El sábado nos quedamos de encontrar en la plaza cerca de mi casa y lo encuentro discutiendo con un tipo.
-No se lo merece, Victor- le dice el muchacho de las camisas a cuadro de la clase.
-A ti no te importa, asique desaparece, nerd- refuta antes de golpear su rostro.
Me hago ver de un momento a otro y Victor tira de mi brazo para apartarme de él. Ni siquiera porque insistí, quizo decirme de que hablaban.
Nos sentamos en una banca a tomar aire y calmarnos, y en su defecto, sucede lo contrario. De un momento a otro, me encuentro sobre sus muslos, peleando por sentir todo el contacto posible, meneando las caderas sobre su m*****o erecto.
-Necesito sentirte, Alfonsina- ronronea al pasar sus manos en mi vientre y rozando sutilmente el borde del brasier.
-Yo lo deseo igual que tú- alego en medio de los besos húmedos que deja por todo mi cuello, erizando mi piel.- Vallamos a un hotel, Victor.
-¿Tú casa?- niego con la cabeza porque Noemí debe de estar allí- No tengo la tarjeta que uso para eso, linda, sino te llevaba yo.
-Yo invito a esta- me paro y le tiendo la mano mordiendo mis labios.
Abre su boca asombrado por mi atrevimiento. En este punto no me importa nada. Quiero que me haga suya.
Cruzamos la calle de la mano e ingresamos al primer lugar abierto. Nos registra y lo sigo hasta el ascensor. Saca la tarjeta para abrir, doy dos pasos dentro y me acorrala entre su cuerpo y la pared.
Sus manos juegan conmigo en mi intimidad. Desprende el botón de mi short, lo imito y nos desnudamos desesperados.
Camina conmigo enroscada en sus caderas hasta depositarme en la cama.
-Protección- le recuerdo.
-Ya, linda- avisa cuando está eso cubierto.
Sus labios se prenden de mi pecho y en una sola estocada siento toda su hombría. No tiene ni necesito compasión ninguna para gritar de placer con el primer orgasmo.
Se hace para atrás, junta mis piernas y arremete contra mi.
-¿Te gusta así Alfon?- palmea uno de mis glúteos y arqueo mi espalda del placer- Contesta- exige.
-Me encanta, Vic.- murmuro entre gemidos- No... no pares.
-Nunca dije que iba a hacerlo.
No lo hace. Me gira para quedar apoyada en mis extremidades y sigue brindándome placer sin parar, tomando mi cabello para mantenerme estable.
-No aguanto, linda- dice con los dientes apretados- Me vengo
-Lo quiero- ronroneo cuando estoy en la cúspide del placer.
Lo siento vibrar dentro de mi y mi cuerpo se sacude con agresividad.
Pasa sus brazos por mi pecho y me deja caer en la cama antes de ingresar al baño para encender la ducha.
-Ven, linda- llama sensual.
No me hago esperar y lo sigo para disfrutar el ser tomada contra los azulejos. Le gusta rudo. Me gusta rudo, si que me gusta.
Descansamos un rato hasta que verifico mi reloj. Doce de la noche, marca.
-Oye. Me tengo que ir a casa- aviso.
-¿Porque no te quedas a pasar la noche conmigo, linda?
Su voz somnolienta es dulce, tranquila y sedosa.
-Porque llega mi padre y me quedan cosas para hacer, Vic. Ya te lo había dicho.
Me mira por debajo de su antebrazo un segundo, refriega su rostro y se sienta de golpe arrancándome una carcajada.
-Te llevo, entonces.
-Va.
Dejamos la llave en la recepción y me lleva a casa.
-Te veo después, preciosa.
-Nos vemos- lo beso suave e ingreso a casa.
Realmente estoy agotada. Llegué despierta de puro milagro.
Necesito descansar y tener energías para organizar mi cuarto, ayudar con las compras y recibir a mi padre lo más similar a un ser humano que pueda. Sé que es todo liberal, pero no va a agradarle verme con ojeras, olor a alcohol por las cervezas que nos tomamos y con el dormitorio patas para arriba.
Parezco una niña chica en el hall del aeropuerto, deseando ver al hombre que no me engendró pero al cual amo como si hubiera pasado.
Tan imponente como siempre, se quiebra apenas hacemos contacto visual. No me hago de rogar y corro a sus brazos para sentir la seguridad de que sigo siendo su nena aunque sea una mujer echa y derecha.
Suelta su maleta y me abraza fuerte, levantándome en el aire y haciéndome girar.
-Mi pequeña. Que linda que estas, muñequita- elogia entre besos intercalados entre mis mejillas y mi frente.
Soy mimosa, pero tanta demostración de cariño, me hace sentir vergüenza.
-Ya papá. Nos están viendo- me quejo.
Por supuesto que le importa muy poco. Solo me aparta un poco para saludar a Noe y tomo su maleta como escudo. Poco sirve. Mi padre, como si fuera un adolescente, nos toma de los hombros y nos hace caminar a la salida.
Mete su equipaje en la cajuela y me abre la puerta de atrás antes de hacerme gestos para que me corra.
-Hazte para allá, hija- insiste cuando no me muevo- Ven a contarle a papá como te va con los estudios y todo eso.
-Bien, pa. La oficina es un buen lugar de práctica. Matías nos enseña lo que puede y sino se apoya en sus compañeras.
-¿Entonces todo bien?- insiste.
Me mira sonriendo, contagiándome con su gesto y me atrae a sus brazos como cuando habían tormentas y me dejaba dormir en el medio de su cama matrimonial.
-Te extrañé mucho, hija- murmura secando mis lagrimas de emoción.
-¿No es suficiente para ti con los pequeños diablillos?- bromeo.
-No, hija. Sin ti, siempre me va a faltar algo. Eres mi hija ¿recuerdas?
Hago un movimiento con la cabeza porque no puedo hablar. Amo a este hombre.
Al llegar, como siempre Matías nos espera junto a su auto. Nos saludamos y me encargo de llevar la maleta de papá a su cuarto.
Ellos hablan del tema y yo paro orejas mientras preparo una taza de café.
Nunca lo había visto así de enojado, pero la situación no es para menos. Por primera vez veo el video y debo decir que, nuevamente, me faltan piezas. Creo que la paranoia es la consecuencia de crecer con un abogado que tiene todo tipo de casos en casa. Es de los completos. No tiene miedo a nada.
El tema se descontrola un poco y no me queda de otra que asumir que yo sabía lo que había pasado. No dudó en conjeturar lo mismo que yo al decir que había más, ni en contar la historia de sus padres.
No escapo del sermón. Por supuesto que no. Todo. Mauricio Madeiro tolera todo. Bueno, casi todo. Los embarazos no planificados y las enfermedades de transmisión sex.ual, quedan totalmente excluidas. Como si una quisiera alguna de ellas. Mi chip anticonceptivo me da seguridad, pero el gorrito no puede faltar y lo hago saber.
No es pecado, soy mayor de edad y me han dado la suficiente confianza para hablarlo con naturalidad.
Entre el lunes, martes y miércoles, papá ha brillado por su ausencia con el caso de Noe.
El caos surge como el Craqueen, cuando mi bello padre, descubre todo lo otro que se ha callado mi amiga.
El caso es complejo, por lo que decide tomar distancias y no va en toda una semana a la oficina ni a la U. Me dio la orden de decir que está bien a cada uno de los que pregunta por ella. No lo está y me duele verle así. Se ha vuelto amargada a grado extremo.
No solo Victor no le cae bien. Según sus palabras es un interesado, mujeriego que solo folla conmigo.
Ojalá la hubiera escuchado y tal vez, un año después de conocerlo, no tendría tantos problemas, aunque ella, es uno que llegó de imprevisto.