Creo que es la primera vez que veo a Alfonsina así de ruborizada.
La carcajada de todos no he hizo esperar. Juro que quería guardarla, pero cuando dijo que creía que era mi abuelo, no la pude contener.
Honestamente su comentario sirve para bajar la tensión que se generó en el invernadero. Su constante ir y venir me ponen en jaque. Con ella es como si siempre estuviese caminando por la cuerda floja y se me quitase la posibilidad de elegir si subo o no.
-Ya, deja eso- me empuja un poco con su hombro.
La miro toda roja y apretando los labios con sus dientes que toda la tensión que tenía por sentirla tan cerca, voló por la campana de la cocina.
Quizá deba decirle todo lo que genera con simplemente acercarse.
Las risas merman y mi abuela aclara la situación.
-Ay, mija. Mi esposo falleció en un accidente junto con su papá- menciona señalando en mi dirección.
-Lo siento. Yo...- mira a su amiga que le devuelve esa expresión de 'Te lo dije'- De verdad lo siento, señora. - se acerca para tocar su mano.
-No se preocupe, mija. Y me dice 'nana'. Nada de señora que está muy linda para tratarme de vieja. - nana le palmea la mano encima del mostrador- Mi nieto no me dijo que eras tan linda, eh.
-Ya déjala, nana. La va a asustar- tercia su amiga antes que yo.
-Mejor dame las llaves del auto, Alfon- la secunda Matías sin problema.
-No voy a salir corriendo por eso, tontos.
-Ja ja- mamá se ríe de mis amigos- Lo dice porque no sabe donde se metió, todavía.
-¿Qué significa eso?- pregunta a todos y termina mirándome a mi.
-Que nana no te va a dejar tranquila- levanta sus cejas- Te va a molestar toda la noche y a mí de paso ¿verdad nana?- la miro a mi abuela que nos observa con ojos brillosos a la vez que cruzo mis brazos.
-Ay, mijo. No sea embustero que en esta casa no le enseñamos eso- se hace la ofendida tirando de mi cachete.
-Mejor vamos a la mesa que los ravioles están prontos- intercede mi señora madre- Ayúdeme con la fuente, hijo.
-Voy, ma.- tomo la fuente y nos vamos a la mesa.
Camino con la fuerte firmemente agarrada y la coloco en el medio de los platos ya organizados desde media tarde.
No les gusta dejar detalles al azar y ya tienen los lugares predispuestos. La ansiedad por conocer a Alfonsina las estaba matando.
A mi también por el simple echo de tenerla en mi casa, pero solo lo podría reconocer en voz alta bajo tortura.
Mi abuela tiene su lugar frente a la ventana como toda la vida, en la cabecera de la mesa. Mamá se acomodó a su derecha y a su izquierda, hizo sentar a mi jefe y a Noe.
Si no conociera a mi gente, diría que lo hicieron sin intención, pero como las conozco de toda la vida... nos dejaron a Alfonsina y a mi, uno al lado del otro.
Entre charlas del trabajo, agradecimientos para Matías por la oportunidad nuevamebte y lo poquito que queda para las vacaciones, la cena se evaporó.
El café post cena también, junto con él tiramusú que disfrutamos en la sala.
-Estuvo delicioso todo, Fanny. Muchas gracias. - Noe y Mat se paran para retirarse.
-Los acompaño- aviso haciendo lo mismo para guiarlos el corto tramo, desde la sala al portón de ingreso.
-¿De dónde dijo que era usted, mija- escucho a nana, sacando platica a Alfonsina.
-De verdad muchas gracias por todo.- Matías me da su mano para despedirse y Noe un beso en la mejilla como tiene acostumbrado, con un corto abrazo- Tienes todas unas personajes allí.
-Ni que lo digas- me quejo- pero son mi vida. ¿Qué te puedo decir?
-Son maravillosas, Martín. Disfruta tu noche- Noe me guiña su ojo.
Sacudo mi cabeza porque todos han enloquecido el día de hoy. Dentro, me encuentro a nana, charlando muy animada con la castaña.
-Voy a ver si mamá necesita algo. ¿Quieres más café o torta?- le pregunto.
-Yo me voy a dormir, mijo. - le ayudo a levantarse y deja un beso en la frente de Alfon aue se sorprende- Te dejo en manos de mi nieto, que ya estoy vieja para estos trotes.
-No se preocupe, nana- le responde de pie- Descanse tranquila.
Miro su tasa en la mesa y veo que no tomó casi nada de café.
-¿Prefieres un capuchino o un late?- señaló su tasa y sus ojos van ahí, con sus manos en los bolsillos traseros de su pantalón.
-Si no es mucha molestia, te lo agradezco.
-No, ya te lo traigo.
Voy a la cocina y me encuentro a mi madre acomodando sus electrodomésticos.
-Ma, deja que yo lavo los trastes. Anda a descansar que estuviste todo el día meta cocinar por mi culpa.
-No digas eso, hijo- acaricia mi cara como cuando era niño- Todo lo que te haga feliz, a mi también. Anda a acompañar a tu amiga.
-Le voy a preparar un capuchino y vengo a lavar los platos cuando termine, sino me vas a hacer sentir mal, ma.
-¡Pero que hijo tan terco, tengo!- se queja.- Pero te amo tanto que te la dejo pasar.
Bajo mi cabeza para que deje un beso en mi frente y yo lo hago en la suya.
Me muevo por la mesada para buscar una cápsula de capuchino, colocar una taza de vidrio debajo, y presionar el botón.
-Te ayudo a lavar los platos- me interrumpe el último movimiento con su mano- Después de acompañas a otro café.
-No es necesario.- desestimo- Es mi tarea autoimpuesta, aunque gracias por el ofrecimiento.
-No te lo estaba preguntando, Tincho- hace énfasis en mi apodo con una sonrisa y las mejillas levemente sonrojadas.
Apoyo mi cadera en la mesada, cruzó mis brazos y la veo moverse hasta el fregadero de doble función.
-Solo a ti se te pudo ocurrir que Tincho era mi abuelo- me burlo.
-Lo pensé en voz alta, nada más. - acomoda los platos a la izquierda de la bacha, lado contrario el escurridor- De todas formas, Tincho me puede llevar a ver eso ¿Qué dices?
Analizo su postura, sus palabras y todo lo que la rodea, como ese cabello largo, apenas ondulado, cayendo por su espalda. Una pregunta se me viene a la mente.
-¿Porque querrías ir conmigo a ese lugar, Alfonsina?
-Primero que nada, porque nana lo dijo y si te niegas te voy a acusar- indica parándose igual que yo- Segundo que nada, porque para algo están los amigos y tercero, porque me muero de aburrimiento los fines de semana que mi amiga no está.
-Si me amenazas con mi nana, tienes la mitad de la pelea ganada- reconozco- Pero aun no tengo en que llevarte y no va el mico para ese lado.
Se acerca dos pasos hasta mi y mi cuerpo reacciona en respuesta. "Mantén tus manos quietas, Martín. Lo hace porque sabe lo que causa" me reprendo por dentro.
Ladea su cabeza a un lado y todo su pelo se va en cascada con ella, reflejándose la luz en cada altura de sus ondas.
-Tengo el auto de mi tio y podriamos ir en él- intenta negociar.
-Eso no va a pasar- niego de inmediato- No uso coches prestados. Ni siquiera el de mi madre.
-Puedo conducir yo- insiste con una sonrisa.
-Cuando te lleve, va a ser en mi camioneta, Alfonsina. Asique paciencia.
Deja caer sus brazos a sus lados claramente derrotada y se va para la bacha. Coloca jabón con el tapón puesto y deja correr el agua.
-No me parece justo- se queja pasando la esponja por los vasos que ya introdujo dentro- Ya me picó la curiosidad de verlo. ¿Es tan lindo como el invernadero?
Me coloco a su lado, en la otra bacha cuando adivino su intención.
-Es aún más bello que el invernadero.- le aseguro para mermar su curiosidad mientras voy enjuagando lo que ya lavó- Si eso te gustó, ver esos tulipanes al aire libre, te va a hacer querer acampar en ese lugar.
-¿Tan así?- inquiere mirando mi rostro.
Bajo la luz led de la cocina, le noto un lunar debajo de su maquillaje. Presiono el plato, evitando que mi dedo pase por ahí y descubrir que tono tiene en realidad.
-Es mágico- resumo con la boca seca por SU belleza.
Disfruto cada minuto en que no estamos peleando, pero al apoyar la cabeza en la almohada, reflexiono que no paro de darle las herramientas necesarias para hacer conmigo lo que quiera. Es una fuerza mayor a mi. Todo lo que ha sido nuestro intercambio hasta ahora debería ser una advertencia lo suficientemente fuerte, aunque mi cerebro no coordina cuando la tengo cerca y mi instinto de supervivencia se va por el retrete.