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Corazón delator

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¿Quién dijo que los cuentos de hadas ocurren sólo en las fábulas infantiles?

Puede que tenga un par de kilos de más… que los años se me vengan un poco cuesta arriba y cada día pesen más. Que ya haya vivido un matrimonio de ensueño, que en realidad, terminó siendo una pesadilla… Pero, ¿quién determina eso, realmente?, o ¿será que hay un estándar para ser princesa?

La verdad, no tengo respuesta a ninguna de esas preguntas, pero si me permites ser honesta, puedo dar fe que los príncipes azules existen, que aunque creas que tu vida ya tiene un camino trazado, todo puede cambiar de la noche a la mañana y sobre todo, que el amor es magia y todo lo puede.

Te invito a que conozcas mi historia; no es una de esas con hadas madrinas, ni castillos hechizados, pero cada vez que la cuento, no dejo de suspirar como una adolescente enamorada.

┈┈━═♡═━┈┈

Diseño de portada por Andrea Paz.

Se prohíbe cualquier copia parcial o total de la obra. Registro oficial es SafeCreative 2201300363736.

Todos los derechos reservados para Andrea Paz PS.

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Prólogo
Corazón delator es una novela exclusiva en la plataforma Dreame y Sueñovela. Escrita por Andrea Paz PS y registrada en SafeCreative bajo el código: 2201300363736. Se prohíbe cualquier copia parcial o total de la obra, ya que estará infringiendo los derechos de autor. ┈┈━═♡═━┈┈ —Tranquila, todo va a salir bien… —dice Susan, no muy convencida, por lo que, con la misma incertidumbre asiento, volviendo a mirar por la ventana sin dejar de apretar los papeles que tengo entre las manos. Estudié tanto para ser aceptada en la universidad de Cambridge, que el sólo hecho de tirar todo ese esfuerzo por la borda, me hacía negar en silencio, mientras el mundo pasa a mi alrededor, sin importarme en lo absoluto. ¿Qué voy a hacer si…? Niego una vez más con la cabeza, mientras dejo que las lágrimas suelten toda la tristeza y la rabia que siento. “Señorita Martin”, escucho a lo lejos, pero no reacciono, por lo que Susan me mueve un poco, para llamar mi atención. —Mía, te han llamado —dice con preocupación, poniéndose de pie y jalándome del brazo, para que reaccione de una vez. Voltea a mirar a la enfermera, que nos da una mirada compasiva, mientras nos espera en la entrada de la consulta. Susan me arrastra hacia el lugar, en vista de que mi cuerpo simplemente no reacciona. —Buenos días, chicas, pasen —Nos hace pasar a la consulta y tomar asiento—, el doctor Jones, viene de inmediato —Me sonríe con lástima y hace un asentimiento, abandonando la habitación. —Mía, amiga, por favor deja de pensar —Me pide Susan, mientras toma mi mano—. Pase lo que pase, estoy contigo y sé que saldrás adelante —dice optimista. —¿Qué hago con Steve, Su? —pregunto con la voz rota y mi amiga se encoje de hombros. —Lo importante ahora, eres tú —responde con decisión—, lo que haga o deje de hacer Steve, poco me importa, realmente —agrega, por lo que tuerzo una sonrisa, que seguro, debe parecer una mueca horrible. —Yo lo amo, Su… —digo entre sollozos—. Le arruinaré la vida a él también —Las lágrimas invaden una vez más mis ojos, cuando entra el doctor, seguido por la enfermera, que me da un vaso con agua y pañuelos desechables. Le hago un asentimiento, en agradecimiento y se retira. (…) —Dos meses y medio… —murmuro, como si eso lo hiciera más real—. Fue para la fiesta de Halloween, estoy segura, Su —Le cuento a mi amiga, quien está tan seria, que casi no la reconozco. —¿Qué les vas a decir a tus padres? —pregunta, mirando el ultrasonido que me había hecho el doctor Jones. —¿Qué le voy a decir a Steve, Su? —Nuevas lágrimas comienzan a descender por mis mejillas. —No puedo creer lo embobada que estás por ese tipo —Me recrimina, enojada—. Que no se te olvide que por él estás aquí —bufa. —No entiendo cual es tu problema con Steve… Él me ama, Su —digo entre sollozos, alterándome aún más —No soporto ver cómo te trata, Mía —menciona, con tristeza—. Y tu no lo quieres ver, porque estás embobada con ese sujeto —agrega, arrebatándome los exámenes médicos que estaban completamente arrugados entre mis manos. —No digas tonterías, Su… —Suspiro—. Sólo tiene mal carácter cuando se enoja, pero es un amor —murmuro, pensando en lo mucho que lo amo. —Pasa enojado entonces —rebate, lo que me hace reír sin gracia—. Entonces… ¿qué le dirás a tus padres? —Vuelve a preguntar. —La verdad, supongo… Pero primero se lo diré a Steve… estoy segura que lo tomará bien —Tuerzo una sonrisa y suspiro. —Lo que tu digas… —Susan, suspira con fastidio y me toma del brazo, para salir de la clínica. Pasamos la tarde en una cafetería a la que nos gustaba ir, ya que tenía una zona con butacas cómodas y privadas, lo que nos hacía sentir como en una burbuja donde podíamos conversar de todo, sin preocuparnos. —Esto está delicioso —digo con la boca llena, mientras mi amiga me mira con diversión. —No sé cuantos rolls de canela te has comido ya —dice entre risas. —Eso da igual, seguro en unos minutos, los iré a devolver al baño —contesto, arrugando la nariz, al recordar los constantes mareos y nauseas que había estado experimentando hace un tiempo. Mi amiga pone cara de asco y se ríe, mientras seguimos resolviendo qué decirles a mis padres, ya que, con Steve, me las tendría que arreglar sola, porque Susan no lo tolera. (…) —¿¡Embarazada!? —exclama Steve, completamente alterado, mientras se toma el cabello con ambas manos y se pasea de un lado a otro, como un león enjaulado—. ¿Cómo mierda fuiste tan irresponsable, Mía? —cuestiona y siento una horrible opresión en el pecho, ya que jamás imaginé que me respondería de esa forma. —¿Irresponsable…? —murmuro, casi sin voz, por la sorpresa que me provocó su pregunta. —¿Estás segura que es mío? —Abro la boca como un pez fuera del agua, sin decir nada, porque simplemente no me creo lo que acaba de preguntar—. Si es mío, debes solucionar el problema, ¿me escuchaste, Mía? —Un impulso superior a mi, me hace darle una bofetada que le da vuelta el rostro, sintiéndome culpable al instante, pero no digo nada, ya que realmente se lo merecía. Cierro los ojos, dejando que todas las lágrimas que tenía retenidas, corran libres por mis mejillas. Me doy media vuelta y lo dejo sobándose la mejilla, para irme lejos de su vista, y de su vida. (…) —Ay… hija… —dice mamá, poniéndose de pie y rodeando la mesa, para abrazarme con fuerza—. Lo siento tanto, hija —murmura, meciéndome, como cuando era una niña—. Sé que era tu sueño, estudiar en Cambridge… —Sisea—, pero saldremos adelante, Mía bonita —Su tono maternal y conciliador, me hacen sentir querida y protegida, a pesar de todo lo que pasó con Steve. Mi padre me mira con el ceño fruncido, sin decir una sola palabra. Le doy una mirada de cachorro mojado y suaviza la mirada. —Debemos poner la mente fría ahora, y evaluar posibilidades, hija —dice por fin, lo que me hace sentir mucho mejor. Asiento, para acercarme a él y abrazarlo, por lo que me devuelve el abrazo, dándome toda la tranquilidad que ahora necesitaba. Esa tarde, nos sentamos a evaluar qué podía hacer de ahora en adelante con mi futuro y el del bebé que estoy esperando, hasta que somos interrumpidos por el timbre de la casa, por lo que mamá va a abrir y no me sorprende que sea Susan, que se une a esta importante toma de decisiones. —Entonces, mañana mismo iremos a Cambridge a c******r tu carrera, amiga —Susan me toma la mano, mientras asiento, con toda la pena del mundo, al tener que abandonar uno de mis mayores sueños—. Y luego, iremos a buscar un instituto, donde puedas hacer un secretariado, para que puedas ejercer, una vez haya nacido este bebé —Pone su mano sobre mi vientre y recién caigo en cuenta que tengo un ser dentro de mí, por lo que le sonrío, mientras mis padres asienten en mi dirección. —Gracias a todos… —digo sincera—. No saben lo mucho que los amo —Un nuevo mar de lágrimas me invaden, pero esta vez, en parte, son de felicidad. Cinco meses después… “Señorita Martin”, la enfermera de siempre, me da una amplia sonrisa, por lo que sonrío de vuelta. Mamá me ayuda a ponerme de pie para cogerme del brazo y caminar a la consulta del señor Jones. —¿Mía? —escucho a mis espaldas, por lo que volteo y la cara de la mamá de Steve, casi se desencaja. —Buenos días, señora Murphy —La saludo y miro a la enfermera que nos está esperando en la entrada de la consulta con una sonrisa—. Me dio gusto verla, señora —Le hago un asentimiento y al ver que no reacciona. Volteo y camino junto a mi madre para entrar con el doctor y checar una vez más a mi bebé. Después de revisar todos mis exámenes y decirnos lo grande que está mi hija, salimos de la consulta donde lo primero con lo que me encuentro, es con la señora Murphy, una vez más. —Disculpa si no reaccioné bien, cuando te vi, Mía —Se acerca y me da un abrazo y un beso, acto que repite con mi madre. —No te preocupes Martha —dice mi madre, mientras intentamos avanzar, pero la señora Murphy nos retiene. —¿Hace cuanto volviste de Nueva York, hija? —pregunta y frunzo el ceño, confundida. —No he viajado a Nueva York, señora Murphy… —Sonrío con sorna, al pensar que esa fue la excusa que le dio Steve, al no volver a aparecer en su casa. —¿Esa fue la excusa barata que te dio tu hijo? —pregunta mamá, molesta. —¡Mamá! —murmuro—. Déjalo así, no me interesa —agrego. —Te debería importar, hija… quizás qué idiotez le ha dicho a Martha —dice en tono normal, por lo que la madre de Steve nos mira con cara de pregunta y mamá bufa—. Este bebé que está aquí, es tu nieta, Martha —espeta mi madre, por lo que abro los ojos como platos y la miro con sorpresa. —¡Mamá! —exclamo, furiosa—. ¡No tenías por qué decirle! —agrego, en el mismo tono. —Claro que tenía que decirme, Mía —dice la señora Murphy, por lo que la miro con la mandíbula desencajada—. Steve nos dijo que te habías ido por una beca a Nueva York —dice avergonzada—. Me dolió que ni siquiera te fueras a despedir —agrega—, pero ahora entiendo todo, hija —Se acerca a mi y me abraza, mientras solloza. Conversamos y aclaramos algunas cosas en el hospital, para luego ir a tomar algo a un café cercano, ya que moría de hambre. La señora Murphy había insistido en que Steve debía hacerse cargo de la bebé, como el “hombre que es”. Y aunque me negué rotundamente ante su propuesta, por todo el trabajo que me había costado superarlo, en cuanto lo vi, supe que fue tiempo perdido, porque todo el amor que sentía por él, resurgió de donde lo tenía enterrado, como un Fénix. Once años después… —¡Quiero el divorcio, Steve! —exclamo una vez más, mientras intento levantarme del suelo como puedo. Estoy hecha un mar de lágrimas, pero esta vez es definitivo, no hay razón alguna para perdonarle otra más, ya que nunca había recurrido a la violencia física. —No te pongas grave, Mía —dice con su tono usual, de “no me importa tu opinión”—. Sabes que no puedes vivir sin mí —Se ríe. —¡Claro que puedo y lo haré, porque ya no te soporto!… ¡Ni siquiera te amo! —exclamo, mientras sus ojos se abren de par en par, por la sorpresa de mis palabras. —Claro que me amas, Mía, preciosa —dice, acercándose a mi, para intentar abrazarme y besarme a la fuerza, por lo que le doy manotazos intentando alejarlo—. Y me deseas… mira como te pones, con sólo tenerme cerca —Su voz se vuelve más ronca de lo normal, y sé lo que eso significa, por lo que todos mis estados de alarma se encienden. Miro hacia la puerta y veo que el cerrojo está puesto, por lo que no hay problema con que Tania entre, pero yo tampoco podré salir tan fácilmente. ¡Mierda! (…) Aprovecho que después de que Steve me ha abusado, quedó derrumbado sobre la cama. Me doy un baño, intentando quitarme esta horrible sensación de abuso, de suciedad, que ni con el jabón logro quitar, además de llorar todo lo que tengo y debo llorar bajo el agua, limpiándome de todos estos años de malos tratos. Agarro todas mis cosas, empaco todo lo de Tania y la despierto, llevándomela conmigo y alejándome de una vez por todas y para siempre, del que una vez pensé era el hombre de mi vida. Dejo a la niña con mis padres, a quienes avisé mientras iba camino hacia su casa. Voy a la estación de policía y dejo constancia de lo ocurrido, por lo que ponen una orden de alejamiento en su contra, la cual notificarían por la mañana. Una asistente social me indica cómo proceder a continuación y me da las guías para contactar con un abogado que me ayudará con los trámites de divorcio. Además, de todas las otras ayudas que me dieron. A los oficiales, les dejé los documentos y las llaves del auto, para volver a casa de mis padres y al fin poder descansar de esta tortura, que fue estar casada por once años, con Steve Murphy.

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