La alarma de mi móvil retumba en toda la habitación, causando que mi cabeza duela en escala. Me levanto a duras penas, con ganas de mandar a todo el mundo al carajo. Me siento en mi cama y bostezo con todas mis fuerzas. Huelo a alcohol, a cigarros, a resaca, a sexo. Ese último me saca una gran sonrisa.
«¡Qué hombre!»
No es que hayamos tenido sexo como tal, pero jamás olvidaré el sexo oral que me hizo en pleno apartado vip de club. Justo cuando me iba a coger como Dios manda, su móvil comenzó a vibrar, el nombre de una mujer se mostró en la pantalla y se fue. Sinceramente, no me sentí para nada mal por ser la posible causa de una separación, ni mucho menos “la otra”, porque lo que él no me dio, terminó dándomelo el sexy hombre de seguridad de la entrada, en el baño del personal.
Ese sí que me hizo jadear como loca, pues la manera en que penetró mi lindo trasero fue descomunal, y para cerrar con broche de oro, me dio un orgasmo que tampoco olvidaré. Aunque el hombre quería mi número de teléfono, se lo negué. No tengo tiempo para estar en una relación, lo mío es casual y si no puede con eso, que siga su camino. Y sí que lo siguió, llamándome “perra vampírica”
«¿Qué quería? ¿Acaso piensa que la madre de sus hijos la encontrará en un club, dejándose dar por el trasero como si nada?» Yo considero que no, para eso, debe de haber una “relación” previa.
Sonrío con malicia. Mi noche estuvo bastante entretenida y eso es lo que necesitaba para despertar con los ánimos elevados. Vuelve a sonar la alarma y cuando veo la pantalla “entrevista” me sobre salto de la cama con rapidez. Son las seis y treinta de la mañana, apenas he dormido dos horas, pero es el precio a pagar por una buena cogida. Corro a mi baño y sin perder tiempo, entro por completo bajo la lluvia artificial para quitarme la noche de encima.
«La noche, porque la cogida no me la quita nadie»
Media hora después, salgo ya duchada, con mis dientes limpios y mis necesidades fisiológicas de hoy ya cumplidas. Mientras seco mi cabello con la toalla, voy a mi closet en busca de algo que usar. Esta vez, decido vestirme un poco más profesional de lo normal.
Elijo una falda de cuero con una abertura en mi pierna izquierda, la cual mostrará por completo mi tatuaje de dragón que ocupa todo mi muslo hasta bajar a mi pantorrilla. Una camiseta color vino, cuello alto sin mangas, ceñida. El tipo de tela es acanalada, dándole un efecto bastante peculiar. Mis botas, mi cinturón de hebilla gruesa, y para darle un toque más sofisticado a mi outfit, agarro mi abrigo n***o largo. Listo, soy la puta ingeniera del inframundo.
«Todas pueden ser putas, pero no todas las putas pueden ser ingenierías. Punto para mí»
Frente al espejo, comienzo a secar mi cabello, y a hacerle ondas con la pinza térmica. Me maquillo con toda mi calma, pues la entrevista es las nueve de la mañana. Aún me queda una hora y media más. Me hago el maquillaje de siempre; delineado n***o en mis ojos, varias máscaras de rímel en mis pestañas, cejas perfectas y labial rojo carmesí.
«Sí que parezco una vampira, pero me gusta. Soy de las que succiona más que la sangre a mis víctimas. Yo succiono lechita también»
Me coloco mi lencería negra, y aplico perfume en todo mi cuerpo. Comienzo a vestirme y sonrío al mirarme frente al espejo. Agarro mi móvil de la cama, y me tomo una foto posando bastante sexy frente al gran espejo para postearla en mi perfil, ya que me encantó como me quedó toda la combinación de hoy.
“Lista para ver el mundo arder” Es el pie de foto que decido colocar. Posteo y listo.
Salgo de mi habitación con mi bolso y bajo las escaleras bastante animada.
—Me gustaría saber, ¿cómo se supone que usarás tu moto con esa falda? —pregunta mi madre al verme llegar a la cocina.
Tomo asiento frente a mi padre, quien no ha dejado de mirarme a detalle, pero sin decir ni una palabra.
—Fácil… la subo a mis muslos mamá. Es como si fuese en traje de baño al trabajo.
Puedo notar que mi padre aguanta la risa, pero no se atreve a estallar en carcajadas por miedo a su esposa. Mi madre me mira con su perfecta ceja rubia alzada, en espera de que me retracte.
—Yo la llevaré, cariño… ¿Crees que la dejaría usar así su moto?
—¡Sí! —ambas respondemos al mismo tiempo.
Por supuesto que no se negaría. Siempre y cuando no le llegue a casa con un embarazo, Saint no se entrometerá en mis asuntos.
—Qué mal concepto tienen de mí —dice, tomando de su café y volviendo su vista a su móvil—. Tienes diez minutos para desayunar, Zoe. Mueve tu trasero.
Se levanta de la mesa, dándole un apasionado beso a mi madre. La rodea con sus anchos brazos llenos de tatuajes y hasta apretándole el trasero con descaro frente a mí. Mi madre da un leve grito, golpea su hombro, haciendo que mi padre se ría con bastante sensualidad. Le guiña el ojo, y sale de la cocina dejándonos solas. Ellos realmente se aman.
Mi madre me sirve el desayuno, y como ya estoy algo sobre la hora, comienzo a masticar lo más rápido que puedo, notando el sonrojo en sus blancas mejillas por el acto extrovertido de mi padre.
—Al parecer alguien está avergonzada —me burlo.
—¿Yo? Para nada mi ratona. Acabamos de hacer el amor aquí en la cocina mientras tú te alistabas, lo que estoy es agitada.
«Carajo»
—Suficiente para mí —bebo un sorbo de mi café y me levanto de la silla—. No deseo saber dónde ambos fornican mientras yo no estoy.
—¡Zoe! Yo no fornico, tu padre y yo estamos casados delante de Dios —golpea mi hombro.
—De tu parte, mamá. Porque de parte de papá, fue el mismo diablo quien le dio su bendición, y eso en su mundo es fornicar.
Me alejo de la cocina entre risas, al oír las reprensiones de mi madre. No le gusta que juegue con eso, mucho menos de que le insinué de que mi padre es hijo del diablo. Para ella, todos somos hijos de Dios y las apariencias o gustos no importan. Siempre me recalca que Dios lo que mira es el corazón. A veces le creo, pero hay días en los cuales he sido rechazada a causa de mis tatuajes y estilo, que me pregunto si Dios también lo hará algún día conmigo.
Pero no le pregunto esas cosas a ella para no caer en el tema de la religión. Si existe un ser superior a nosotros, y ella lo conoce como Dios, para mí está bien y le creo.
Llego al auto y entro apresurada. Mi padre niega con una leve sonrisa, y yo opto por sacarle la lengua.
—¿Algún día dejarás de llegar tarde?
—¿Algún día dejarás de tener sexo con mamá en la cocina mientras yo estoy a metros alistándome? —contraataco.
—¿Oíste sus gemidos?
—¡Nooo! —lo miro con terror—. ¡Jesucristo! ¡Gracias al cielo que no!
—Entonces no tienes nada de que quejarte —ajusta la marcha—. En cambio, yo sí debo de esperar por mi princesa a que se termine de alistar, y correr contra el reloj para que ella llegue a tiempo.
—¿Te molesta?
—No —responde a secas.
—Entonces no tienes nada de que quejarte —le lanzo un beso.
Mi padre suelta grandes carcajadas por esta absurda y extraña conversación. Es que los dos somos tan iguales, que por eso chocamos y nos llevamos tan bien al mismo tiempo. En mi mente, me preparo para las posibles preguntas que me harán y me concentro en estar relajada y parecer profesional. Unos veinte minutos después, y ya estamos frente a la empresa donde será la entrevista. Esta será la última, y dependiendo de lo que me digan, daré mi siguiente paso. Me quito el cinturón de seguridad y abro la puerta del auto pasar salir, pero antes, mi padre me toma del brazo deteniéndome.
—Zack me comentó que fuiste a su club anoche —frunzo mi rostro en espera a que continúe—. No soy idiota, Zoe. Sé que te ha puesto el ojo desde aquel día.
—No me interesa —me zafo de su agarre y bajo del auto cerrando la puerta. Me afinco de la ventana y lo miro con total seriedad.
—Me importa un carajo si te interesa o no. Solo quiero que sepas que por mucho de que sea mi amigo, es un hijo de puta que le gusta coger con jovencitas —lleva su mano a su frente y la acaricia algo incómodo—. Mira Zoe, no me meto en tus asuntos, pero nada más te pido que seas inteligente y astuta, ¿está bien? Haz lo que quieras, solo te pido que no me hagas abuelo, por favor… —súplica
«¿Cómo no amar a este señor?»
Rodeo el auto con rapidez, llegando a hasta él. Tomo su rostro en mis manos dándole muchos besos en su mejilla.
—Te amo papi… gracias por dejarme fornicar con tu amigo…
—Lárgate de aquí, Zoe —me interrumpe de forma abrupta subiendo el vidrio molesto.
—¡Pero no lo haré! —me apresuro a decir entre risas, alejándome para que no me mastique con el vidrio.
Vuelvo a la acera y lo veo irse mirándome con ganas de matarme. Nadie lo manda. Comienza a tocar temas íntimos conmigo sabiendo como soy.
Emprendo mi caminata hacia el interior de la empresa, siendo bastante clara de que soy el centro de atención. Todas las mujeres usan sus trajes de oficinas, y aunque yo estoy vistiendo igual o mejores que algunas, la diferencia son mis tatuajes. Mis brazos están al descubierto, así que son bastante notables cuando me quito el abrigo, al igual que el dragón en mi pierna. Con mi cabeza en alto sigo avanzando hasta el recibidor, ignorando por completo la mirada de las estiradas.
—Buenos días, soy Zoe Lennox, y vengo para una entrevista de trabajo con la encargada de recursos humanos.
La secretaria me mira por unos segundos, para luego comenzar a teclear en su computador.
—Piso dos, oficina 10.
Ni los buenos días me da. Solo me entrega un gafete que dice “visitante” y listo. Pero como yo soy perra, le sonrío dándole las gracias con superioridad. Solo porque estoy de buen humor, no la mando al carajo.
A la mierda el buen humor. Obtuve la misma respuesta de siempre; “la llamaremos”
—¡Carajo! —grito a las afueras del edificio bastante exasperada.
Comienzo a caminar molesta, estresada y con ganas de fumar hierva. ¿Qué mierda tiene la gente en la cabeza? En pleno siglo, el tener tatuajes no debería de ser un impedimento para optar por un puesto en una empresa. Busco en mi bolso mi pequeña reserva. Cruzo la calle en medio de los autos, importándome una mierda las bocinas de los conductores, porque estoy que mato gente.
—¡Cuidado por donde caminas, belleza! —me grita un chico desde su auto.
—¡Púdrete! —le enseño el dedo del medio, y continuo.
Llego a un pequeño parque en medio del centro, y tomo asiento en uno de los bancos de hierro. Le envío un mensaje al cuarteto en el grupo de w******p que compartimos, diciéndoles que la vida es una mierda y que, en definitiva, cobraré por mamar la v***a de hombres millonarios. Si sigo así, es lo que quedará para mí. Eso, y trabajar tiempo completo en el estudio de papi Saint. Tomo una foto a mi pequeño enrollado de hierba y se los envío también.
Lo enciendo y le doy una gran calada con bastante disimulo. No quiero que algún chismoso llame a la policía, pero me urge relajarme un momento. Dos caladas más y lo apago. Guardo el resto en mi pequeño estuche de metal, y me coloco mis gafas espejadas. Cierro mis ojos pensando en lo que ahora haré. El efecto es inmediato, poco a poco siento como mis nervios se relajan, al igual que mi cuerpo. Me quedo ahí, imaginando lo bonito y excitante que fue mi noche, como para tener un día de mierda otra vez.
No sé cuánto tiempo ha trascurrido, solo sé que a conciencia estoy ignorando las notificaciones de mi móvil.
—¿Señorita?
Abro mis ojos, pero ya es tarde. El chico se ha ido y lo veo seguir su camino, mientras va repartiendo volantes en su andar. Me quito mis gafas y noto que me ha dejado uno a mi lado. Lo tomo y debo de enfocar mi vista varias veces para poder leer con atención.
«Mala idea fumar hierva en plena calle, Zoe»
Una risa idiota brota de mí al ver lo que dice el pequeño anuncio.
—¡Se solicita niñera con experiencia! —leo entre risas.
“Se requiere niñera de tiempo completo con experiencia, para cuidar de un hermoso niño. Requisitos: no mayor de treinta años, enérgica, educada. Vestimenta formal, minimalista. Que no beba ni consuma sustancias ilícitas. Responsable, tierna y paciente, con un buen léxico al hablar. De buen vocabulario…”
Y la lista del santo grial sigue y sigue, con peticiones y demandas absurdas para un trabajo tan simple.
“Cero tatuajes. Cero piercing”
—¡A la mierda! ¡Yo misma soy! —grito a la nada.
Tiro el papel al cesto de basura con un gran ataque de risa. Noto que hay varios tirados, pero lo que llama mi atención es la cifra plasmada al final que hasta ahora me doy cuenta de que está ahí. Sin importarme un carajo, meto la mano y lo saco incrédula al leer que el p**o es de cinco mil dólares al mes. Tomo mi móvil y marco al número resaltado y me siento con elegancia y rectitud en el banco nuevamente No sé por qué carajos lo hago si nadie me está mirando, pero lo hago.
—Mansión Campbell, ¿con quién desea hablar?
«¿“Mansión”? ¡Mierda!»
Aclaro mi garganta y sonrío como idiota por la locura que estoy a punto de hacer por el efecto de la hierba en mí.
—Buenos días, mi nombre es Zoe Lennox, y llamo por el anuncio publicado —imito la dulce, educada y melosa voz de la santa de mi madre—. Me gustaría postularme para ser la niñera del niño angelical que tienen en casa —no aguanto la risa, de verdad que me escucho como mi madre. Ya me falta es ir al servicio dominical.
—¿Puede venir a las dos en punto? Es importante que sea puntual.
Abro mis ojos incrédula, y veo la hora en mi pantalla. Respiro aliviada al ver que aún faltan cinco horas para eso. Así que con una sonrisa maliciosa y con toda seguridad, decido responder con mi voz de realeza.
—Por supuesto. Estaré ahí puntual. Muchísimas gracias por tomarse su tiempo en responder. Que pase una excelente mañana. Dios le bendiga —llevo la mano a mi boca al decir eso último.
La mujer se despide y cuelga sin más. Un ataque de risa me invade al ser consiente que posiblemente seré la niñera de un bebé mocoso y llorón. Pero me importa un carajo, son cinco mil dólares al mes, y por esa suma estoy dispuesta a limpiar mocos, y hasta hacerle un oral a la pobre madre que de seguro está cansada de cargar con su bebé en brazos todo el día.
—Trabajo fácil y de buena paga, voy por ti… —hablo al volante y lo guardo en mi bolso.