04. Ascenso

2109 Words
Seis años después… —Entonces, llegó el momento crucial, donde la princesa despertaría y se daría cuenta que todo lo que vivió era un sueño… —Lo escucho dar un gran bostezo, a través de la bocina del teléfono y sonrío. —Pero mamá, ¿y los extraterrestres que pedí? —Me reclama mi pequeño, entre bostezos. —La princesa abrió un ojo para espiar, al sentir un extraño ruido a su lado… —digo con tono de misterio—. Cuando divisó a un alto, delgado y morado ser a su lado, quiso gritar de miedo, pero éste ser le daba tanta paz, tanta tranquilidad, que sólo pensó en seguir durmiendo, para soñar una vez más —Termino el cuento y escucho la respiración tranquila de Noah y un sonido extraño. —Cayó rendido mamá, gracias… no había caso con que se durmiera conmigo —dice Tania, al otro lado del teléfono. —Ya sé que tiene sus días especiales, no te preocupes, tesoro —contesto, dando un sonoro bostezo—. ¿Estás segura que te la puedes sola con Noah, cariño? —pregunto, algo inquieta, ya que mi hija me insistió en que ella cuidaría bien de los dos. —Si, mamá, no te preocupes, ya soy lo bastante grande para que puedas ir a tus viajes de trabajo tranquila —contesta decidida, por lo que sonrío triunfal, ya que he criado a una excelente mujer. —Lo sé, mi bebé, pero me cuesta dejar de verte como si fueras una nenita, aún —Sonrío con nostalgia. —¡Mamá! —exclama, en forma de protesta, lo que me hace reír—. ¡Tengo diecisiete años, ya no soy una bebé! —agrega y me río. —Lo sé, cariño, eres toda una mujer y te amo por ser quien eres —La escucho soltar un suspiro y con eso me doy por pagada, sabiendo que mis hijos están tranquilos, sintiéndose amados—. Me iré a dormir, tesoro, tengo una reunión en tres horas más —comento y la escucho hacer un sonido afirmativo. —Cierto, mamá, olvidaba la diferencia horaria —Suelta una risilla que me hace sonreír—. Buenas noches, mamita, descansa… nos vemos por la noche —Tania corta la llamada y prácticamente me desmayo sobre la cama. Beep, beep, beep, beep. Suena la alarma y apenas me puedo del cansancio, pero sé que debo levantarme y organizar la reunión que tiene el señor Donovan, con los empresarios de esta pequeña minera en Mascate, Omán. Dejo todas las cosas preparadas, en la sala de reuniones que el señor Donovan reservó en el hotel, dejo una carpeta con la respectiva información en cada puesto y pido que traigan las cosas que ofreceremos para desayunar. Estoy revisando algunos correos, en el laptop, cuando tocan a la puerta de la sala de reuniones. —Mía, ya no me sorprende que tuvieras todo listo y organizado —dice Ángela, con quien me he vuelto muy cercana, tras trabajar con ella y el señor Donovan, por más de diez años. —Sabe que me gusta ir un paso adelante, por si hubiese alguna complicación, Ángela —Dejo de tipear en el laptop, para responder. —Antes de irnos, necesitamos reunirnos los tres, tenemos algunas cosas que conversar y no quiero tener que esperar en llegar a Cambridge —rebate, por lo que tomo nota de lo que me ha dicho y asiento. —¿Necesita algo especial para la reunión, Ángela? —cuestiono y ella niega. —No, Mía —responde—. Sólo deséanos suerte con estos árabes, porque con ellos, podremos lograr muchísimas cosas —explica. —Lo sé. Les irá bien —respondo positiva—. Releí mil veces la propuesta y es mucho más de lo que ellos esperaban inicialmente, así que todo irá excelente —agrego. Llega la gente del hotel, con el bufet para el desayuno y comienzan a disponer las cosas tal y como se las voy señalando. La hora de la reunión llega, y por supuesto, los árabes son muy puntuales, por lo que el señor Donovan comienza con su exposición. (…) —Sabía que les iría bien —digo sonriente. —“Nos” iría bien, Mía —corrige el señor Donovan, remarcando la palabra—. Tú colaboraste más que ninguno de nosotros en el proyecto, y los señores Al Balushi, se fueron realmente entusiasmados con todas las ideas —menciona. —Charles —Ángela le abre muy grandes los ojos, como intentando decirle algo. —Bueno, como ya te lo comentó Ángela, queríamos reunirnos contigo, Mía —dice cambiando el tono de voz, a uno más serio—. Pero, salgamos de aquí y vamos al restaurant, donde pediremos algo para comer, antes de subirnos al avión —explica, por lo que nos ponemos de pie, recogemos el laptop, las carpetas con los contratos firmados y el portafolios del señor Donovan. Pasamos por la habitación para ponernos algo más cómodo por el vuelo que tenemos en unas horas, y hacemos el check-out. Me decido por unos pantalones negros de tiro alto y una blusa del mismo color, unas sandalias cómodas y el cabello suelto. Bajo para encontrarme con mis jefes en el restaurant del hotel. Ambos conversan animados en una de las mesas y apenas me ven, me hacen señas para que me acerque. Sobre la mesa, además de muchas cosas deliciosas para comer, hay un par de carpetas que ha llamado mi atención, ya que guardamos todo en las maletas. —Perdón si he tardado —Tomo asiento frente a Ángela. —Descuida, linda, come algo, por favor… —dice el señor Donovan. —Charles, anda, dile ya —Presiona Ángela, por lo que dejo a un lado el bocado que había tomado y los miro con curiosidad. —¿Qué sucede? —cuestiono intrigada. —Estás con nosotros desde que comenzamos este proyecto, Mía —Ángela pone su mano sobre la mía, con cariño, por lo que la miro extrañada—. Sabemos la excelente profesional que has sido durante todos estos años, y más aún, la gran calidad de persona que eres —Me pongo tensa, ya que me estoy asustando, por tanto halago. —Además, eres prácticamente de la familia, Mía preciosa —agrega Ángela, con una amplia sonrisa. —Sabemos lo mucho que te ha costado todo, desde que llegaste a la humilde oficina en la que iniciamos Altus Asset Investment, con mi cartera en la mano, devolviéndome la esperanza y mis sueños, porque éste, Mía, era mi gran sueño y no podría haber sido posible, de no ser por ti —agrega. El pecho se me contrae de la emoción, pero sigo pensando que algo malo va a ocurrir. —Pero… —Me hace un ademán para que lo deje continuar. Asiento. —Esta vez, es hora de soltarte las riendas y dejarte caminar a tu propio ritmo, cumpliendo uno de tus más grandes sueños —Me va a despedir… estoy segura. Pienso—. Es por eso, que, con Ángela, hemos decidido ascenderte y queremos que seas una de nuestras más altas Asistentes en negocios internacionales —dice con orgullo. —Pero, señor Donovan, yo no… —Niega. —Te regalaremos una beca completa en Cambridge, Mía. Queremos que todas esas capacidades que tienes, sean potenciadas con los estudios apropiados —menciona y no sé qué decir. Estoy paralizada de la emoción. —Queremos que tu sueño, de estudiar en Cambridge, se haga realidad, Mía —agrega Ángela, al verme no reaccionar. —Y-yo… —Los ojos se me llenan de lágrimas, por lo que Ángela se pone de pie y me abraza. —Queremos darte las mejores herramientas para que seas mejor de lo que ya eres, Mía y créeme, eres de las buenas —dice entre risas, mientras me limpia las lágrimas de las mejillas. —Gracias, yo… no sé qué decir… estoy conmocionada —respondo entre sollozos. —Revisa esta carpeta, por favor —Pide el señor Donovan—. Aquí están tus horarios y las asignaturas —indica. Comienzo a revisar la carpeta con la información. Mi estomago es un mar de mariposas. Estoy tan emocionada, que podría saltar y gritar de alegría aquí mismo. —No lo puedo creer —Los miro a ambos, que me observan con emoción—. No sé cómo agradecerles esto —agrego. —Ya nos has dado tanto, Mía, que no te lo imaginas —dice el señor Donovan—. Con el cierre de este trato, te has graduado con honores, para nosotros —bromea, haciéndonos reír a todos. —¿Cómo lo harán por las tardes, si tendré clases y no podré estar con ustedes? —cuestiono con preocupación. —Es que, ya no serás más mi secretaria, Mía —señala—. Tienes estas dos semanas para buscar alguien que cumpla con el perfil y puedas entrenarla por las mañanas, ya que en Septiembre comienzas con las clases —menciona. —Y cuando la nueva persona ya esté en condiciones para tomar el puesto, ¿qué hare después? —pregunto. —Mía, Mía, Mía —dice Ángela—. Realmente no le tomas el peso, a todo lo que haces por nosotros, ¿verdad? —cuestiona y me encojo de hombros. —Tomará algún tiempo, que alguien aprenda tus deberes, así que iremos viendo sobre la marcha —propone el señor Donovan, por lo que asiento—. Si la persona, está tan capacitada y es tan buena como tú, tomarás el cargo de Asistente junior, mientras tanto —agrega, dejándome más tranquila. —Está bien, señor Donovan —respondo emocionada—. Trabajaré en el aviso, buscando a las mejores candidatas —propongo, por lo que ambos asienten. —Ahora, comamos, antes que se nos pase la hora, ya que debemos tomar un vuelo —dice Ángela. (…) Durante el vuelo, aproveché de redactar algunos avisos, para la búsqueda de la persona que tomará mi lugar, ya que no será fácil. De vez en cuando, leía uno de mis libros favoritos o dormitaba un poco, ya que, por hacer dormir a Noah la noche anterior no había descansado mucho. Al llegar al aeropuerto, mis padre esperaba por mí, como cada vez que salía del país. —¡Papito! —exclamo feliz, una vez que llego a su lado, para abrazarlo. —¿Cómo estuvo el vuelo, hija? —pregunta, mientras toma mi maleta, ya que la pasé como equipaje de mano. —Bien, papá —respondo—. Tengo excelentes noticias, pero las quiero compartir con mamá y los niños, así que tendrás que ser paciente —comento y me sonríe. Los señores Donovan se acercan a nosotros. —Harry, ¿cómo está? —Saluda el señor Donovan a mi padre. —Bien, gracias. Espero que haya sido un viaje provechoso —responde amable—. Señora Donovan, un gusto saludarla —Le tiende la mano a Ángela. —Supongo que Mía, ya le comentará las buenas nuevas —responde el señor Donovan—. Tengan un excelente fin de semana —Se despide. —Un gusto saludarlo, Harry —dice Ángela. —Igualmente para ustedes. Gracias por todo —digo, para despedirnos e ir al auto, ya que ahora sólo pienso en abrazar a mis bebés. El viaje hasta casa, se me hizo bastante corto. Le comenté a mi padre, de forma escueta, cómo era lo poco que conocí de Omán, ya que en realidad sólo visitamos la minera y estuvimos en el hotel. Al llegar a casa, mi madre, Tania y Noah salen a recibirme. Noah se baja de los brazos de mi madre y corre a los míos. —Mi bebé hermoso, ¿me extrañaste? —cuestiono, aprisionándolo a mi cuerpo. —Mucho, mami —contesta, refregándose los ojos de sueño. —Ahora iremos a la cama y terminaré de contarte el cuento que tanto te ha gustado, ¿sí? —pregunto y asiente emocionado, mientras da un gran bostezo. —Mami —Tanía se acerca, me abraza y me da un sonoro beso—. Me alegra que hayas llegado —dice sonriente. —Entremos a casa, tengo mucho que contarles a todos —menciono. Le doy un abrazo y un beso a mi madre, seguidos por mi padre que trae mi maleta. Por supuesto, Noah cayó rendido a los diez minutos, desde que lo acosté. Los demás, me esperaban con una deliciosa cena, donde aprovecharía de contarles esta nueva etapa, que comenzaría en mi vida. Volver a retomar mi sueño en Cambridge y el preciado ascenso.
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