Una noche, Victor me espera afuera de la universidad cuando termino mi turno.
-Hola, Alfon Vine a hacerte compañía un rato- saluda casual.
-Hola, Vic- abro la puerta del auto y guardo mi bolso.
Al cerrar, tira de mis manos, apoya su cuerpo en el capó y me acerca a él para colocarme en medio de sus piernas y comenzar a besarme como me encanta.
-Grrr Dime que después del baile tengo permiso de tenerte para mi solo- gruñe besando mi cuello.
Trato de hilvanar los pensamientos para poder exteriorizar alguna frase coherente. Paso mis manos por su pecho duro y en respuesta, aprieta mis nalgas con las suyas.
-Puedo- logro articular.
-Estoy deseoso de que llegue ese momento, linda.- confirma que le pasa lo mismo que a mi y se prende de mi boca.
Muchos besuqueos y manos recorriendo el cuerpo del otro por encima de la ropa, me despido para conducir a casa. La verdad que el deportivo del tío es fácil de manejar. El de Noe es parecido, pero este tiene la cámara de aparcamiento y me facilita las cosas.
Una yo muy feliz, estaciona junto al otro auto y con mi sonrisa ingreso a casa para que se me borre al instante.
La cara de velorio de Noemí, me dice que algo grave está pasando.
Por lo visto, hoy ha recordado que somos amigas y me cuenta lo que pasa en su vida. Duele que no me haya contado que sale con alguien, por supuesto que sí. Era solo decir "Sabes que Alfon. Tienes razón. Pasan cosas." Lo que si reconoce, es que su nuevo amigo lo sabe y me da curiosidad saber de quien se trata.
No la puedo juzgar si yo salgo con alguien también, si hace rato que entregué mi virginidad. Ella esperó un momento delicado para decirlo y encima ni siquiera le dio la importancia necesaria al caso. Igualmente, nadie me saca de la cabeza que le gusta de verdad.
Noemí siendo Noemí, me cambia el rumbo de la conversación para preguntar porque no le digo papá a Mauricio.
Miro mis manos y analizo en profundidad lo que siento.
A veces creo que él no me quiere del mismo modo que a mis hermanos. Me conoció cuando tenía 10 años y quedó flechado por mi madre. No mucho tiempo después, nos fuimos a su país con todas nuestras pertenencias, se casaron, me dió su apellido y mamá quedó embarazada de Alberto. Ellos son su sangre, yo me siento una arrimada. No dudo en decirlo y ella me aconseja que lo intente. Tengo que reconocer que lo que me dice es verdad. Jamás lo escuché decir "mi hijastra" o "la hija de mi esposa". Siempre me presenta como su hija, su muñequita.
Ese día, donde decido llamar "papá" al hombre que ha sido mi apoyo, mi confidente quien aplaca las locuras de mi madre, fue el más genial del mundo. Por supuesto que iba a venir en poco tiempo.
El viernes, me puse un vestido rojo, ajustado a mi piel, unos zapatos altos para quedar a su altura, me hice una cola alta y le pasé la dirección a Victor para que venga por mi. Mi amiga me dio todos los consejos habidos y por haber. No hace falta que me repita que le cae mal. Lo se de sobra.
- Hoy eres una diosa, Alfonsina- me saluda con un beso que me saca hasta el alma.
-Tu estas muy guapo, Vic.- me regala media sonrisa y emprendemos camino.
Sus jeans azules se amoldan a cada músculo de su cuerpo. La camisa negra, con sus tres primeros botones desprendidos, dejan entrever un pecho color durazno fuerte y libre de vellos.
Sus manos toman la mías con decisión cuando llegamos al local con música actual y movida.
El danzar de nuestras caderas no se hace esperar. No le ponemos límites al recorrido que hacemos sobre el cuerpo del otro. Le doy la espalda para bailar "diva virtual" de Daddy Yankee y no duda en amasar mis senos por encima del vestido.
Con su respiración caliente en el oído y los besos que deja en mi cuello, la boca se me reseca.
Algunas canciones nos invitan a bailar piel a piel, otras con algo de distancia como es el caso del cuarteto, donde largo la carcajada porque no se me ocurriría que en estos antros, se estilaba.
Es divertido y no me deja sola, que es lo importante.
-Vamos por algo para tomar, Vic- suplico cuando llevamos un rato entre la gente y mis pies ruegan por unos minutos de descanso.
-Te acompaño a donde quieras- dice con la voz grave sin soltar mi mano o mi cintura.
Me siento en el taburete que encuentro libre, Victor tapando mi cuerpo y rozando mis piernas, erizando mi piel. Cuando el bartender aparece, amablemente, pido un gin tonic y agua para mi, a lo que él se pide un whisky en las rocas. Acerco mi tarjeta para pagar y nos tomamos el trago entre besos y caricias.
Nos quedamos ahí un rato, viendo a la gente disfrutar del lugar, que no está nada mal. Concurrido con jóvenes de nuestras edades, buena música, barra completa y si miras arriba, zona VIP para los estirados.
-Dame un momento que voy al baño- hablo en su oído por encima de la música.
Nuestras mejillas se rozan y puedo asegurar que estoy lista solo por como me mira, con las pupilas dilatadas al extremo que su celeste es casi inexistente.
Comienzo a caminar en esa dirección, pero siento su mirada sobre mi. Se lo que quiere. El baño es espacioso, completamente blanco. Se mete al mismo cubículo que yo detrás de mi y me arrincona contra la pared besándome con fiereza. Ni siquiera le importó que este lleno de chicas, solo lo hizo y yo tampoco lo detuve. Me encanta que sea atrevido.
Sus manos se meten entre mis piernas y encuentra el camino a mi vulva para acariciarme sobre la ropa interior. No le es suficiente y la corre para meterme dos dedos que me hacen llegar al orgasmo con un par de bombeos.
Su boca recorre mi cuello, a la vez que trato de mantener el equilibrio sobre un tacón y mi otro pie en el escusado, tal cual como me los colocó. Cuando tiemblo con una segunda corrida extraordinaria, me besa, toma mi mano y la lleva a su erección para que lo sienta en todo su esplendor.
-Tócame, Alfonsina.- ruega mordiendo mi labio inferior- Hoy me conformo con que me toques, linda.
Desprendo su pantalón con su ayuda, se lo baja un poco y lo toco por encima de su bóxer.
-Me vas a volver loco, preciosa- gruñe al pasar su mano en mi intimidad nuevamente y se chupa los dedos lentamente bajo mi atenta mirada.
Toma mi cola de caballo con fuerza y me ayuda a sentarme en el retrete cuando me ve pelear para bajar su ropa interior.
Logro bajar su ropa un poco más y paso mi lengua por su glande bajo su atenta mirada una vez, dos veces y a la tercera lo introduzco todo lo que puedo en mi boca. Roto mi lengua y me ayudo con las manos, sobo ejerciendo presión cuando mi puño se acerca a su cuerpo. Intercambio la secuencia de movimientos hasta que se desespera y toma mi cabello entre sus manos. Sus caderas se mueven adelante y atrás, cada vez con más ímpetu, hasta que termina derramado en mi boca. Quito con la punta de mi lengua cualquier rastro qur quede, pasa su pulgar por el contorno de mi boca, guiña su ojo y abre la puerta para dejarme algo de espacio.
Se siente lo mismo que con la carrera. Una mezcla de adrenalina y peligro fluctuante en el aire con violencia. Es la sensación de lo prohibido que me mantiene tan alerta como obnubilada por él.
Es el calor abrasador y el miedo vibrando bajo la piel por no ser descubiertos aunque tenga ganas de seguir jugando con fuego.
-Te espero en la barra, linda- ronronea junto a mi cuello.
-Allí te veo.