14 Martín

1557 Words
Antes de entrar a mi trabajo, llamo a mi madre para pedir su opinión. Se que soy un hombre adulto y muy capaz de tomar mis decisiones, pero para mi, lo que piensen ellas es importante y siempre lo tomo en cuenta. -¿Te volvieron a hacer llorar, hijo?- contesta el celular con una pregunta. -No, mamá- le digo riendo por sus ocurrencias- Te llamaba para otra cosa. -Lo escucho, hijo.- escucho sus dedos en el teclado de su computadora trabajando sin cesar. -Si estas ocupada, podemos hablar después- ofrezco para que no valla a tener una llamada de atención por mi culpa. -Puedo hablar, hijo. Desembucha. -Estemmm. El novio de mi amiga me ofreció trabajo en su oficina. Por el doble de lo que gano ahora- le aclaro- Pero no se si sería justo dejar a Ramiro en banda. -¿Qué harías, Martín?- el sonido de las teclas de detiene y se que tengo toda su atención. -Controlar las computadoras, revisar que los programas no tengan errores- detallo- Puede que me toque investigar sobre programas nuevos y todo eso. No lo se muy bien. -¿Cómo que no sabes, hijo?- cierro los ojos y rasco mi cabeza mientras la señora Fanny habla ofuscada.- ¿De qué es su oficina? o sea a qué se dedica. -Hacen inversiones y controlan todo desde ahí, mamá. - recuerdo las charlas con mi amiga- En realidad toda la logística. -Discúlpate con Ramiro, dale las gracias encarecidamente por la oportunidad y toma el trabajo en esa oficina, si es lo que quieres hacer, Martín. -¿No quedaría mal con él? Me abrió las puertas, ma. -Tienes que buscar las oportunidades, cielo’ habla pausadamente-. No vas a envejecer arreglando celulares y computadoras en casa y mucho menos vendiendo cosas en esa tienda hijo. -Gracias por el consejo, mamá. Siempre estás ahí para mí. Te amo. -Anda a hacer eso que llevo una torta para la merienda y festejamos esto, cielo. Puedes invitar a tus amigas. -Lo intentaré.- prometo- Te amo, ma. Guiado por el consejo de mi madre, le pedí a Ramiro para hablar. Se lo tomó bastante bien, a decir verdad. Terminé mi día y fui a casa a redactar un correo con mi hoja de vida, mis datos personales y todo lo necesario para enviárselo a Matías. Me llamó feliz de la vida de tenerme en su equipo de trabajo. De ahora en más, vamos a pasar mucho tiempo juntos con las chicas. Noe vino a merendar con Matías, pero Alfonsina no pudo porque tenía trabajo atrasado de contabilidad. Yo estoy seguro que no quería venir, pero que más da. El fin de semana me dedico a preparar todo para el lunes, ya que ahora si voy a estar trabajando en lo que soy bueno y me hace sentir cómodo. El lunes, cargo mi laptop, los discos con programas que se pueden instalar, los tester para medir el ancho de banda y la corriente, extra a mi cuaderno de notas. Las clases transcurren normal, deseando que llegue el corte de setiembre para ir a descansar por ahí. Para esa fecha, seguramente ya voy a tener la camioneta. Mamá me dijo que la compre con la plata que me va a pagar Ramiro por los tres años que llevo trabajando en la tienda. A medio día, me voy para la mesa de siempre. Al llegar, solo está Alfinsina. -Hola. ¿Noe?- inquiero mirando que mi amiga no ha llegado. -Se fue antes porque su novio la invitó a un restaurante- informa. Por debajo de la mesa, abro y cierro las manos del mismo modo en que lo hice cuando se disculpó. Pican mucho. Pican por correr ese mechón rebelde detrás de su oreja, por delinear su contorno redondo. Pican por presionar sus manos sobre la mesa y decirle que siempre voy a estar aquí. -Ok - murmuro- ¿Puedo quedarme aquí? -Por supuesto. Era su mesa primero y de ahora en adelante vamos a pasar mucho tiempo juntos. De hecho- me señala con un ojo cerrado- Dijiste que podíamos ser amigos. -Podemos ser, lo que tu necesites que sea- argumento con honestidad.- ¿va? -Va- toma la carta y elige su almuerzo. Hago lo mismo y espero al mesero. Ella pide una pechuga y ensalada. Yo opto por el matambre a la leche con puré de papas y perejil. El choque de los cubiertos es lo único que se escucha en la mesa. Por entremedio de los lentes, trato de detallarla. Sus ojos siguen hinchados. Sus manos tienen una manicura perfecta en tono azul eléctrico. Sus labios son de tamaño moderado y puedo ver como su piel, normalmente beige, toma un color más oscuro cuando sus ojos miel, me descubren mirándola. Bajo la vista al plato y ahí me quedo hasta que casi es hora de entrar a la oficina. Llamo al mesero con la mano y le solicito la cuenta, por mera educación. Mentalmente tengo el cálculo de todo, incluida su propina. -Dime cuanto es para pagarte la mitad- solicita. -No es necesario, Alfonsina- desestimo. -Pero a la próxima, yo invito ¿va? -Como quieras- digo en voz alta mientras pienso que jamás la voy a dejar pagar la cuenta de nada. -Te llevo, si quieres.- señala el vehículo que siempre usa. Rasco mi cabeza nervioso. No sé qué decirle a parte de detallar su cuerpo de reloj de arena. Por otro lado, aún no se donde queda la oficina, por lo que sería una ventaja saber como llegar desde acá en auto. -Te acepto eso, por hoy. - accedo abriendo su puerta cuando destranca el auto con el mando a distancia. -Gracias- susurra con su rostro sonrojado. Subo tranquilo y me dedico a observar el camino lo que resta del viaje. Puedo realizar el recorrido fácilmente a pie, ya que es la misma distancia de mi casa a la U, que de la U para acá. Llegamos a un edificio de pocas plantas, con estacionamiento exclusivo y el frente absolutamente todo vidriado. -Lo diseñó la mamá de Noemí- comenta Alfon cuando me ve con la boca abierta de la impresión. -¿La señora Alessandra?- corroboro el nombre. -Si. De echo, cuando Noe conoció a Brandon y salió todo el tema suyo, mi tía estaba controlando la construcción. - agrega cuando salimos del auto. -Es muy lindo lugar- añado viendo los árboles detrás que dejan ver sus copas y algunas ramas sobresalen para brindar sombra a los lados del edificio. -Sígueme. - dispone. Lo primero que hago, es presentarme con los que no me conocen, que de echo, es solo Carolina ya que la semana pasada, pude conocer a Lucía. Para la primera tarea, les pido que mientras yo corroboro el flujo de energía de lo que tenía previsto, ellas registren lo que funciona con fallas o demasiado lento. Soy minucioso con el trabajo y me interesa reparar en un orden de prioridad. La aplicación que usa Matías, está muy desactualizada, por lo que es mi prioridad en el orden del día. Cada cosa lleva su tiempo y mi computadora, mejorada para tener más velocidad de subida y bajada, me ayuda a acelerar el proceso. Compruebo que los cables hayan quedado bien conectados, cuidadosamente cubiertos para evitar accidentes y lo llamo para verificar que todo halla quedado como corresponde. -Matías ¿puede ingresar y verificar que todo esté andando? -Si por supuesto- accede haciéndose lugar enfrente a la pantalla- Pero deja de tratarme de usted. No me gusta. -Disculpe- golpeó mi frente porque volví a hacerlo- Disculpa. Es la costumbre. El solo ríe negando y se concentra en hacer lo suyo. -No sé qué le hiciste, pero anda muy rápido- se acerca a la pantalla- mira lo ágil que saca las estadísticas de las alzas. - Le coloqué- comienzo y me autocorrijo cuando levanta una ceja- a la computadora, un software de limpieza de residuos cache. En esta carpeta- señaló en la pantalla- Tienes programado un grabador de registros. -¿Significa? -Significa que si los números de la otra aplicación y esta no coinciden, es mejor cambiar la que usas. El resto de la tarde, la paso testeando el resto de los ordenadores. Dejé algunas cosas para hacer mañana, porque no me da el tiempo. Junto mis cosas cuando finalizo el horario y bajo por las escaleras de emergencia. -Te llevo a tu casa- se ofrece Alfonsina cuando nos encontramos abajo. -Gracias, pero no es necesario. Ustedes viven hacia el otro lado. -Yo vuelvo para la universidad. Insisto. Sube- ordena sin lugar a quejas. En el camino, le indico la dirección y voy pensando en la merienda del viernes. Quizá ahora que estamos solos, pueda reconocer que no quiere ir y ya. -El sábado vamos a hacer una cena en casa con Noe, Matías y mi familia- comienzo seguro mirando su perfil- Puedes ir si quieres. -¿En tu casa?- arruga un poco la nariz cuando afirmo- Lo voy a pensar- mueve su rostro a los lados- Tengo que ver que no tenga pendientes de la u. ¿Va? -Va- aseguro convencido de que va a buscar una excusa para no ir y no insisto más. Debo de estar loco, porque no comprendo porque siempre me puede más la idea de tenerla cerca y no la de alejarla sabiendo que puede hacerme mierda.
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