antes de salir dice —No lo verás hasta después de que te hayas embarazado, no me arriesgaré que te revuelques con él al mismo tiempo que lo haces conmigo—, dicho eso se va, me quedo sola y suspiro, termino de comer y al rato subo a mi habitación, me preparo para ir a dormir, después de hablar con Milo, que por cierto no lo he visto desde hace semanas, para ser exactos desde que él regresó, doy vueltas en la cama pensando en todo lo que tengo que hacer para embarazarme. De pronto me paro y camino hacia la puerta, salgo de la habitación y voy hacia la de Ignacio, antes de tocar me arrepiento, regreso a mi cama y me arropo de pie a cabeza. No estoy preparada aún para traicionar a Milo. Durante una semana no pude hacerlo, hasta hoy que me armé de valor y tocar la puerta de su habitación. Mientras más rápido lo haga, más pronto seré libre. La puerta se abre, Ignacio está sin camisa, solo una pantaloneta contiene, me da paso para que ingrese, me quedo parada a unos cuantos pasos de la entrada, una vez que se cierra la puerta, él se para a mi lado, camina hacia delante y cuando queda delante de mí levanto la mirada y la conecto con la suya. Él no hace por acercarse y tocarme, solo me mira fijamente, creo que espera que yo haga todo el trabajo, total, soy yo la que muere por ser libre y de eso se aprovecha. Cierro mis ojos e inhalo profundo, seguido doy un paso al frente, abro los ojos cuando estoy frente a él, me pongo de puntillas para poder acercar mi rostro al suyo, siento sus fosas nasales expulsar aire que recorre mi rostro. Desconecto la mirada de sus ojos y la bajo a esos labios, muerdo el mío y procedo a rozarlos con los suyos. Él sigue parado como una estatua, ni siquiera mueve los labios. Me alejo un poco para mirarlo, sonríe de medio lado, seguido pasa su mano por mi cintura y con fuerza me acerca a él, poso mis manos en su pecho, trago grueso ante el calor de su cuerpo. Al segundo siguiente su boca ataca a la mía formando un beso férvido, siento su lengua invadir mi boca, respiro el mismo aire que expulsa. Ignacio me eleva un poco dejándome los pies en el aire. El beso se intensifica hasta que mi cuerpo se calienta, cuando me estoy quedando sin aliento me suelta y se aleja, respiro aceleradamente, me quedo mirándole a los ojos, de pronto vuelvo a besarlo, en esta vez soy yo la que devora su boca. Las manos de Ignacio se posan en mis nalgas, desde ahí me afirma, al segundo siguiente las rueda hacia adelante y las sube hasta mis senos, aprieta este y siento como mi Panti se moja. El dedo pulgar juega con mi pezón, jadeo ante ese roce. Ignacio suelta mi seno y empieza a sacar mi blusa, cuando la saca cubro mis senos con ambas manos, él me mira con lujuria, lleva su mano a mis brazos y los quita de ahí, lame sus labios y no quita la mirada de mis senos, se va acercando sigilosamente, posa sus manos en mis caderas, ante ese contacto mi cuerpo entero se tensa, muerdo mi labio al momento que sus dedos trazan líneas por mi curvada cintura, al subir por las costillas las rueda hacia adelante, con ambas manos cubre mis senos, vuelvo a morder mi labio y cierro los ojos al mismo tiempo lanzo mi cabeza hacia atrás. Él acerca sus labios a mi cuello y acaricia con demencia, sube hasta mi oreja y susurra —Después de que te tome olvidarás su nombre, olvidarás que existe, tu interior se humedecerá pensando en mí, cada noche desearás ser mía, y cada vez que te coja gritaras mi nombre. No tendrás tiempo ni de pensarlo—, muerde mi oreja, jadeo al sentir su húmeda lengua dentro de esta. Entierra sus dedos en mis cabellos y me besa con demencia, mete su pierna en medio de las mías, hace un giro y me deja de espaldas a la cama, besándolo camino hacia atrás y cuando mis talones chocan con la cama me lanza en ella, de forma rápida rueda mis shorts de pijamas dejando mi cuerpo desnudo por completo, sin perder tiempo abre mis piernas y se clava en mi humedad —¡Oh! —, muerdo la lengua para no soltar palabras. Ignacio embrolla sus brazos en mis muslos, desde ahí me arrastra más al filo de la cama, abre mis pliegues y pasa su mojada lengua por mi centro —¡Oh, oh! ¡No… no… pares! —, pido al momento que presiono sus cabellos y lo afirmo más. Ignacio muerde y chupa, cuando los espasmos me ataca levanto mis caderas y choco mi humedad con su cara, se aleja para mirarme, veo como saborea y masculle. —¡Exquisita! —. Tras regarme en su boca sube besando mi abdomen, llega a mis senos, aprieta uno y chupa del otro. Al momento que su lengua hace contacto con mi pezón se humedece más mi entrepierna. Mis manos que reposaban en su cabeza las ruedo por su espalda, voy dejando una línea en ella, llegan hasta sus caderas y ahí las clavo. Ignacio se desprende de mi seno y sube hasta mi boca, se come mis labios con ansias. Mis manos las ruedo por su tonificado pecho, ruedan hasta su abdomen y la introduzco en el interior de la pantaloneta, agarro su m*****o el cual está tan duro y caliente, es grueso y grande, tal cual lo imaginaba, al tenerlo en mi mano lo aprieto, gruñe con mi toque, suelto su falo y ruedo su pantaloneta. Una vez desnudo se acomoda entre mis piernas, agarra su m*****o y lo restriega en mi humedad. Mordiendo mi labio llevo mis manos a su cabeza, la bajo hasta mi y lo beso, muero por tener su m*****o dentro, anhelo sentirlo abriendo las paredes de mi v****a. Suelto sus labios y acaricio su cuello, llego hasta su oído y musito —¡Lo quiero dentro! —, Ignacio lo rueda hasta el centro, se empuja apenas y grito. —Vuélvelo a pedir—, dice mirándome fijamente. Muerdo mis labios al mismo tiempo que muevo mis caderas y me rehúso a volvérselo a pedir. Ignacio se prende de mis senos, chupa y muerde del pezón, mientras tanto su dedo se resbala en mi humedad —¡Oh, por favor Ignacio, lo quiero ya! —, chupa con más vigor mi seno, se acomoda en el centro de mis piernas y procede a hundirse lentamente. Abro la boca y concentro toda mi atención en la entrada de su m*****o, se que aún no entra todo, suplico que entre por completo, al hacerlo clavo mis uñas en su espalda. Lo que viene después son embestidas vigorosas cargadas de placer, me toma con tanta fuerza que mi delgado cuerpo se remece a su ritmo. Ignacio me besa, muerde mi cuello, baja a mis senos, chupa de ellos, me da la vuelta, vuelve a embestirme, azota mis nalgas, muerde mi espalda, jala de mis cabellos y raspa con sus cortas uñas mis hombros y caderas, de cualquier parte donde se sostenga. Perdí la cuenta de las tantas veces que alcancé el clímax. La última posición en la que me pone es en cuatro, me da tan duro que hace batir mis riñones y chocar mi cabeza con la espalda de la cama. Cuando se va regar asienta sus manos en mis caderas, se empuja con gran fuerza y se detiene, gimotea con la respiración acelerada. Y así termina mi primer encuentro con mi esposo.
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