El mes de búsqueda, había pasado demasiado rápido para mi propio mal. Los señores Donovan tenían razón, no fue nada fácil encontrar un reemplazo.
La oficina parecía pasarela, por todas las chicas que pasearon por aquí, buscando el empleo. Por suerte, apareció Amalia, quien, con su entusiasmo y proactividad, logró convencerme de que sería capaz con el trabajo.
Los nervios, de volver a estudiar en la universidad, después de casi dieciocho años, me hacían sentir como una adolescente, llena de expectativas y como un pollito frente al mundo.
—¿Crees que deba cambiarme de ropa, para mi primer día? —Le pregunto a Tania, mientras preparo mi bolso con unos cuadernos.
—Obvio, má —responde—. ¿O pensabas ir con tacones y vestida formal? —indaga.
—Pues sí, no pensé que tendría que ponerme otra cosa —digo como si fuese lo más normal. Tanía niega—. Además, no sé si alcance a cambiarme de ropa —señalo.
—Uhm… en realidad, no es tan importante, má —Intenta quitarle importancia.
—¿Piensas que me mirarán raro, por vestir formal? —cuestiono.
—Seguro pensarán que trabajas en algún lugar, antes de asistir a clases… lo normal —menciona, haciéndome reír—. Además, por el horario de tus clases, seguro hay más personas como tú, que trabajan y estudian —agrega.
—Sí, tienes razón —Le doy una sonrisa—. Estaba tan entusiasmada, que no había pensado en eso —agrego.
—Pero te recomiendo, que lleves unas tenis, o algo más cómodo para tus pies… —dice, al mirar el atuendo que había escogido para mañana.
—Gracias, bebé —Le tiro un beso—. ¿Estás lista para tu último año en la escuela? —Cambio de tema y asiente.
—Sí, má —contesta—. Pero no te voy a negar, que me da algo de nostalgia —Me hace un falso puchero que me hace sonreír.
—Lo sé, creo que es lo normal sentirse así en el último año —digo, al recordar esa época de mi vida.
Mi mente se traslada a esos años, donde ya estaba con Steve, lo que me hace fruncir el ceño, por la dirección que están tomando mis recuerdos.
—En el último año, estaba tan enfocada en estudiar y sacar los mejores puntajes para entrar a Cambridge, que ni recuerdo las cosas que hice con mis compañeros de curso —menciono.
—Además, estabas con papá, ¿verdad? —cuestiona y bufo, ya que también la hice recordar a su progenitor.
—Sí —respondo sin entrar en detalles, por lo que pone cara de afligida.
—Lo siento, má… no debí mencionarlo —Se disculpa. Me siento a su lado y la abrazo.
—No te preocupes, bebé… —Le beso la coronilla en repetidas ocasiones—. Durante tu vida, será inevitable mencionarlo de vez en cuando —menciono y asiente.
Por supuesto, no fue nada fácil. Cuando fue el juicio para obtener el divorcio y valorar la custodia de Tania; fue tajante al decidir no querer ver a su padre y declararlo ante el juez. Y Agradezco infinitamente al juez por considerar válida su opinión, porque apenas era una niña. Hasta el día de hoy, me siento muy orgullosa de su decisión y lo madura que fue, para enfrentar todo el proceso, ya que yo jamás le negaría ese derecho, ni influiría en su relación con su padre, a pesar de todo.
—¿Lo extrañas? —pregunto y frunce el ceño, con cara de pregunta.
—Sólo tengo buenos recuerdos de cuando era pequeña y me iba a buscar a la escuela… ya cuando crecí, lo veía tan poco, que no tengo muchos recuerdos… —contesta pensativa—. Además, sólo recuerdo las discusiones que tenían y lo mal que andabas luego —La abrazo fuerte una vez más.
—Mejor no pensemos en esas cosas… —propongo y asiente.
—¡Mamiiii! —El grito de Noah, me hace poner de pie rápidamente.
—Seguro es una pesadilla —dice Tania, siguiéndome al cuarto de mi pequeño.
Después de contener y volver a dormir a Noah, desearle las buenas noches a Tania y darme un baño, me voy a la cama; aunque la ansiedad y los nervios, me tienen sin una gota de sueño, así que tomo uno de mis libros favoritos, “Entre mis brazos” de William Knox, y me pongo a leer hasta que el sueño me gane.
(…)
La mañana se me pasó demasiado rápido entre reuniones, ayudar a Amalia a resolver algunas cosas, que el señor Donovan le ha pedido y a la hora de almuerzo, fui invitada por los señores Donovan para desearme la mejor de las suertes en este nuevo comienzo, recalcándome lo orgullosos que están de mí, y las altas expectativas que tienen conmigo, por lo que me enfocaré cien por ciento en no defraudarlos y ser la mejor.
Al fin. La hora de volver a poner un pie en este lugar había llegado. Camino por los grandes jardines hasta llegar al “Cambridge Judge Business School”. Estar en este lugar es como si no hubiera pasado el tiempo. Mucha gente que viene y va. Grupos de estudiantes repartidos por los jardines, a pesar que ya ha comenzado el otoño.
Los recuerdos de la primera vez que comencé a estudiar me revolotean la cabeza, sobre todo los últimos, cuando vine a renunciar a mis sueños, la decepción y lo mal que me sentí logran que un escalofrío recorra mi espalda, pero logro espantar esos recuerdos, para seguir caminando.
Miro una vez más mi horario y camino hacia el salón donde todo volverá a empezar.
A decir verdad, creí que sería el bicho raro por mi edad, pero veo que cada quien está en su propio mundo, pero sólo veo personas de todas las edades. Desde chicos muy jovencitos, que me recuerdan a Tania, a personas que incluso son mayores que yo, lo que me hace soltar todo el aire que tenía retenido y relajarme un poco.
La primera clase, fue bastante intensa. Había olvidado el nivel de exigencia, que caracteriza a esta universidad.
Salgo a paso rápido, buscando mi otra clase, cuando alguien me toma del brazo, con sutileza. Es un chico de unos veintiocho años, bastante guapo y simpático.
—Parece que buscamos la misma clase —dice rascándose la nuca—. Soy Patrik, estuvimos juntos en la clase de hace un momento —señala.
—Hola, Patrik —saludo al amistoso chico, mientras verifico que el salón en el que estoy, es el correcto—. Puede ser, la verdad estaba tan nerviosa, que no puse mucha atención —confieso con una sonrisa.
—Nerviosa, ¿por qué? —cuestiona.
—No sé, supongo que me trajo recuerdos volver aquí —respondo y su cara de pregunta me hace sonreír—. Ya había estudiado aquí antes, pero tuve que renunciar a la carrera, por motivos personales —menciono.
—Vaya. Espero que esta vez, salga todo mejor que antes —dice sonriente.
—Gracias. Yo también lo espero —Le sonrío, mientras miro hacia la puerta, esperando que el profesor llegue—. ¿Y tú, Patrik? —cuestiono, recordando no haberme presentado—. Soy Mía, por cierto —agrego.
—Un gusto, Mía —Estira su mano, la cual tomo, estrechándola como saludo—. Siempre me ha gustado esto de los negocios, pero supongo que la juventud y las malas decisiones me hicieron equivocarme un par de veces, antes de llegar aquí —Se sincera.
—Pero ya estamos aquí —Sonrío y asiente.
Vuelvo a darle una mirada al horario, y me doy cuenta que esta clase, no tiene mucho que ver con los negocios, ya que es un electivo de literatura.
—Vaya, en mis tiempos, uno podía elegir los electivos —digo un tanto confundida.
—Seguramente te matriculaste justo en el límite de tiempo, y cuando eso sucede, no hay mucho por dónde elegir —explica—. A mí me pasó eso y por eso estoy aquí contigo —Asiento y me encojo de hombros.
—Por suerte, amo leer, así que no creo que sea tan terrible —menciono.
Un hombre, de unos cincuenta años entra a la sala.
—Ese debe ser el profesor Grayson —susurra Patrik.
—Buenas tardes, jóvenes —Saluda formal—. Mi nombre es Emmanuel Logan —Se presenta y miro a mi acompañante, que está igual de confundido que yo, ya que no es el profesor que esperábamos ver—. El profesor Grayson, está fuera del país en este momento, pero les ha dejado tarea —menciona.
—Por poco, pensé que nos habíamos confundido de salón —dice gracioso, lo que me hace reír.
El señor Logan comienza a explicar la tarea, la cual consiste en leer un libro, contestar algunas preguntas que nos ha anotado en el pizarrón y hacer un análisis de la obra. El hombre se despide y ambos nos ponemos de pie.
—Bueno, creo que iré a la biblioteca a buscar el libro que nos han señalado —digo, despidiéndome de mi nuevo amigo.
—Te acompaño, también buscaré uno para mí, ya que la biblioteca queda al otro lado, en el campus de humanidades —menciona y asiento.
—Tienes razón, no lo había pensado —Nos ponemos en marcha, caminando hacia la biblioteca.
En el camino, Patrik me comenta que está trabajando en la empresa familiar, tras la muerte de su padre, donde al fin está tomando las riendas de su vida. Según él, era la oveja negra de la familia, ya que se la pasaba de fiesta en fiesta. Había intentado estudiar otras cosas, pero nada lo conquistó antes.
Al llegar a la biblioteca, buscamos el libro que nos han señalado.
—“Jude el oscuro” —susurro, mientras tomo el libro en mis manos.
—Creo que será mi primera vez, con Tomas Hardy —dice Patrik.
—Sólo he leído “Lejos del mundanal ruido” —respondo—. Prefiero la novela romántica y pasar por alto el drama, y al parecer se caracteriza por ser melodramático —menciono.
—Bueno… A ponerle ganas, entonces —dice con entusiasmo.
—Creo que me iré a casa, comenzaré a leerlo esta misma noche —menciono.
—Yo también —responde—. A ver si coincidimos en otra clase —rebate.
—Nos vemos, Patrik —Me despido y voy hacia el estacionamiento, para volver a casa.
Al llegar, mis padres están en casa. Decoraron con globos y unas letras, pintadas por Noah que dicen “Feliz inicio de clases”, lo que me hace reír de felicidad.
—¡Bienvenida! —exclama Tania, dándome un abrazo—. ¿Cómo fue?, ¡cuéntanos todo! —pide con entusiasmo.
—Bienvenida, hija —dice mamá—. Tania insistió en que te diéramos una sorpresa —explica—. He traído tu plato favorito, para celebrar —menciona.
—Gracias a todos, pero no era necesario —rebato.
—Claro que sí, má —dice Tania.
—¡Mami, llegaste del colegio! —exclama Noah, corriendo a mis brazos, pidiendo que lo alce.
—Claro que sí, mi bebé —contesto sonriente, por las ocurrencias de mi pequeño.
—Es la universidad, enano, no es el colegio —Le corrige Tania, por lo que simplemente se encoje de hombros, como si no le importara.
Después de cenar y comentarles cómo fue mi primer día, mis padres se despiden y se vuelven a casa.
Ayudo a Noah a terminar sus tareas de la escuela, y Tanía aprovecha para estudiar un poco, junto a nosotros.
Tras acostar a mi pequeño, Tanía llega a mi habitación y se acuesta a mi lado.
—Y… —dice, como con vergüenza a preguntar—. ¿Algún compañero interesante? —cuestiona finalmente, por lo que sonrío, ya que es típico de la edad.
—Creo que tenías razón —Evado la pregunta—. Había compañeros de todas las edades, algunos vestidos con uniformes de trabajo, otros más casuales y otros pocos, vestidos formal —explico.
—¿Ves? —indaga—. Te lo dije —agrega.
—Lo sé, tesoro —Tomo el libro que debo leer y Tania se aclara la voz.
—¿Entonces? —pregunta, haciéndome pucheros.
—¿Qué cosa, hija? —Me hago la desentendida una vez más, ya que lleva muchos meses insistiendo en que debería salir con alguien.
—¿Algún compañero interesante?, ¿guapo? —indaga.
—Me hice amiga de un chico, bastante guapo —comento y mi hija me arrebata el libro de las manos y pone cara de entusiasmo, lo que me hace reír, así que comienzo a contarle cómo lo conocí.