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Apostada y ganada por el Mafioso

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intro-logo
Blurb

En un oscuro submundo de la mafia, Ana Paula, una niña valiente y decidida, se ve atrapada en una situación peligrosa cuando su madre decide apostarla para salvar su vida. Contra su voluntad, Ana Paula es sacada de su país y criada por un mafioso, él cual se convierte en su esposo una vez cumplido los dieciocho.

Al principio, la relación está llena de tensiones y desconfianza, ya que Ana Paula ve a Ignacio como el responsable de la muerte de sus padres. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, empieza a descubrir una faceta diferente de él. Descubre lo protector y apasionado que es, con un código de honor oculto. A medida que la relación se profundiza, Ana se encuentra cautivada por su carisma y atractivo, y empieza a dudar de si debería resistirse a este matrimonio forzado.

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Inicio.
RECUERDO. «La primera vez que lo vi, fue cuando estaba sentada en el grande corredor que daba al exterior en la casa del árbol, observaba fijamente aquel paisaje y lo plasmaba en mi cuaderno. Llegó y se paró en frente cubriendo mi vista y desconcentrándome por completo. Agarró una silla y se sentó, me quedé anonada ante su perfecto rostro, aquel terno le hacía ver cómo un príncipe de ensueños, su rostro era tan limpio y hermoso, se veía muy joven, quizás no pasaba de los veinte. Aquellos ojos mieles me observaban fijamente, no lograba descifrar que había tras de esa mirada, pero si era extraña. Aunque me miraba de tal forma que lograría asustar a una niña pequeña, no sentí miedo, conecté mi mirada con la suya y me perdí en ella. Contaba con solo trece años de edad, se suponía que debía salir corriendo y llamar a mi madre, decirle que un hombre muy extraño había ingresado a nuestra casa y se había sentado delante como si quisiera que lo pintara, pero me quedé observándole, al igual que él a mí. —Recoge tus cosas que vienes conmigo—, demandó sin levantarse. —¿Con usted? —, pregunté en un susurro. —Soy tu nuevo tutor, tus padres acaban de morir—, lo dijo con tanta frialdad, sin rodeos ni nada, sin importarle que me doliera. Mis ojos se empañaron ante lo que escuchaba, ¿mis padres estaban muertos?, no podía creer que fuera cierto. Me levanté y salí corriendo, bajé y fui al interior de la casa, antes de ingresar un hombre me agarró evitando que ingresara. —¡Mamá! —, grité en solicitud de auxilio, pero nadie me escuchó, nadie vino a mi rescate. Aquel hombre que hace ratos se sentó en frente de mí, observaba desde lo alto como otro me llevaba hacia el auto —¡Déjeme! —, supliqué. Ahora sí sentía miedo, temor y pavor de estar con estas personas. —Quédate tranquila, que si te portas bien nada te sucederá—, decía mientras me colocaba el cinturón de seguridad. Con los ojos empañados observé hacia mi casa, ahí dentro estaba mi madre, lo más probable era que estuviera muerta porque no salía a impedir que estás personas me llevaran. Limpiando mi mejilla dirigí la mirada hacia la casa del árbol, y ahí seguía él, observándome con determinada atención. Llenándome de ira le saqué el dedo del medio y desde ese día un odio creció dentro de mí. El auto emprendió la salida y él continuaba ahí arriba, seguro iba a limpiar la sangre, se desharía de los cadáveres, tal vez lanzaría a mi madre a una quebrada, o enterraría su cuerpo donde nadie lo pudiera encontrar. Era un maldito asesino, un desgraciado que le había arrebatado la vida a mis padres, me había dejado huérfana y sola en el mundo, me quitó lo único que amaba, mis padres. Dentro de unas horas llegamos al aeropuerto, pero no precisamente por dónde abordaban los pasajeros, era por otra parte, me llevaron hasta un avión, solicité ayuda y nadie regresó a verme, era como si estuvieran sordos, como si ignoraran mis súplicas, llegué a pensar que todos esos militares que se encontraban ahí estaban aliado a él. Una vez dentro del avión dirigí la mirada hacia el exterior, con dolor vi cómo levantaba el vuelo, cómo la ciudad que me vio nacer quedaba atrás. Sollocé con fuerzas porque no tenía idea de ¿qué iba a pasar conmigo?, ¿dónde me llevaba?, ¿qué me harían? Eran tantas las preguntas que me hacía y solo de imaginar lo que podía pasarme me aterraba. Durante todo el vuelo lloré encerrada en ese camarote, fueron muchas las horas porque llegamos al otro día. Una hermosa mujer ingresó y colocó sobre la mesita mi comida —Come algo pequeña. —No quiero, solo quiero irme a casa, por favor ayúdeme, me están secuestrando, me quieren lastimar. —Claro que no—, se acomodó a mi lado —Nadie de aquí puede lastimarte, estás bajo la protección de Ignacio Brown, y si alguien llega a tocarte se las verán con él. ¿Quién diablos era Ignacio Brown? ¿Y por qué estaba bajo su protección? Yo no tenía enemigos, mamá no los tenía, ¿por qué ese hombre iba a protegerme? —No quiero protección de nadie, solo quiero irme, irme a mi casa—, dije molesta y lancé el plato de comida. Aquella mujer no dijo nada más, solo salió y al rato entró él, ese hombre, el mismo que llegó a interrumpir mi dibujo. Ingresó y observó el lugar, luego posó su mirada en mí y dijo. —Regla número uno, limpias lo que ensucias. —¡No eres mi padre para que me des órdenes! —, dije llena de terror, pues ese hermoso hombre tenía una mirada aterradora, además, un arma se encontraba en la pretina de su pantalón —Quiero irme a casa, no quiero estar aquí. —Tú no podrás volver nunca más a Estaquía, estarás bajo mi cuidado por siempre. —¿Quién te dio ese derecho? —, me levanté, aún con los ojos llenos de lágrimas lo enfrenté —Tengo una mamá, ella debe de estarme buscando. —Nadie te está buscando, porque nadie sabe de tu existencia, tu madre y tu padre están muertos, creo que ya eres lo suficientemente grande para saber que significa muerto. —¡Es mentira, mi madre estaba viva hasta que yo subí a la casa del árbol! ¿Qué le hiciste? —Cuando seas una adulta te contaré que pasó. Por ahora limpia este desorden y come lo próximo que se te traerá. —Tú los mataste ¿Verdad? —, pregunté antes que saliera, recordaba haber escuchado el nombre de Ignacio cuando mi padre llegó a mi madre pidiendo ayuda, escuché claramente que ese hombre lo iba asesinar. Él se detuvo y sobre el hombro me miró —¡Mataste a mis padres! —, me levanté —¡Asesino! ¡Maldito asesino! —, él se giró y dijo. —Ya sabes lo que soy, así que empieza a comportarte bien, niña estúpida, porque paciencia para ser niñero de adolescentes rebeldes no tengo. —¡Entonces déjame ir! —¿Que parte no entiendes que no podrás liberarte de mí jamás? ¿Sabes lo que significa jamás? —, dicho eso se fue. Horas después llegamos, de la misma forma que me subieron me bajaron. Me daba terror bajar del avión, temía que después de descender estuviera la muerte esperándome, aún era muy joven, no quería morir, solo tenía trece años, tenía toda una vida por delante, se supone que iba a ser una gran artista, que pintaría grandes cuadros los cuales serían vendidos a nivel mundial. No obstante, con lo que acababa de suceder no podría saber que sería de mi futuro, quizás sería vendida a pedófilos. Tras salir del avión me subieron a un coche y manejaron por largo rato, no tenía idea de dónde estaba, cuando empezamos a llegar a la ciudad pude ver las señales de las calles, todo estaba en inglés, ¿Los Ángeles? ¿Qué hacíamos aquí? Una hora después los coches se detuvieron dentro de un palacio, era tan grande y estaba rodeado de hombres en el techo y en cada parte del jardín. Me quedé observando el lugar, esto parecía una mansión de película. Dos hombres me jalaron del brazo y sin rehusarme me dejé llevar. Al estar dentro, me dejaron en la sala y salieron. Recorrí la vista por todo el lugar —¿Es ella? —, escuché la voz de esa mujer, me giré a verla, por la ropa que traía parecía una mucama —Vamos cariño, te llevaré a tu habitación—, la mujer era muy amable, no sentí miedo con ella, tal parecía que esta sería mi cárcel, y de aquí no podría salir jamás, tal cual lo dijo ese hombre. Me quedé encerrada en esa habitación, haciéndome tantas ideas en la cabeza, y cuando la puerta se abrió me quedé mirando en blanco —Debes bajar a comer. El señor Ignacio te espera en el comedor. —No quiero comer con ese hombre. —Debe hacerlo, hay muchas cosas de las cuales va hablar—, esa mujer se sentó a mi lado, me abrazó y suspiró —Quizás pienses que él es una mala persona, pero. En realidad, no es así, mi muchacho es un gran hombre. —Asesinó a mis padres, ese no es un gran hombre. Ignacio Brown asesinó a Kemal Mancini y mi madre, ¿cómo puede un asesino ser buena persona? Aquella mujer no dijo más, solo se levantó y pidió que bajara porque de lo contrario él vendría por mí. Me rehusé a bajar, y tal cual esa mujer lo dijo, ese hombre subió y me obligó a bajar. Solo con su mirada me amedrantaba y aterrorizaba. Bajé corriendo las gradas y me senté en ese amplio comedor, al ratito escuché sus pasos, caminó hasta su asiento que quedaba frente al mío y a una cierta distancia. —Este será tu nuevo hogar, vivirás aquí junto a los guardaespaldas y empleadas, los cuales son cómo parte de mi familia y debes tratarlos como personas igual que tú. Se pide por favor y se da las gracias por la mínima cosa que te ayuden a realizar, nada de responder con arrogancia y lanzar las cosas al suelo para descargar el enojo. Si estás enojada te encierras en el baño, te clavas a la tasa de este y ahí gritas. La comida no se desperdicia, te comes todo lo que se te sirve. Y lo más importante, no intentes escapar, porque no podrás, por las noches habrá docenas de perros sueltos, apenas salgas te harán pedazos—, trago grueso. —¿Me has secuestrado? —, muele la comida y me mira. —¿Qué te hace pensar que te secuestraría y te tendría sentada en la mesa de mi comedor? No tiene lógica. Ahora come—, llevé la primera cucharada a la boca, la comida estaba sabrosa, no podía negar que estaba como para chuparse los dedos. Los días pasaron, y cada día debía desayunar y cenar con ese hombre, el cual desapareció un mes después de haberme traído. Durante el tiempo que no estuvo me dediqué a estudiar y realizar varios cuadros de pinturas, los empleados conseguían todos los materiales que necesitaba, en mi tiempo libre me dedicaba a la pintura. El miedo de vivir en esta casa se fue, poco a poco fui olvidando el dolor de perder a mi madre. En cada cumpleaños recibía un presente de él, todos los guardaba en el baúl y no los sacaba jamás. Cumplido los dieciséis solicité que me enviaran al colegio, no quería estudiar en casa, quería conocer más lugares de esta hermosa ciudad, quería hacer amigos y compartir con ellos. Ir al colegio se me hizo realidad, menos lo último, amigos me fue difícil de hacer, porque estaba vigilada por dos hombres, los cuales no me quitaban los ojos de encima y ahuyentaban a quienes se me acercaban, el único lugar donde podía estar lejos de la vista de ellos era en el salón y en el baño. La vigilancia de esos grandotes me cohibió de tener amigos. Así fue hasta que ingresé al gimnasio y ahí conocí a un hombre maravilloso, el cual me robó el corazón con su amabilidad y su dulzura. Él no temía a mis guardaespaldas, mientras más nos observaban mas coqueteaba conmigo. Viví un amor bonito junto a Milo, con él tuve mi todo, se suponía que escaparía junto a él una vez que me graduara, que nos liberaríamos de los guardaespaldas como nos libramos la primera vez que estuve entre sus brazos, lo pondríamos a dormir y así podíamos escapar, para cuando ellos despertaran nosotros estaríamos lejos. Sin embargo, todos mis planes se vieron arruinados porque Ignacio Brown decidió aparecer nuevamente en mi vida. Llegó justo el día de mi graduación, me hizo la entrega del diploma y volvió loca a todas las chicas de ese instituto —¿Por qué volviste? —, le pregunté mientras nos dirigimos a casa. —Porque es mi casa, voy y vengo cuando me da la gana—, casi no recordaba lo hermoso que era, sus cejas eran tan perfectas como si se las delineara, sus ojos eran pequeño, tenía una nariz muy fina y puntiaguda, sus labios eran lo que más me gustaba, eran gruesos y se veían muy apetitosos —¿Qué tengo? —, preguntó sin voltearme a ver. Se estaba dando cuenta que lo estaba observando. No dije nada, solo maldecí en mis adentros porque con la presencia de ese hombre en esta casa me sería difícil de escapar, y mi escape era está noche, esta misma noche me liberaría de este encierro en el que había estado por cinco años. Al llegar a casa demandó —Cámbiate y te espero en el despacho, hay mucho de que hablar—, durante el mes que estuvo aquí, no hubo día que no discutiera con él, hoy no podía darme ese lujo, debía estar en buenas con él para así no tener problemas cuando fuera a salir. Subí a la habitación y me cambié, cuando bajé busqué a Ignacio en el despacho y ahí estaba, no me miró al momento que ingresé, solo me señaló la silla y dijo. —Ya cumpliste dieciocho años, ya es hora de que nos casemos—, con lo que dijo me dejó anonada. —¿Casarnos? —Cuando tu padre murió le prometí cuidar de ti. También me hizo prometerle que te convertiría en mi esposa, y mi palabra tiene valor, jamás rompo una promesa. —Me importa las promesas que hayas hecho, pero yo no pienso casarme contigo, yo tengo novio y me voy a casar con él. —¿Tienes novio? ¿Y quién te dijo que podías tener novio? —No tengo a nadie a quien pedirle permiso, mis padres están muertos porque tú los asesinaste. —Pues fíjate que si debías pedirme permiso, porque yo soy tu dueño. —No, yo no tengo dueño. —Claro que lo tienes—, dice al levantarse —Yo te gané en una apuesta. Tu madre te había apostado y el hombre que te ganó iría por ti, pero yo intervine, lo convencí de que jugara conmigo, le gané y te rescaté de las garras de ese viejo. —Eso es mentira, mi madre no haría jamás eso, tú estás mintiendo. No me casaré contigo, no uniré mi vida a ti, porque te aborrezco—, salí echando chispas de ahí, no agarré nada más que mi celular y salí de casa, los dos hombres que siempre me seguían fueron tras de mí. Me dirigí a casa de Milo, cuando llegué la puerta de su departamento estaba abierta, ingresé y todo ahí dentro estaba desordenado, incluso había rastros de sangre, lo primero que se me cruzó fue que ese desgraciado lo asesinó, que él le quitó la vida a Milo». PRESENTE. Pero ahora Milo está vivo, no se que pasó hace dos años atrás, ahora Milo a regresado y necesito estar divorciada para irme con él, porque durante estos dos años mi vida a Sido un infierno al lado de Ignacio Brown.

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