El primer fin de semana, Martín nos ofrece ir a su casa a cenar, entonces me preparo para la ocasión, mientras Matías y Noemí, lo hacen en su apartamento.
No se que es lo que me hizo decir que si. Puede haber sido las pocas ganas de estar en casa sola otra vez o simplemente por curiosidad. De todos modos, ya dije que si y no puedo retractarse ¿o si?
Es un sábado agradable, por lo que opto por ponerme un Jean azul, una blusa con cuello caído y tirantes finos, mis infaltables botas y dejo mi cabello suelto.
Tomo mi celular y comienzo a escribirle esperando que el tiempo pase lentamente.
'¿Ya salieron?' yo
'Si, amiga. Ve saliendo que te queda más lejos. Nos vemos allá' Noe
Por alguna razón, contesto un simple Ok y me paseo por la casa para ver si deje todo cerrado, por más que ya lo haya comprobado.
Diez minutos después, subo al auto, ingreso la dirección en el GPS y parto tranquila, como si tuviese toda la noche.
Estaciono detrás del carro de Matías y detallo la casa. Dos pisos, porche con pilares en ladrillo visto, entrada con valdosas de falsa piedra, paredes color crema y un rosal como protector del vehículo que tiene estacionado.
Tomo una respiración profunda y bajo. El portón que da a la puerta, está abierto para atrás. Golpeo la puerta de esas estilo blindadas y espero.
-Hola, Alfon. - Martín abre mi puerta- Pasa.
-Hola. Gracias por invitarme- murmuro cuando me hace lugar para ingresar.
Lo primero que me recibe es una sala de estar con tres sillones, una pantalla empotrada a la pared y una mesa ratonera con rosas frescas en un jarrón. A la izquierda, un juego de comedor para ocho personas en madera, mantel sobre la mesa y otro jarrón con flores.
-Estamos en la cocina, ven.- me guía y lo sigo. - Mamá, nana ella es Alfonsina.
-Buenas noches- digo educada.
-Mi madre, Fanny y mi abuela, Estela.
Me señala primero a una señora en los 50, cabello castaño y ojos marrones, luego a la señora mayor, con rastros de cabello n***o, ojos verdes de unos ochenta años.
Miro a las mujeres y después a él
Tiene mucho de la señora Estela.
-Estela, tu abuela, atrevido- lo resonga- nana para ti, cariño.
-Eres mi abuela- refuta afirmando sus manos en la isla de la cocina.
-Los dos me pueden decir nana- me dedica una sonrisa dulce y luego mira a su nieto y a mi nuevamente.
-Un gusto conocerla, Alfonsina- me dice su madre luego de pasar una franela por sus manos unas cuatro veces.
-El gusto es mio.- sonrío por cortesía.
-A ellos ya los conoces. Matías y Noemí.
-Alfon- me acerco a saludarlos de beso, como siempre.
-Amiga. Demoraste- detalla Noe- Ya te iba a llamar.
-Si. No te preocupes. Solo estaba viendo que este todo cerrado y eso.
-Hijo- la señora Fanny toca el brazo de su hijo- ¿Porque no le muestras la casa a tu amiga?
-¿Quieres que te muestre?- accede a su petición sin hacer contacto visual, ya que lo esquivo un poco.
-Nosotros ya la vimos, Alfonsina- comenta Matías cuando los miro- Pero anda. Vas a ver que es linda.
-Ok.- Miro a un Martín sonrojado- Te sigo.
-Bien. Por acá el comedor y la sala- señala volviendo por nuestros pasos y luego un pasillo con madera a ambos lados- En esta puerta está la biblioteca y ahí enfrente el baño de invitados.
Ingreso a la primera que menciona y me asombro de la cantidad de libros que tiene.
-Guauu.
-A todos nos gusta leer en casa. Hay de todo un poco- recorre las estanterías- Negocios, atlas, historia y literatura.
-¿Tu papá también lee?- curioseo observando algunos títulos en los lomos.
-Solía leerme literatura clásica, si. Ahora ya no está- resume.
-Lo siento. No quería incomodar.- busco sus ojos pero los mantiene ocultos bajo su mano pretendiendo acomodar sus gafas.
-Esta bien.- se acerca a la puerta- Ven que te muestro el jardín de invierno.
Lo sigo por otra puerta para salir a un patio mediano, cubierto de césped, rodeado de los muros de los vecinos. Parece mas ancho que largo en realidad. Al fondo, en toda su extensión, nylon grueso transparente deja entrever una multitud de colores.
Tira suavemente de la puerta de madera cubierta por el mismo material y doy dos pasos antes de frenar en seco por la maravilla ante mi. Una multitud de colores y un aroma delicioso, se encuentra en un espacio de veinte metros de ancho y otros veinte de largo. Las luces cálidas encendidas, brindan el aspecto de que están bajo el sol del atardecer.
-Es bellisimo- murmuro.- Son tulipanes.
-Si que lo son. Ambas- habla riendo detrás de mí.
Giro mi cabeza para mirarlo y lo encuentro justo a mi lado. De pronto, me llega el olor amaderado de su perfume, su vista clavada en los tulipanes, sus manos en los bolsillos y una sensación de estar en casa.
Al no emitir palabras, voltea a mirarme y razca su nuca. Sus ojos se ven muy verdes en este ambiente y sus labios de un tamaño medio.
-Podrías haberte negado a venir, si te ibas a sentir incómoda, Alfonsina- menciona con tono de voz bajo.
-Quería venir. - miro hacia la entrada a la casa- Nos invitaste ¿Recuerdas?
-Decía a lo de conocer la casa. Pudiste decir que en otra oportunidad o algo así.
-¿Y perderme esto?- señalo el espectáculo frente a mi- Seguro me arrepentiría.- toco una flor y me acerco a oler su fragancia.
Hay de todos colores. Borra de vino, rojo intenso, amarillos, naranja y amarillo convinados, blancas y rosadas, todas cuidadosamente separadas en canteros a la altura de la cadera, sostenidos por cajas de madera que resaltan los colores.
-¿Querías que no viniera?- menciono mirando sus ojos y sintiendo el calor de su cuerpo cercano al mío.- Me hubieras mandado un mensaje y me quedaba en casa.
-No me refería a eso, ya te dije.- su voz es suave, pero parece la de un niño asustado.
-¿Entonces?- me acerco solo para incomodado un poco más.
-A que no se siente bien saber que te incomoda estar a solas conmigo, Alfonsina.
Observo su postura. Puede que yo me sienta algo rara, pero definitivamente él sí se pone nervioso.
-Yo no estoy incomoda contigo. - aclaro- Pienso que es todo lo contrario. ¿Estás nervioso Martín?
-Puede que sí, pero no hagas eso- saca un dedo y me señala. - Tampoco finjas, sé que no te gusta estar a solas conmigo.
-No hago nada- me defiendo.-Nunca dije que no me gusta estar a solas contigo.
A mi me pueden decir tímida, pero él me gana y mucho. Se las cosas que le pasan conmigo. No soy tonta. No creo que de unos días acá, todo se haya esfumado.
-No necesito fingir.- retrocedo apenas para verlo a los ojos- Ya esta todo aclarado y bien entre nosotros.
-Ok.- susurra detallando mi rostro- Vamos adentro.
Martín sale y yo lo sigo por primera vez en la noche. Hoy usa un Jean azabache, una camisa azul marino y unos championes deportivos. Su altura es impresionante. Apuesto a que si me paro junto a él, con mi cabello aun no le rozo el mentón. Pese a ser flaco, tipo normal de alguien que evita el gimnasio, su espalda se ve bien.
Sentir que lo tengo a metros de mi espacio personal, me hacen querer acercarme más e invadir el suyo. Su postura de me gustas pero me asustas, causa revueltos en mi pecho y estómago. Lo puedo comparar como subir a una montaña rusa. Me alejo lo más que puedo mientras el carro sube y luego me acerco de golpe para sentir todas esas sensaciones juntas. Me resulta agradable.
¿No lo había inspeccionado antes? ¿Por qué no?
Resoplo cuando recuerdo el motivo. Mismo motivo que por suerte, no se ha acercado pero que si veo a la distancia.
-¿Todo bien, chicos?- inquiere su mamá.
-Si, mamá.- le tranquiliza
-Oh. Si- me apresuro a hablar- Su invernadero es bellísimo. No puedo imaginar como debe de verse de día.
En mi mente se forma la imagen con esas flores rebosantes de color a los rayos del sol y sería aún más hermoso. Quizá piense en venir algún día a apreciarlo. No me negaría la oportunidad, supongo.
-Deberías pedirle a Tincho que te lleve al campo de los tulipanes - sugiere su abuela
Pueden decirme tonta, pero..
-¿Quién es Tincho?- pregunto sin dudar.
A mi lado, Martín levanta la mano con su rostro completamente rojo.
-Oh, por favor- tapo mi cara con una mano y la otra la dejo debajo de mis senos para apoyar el codo- Yo pensando que era su esposo o algo así.
La carcajada que largan todos a la vez, me llena de vergüenza.